Tuesday, October 28, 2008

Cabinete de curiosidades: convergencia


Hace un momento escribí "cabinetes de curiosidades del siglo XVII" en el buscador de Google y entre otras cosas curiosas encontré la primera imagen que me recordó la otra imagen, que había visto en Ffffound por la mañana, de una imagen de una película de Godzilla. Intenté buscar qué película era, en imdb.com, pero no pude (en otra imagen de la misma película el monstruo atómico lucha contra un robot que parece sacado de un episodio de los Power Rangers; por cierto, también acabo de leer que Skylar Deleon, quien apareciera como extra en los Power Rangers, fue declarado inocente del asesinato del cual se le culpaba, todos, ahora, a dormir tranquilis). Ah, cuánta curiosidad.
No se olvide, tampoco, ese fragmento de La noche boca arriba de Cortázar:

"Alcanzó a cerrar otra vez los párpados, aunque ahora sabía que no iba a despertarse, que estaba despierto, que el sueño maravilloso había sido el otro, absurdo como todos los sueños; un sueño en el que había andado por extrañas avenidas de una ciudad asombrosa, con luces verdes y rojas que ardían sin llama ni humo, con un enorme insecto de metal que zumbaba bajo sus piernas."

En mi recuerdo del fragmento, que no había leído desde la preparatoria hasta hace unos momentos, no era un "enorme insecto de metal" sino un enorme grillo de metal.

Cierto romanticismo en el desastre

Hace unos días, nube tóxica sobre el malecón de Veracruz.

Fragmento de White Noise, de Don DeLillo, sobre el "airborne toxic event":

"The enormous dark mass moved like some death ship in a Norse legend, escorted across the night by armored creatures with spiral wings. We weren't sure how to react. It was a terrible thing to see, so close, so low, packed with chlorides, benzenes, phenols, hydrocarbons, or whatever the precise toxic content. But it was also spectacular, part of the grandness of a sweeping event, like the vivid scene in the switching yard or the people trudging across the snowy overpass with children, food, belongings, a tragic army of the dispossessed. Our fear was accompanied by a sense of awe that bordered on the religious".

Monday, October 27, 2008

Berger y Weschler

Weschler una vez más reconoce a Berger como su maestro -como lo hiciera al inicio de su Everything that rises...- e insta a releer o leer si no lo han hecho el Modos de ver de Berger. El texto en la página de McSweeneys. (También, cosa curiosa, hace ver que ese Modos de ver es el resultado de una serie en la BBC que a su vez era una "respuesta subversiva" al Civilisation de Kenneth Clark, que yo nunca he visto).
Los quiero a todos.

Friday, October 24, 2008

Otra ñoñada de zombies

Anoche pasaron Night of the Living Dead, pero no la de 1968 sino la de 1990. No la terminé de ver pues hoy tenía que levantarme temprano para prepararme para mi propia noche de muertos vivientes. A mover el esqueleto, carambas. Pero, leía acá un interesante textito sobre cómo algunas imágenes del zombie genérico poseen ya una gran carga histórica. Vean, como muestra, esta pieza de Hans Sebald Beham Death and the Standing Naked One, de 1547.


Y luego vean un ataque de zombie, genérico.
Que sí, es un poco bobo, esa imagen del atacante detrás de la víctima, como vampiro, como ninja, es casi la única posición lógica en la que uno puede imaginar un ataque -por detrás. Pero en fin, me pareció interesante. En temas relacionados: ahora hay un juego en algunas universidades norteamericanas en las que se organizan para hacer ataques de zombies. Vi algunos videos. Se ve ñoñísimo. Sigo reportando.

