Sunday, July 03, 2005

Literatura

Cuando Ulises escuchó la historia de la Odisea, contada por un viejo y ciego poeta, se soltó a llorar al advertir que su cuerpo se desmoronaba y permancía en la historia, al descubrir que el duro deseo de durar no sería suficiente para evitar que su imagen le sobreviviera.

¿Qué es la historia? La Reina Católica.
¿Qué es la literatura? La ropa de la Reina Católica, la ropa que le confecciona un sastre real, el olor que desprende la Reina Católica, quien no se bañaba, como sabemos, a menudo, y que el sastre real percibía cada vez que bajaba la cabeza para tomarle las medidas de la cintura.

Aunque no podía decir qué era, sabía que algo estaba mal, y debía estarlo pues mi madre lloraba desconsolada o con arrebato y furia y mis hermanas veían por la ventana la casa donde, repetía mi madre, "Ella vivía".
No fue sino hasta tiempo después que comprendí lo que sucedía, los gritos que venían del cuarto de mis padres y lo que significaba la palabra divorcio, que en aquél momento sólo me hizo llorar, como si fuera un botón que alguien activara o, mejor, un machete, porque mis hermanas lloraban también. Todo mundo lloraba. Yo, simplemente, lo hacía momentos más tarde.
"Mírenla bien", dijo, "ahí es donde vive". Fue después de la escuela, nos llevó en el auto y guardó silencio en todo el trayecto. Era un fraccionamiento. Los niños jugaban en sus bicicletas. Las casas eran pequeñas y de un color amable. El cielo estaba nublado y no comprendí, cuando entendí qué hacíamos ahí, porqué mi madre haría algo así. ¿Por qué nos llevó a ese lugar? ¿Sabría que esa imagen se quedaría en nuestra cabeza?
No hablamos de eso.
"...meneando las nalgas..."
"Escucha lo que estás diciendo", le dijo mi padre.
Escúchalo tú!", le contestó mi madre.
Estábamos comiendo.
Y ahora aquello no existe. La gente sabe. Lo ha sabido. Pero ya no hablamos al respecto. Y hoy, que los vi juntos, a mi padre y a mi madre, intercambiando besos y miradas, descubrí algo. Algo fuera de lugar. Y era mi jodida memoria. No siempre pienso en esto. Ni siquiera cuando abrazo a mi madre con verdadero cariño, o a mi padre con confianza real. Es sólo algo que, por las noches, me asalta.
Conozco personas que tienen miedo de que algún día escriba cosas. Las comprendo.

1 comment:

hugo said...

bueno, pienso que el miedo inicial cede a una mayor comprension de lo que sucedio y de las relaciones involucradas y a una aceptacion amable de lo hecho y admiracion por plasmarlo en la permanencia.