Thursday, May 29, 2008

Entrevista con Nicolás Cabral

Tengo una pregunta en dos partes. Primero, ¿te molesta que use una foto tuya para esta entrevista y que use, igualmente, el tiempo del trabajo para hacerla?
Me molestan ambas cosas. Por suerte, dado que estamos en horario laboral, podría impedir el uso de la foto como parte de las políticas de esta empresa. Quisiera lograr, como Pynchon, que mi jeta no ilustre nada que tenga que ver conmigo.

Le he escuchado decir a mujeres que eres un hombre bello. ¿Sientes que esto está peleado con tu imagen de hombre inteligente? Deja reformulo la pregunta: ¿te da miedo que no te tomen en serio por ser hermoso?
Sí, de ahí que hasta ahora me haya considerado un hombre feo, con el fin de convencerme de mi inteligencia. ¿De qué mujeres hablas?

¿Me preguntas desde tu convencimiento de ser feo -como gesto impostado de inseguridad- o para perseguirlas?
Simple curiosidad. Yo no persigo a las mujeres. Bueno, persigo a una, y por suerte se deja alcanzar.

La verdad es que no se lo he escuchado a nadie. Es mi opinión pero me daba miedo que pensaras que me gustas por reconocerte hermoso.
Bueno, no te lo tomaré a mal, si eso te preocupa. Finalmente, nos separan un par de muros. Me siento seguro.

(Ahora mismo le preguntaba a una amiga si tiene alguna pregunta para ti -quiere saber cómo hermanas literatura y arquitectura- y le pregunté si le parecías guapo; dice que no te recuerda; me exigió una foto tuya para saber)
Suelo ser olvidado, lo cual siempre me ha parecido estupendo. Me han presentado a personas cuatro, cinco veces, y siempre dicen "Mucho gusto". Sobre literatura y arquitectura: No las concilio, simplemente abandoné la segunda. Pero bueno, miento: el libro que siempre estoy escribiendo, aunque tarde meses en añadirle un párrafo, es un conjunto de relatos sobre la relación entre ciertos espacios y ciertos personajes.

¿Estás intentando llevar la conversación a tu libro de cuentos?
Evidentemente.

(Acabo de mostrarle una foto que encontré en la red y opina que no eres feo; lo cual no significa, supongo, que seas bello)
No hay fotos mías en la red.

Piensa lo que quieras. A ver, cuéntame de tu libro. ¿Qué puedes decirme sobre él?
Puedo hacerte una descripción, digamos, técnica. Contiene nueve relatos y una nouvelle. Se llama Las moradas. Tendrá, si algún día lo termino, alrededor de 130 páginas.

¿Tú dirías que la diferencia entre una nouvelle, una novela y un relato es un tema de importancia?
No.

Es que ya no sé qué preguntarte.
¿Te aburro?
No, sólo no se me ocurre qué preguntarte.

Déjame preguntarte algo a ti. ¿Por qué a Zagal le hablaste de usted en su entrevista y a mí me tuteas? ¿Es porque yo no soy doctor en filosofía?
Es por la edad.

Ah, bueno.
Es como con Margo Glantz, quien por la distancia de edad a todos les habla de usted.

A mí ya no, ¿será que me estoy volviendo viejo?
Tienes, ¿qué, 33?
Casi, en un par de meses.

Sí sabes que Cristo murió a los 33, ¿no?
Sí, pero no soy cristiano. ¿Lo sabías?

Cada que digo algo sobre Cristo me lo dices. O sobre Marx. O sobre el PRD. No me gustaría que se te olvidara que cuando Dios cierra todas las puertas, deja, al menos, una ventana abierta.
Pero hay que hacer distingos. Soy algo bastante parecido a un marxista, y algo bastante distinto de un perredista.

Yo no dije que fueras perredista. No te sientas obligado a hacer esas distinciones. Dame un poco de crédito.
Está bien, Memo. Me disculpo

Hablando de crédito, ¿es difícil evitar la tentación de créditos que ofrecen los bancos?
Decía Brecht: ¿Qué es robar un banco comparado con fundarlo? Odio los bancos, y sin embargo tiendo a ser un celoso ahorrador. No he fundado ninguno, aclaro. Por desgracia, tampoco he robado alguno. ¿A ti te gustan los bancos?