Thursday, October 23, 2008

Hippie hablando con su perro

"¿Cómo haces eso? ¡No es posible que te bajes del camión así!". En su mano, una flauta, en la otra, el pescuezo del pequeño Yorkshire que se acaba de bajar del camión así, de modo imposible. "¿Y qué pasa si el camión va más rápido, eh? ¡¿Qué pasa?!". El perro no le contesta lo que pasa, baja la cabeza. El hippie lo voltea por el cuello y lo pellizca en algún lugar, no alcanzo a ver, y el perro chilla.
"No vuelvas a hacer eso", le pide el hippie. Se ve muy molesto, todavía más cuando se da cuenta de que lo veo, lo frustrado que está. Su perro no parece comprender. El hippie lo agarra del cuello, como un conejo, y se lo lleva, cruzan la calle. Ganas de agarrarlos a los dos por el cuello y derrumbarme, llorar y llorar, aquí, sobre la Plaza Carlo Alberto, y luego ir a un moridero en Weimar, mis bigotes nada higiénicos.

Wednesday, October 22, 2008

Tiempo real


Al mismo tiempo que estoy escribiendo una nota para el trabajo sobre la pieza TH. 2058 que presentó Dominique Gonzalez-Foerster en el Turbine Hall del Modern Tate escribo esto. Y me detengo para leer, por distraerme, en el blog de Iván Thays que Enrique Vila Matas escribió sobre dicha pieza en su columna semanal de su Dietario voluble. Aprovecho para leer un poco sobre Death Cities, uno de los libros que se encuentran en ese bunker inventado -Dominique Gonzalez-Foerster presenta la Turbine Hall como un espacio de refugio para los habitantes de Londres de 2058, con una lluvia que azota afuera sin cesar- y que se titula Death Cities. Eso me recuerda una recomendación que hizo Sergio González Rodríguez en el número 62 de la revista donde trabajo, la novela Sus ojos son fuego de Gonzalo Soltero. ¿Saben qué haré al salir del trabajo si la ciudad de México no arde en llamas o es arrasada por la lluvia o un terremoto? Me voy a ir a comprar ese libro. (En imagen, Nueva Orleans en tiempos del huracán Katrina).

Cierta cocina literaria

En Nabokov: "Pleasure and agony while composing the book in my mind. Harrowing irritation when strolling with my tools and viscera, the pencil that needs resharpening, the bladder that has to be drained, the word that I always mis-spell and always have to look up". En The Guardian.

Sunday, October 19, 2008

"Mirá boludo"


"-Me presento: Nardo Sollozo, el Pulgarcito de las Estrellas", escribe César Aira en su novela La noche de Flores (2004). Es la voz de "un ser extraño, mitad murciélago, mitad loro, de un metro de alto, que se descolgó de un árbol al paso de" la pareja otoñal que retrata Aira en ese divertido texto sobre la crisis argentina, la memoria y repartidores de pizza. Eso y un cuento, dejen les digo de paso, es lo único que he leído de Aira. No sé por qué he dejado pasar el tiempo para dilatar el placer de leer Cómo me hice monja, que está en Era. En fin, después de un rato de que Nardo Sollozo, el Pulgarcito de las Estrellas, interrumpiera al matrimonio Payró en su caminata por el barrio de Flores, desaparece para dejar una vez más a la pareja, sola con sus pensamientos. Leo:
-¡Qué personaje! -le dijo Aldo a su esposa cuando quedaron solos-.- Si lo contamos, no nos creen.
Quizá había visto mal. Esas calles por las que iban y volvían estaban muy oscuras. Los focos de luz de mercurio sonlían fallar, y se volvían una estrellita rosada. Pero aun cuando estaban encendidos el follaje de los árboles los velaba, y se formaban unas sombras inquietantes sobre las veredas rotas y agujereadas. Rosa y Aldo ya se habían aprendido de memoria estas irregularidades, y su avance pausado, siempre del bracete, los preservaba de las caídas, que a su edad empezaban a ser peligrosas. Sentían que cada noche las calles estaban más oscuras, y se preguntaban a qué podía deberse. ¿Habría menos tensión? ¿Saldría menos luz de las ventanas y puertas de edificios? Esto último podía ser efecto de la crissi: la gente se cuidaba en el gasto de electricidad, como se cuidaba en todos los gastos. ¿O habría simplemente un crecimiento de las sombras?
Recuerdo que hace tiempo, cuando leí ese fragmento, me pareció claro que a este tipo de cosas eran a las que se referían las personas cuando hablaban sobre el modo en que Aira introducía elementos inverosímiles en sus novelas de modo que se volvieran verosímiles. Cuando esto sucedía a mí me importaba mucho todo eso sobre lo verosímil e inverosímil, pues me importaba mucho la cuestión de si todo puede ser escrito, que ahora, caray, cómo pasa el tiempo, me parece casi una obviedad que la literatura se sostiene en esos pequeños y bobos andamiajes que rezan "si lo contamos no nos creen" o "pero es que como se los cuento yo no me van a creer", en fin, las cosas que hace que uno se la crea o que, para decirlo con piruetas en el aire, crean un pacto, una suspensión de incredulidad, y todas esas bonitas formulaciones que ahora mismo regreso a su cajón.
Todo esto para preguntar: ¿pero qué tal que en una de esas resulta que Aira no es un maestro de la versomilitud sino de hacer que lo verdadero parezca verosímil, es decir, algo falso que pasa por verdad? Pues, oh, resulta que hay evidencias con-tun-den-tes de un enano que camina por las calles de Argentina. Quizá no se llame Nardo, pero de que es un ser pequeño y extraño, con pinta de murciélago, pueden verlo aquí:
Más información acá. Y acá. Entiendo que el gnomo que ha aterrorizado a Argentina tiene ya su tiempo (yo creía que era invento de Aira), pero me acabo de enterar vía Boing boing, que es adictivo.

