Friday, April 15, 2011

Una preocupación repentina

Ha repetido en distintas ocasiones, quizá con la intención de reafirmarse un principio al comparar las reacciones, una reflexión en torno a la distracción, la atención y lo que significa estar aburrido. La reflexión postula que la idea popular "sólo los tontos se aburren" -a la cual, en el fondo, le brinda cierto grado de verdad- es incorrecta. Pues, ofrece a sus escuchas, generalmente en las escuelas son a los pupilos destacados, los listos, a quienes cambian de salón, a quienes avanzan en el grado de matemáticas -esa disciplina de reglas inevitables y armoniosas- para evitar, precisamente, que se aburran y se tornen inquietos.
"Al contrario", afirma, "son los tontos los que no se aburren", y en su cabeza imagina polillas cegadas por luces, perros distraídos por sutiles sonidos triviales, cabezas huecas en las que resuenan los tintineos. No se le escapa el componente romántico. No se le escapa el juego de palabras. No olvida que la soberbia es un vicio. Y especialmente no pierde algo de vista: está, sobre todo, tratando de convencerse a sí mismo, contándose historias, permitiendo que la voz en su cabeza continúe dictando modos irresponsables de abstraerse de la realidad -pero, a la vez, ¿no es esta idea parte de la realidad? De serlo, ¿qué significa que haya quienes lo nieguen?
Significa que aún existen los idealistas, las buenas personas.

2 comments:

Ana Echeverri said...

me encantó...

Mauricio Marín y Kall said...

Bien Memito, recuerdo algunos "tontos" en el salón de calses. Eran siempre ociosos y la verdad es que uno, menos tonto quizás, no se aburría solo de contemplarlos o de estar al pendiente de sus ocurrencias.