No. Siempre exigen que haga la misma firma y no puedo. Oye, ¿crees que algún día podré leer tus nueve cuentos? He leído algunos, en Cuaderno Salmón se publicó uno de ellos.
Sí, creo que un día podrás leerlos. Además, están en mi computadora. Si muero trágicamente, hazlos llegar a un editor, por favor. A los muertos se les perdonan muchas cosas.

Como irle al Cruz Azul.
Tú no le vas a nadie.

Yo le voy a los que meten autogol. Y al Celaya. ¡Arriba cajeteros!
Yo también le iba, mientras existieron. ¿Y sabes qué? Estuve en los dos partidos de la final. Y perdimos. Fue triste. ¿No crees que merezco una alegría, aunque sea futbolística?

Sí, ¿por qué no habría de hacerlo?
Eres una buena persona, Memo. Antes de que trabajáramos juntos, insistías en que yo debía ser buena persona.

La verdad es que no le voy al Celaya, sólo lo dije para ver si decías algo sobre Celaya, fuera de que le ibas a su equipo. En fin, todavía creo que debes ser una buena persona.
Pudiste preguntarlo directamente. Celaya es una de las ciudades más feas y aburridas del planeta Tierra.

Para finalizar, ¿cuánto tiempo más crees que vaya a existir La Tempestad?
No lo sé. Supongo que no puede durar eternamente. ¿Tú cuánto le das?

Hasta que te hartes, francamente. Pero te hartas seguido, así que no sé. No puede ser ese el criterio.
¿Tú ya te hartaste? Yo ya aguanté 10 años. La revista ha durado más que mi matrimonio.

Tendré que editar mucho esto.
Creo que todos se mueren por leerlo. No quites lo de mi matrimonio. Es un dato objetivo.

¿No te da cosa que tu relación con Chaurand haya sido más larga que con otras personas?
Sí.

Monday, May 26, 2008

Kafka contra la metáfora

En 1921: "Las metáforas son una de las muchas cosas que me hacen desesperar de la escritura. La falta de autonomía de la escritura, su dependencia de la criada que enciende la calefacción, del gato que se calienta junto a la estufia, incluso del pobre viejo que también se calienta. Todas esas son operaciones autónomas, que se rigen por su propia ley, sólo la escritura está desamparada, no habita en sí misma, es broma y desesperación".

Sunday, May 25, 2008

Marcia bobs her hair


En las noticias de Yahoo informan en primera, em, plana que Jessica Alba se casó y se fue de parranda después de una "abrupta" boda y que Marcia Cross se hizo un nuevo corte de cabello. Leo esto después de leer un cuento de Bef titulado -lo he olvidado, pero trata sobre la vida de un oaxaqueño en un colonizado Marte. Quizá por ello me llama la atención no tanto lo de Jessica Alba ni lo del nuevo corte de Cross sino la noticia, de menor perfil, que se encuentra debajo de esa y donde se explica que pudieron colocar un nuevo aparato en Marte para, pues, sondear el asunto, ver qué pasa, cómo va la cosa, a ver si nos vamos para allá. Curiosamente, la noche del sábado en el show de Letterman se soltaron un chascarrillo sobre cómo es que, de lanzarse la misión hacia Marte con tripulación humana, se tomarían un año más o menos en llegar y que, por ello, estaban desarrollando una tecnología que permitiría reciclar la orina para poder usarla de nuevo como agua potable. Y Bef, recuerdo en el cuento, hablaba un poco sobre ello. Pero la verdad es que al comenzar a leer la nota sobre el carrito a control remoto que mandaron a Marte me aburrí horrores. No pude leerla. Me distraje con el peinado de Cross, quien actúa en una serie que no veo pero sé que es vista por mis hermanas y por mi primo y por millones de televidentes. Y quizá aquí sería bueno comenzar a hablar con ironía no sólo sobre esas mega-series sino sobre el tiempo que le dedica la gente a hablar sobre estas mega-series (hoy el suplemento cultural de Reforma dedicó sus páginas a este tema, como lo hizo Día Siete hace unas semanas y como, claro, lo hizo La Tempestad hace tiempo) y quizá valdría la pena hablar sobre la televisión como un detonador de una literatura que busca dejar atrás a la ironía (aquí citaría extensamente a Robert Foster Wallace). Pero mejor, para finalizar, ponemos un bonito link a un bonito cuento, aquí.