Cierta locura en el Metrobús

Venía en el Metrobús leyendo Revolutionary Road. Me detuve en un párrafo cuando vi que un asiento se había desocupado (pues iba de pie). Era de noche, llovía y salía del trabajo. Me senté a lado de una persona, una mujer, quien comía una torta ruidosamente. Me pareció poco cortés levantarme de inmediato, probablemente hubiera notado que lo hacía porque me parecía desgradable. Así el superego. El olor de la torta y su ropa impedían que me concentrara en la lectura -John Givings estaba experimentando un colapso de nervios en casa de los Wheeler- así como el sonido del masticar se confundía con los besos babosos y ruidosos de una pareja de adolescentes que recién se había subido para ocupar el espacio que antes de que me sentara ocupaba yo. "¿Está el Negro con los leprosos? Comunícame con los destazados", dijo la señora después de un rato. Pensé que le hablaba a alguien más, no a mí. Ya iba en su segunda torta. Hablaba en una voz baja pero clara. "Hay mucha sangre. Le dejaron el estilete dentro", dijo después de un rato. Un círculo comenzó a dibujarse en mi estómago, endureciéndose. Los adolescentes no escuchaban nada, hablaban por teléfono, se besaban y sonreían. Una persona, detrás de mí, cuando la señora dijo: "Hay que darle sus vergazos", dijo en voz alta: "¿Perdón?", pero la mujer no contestaba. Seguía con su torta, ausente. Después de un rato habló con su Padre y con el Negro sobre algo que parecían pabellones blancos cubiertos de sangre, gente gritando y personas obligadas a sostener a otras personas que se movían violentamente sobre camillas. Insistía en que había mucha sangre y en que hablar más sobre los leprosos era "mucha cochinada". Pasaron varias estaciones de definitivamente no poder leer -alcancé a verle el rostro, flaco, de cejas tatuadas- cuando me levanté para bajarme. El Metrobús iba a reventar, ella llevaba una chamarra de franela y recuerdo que justo antes de que me levantara, dijo: "De veras, no dejan tragar en paz". Nos bajamos en la misma estación. Pero en lugar de ir a la calle, ella se subió en otro camión, en dirección opuesta.

