Monday, April 24, 2006

Zebra G-301 Gel.

1994, sala de cine de Rolling Prairie Indiana, en la pantalla se proyecta la cara de un actor para mí totalmente desconocido y que por el momento interpreta a un enemigo de Bond, James Bond. En su mano, una pluma muy bonita y estilizada, nada demasiado pomposo, nada como una Mont-Blanc o una gorda pluma fuente. Oprime obsesivamente el mecanismo de retracción sin saber que lo que activa y desactiva es, a su vez, ¡una bomba!
El herman Shawn observa sin perder detalle y come palomitas y nos cuida a todos nosotros, los alumnos de la escuela semi-militarizada, LeMans. Adora los trenes, la fotografía y las películas de James Bond. Unas semanas más tarde, tanto es su amor por todo lo que tenga que ver con Bond, lo acompañaré a comprar una pluma Zebra G-301 Gel, ¡la misma que usa Boris, el enemigo de Bond!, en un viaje a McDonalds, a la escuela donde le doy clases a niños cuyo segundo idioma es el inglés, y de vuelta a la academia. Y hago todo esto porque soy uno de sus alumnos preferidos. Uno de los que mejor se comporta. Uno de los que no corren detrás del nuevo edificio gimnástico para fumar marihuana u oler pegamento.
Bien. Pasa una década. Compro cuadernos Moleskine. Inauguro uno con un pequeño estudio y resumen del primer tomo de Tiempo y narración. No me siento completamente en paz hasta que corro con Refu al Office Max más cercano a mi casa y busco, con éxito, una Zebra G-301 Gel, y oprimo con obstinación el mecanismo retractil. Escribe re bien.

2 comments:

Darío Zetune said...

Eso de las plumas... y de James Bond...

Menos mal que tu amigo no era adicto a todo lo que se refería a Star Wars porque eso sí, habría sido un coleccionista con futuro.

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Oye, estaba visitando la página de charp, pero al parecer la tiene descuidada. Escribe bien, ¿qué le ha pasado? que pronto vuelva a escribir. Ojalá.

Saludos

Sergio.

Anonymous said...

un bulto, o una figura incapaz, como cualquier otro bulto o como la figura de cualquier otro hombre sin motivos para volcarse tenázmente en la cotidianidad, sino, que se volca en la cotidianidad con el motivo sólo del volcamiento. la misma cotidianidad donde parecen aguardar las promesas o una mujer con la cogerás, sin más.