Domingo

Bricolaje, sopa de lima, torta de cochinita, terminar de leer una revista, comenzar a leer una antología, sentir que uno pierde el tiempo, toser, enfundarse la garganta, ver televisión, anotar, leer, dormir.

Saturday, May 24, 2008

Pedir pizza, pensar en Indiana Jones

Desde la mañana pensaba escribir algo sobre la nueva película de Indiana Jones que vi anoche. Llevo todo el día, sin embargo, evitando esto. Creo que anoche discutí y agoté el tema en compañía de los amigos con quienes la vi. Incluso las bromas sobre el ñoñismo de ver y disfrutar la nueva película de Indiana Jones fue tocado. Anotemos por ahora que: soy fan. Y que llevo años esperando ver esa película. Y que pensaba escribir sobre cómo es que la historia es una mezlca de dos libros de Tintín, Tintín y El Templo del Sol (ubicada, por supuesto, en el Perú) y Tintín y Vuelo 714 para Sidney.

Así que ahora estoy aquí, en casa, encerrado como gordo, comiendo de una pizza que pedí hace rato por teléfono, como gordo gringo, pensando en lo que no he escrito pero ya dije sobre Indiana Jones. Y pienso en su sombrero, en su látigo, en el rostro estoico e irónico que usa Harrison Ford. Pienso en los cómics pulp y en las Astonishing Stories y en una nota que leí no hace mucho sobre un subgénero de los cómics pulp que trataban, en su mayoría, de hombres que -pero no, es agotador escribir sobre esto. Así que me siento, dejo de comer pizza, escucho música y bebo coca cola mientras afuera otros jóvenes de mi edad bailan y ríen y quizá no fumen pero probablemente están, pues, ahí afuera, divirtiéndose, mientras, feliz y contento, me siento a toser y a comer pizza y a beber coca cola y a pensar en Indiana Jones.

Friday, May 23, 2008

Texto de actualidad

Anoche vi que entre las lecturas del baño de un amigo -yo meaba, él platicaba con otro cuate en la sala- estaba Una temporada en el infierno de Rimbaud. Le di un vistazo y vi que mi amigo había subrayado una línea que hablaba sobre la desesperación experimentada ante el imperio de la idiotez. Unas horas antes, en la oficina, le había preguntado a Abel y a Óscar si alguno de ellos estaba leyendo ese libro de Rimbaud. No, me dijeron. La cosa es: una semana antes, en el mismo baño, había visto el mismo libro pero conseguí olvidar dónde y quién lo estaba leyendo. Comienzo a olvidar cosas y a emocionarme por esas pequeñas certezas, cuando las descubro: Ah, era mi amigo tal y no mi amigo tal quien estaba leyendo a Rimbaud, me digo, me emociono. Así que al salir del baño, injustificadamente alegre -con un momento Eureka- le dije a mi amigo -quien, recuerden, también lleva su vida, quien también está cansado del trabajo (más que yo, considerablemente)- que era él quien leía a Rimbaud. La paciencia de los amigos: es algo en lo que uno puede confiar.
"Ese libro", me dijo, "es la gran cosa". De Rimbaud lo único que sé viene de Pierre Michon. Debo haber leído algún poema, en algún lugar. No es algo que tenga presente, debo decir. Excepto, acaso, por su peso histórico, esa solemnidad de la literatura encarnada. La tentación de tener ídolos: de saber que hay cosas que permanecen. Ese mismo día le había preguntado, como ya dije, a los de la oficina por Rimbaud pues estaba leyendo una nota en Internet sobre un texto no inédito pero sí que se había considerado perdido durante unos 135 años. De Rimbaud. (Dejaré de decir Rimbaud). Lo encontró Patrick Taliercio, un cineasta que prepara un documental sobre la obra del poeta, según leí. Durante su investigación documental, en Charleville (la ciudad natal del poeta) compró un monton de periódicos, Le Progrès des Ardennes, en una librería de viejo. El librero no había dado con el texto pues no había reconocido el pseudónimo con el que firmó el poeta: sabía, además, que eran de poco interés, los periódicos. Y hay más, una anécdota de cómo el librero había comprado los periódicos a un señor que los traía a montones en la cajuela de su auto, y en fin, todo eso, la sensación de marginalia y de cosas minúsculas pero importantes, o quizá importantes porque fueron pasadas por alto, me entusiasma tanto como me desagrada: la sensación de arrojar luz sobre todo por un espíritu casi avaricioso, de tenerlo todo, conocerlo todo, saberlo todo, esfuerzo bobo.
Quizá me impresiona por la cantidad de notas que hay, de este tipo: se descubre inédito de tal figura, se exhiben inéditos de esta otra, se encontró una maleta llena de manuscritos, se deciden a publicar tal cosa contra el deseo del autor, ya muerto. Esas bibliotecas ocultas, en los medios, me recuerdan a los niños que desaparecen en oleadas y que son encontrados para, ¿para qué precisamente? Para hacer noticia, llenar la plana. ¿Cuándo leeré yo el texto que Rimbaud escribió bajo pseudónimo y que fue descubierto en un periódico amarillento en una librería de viejo de Charleville? El sueño de Bismark, que es como se titula el texto encontrado, es un texto periodístico. Según el periódico El País, donde leí la nota ayer o ante ayer, hace siglos, Rimbaud mandaba poemas al periódico que no le publicaban pues el editor le exigía, en su lugar: "artículos de actualidad con utilidad inmediata".
Hoy en el Parque España, camino al trabajo, no vi al gordo, ni al perro salchicha, sino a una conductora que, micrófono en mano, hablaba ante una cámara, montada en una bicicleta, casco en la cabeza, toda sonrisas.