Thursday, October 16, 2008

This fiery chaos

Venía en el Metrobús leyendo The War of the Worlds. Me detuve en un párrafo para pensar en que quizá sería demasiado decir, hoy, aquí, que el título de la novela de Wells me recordaba al de Windows on the World. Pero es verdad: ambas, en mi cabeza, se leen abreviadas como WoW. Y no es para tanto. Excepto que el día anterior, desde la misma parada del Metrobús -que se ha vuelto así como mi pensadero- vi a lo lejos un vocero de El Universal y en la primera plana vi una mancha negra sobre la que flotaba una mancha roja. No pude distinguir qué era pero me intrigó la imagen. Más tarde, ya en la oficina, vi en Internet que era sobre los incendios en California, que de algún modo imaginaba. En el "Picture of the Week" del Times vi una serie de fotografías de los incendios. En una de ellas un grupo de automóviles se alejaba de una colina en llamas. Parecía una noche más de tráfico, de gente yendo a sus casas después del trabajo, como si fueran capaces de vivir en paz, en armonía, con una montaña que arde a sus espaldas.
Pensé en ello de nuevo por una línea de Wells, que dice: "It seemed indeed as if the whole country in that direction was on fire -a broad hillside set with minute tongues of flame, swaying and writhing with the gusts of the dying storm, and throwing a red reflection upon the cloud scud above". Y más adelante: "And this was the little world in which I had been living securely for years, this fiery chaos!"
Ese pasaje está en el capítulo de War of the Worlds que se titula At the window.
(Incidentalmente, mi edición de The War of the Worlds, de la New York Review of Books, viene con ilustraciones de Edward Gorey; aquí una de ellas:
).
Hoy busqué de nuevo la imagen del tráfico alejándose de la colina, pero no la encontré. Hay muchas otras: bomberos adentrándose en llamaradas, casas en llamas, vistas satelitales... Una de las fotografías me llamó la atención, sin embargo:

Me recordó aquella escena de Cloverfield en la que un caballo solitario cruza la ciudad desierta pero con mayor precisión la escena de Jarhead en la que los soldados, habiéndose adentrado en la noche del desierto sobre el que llueve petróleo ("The earth is bleeding"), iluminados por las columnas de fuego a la distancia, un caballo cubierto en esa espesa negrura se acerca al protagonista, resoplando entre el aceite. También busqué esa imagen (sólo encontré un video y lo iba a poner bajo estas líneas pero viene con una música toda new age y desagradable que me desanimó) y en cambio encontré esta, que sucede momentos antes de que entren en la lluvia de petróleo:

¿Y a qué me recuerda? A la imagen con la que han estado promocianando la exhibición en Barcelona de Ballard, en el CCCB:

Y así se acaba esto.

Vida de oficina, vida de basura

Torre Vivaldi en Ámsterdam: "El edificio de 24 pisos de alto –construido para albergar los servicios financieros de Ernst & Young- incluye un restaurante-bar, un auditorio, salas de juntas, una biblioteca, una sala de noticias e instalaciones para ejercitarse además de las oficinas, salas de conferencias de video y una sala para la mesa de directivos". Entiendo que en los HQ de Google, en California, el Googleplex, los servicios dentro del edificio todavía son mejores: que tus muchos restaurantes, que tus peluquerías, tus guarderías para los niños, tus scooters para ir de edificio a edificio, tus fines de semana con partidos de hockey entre miembros de la compañía, tu enorme vida de roedor, tu colorida y bella colonia de hormigas.


Wednesday, October 15, 2008

Mañana iniciaremos la construcción de una ciudad



En una ocasión una de mis hermanas estaba en mi habitación, platicando conmigo. A mitad de una oración se detuvo y me preguntó de qué se trataba un libro que estaba acomodado entre otros, Underworld, de Don Delillo. Antes de que pudiera contestarle -de inventar algo (lo dejé a la mitad)- me preguntó si era sobre el once de septiembre. No, no era sobre el once de septiembre. Al menos eso podía decirle: se ubicaba en la era de la Guerra Fría. A la fecha lo único que recuerdo de esa lectura incompleta era la importancia narrativa de una bola de baseball y un montón de aviones que se estaban pintando en el desierto. No volví a pensar en aquella tarde hasta la semana pasada, cuando leí Windows on the World de Beigbeder, para el club de lectura de Viejas Ancianas. Me lo recordó el apartado 9.04, cuando Beigbeder sale de la torre Montparnasse, esa tercera torre gemela, según su relato, erecta aún al otro lado del oceáno, en Francia, para caminar hasta el cementerio de Montparnasse donde le da una visita a la tumba de Baudelaire. Después camina hasta el "extraño monumento" que ahí construyeron, para el mismo poeta. Una especie de gárgola (como las que, debemos recordar, aparentemente, antes protegían a los rascacielos de Nueva York cuando todavía se era lo suficientemente supersticioso como para colocarlas en lo más alto), un "genio del mal" que mira a la distancia, en posición de Pensador de Rodin, la torre que recién abandonó Beigbeder. Me pregunto si de aquí debemos entender que dicha torre no se había caído como sus forzadas gemelas lo hicieron. Pero no me lo pregunto demasiado. La imagen, abajo, de lo que ve el genio del mal:




Hay cierta actitud visionaria, opino, en Beigbeder. Pensaba en esto por la tarde, cuando leía un texto sobre un visionario mayor, Lebbeus Woods, quien consigue con sus diseños imposibles de arquitectura futurística lo que a ratos alcanza a rascar Beigbeder: a fuerza de elevarse sobre ciertos establecimientos morales (a saber, dado que el "genio del mal" observa con indiferencia una torre, ésta no cae) alcanza a ver bienes futuros. Woods, obviamente, lo hace de modo más concreto y mejor articulado. Por supuesto, ninguno de los diseños de Woods serán construidos, si bien, de algún modo, ya se han hecho. Por ejemplo, éste, en el que un pedazo de metal -una enorme astilla que se entierra en una construcción dolorosamente:
Que creo que casi con obviedad recuerdan al Pentágono:


Aunque los diseños de Woods, según leía hoy en un artículo que luego puedo informarles dónde aparecerá, muestran situaciones que podrían parecernos atroces, lo hacen con un tono en el que el Apocalipsis o los cataclismos, humanos o no, pueden, finalmente, crear situaciones de "borrón y cuenta nueva". Heridas cauterizadas, parches dolorosos pero fucionales y necesarios. A la vez, esto me recordó una cosa que había visto tiempo atrás en Dezeen, un sitio de noticias de arquitectura y diseño en el que, aquella vez, mostraban una serie titulada "Realidades Virtuales" creada por los arquitectos del despacho NL. En su momento recuerdo que la serie me pareció efectista, especialmente la siguiente imagen en la que una serie de torres se elevan del suelo como si fueran enormes árboles que crecen en la pradera -enormes mastadontes que viven en paz. Pero la imagen no me brinda sensación placentera alguna.

Quizá debido a que tengo muy en mente esa imagen del video de Pearl Jeam Do The Evolution en la que rascacielos brotan del suelo vertiginosamente, opresivamente, como también lo vi en Brazil de Terry Gillian, impidiendo, según recuerdo, el paso de esa especie de Ícaro que vuela entre ellas.


Cada vez que pasa un camión y vibra el edificio donde trabajo imagino que un enorme terremoto destruirá la ciudad entera. Un gesto natural que no podríamos juzgar moralmente, a pesar de toda su enorme y fría maquinaria, de lógica irrefutable.

Martes-Miércoles

Oh cielos, qué cansado estoy. No pude terminar Revolutionary Road porque me distraje releyendo el Ulysses (¡genial, magnífico!) y viendo Solaris de Andréi Tarkovski de nuevo (¡la recomiendo ampliamente!). Por lo demás ya estoy de nuevo acá, trabajando como loco en esta magnífica revista que es La Tempestad, la mejor revista de arte en México. ¿México? ¡El universo! Un enorme abrazo de puras mamadas a todos.