Wednesday, May 21, 2008

Décimo aniversario de La Tempestad


Pronto deberían poder comprarla. Y leerla. Caray, diez años.

No sabiendo qué subir

Recordemos a Kafka: "Los látigos con que nos hemos azotado mutuamente han echado buenos nudos en estos años".

Sunday, May 18, 2008

Atisbos de sabiduría en David González

-¿Pero cómo los distingues?, le pregunto.
-Es fácil, contesta, si huele a limón es detergente de baño o vajilla, si huele a naranja es para el piso.

Saturday, May 17, 2008

Varias cosas

No es que trate de algo, el presente texto, pero igual estoy aquí, tratando de darle sentido. Tendrán que disculparme. Es verdad que gira en torno a algo, al mono de la historia que inventamos en la oficina para explicar el ruido que en ocasiones viene de la pared y que, aunque sabemos se trata de un calentador de agua, emula el sonido de una máquina de escribir. Pero quizá no se trate de ese mono en particular, sino que de ese mono, de sus monadas, es de donde emanan las palabras. La necedad de escribir para no aburrirse. Llueve, afuera. El presente texto viene también del recuerdo de una canción que escuchaba el otro día y que es parte de la banda sonora de una película que vi hace más de un mes, Juno. Una canción en la que, con una voz dulce y suave, una mujer canta: "The monkey on your back is the latest trend". Unos amigos opinan que esa expresión, que ya habían escuchado -"the monkey on your back"- hace referencia no a varios problemas con los que uno carga, sino a un vicio de la mente que consiste en sospechar de todo. Mis amigos a esto le llaman "el mico". A la vez, el otro día, investigando para un textito, me topé con la imagen de arriba, de una serie de pinturas realizadas por el colectivo The Royal Art Lodge. Se lee: "Algunas veces cuando has estado solo durante mucho tiempo tu mente crea un amigo". Pero quizá ese amigo con el que uno carga, siniestro y oscuro, no es una buena compañía. Total que lo que quiero decir es que sería bueno que en lugar de estar aquí, dándole a la escritura, saliera de una buena vez por mi hermana que me está esperando y recogerla y en fin, platicarle y hacerla reír pero ya una vez que entro en ritmo, pues es difícil porque es placentero. Supongo que esto está mal pero--

Friday, May 16, 2008

Replicante #15

La Replicante #15 ya debería estar a la venta. Este número está dedicado, como pueden ver, a la fotografía. Entre los datos interesantes destaquemos este: este número es el primer medio impreso que publica una de las tiras cómicas de Alejandro Cavallazi y Alejandro Vázquez, quienes ahora se la dan de moneros. Lo cual es fantástico. Se les da.
Y que la obvia convergencia:
(Como leerán en el crédito de la fotografía de la portada de Replicante, el señor que baila es el padre de Rogelio Villareal, y la otra persona es Narda quien entonces, me cuenta Rogelio, rondaba por el Bar Nueve, a mediados de los ochentas -el padre de Rogelio, dice Rogelio, se negaba a creer que Narda era, en realidad, Nardo; abajo Marilyn y Capote quienes se negaban a creer que todo terminaría. Todo.)