Tuesday, October 14, 2008

Lunes-Martes

Me permito un momento de vanidad para anotar que el lunes, ayer, me desperté temprano, terminé finalmente A la búsqueda del tiempo perdido (lo recomiendo ampliamente) fui a correr con Refu, me di un baño, corrí a la oficina -a punto de llegar tarde- trabajé hasta las dos en cosas de importancia máxima, salimos a caminar y platicamos de cosas interesantísimas, pero no me quedé para el café, como normalmente hago, pues aún tenía trabajo por adelantar, así que regresé a la oficina -en el camino compré La montaña mágica que le había prestado a Mauricio y no me ha regresado (tuve un curioso intercambio con el librero: "¿Es para ti?", "Es para mí", contesté; era la última copia que tenían y le expliqué que era un repuesto pues presté uno que tenía y no me lo habían regresado y el librero me contestó "Sí, eso no se hace, prestar libros", etcétera)- y total que regresé, trabajé hasta las ocho, y en el camino a la casa, en el Metrobús, reinicié el libro de Mann. La edición que compré trae un prólogo del autor que la otra edición que tenía no traía; se me hizo curioso, el prólogo, pues Mann asegura que es un libro sobre el tiempo (sí, claro) y sobre cosas importantes en la historia (lo cual es verdad, también) pero que uno no podía terminar La montaña mágica en seis días, o seis semanas, ni seis meses. Curioso pues lo terminé anoche. En fin, hoy empecé Revolutionary Road de Yeats y creo que lo terminaré al rato.

Saturday, October 11, 2008

Sábado por la noche

Fluidos corporales: lágrimas, de ver televisión, mocos, que sorbo, sin estar enfermo, y sudor. Nada más, nada más.

Friday, October 10, 2008

RAL

Modern Guilt

La Biblia dice: "Pues aun vuestros cabellos están todos contados. Así que, no temáis."
Beck canta: “Don’t know what I’ve done, but I feel afraid".

Wednesday, October 08, 2008

Hammelin

Cierto horror en What is the What de Dave Eggers:

--Don't fear me, she said. --I am just a woman! I am a mother trying to help you boys. Come to me, children! I am your mother! Come to me!
The unknown boys ran toward her. Achor Achor stayed with me. When they were twenty feet from her, the woman turned, lifted a gun from the grass, and with her eyes full of white, she shot the taller boy through the heart. I could see the bullet leaving his back. His body kneeled and then fell on its side, his head landing before his shoulder.
Before anyone could run, the woman shot again, this time hitting the arm of the other strong boy. The impact spun him around, and he fell. When he raised himself to run, a last bullet, which entered through his clavicle and exited through his sternum, sent the boy swiftly to heaven.
--Run!
It was Achor Achor, running past me. I had not moved. I was still mesmerized by the woman, who was aiming her gun at me.
--Run! he said again, this time grabbing my shirt from behind. We ran from her, diving into the grass and then crawling and hurtling away from the woman, who was still shouting at us. --Come back! she said. --I am your mother, come back, my children!

Oficina

El torcido placer de las incomodidades de la oficina, según Frank Wheeler:
It was his bright, dry, daily ordeal, his personal measure of tedium. It had taught him new ways of spacing out the hours of the day -almost time to go down for coffee; almost time to go out for lunch; almost time to go home- and he had come to rely on the desolate wastes of time that lay between these pleasures as an ivalid comes to rely on the certainty of recurring pain. It was a part of him.

En Revolutionary Road de Richard Yates.

Saturday, October 04, 2008

Convergencia

Pasaban The Bride of Frankenstein en la televisión cuando se disparó ese relámpago -esa sinápsis- en mi cabeza y recordé a Harrison Ford siendo entrevistado en Inside the Actors Studio. Ford contaba una anécdota del rodaje de Indiana Jones and The Temple of Doom: Spielberg estaba molesto porque los elefantes que estaban usando estaban amarrados. Los entrenadores de elefantes insistían en que no podían no amarrarlos y a la vez llevarlos en caravana. Y Spielberg contestó que eso no era posible, él recordaba haber visto una película de Tarzán, o The Jungle Book, no recuerdo, en la que los elefantes iban en caravana, sin ser amarrados, y carajo, era así como él quería llevarlos. James Lipman, quien entrevistaba a Ford entonces, no parecía entender y Ford, como niño emocionado, giddy as a school boy, le explicaba: "¡Había tomado la imagen de ver películas!", con ojos de que Spielberg era una enciclopedia de memoria cinematográfica andante. En fin, eso fue lo que recordé, en un instante, cuando en The Bride of Frankenstein vi una escena en la que reviven, precisamente, a la esposa de Frankenstein, en la que la cámara ve desde el fondo del laboratorio hacia el techo de la torre donde Frankenstein lleva a cabo sus experimentos. No encontré la escena de esa película en YouTube, pero imaginé que era un refrito de la escena del famoso "It's Alive!" de la primera parte de la serie. En Indiana Jones es el minuto 4.02, en Frankenstein el minuto 2.39.


Tempestad #62


Para cuando ustedes lean esto ya podrán encontrar la revista en donde normalmente la encuentran. En este número, según se lee en la sección "En este número" podrán encontrar, según las partes y por orden de importancia:
1. Literatura: En nuestro dossier "Imaginar el futuro" Sergio González Rodríguez analiza las formas de la utopía en la narrativa contemporánea. La sección de actualidad incluye una entrevista con Enrique Vila-Matas, además de reseñas de libros de Juan Gelman, Bernard Malamud, Fogwill y Lolita Bosch.
2. Música: Diego Fischerman aborda la estela de Kafka en la música contemporánea. Manuel Rocha Iturbide reflexiona sobre las relaciones entre música y utopía. Jeremy Glazier hacia la crónica del festival que celebró el centenario de Elliot Carter. Además, notas sobre el Brad Mehldau Trio, Panda Bear y Battles.
3. Arquitectura. ¿Cómo ha abordado la arquitectura el concepto de utopía? Alejandro Hernández Gálvez se detiene en algunas respuestas en el dossier que dedicamos a "Imaginar el futuro". En "Formas útiles" se aborda el talento formal de la firma danesa BIG. Los mejores edificios de los últimos 12 meses se enlistan en las páginas 72 y 73.
4. Artes Visuales: En una entrevista, el artista visual Miltos Manetas postula a Franz Kafka como el padre del arte conceptual. Gabriela A. Piñero nos habla de utopías recientes en las artes visuales. Reseñas sobre la última Manifiesta, exposiciones de Jeff Wall y Anish Kapoor y un compendio de ensayos de Benjamin Valdivia.
5. Artes Escénicas: El dossier sobre utopías del arte contemporáneo incluye un ensayo de Gustavo Emilio Rosales sobre las concepciones del futuro en la danza y el teatro actuales. Shaday Larios Ruiz explica los aportes de Kafka a la escena. Una mirada al Festival de Aviñón en "Actualidad del arte".
En palabras de Sergio Pitol, "¡¿Qué tal?!"

Friday, October 03, 2008

No.

¿A poco no estaría increíble que yo tuviera una columna en el periódico o en algún lugar donde sacaran textos regularmente y que tratara sobre las aparentes nimiedades que uno vive en la ciudad pero que en realidad son pequeñas piedras sintomáticas de algo, algo difícil de nombrar pero palpable, algo que se cuela entre los pequeños espacios que sobreviven entre la masa del transporte público al que me trepo de vez en cuando, entre las caras desangeladas y agotadas que veo a diario en la calle o en las opiniones sueltas al aire, a menudo realizadas sin pensarse dos veces, una columna donde yo hablaría sobre esto y lo otro pero de un modo renuente, dando pasos atrás en cada oración, o no atrás sino más a fondo, de modo que fuera sobretodo mi voz esforzándose por ser clara lo que distinguiera a la columna antes que el aquí y el ahora citadino, antes que estas historias bobas de ciudad que uno a diario registra para dejarlas ir sin más en la magma de la memoria? ¿A poco no?