Tuesday, May 13, 2008

Árbol de la sabiduría

Leía un cuento en una McSweeneys de hace unos dos años. En el Metrobús, para mayores informes. Se titula God and the coconuts y fue escrito por Sarah Raymont. En la sección de colaboradores de ese número particular de McSweeneys que leía se informa "Sara Raymont lives in New York". Nada más. Y en una parte específica del cuento, que trata sobre un hombre al que Dios le da una isla para que haga uso de ella en el modo en que quiera, siempre y cuando no coma cocos de una palmera que Dios designó, el personaje se enfrenta a Dios y le lanza un simpático discursillo sobre esa manía que tiene Dios por el juego de la tentación y de por qué carambas no hace las cosas más fáciles e impide cosas más sencillas como "Aléjate de la Planta Termonuclear", el tipo de lugares a los que uno seguramente no se acercaría, ni sentiría deseos de acercarse.
Cuando lo leí, en la mañana, en el Metrobús, me pareció eso, simpático el cuento. Pero más tarde pensé que era precisamente de lugares como plantas termonucleares de donde el hombre, a lo largo de la historia, no puede alejarse. Ese afán loco que tenemos por conocer. Y recordé una noticia de hace unas semanas, que leí en el periódico, sobre dos científicos hawaianos (Wagner y Sancho, lo juro) que habían puesto una demanda contra un grupo de científicos no hawaianos sino europeos, bajo los argumentos de que los experimentos que planeaban realizar en el CERN (European Center for Nuclear Research) podría, ayayay, acabar no sólo con la raza humana, ni con el mundo sino, ayayaya, ¡con el universo entero! Por supuesto que Wagner y Sancho -y cómo no iba a pasar con esos nombres- ya han sido desacreditados por gran parte de la comunidad científica. Pero uno no deja de pensar: ¿qué tal que en una de esas el acelerador de partículas gigante que se construyó para el experimento y para investigar, según recuerdo, cosas sobre la antimateria crea, caray, un hoyo negro? Yo no soy quién, la verdad, para negarle la razón a Wagner y a Sancho ni para aceptar con confianza que los chicos de la CERN saben lo que están haciendo porque, según entiendo, están precisamente haciendo esas cosas porque realmente no saben lo que están haciendo y quieren saber qué es lo que están haciendo experimentando con las fibras mismas de la materia. Y está bien, caray, que le entren y le experimenten, ¿pero cuándo es suficiente? ¿Qué tanto experimento se necesita en esta bonita vida? ¿Para qué, digo yo? ¿Tendrán estas investigaciones impactos directos y bondadosos en nuestras vidas? ¿No debería ser, hoy por hoy, el utilitarismo el principio básico para la investigación científica? No, dicen los ilustrados. Puede ser que el mundo tenga verdades enormes y nefastas para la humanidad, pero también puede ser que encierre verdades enormes y generosas para la humanidad. Temerosos u osados. ¿Pero cuando existe la posibilidad de, por experimentar, llevarse el universo al traste, vale la pena la apuesta? Probablemente. En fin, un miedo más. Aquella nota, de hace semanas, acá.

Sunday, May 11, 2008

Los pájaros (1963)



No la había visto completa hasta hoy. Es muy bonita.

Friday, May 09, 2008

Perder a los hijos para que se conviertan en algo horrible

En Ignoro cómo llegué con "esta mujer" a esta amplia y luminosa habitación, Walser relata, hacia el final, la horrible fábula que contiene los temores de muchas madres:
"En cierta ocasión leí un relato que comenzaba con las siguientes palabras: 'Una beldad perdió a su hijo'. Ella había salido a pasear con él por el jardín cuando de pronto irrumpió gente desde los arbustos de la que su razón la indujo a pensar que eran gentes que sólo ansiaban su propio beneficio. La visión del grupo, que a buen seguro abrigaba intenciones egoístas, le provocó un desmayo. Cuando recobró el conocimiento no acertó a discernir cuánto tiempo había permanecido allí tirada. Su hijo había desaparecido. Nunca volvió a saber nada de él, que con el tiempo se convirtió en un intelectual de primer orden".
¡La desesperación, el horror!

Thursday, May 08, 2008

La vida normal desaparece

Por la tarde leo una nota en la que se habla de una nota escrita por Elfriede Jelinek sobre un crimen cometido dentro de una familia y que ha sido cubierta hasta la saciedad por los medios, tanto la nota de Jelinek como la nota del hombre que mantuvo a su hija, y a sus hijos-nietos, atrapados en su hogar durante años, en Amstetten, Austria. Hasta el momento no he podido leer el texto de Jelinek: fuera de mencionar que se escribe desde una perspectiva feminista (en la que "hilvana pensamientos a partir del suceso") los periódicos donde he leído la nota, electrónicos e impresos, no la traducen del alemán, así que se limitan a ofrecernos palabras clave como "feminista", precisamente, o bien "fantasías masculinas", así como "Amstetten", "La casa del dolor", "Padre-Abuelo-Dios", "Incesto", etcétera. Hasta hace unos días yo nunca había escuchado hablar de Amstetten.
Por la noche veo Capote (2005, con Philip Seymour Hoffman). Mientras la veo, imagino a Jelinek recortando la nota sobre Josef Fritzl del periódico, decidiendo que quiere escribir sobre esto, sus tijeras plateadas rozando el periódico. Un tema coyuntural encontrado por un escritor de renombre. Más tarde, cuando veo la escena en la que Capote se decide finalmente a volver a ver a Smith y a Hickock, justo antes de la ejecución de ambos, mi mente se demora sobre el intercambio entre Hickock quien le informa a un perturbado Capote que ha decidido entregar sus ojos a la ciencia. "¿No sería increíble que un día estuvieras caminando por la calle y te encontraras con estos mismos ojos?", le pregunta en la película. "Sí", contesta Capote, "sería algo increíble". Al demorarme en esto pienso en un cuate de la oficina que me cuenta que no pudo terminar de ver Gone Baby Gone, ayer por la noche -pues tenía otras cosas que hacer-. Y a la vez pienso en un video de YouTube que subí hace poco al blog, donde Heidi Julavits habla sobre "esas historas" y "esas temporadas" en las que los medios se concentran con una fuerza inaudita sobre niñas y niños que han desaparecido. Las historias, decía Julavits, aparecen y desaparecen como estas criaturas. Apenas deja de ser de interés general -ya sea con una búsqueda en la que finalmente alguien claudica o con la aparición, sin más, del infante- se olvida y nadie sabe realmente nunca qué fue precisamente lo que ocurrió. Qué buena película es Gone Baby Gone, carajo.
Ahora que la veo por tercera vez, Capote concluye igual que antes: con un Capote reflexivo, mirando por la ventana, al día siguiente, se asume, de que observó la ejecución de Smith. "Una experiencia horrible", informa por el teléfono. Recuerdo ahora aquella vez que, también a través de YouTube, comencé a ver la ejecución por ahorcamiento de Hussein y que tuve que cerrar la ventana pues no pude mirar más: apenas le colocaban la horca. Entonces yo salía con una chica que, más tarde me diría, vio la ejecución completa sólo para arrepentirse. ¿Qué es lo que hace que hagamos estas cosas? No es placer. Nadie sensato, para usar la metáfora de Foster Wallace, baja la velocidad del automóvil cuando pasa junto a un accidente porque disfrute lo que está viendo. Odié la película Funny Games precisamente por esto, pero con ese odio que le tiene uno a lo que no puede dejar de hacer. A los vicios. Al día siguiente de haber leído el texto sobre Fritzl y su familia leí sobre otro caso igual de horroroso ocurrido en Alemania. Un niño descubrió en la nevera los pequeños cuerpos de quienes, se sabría después, eran sus hermanos. Casos similares habían ocurrido ya en Alemania, decía la nota. Mujeres que, después de asesinar a sus hijos, los enterraban en macetas, en casa. No sé si se le ha dado seguimiento a la nota. Pero habrá más, habrá.

Wednesday, May 07, 2008

A veces temo

Cuando muera, ¿serán las ocasiones en que discutí con las personas que amo o aprecio lo que recordaré? ¿El momento en que comenzó a darme pereza leer? ¿O será algo más? ¿Qué memoria ocupará el último instante? ¿La tarde en que, escribiendo sobre la guerra civil norteamericana, me percaté de que eso, escribir, era lo que quería hacer por el resto de mi vida? ¿O la noche en que me percaté de que sería imposible? Quizá algo sensual: un sabor, un olor, la imagen de una mujer bailando de un modo u otro, el sudor y el sabor del sudor. El calor de una mañana, el sonido de olas, el grito, las risas, el arrebato, el ansia.

El elevador desciende

Anoche no podía dormir. El calor, insomnio. Vi una película, Funny Games US, con Naomi Watts, aquí en la computadora del estudio y no subí de nuevo a mi habitación hasta las tres de la mañana. Me acosté y aún estaba intranquilo. Me levanté y crucé el pasillo. Acostado, sin percatarme cómo, mi cabeza estaba cruzando el umbral de la puerta de un elevador. Al momento que las puertas se cerraron para atraparme por el cuello me di cuenta de que la caja, vacía, descendía. Empecé a gritar. Pero el grito no salía, quizá por la presión sobre el pescuezo. Mi primo, en la habitación, encendió la luz. "¿Estás bien?", me preguntó. Había gritado en voz alta, en mis sueños. De nuevo lo despertaron las voces, a mi primo. Mis voces. "Tuve una pesadilla", le dije, agitado. "¿Te desperté?", le pregunté. "Sí", me dijo al momento que apagaba la luz. "Perdón", dije en la oscuridad, "pensé que no había gritado".
Por la mañana me dijo que grité tres veces. "Pero nunca te había escuchado gritar así", me dijo, "con verdadero horror". Recuerdo aquella vez que, siendo niño, le pregunté a mi padre -después de que éste apenas consiguió cruzar las puertas del elevador- si éstas podrían cortarle la cabeza a un hombre. Me dijo que no. Creo que para entonces yo ya había visto aquella película en la que un elevador cobra vida y vidas. Un ciego entra al elevador, cuando no hay elevador. Y sí, también, la escena de decapitación. Naomi Watts, según leí en el artículo del New Yorker que mencioné en el post anterior, actuó en el re-make. Que no, no es Funny Games. Me extraña haber soñado con eso y no con gente que entra a casa sin permiso -cosa con la que sueño seguido, aunque diurnamente. Hacía mucho que no tenía pesadillas.

Tuesday, May 06, 2008

Las trivialidades

El avión desciende, a mi regreso de Oaxaca, para entrar a la Ciudad de México. Cuando comienzan las turbulencias pienso en el temblor de hace unos días y en la cantidad de veces que las turbulencias de un avión que desciende o cruza una nata de nubes o una bolsa de aire me recuerda un terremoto. Pienso, también, en 1985, esa mañana en la que mi padre estuvo atrapado durante unas horas en el elevador del edificio en el que trabaja. Las placas tectónicas se mueven, los ascensores se detienen. Cuando cruzamos las nubes, el resto de los pasajeros y yo, dejamos atrás -arriba- el enorme y helado cielo azul para constatar una ciudad negra salpicada de tintileantes luces que se acerca a nosotros. Recién despierto de una siesta de una hora y aunque lo hago para ver la luz del sol, abajo ya es de noche. Me olvido de la ocasión en que mi padre estuvo atrapado hasta el día siguiente cuando asciendo al sexto piso de la oficina, pero no de su edificio sino del edificio donde yo trabajo. Mismo edificio que vibra cada que pasa un camión de peso y dimensiones suficientes, abajo en la calle. Entro a la oficina, socializo, trabajo y me olvido de todo esto, o mejor dicho, lo pongo entre paréntesis, en la oscura magma que conforma mi pensamiento pero que se mantiene ahí, agazapada y en movimiento. Ahora se me ocurre que el modo en que vibra el edificio es similar al de la enorme ameba construida en el Museo del Niño. Ignoro si sigue ahí, de pie, sobre esos resortes que provocan ligeros pero percetibles movimientos y que debo haber experimentado cuando visité el museo, aquí en la ciudad, hace años.
Ayer o anteayer, en la oficina, leí la historia de un hombre que, trabajando hasta tarde durante un cierre del periódico en el que trabajaba, decidió dejar a su colega atrás para salir a fumar un cigarro. Cuando de regreso a la oficina se subió al elevador no tendría idea que tardaría cuarenta horas en salir de éste. La historia se titula Up and then down, de Nick Paumgarten y puede leerse en la versión en línea de The New Yorker, aquí. Debajo de esta entrada, el video de seguridad de las cuarenta horas que Nick perdió dentro de una caja de acero dentro de un edificio dentro de su mente dentro de poco probablemente ustedes olviden esto, quizá regresen a su rutina pero por favor: cada que se abra la puerta de un ascensor, piénsenlo dos veces. No entren con un libro en la mano, leyendo. Puede pasar que las puertas se abran y sólo esté el ducto, sin caja. Puede que entren y tarden en salir. Puede que no sea un elevador detrás del cual se encuentra el peligro que acompaña a casi todo lo cotidiano, sino el Metrobús, la esquina, su casa a solas por la noche.
En el gran texto de Paumgarten se habla de la colega de White, una mujer que, cuando su compañero desapareció repentinamente -dijo que saldría un momento- garabateó furiosa una nota de reclamo que pegó en el monitor de su computadora, sin saber que White no la vería sino hasta mucho después, inútilmente. Pensé en esa otra historia que no contó Paumgarten y pensé en Maricarmen, la chica a quien no conozco pero que trabaja en Monterrey y a quien sólo contacto vía MSN para tratar cuestiones de trabajo. Esta chica, que de algún modo es inexistente y existente para mí -la conozco y no, simultáneamente- me contaba hace unos días sobre la ocasión en que se quedó a trabajar hasta tarde, sola. "Sentí miedo", me dijo. Y pensé en ese cuento inconcluso, o no, que está incluido en la colección de textos inconclusos y conclusos de Roberto Bolaño, su póstumo El secreto del mal. El texto, creo recordar, se titula Crímenes y ahora me apresuro a terminar esto pues mientras lo redacto bajo una película en la que sale Naomi Watts, que no es The Shaft (cuyo trailer pueden ver acá) pero que igual tiene que ver con el modo en que uno no sabe cómo van a pasar las cosas, cuando pasan. Diario temo entrar a casa para descubrir que mi familia está muerta. Diario. Todos los jodidos días. Esto es lo cotidiano.

Nicholas White atrapado durante 40 horas

Sunday, May 04, 2008

Mis amigos esperan cosas de mí

Blogger mamila de Alejandro Vázquez.

Thursday, May 01, 2008

Escribir algo

Para no escribir lo otro.

Platón para preparatoria

Amigo profesor de preparatoria, ya no se rompa la cabeza. ¿Llegó ese momento en que debe explicarle a sus alumnos la doctrina filosófica de Platón? Calma. Respire, tome asiento y tome este consejo. No: es tentador, pero no. Ni le de vueltas a la idea de presentar a Platón como un realista. Usted, licenciado en filosofía, quizá está muy contento con el descubrimiento de que Platón era tan realista como Aristóteles. Caray, probablemente babea con la noción de que la verdadera doctrina de Platón ni siquiera está escrita. Sé que quiere salir corriendo al salón de clases con Por una nueva interpretación de Platón bajo el brazo pero, caray, ¿para qué? De Platón sus alumnos saben algo. Saben que estaba mamado. Saben que en realidad se llamaba Arístocles. Y que dijo algo alguna vez sobre algo que tenía que ver con una cueva y con una Idea. Déjelos así, ya no los moleste: no lo molestarán a usted. Ahora. Ya que saben esas cosas, ¿cómo hacer para enseñárselas de modo que crean que no las sabían y que usted es un gran profesor al que le deben respeto? Póngales película, carambas. ¿Que qué película? Ah, este era su verdadero atolladero, ¿no? Porque ya vieron Matrix. Y no sólo ya vieron Matrix sino que están convencidos de que si hoy en día alguien les pone Matrix van a agarrar y a decir: "Chale, ¿Matrix? Profe, ¿usted está pendejo o ruco o qué?". V for Vendetta hubiera estado bien hace un par de años. Hasta se hubieran emocionado viendo a Natalie Portman vestida como esclava sexual. Hace dos años ni hubieran querido salir al recreo. Pero, ah, pasa el tiempo.
Así, ¿cómo explicar la catársis, el mundo de las ilusiones, el momento en que el "esclavo" se vuelve un hombre libre? Mándelos a ver Ironman. Hay una cueva y en algún momento Robert Downey Jr. dice "abrí los ojos". Salen viejas, coches y explosiones. Y no, lo siento, para explicar a Kant no tengo nada. Tal vez Imperio de Lynch.