Saturday, December 30, 2006

Barriga

Es redonda y autosuficiente, se coloca en el centro de Guillermo y en ocasiones parece, a diferencia de esas barriguitas de mujer que más bien parecen cintos o llantitas, iniciar desde el esternón y terminar en una parábola perfecta un poco más abajo de su ombligo. Pero últimamente algo, que al principio era casi una nada pero que como tal, como ese casi, ha conseguido crecer como una rama dentro de su aparente impasibilidad: la sospecha de que alguien quiere deshacerse de ella.
Durante mucho tiempo Guillermo creyó que tener barriga era algo de los hombres más hombres. De hombres de bigotes. De verdaderos caballeros, de varones, machos. Creyó esto especialmente porque sus amigos, al apuntar y burlarse a algunos jotillos que usaban camisas apretadas y pantalones estrechos, que salían sudorosos de gimnasios, le informaban a Guillermo que estar en forma era un poco ser un homosexual. Sin embargo, esta postura cada vez le parece más absurda a Guillermo: quizá por la campaña contra la homofobia y la obesidad que parece estar en todos lados y a la que Guillermo ciertamente no puede ser inmune. Está eso y también el hecho de que su novia se burla de su creciente barriga.
"Gordito", le dice.
Pero la barriga es redonda y autosuficiente, como esas barrigas de grandes estadistas, como la barriga de Churchill, o de grandes hombres, como Hitchcock, Sancho Panza, Santa Claus, Ratzinger, Plácido (el padre de Guillermo), Salman Rushdie, como la de Gandhi (¡sí, Gandhi!), como un sol que nace e ilumina una sabana africana, en un buen día de paz y poco calor. Es algo cómodo. Algo que Guillermo puede sostener y agitar con una mano, en signo de satisfacción y alegría. Aunque: ahora corre menos rápido. Es verdad que: ahora se cansa más rápido. Es cierto que: al verse en el espejo, en ocasiones se provoca asco y repugnancia.
Así que la barriga parece estar muy contenta, en ese centro vital y gravitacional que ocupa, llena de esa grasa, gravy, chocolates, Sabritas, refrescos, nachos, horas y horas de estar sentado; pero algo, una señal del alto mando, el cerebro, le advierte:
RESOLUCIÓN DE AÑO NUEVO.
"¡Ja!", ríe la barriga, "¿No soy yo la prueba misma de que Guillermo posee una voluntad frágil y endeble? ¿De que sus resoluciones son espurias e inconsecuentes?". Quizá, barriguita de mierda, pero escucha esto: mi voluntad podrá ser frágil como un vidrio, pero bajo presión puede ser igualmente aguda y filosa, así que aprovecha estas últimas grasas navideñas, de año nuevo y de bodas familiares, que en enero son cincuenta abdominales diarios. Tu oscuro reino de tiranía se acerca a su fin.

Tuesday, December 26, 2006

La bondad de los lapsos


Mi tío está detrás de mí, usando un traje de Santa Claus. No diré que está leyendo sobre mi hombro, quizá eso ya sea demasiado. Diré, sin embargo, que se está acomodando su barba postiza blanca, tratando de no reírse demasiado. Es gracioso mi tío. Bien. Ahora, otra cosa: David Miklos, autor de las minúsculas y polifónicas (¿polilegibles?) La piel muerta y La gente extraña me dijo el otro día algo sobre un don que tengo. También: días, semanas antes, meses, me había regalado un libro de Witold Gombrowicz, Cosmos. Finalmente lo terminé el día de hoy. Otros compromisos me lo habían impedido y no fue hasta estas vacaciones que pude retomarlo --con mayor precisión, lo retomé afuera del hotel Sierra Nevada, de San Miguel Allende, sentado sobre uno de esos bellos y antiguos pero que todavía funcionan, lavaderos. No me hospedé en el hotel, fui a comer ahí con algunos miembros de mi familia. Comí como un cerdo de la piara de Epicureo. Y más, pues luego me dolió el estómago (sopa azteca, molcajete arriero, buñuelos con helado, cerveza y café). El don que tengo, a decir de David, es que abro cajas de Pandora. Esto me lo dijo el viernes pasado, antes de que yo me fuera de la ciudad. Mariana estaba con nosotros y rio mucho ante la posibilidad de que yo funcionara como una especie de "Muso" para David (una posibilidad falsa, por lo demás) pues lo que éste quería decir era que, en efecto, yo conseguía transportar mis obsesiones, conseguir que ciertos fenómenos, al ser revisados u observados bajo ciertas categorías, parecen estar estrechamente vinculados con algún otro fragmento de la realidad. Es decir, que consigo pensar al mundo no como una mano cuyas falanges están abiertas, extendidas y separadas, sino como un puño sólido, fuerte y cerrado, completamente hermético. Un mundo en el que un pajarito que cuelga muerto de un semáforo tiene relación directa con una fotografía de una suicida que tiene relación directa con un libro arrumbado en una librería que tiene una portada con un gorrión ahorcado. Mi tío está detrás de mí, ha terminado de ensayar su risa de Santa Claus. Pero es una risa peculiar, una que no dice Oh jo jo, sino Jo oh oh. Es curioso. Podemos escuchar la risa de los niños, que rompen una piñata, en un patio cercano, aquí, en casa de mi abuela. Esto tiene relación con algo, he decidido, porque lo he decidido. Tal y como esa historia perfecta que nos contó David, a Mariana y a mí, durante la cena del viernes, una historia de pasión, su historia, que tenía escenarios peliculescos, pero que, como era real, no podía sostener toda esa perfección, así que debía tener no un final sino un momento que se expande hacia el horizonte --algo que no podemos controlar y que necesariamente, al no poder ser jerarquizado, se quiebra. Mariana me regaló The Children's Hospital de Chris Adrian, para esta navidad. Acabo de leer una entrevista que hizo Adrian, sobre este libro. En ella repite ese consejo conocido: Escribe sobre tus obsesiones. Entre las de él, además de la pediatría y los espacios apocalípticos, no están los pájaros, ni los pájaros muertos, pero sí los zombies. Y supongo que esto debe significar algo. Algo que, de seguir su pista, me volverá loco, como vuelve loco todo aquello que queremos comprender pero es incomprensible. No iré a ningún lado con esto. Pero es navidad. Y eso es bueno porque significa que algo se acaba. Al igual que el año. Y cuando algo termina es porque otra cosa volverá a comenzar, dándole al menos, si no sentido, un respiro a todo.

Thursday, December 21, 2006

Cierta sabiduría en Pamuk

A writer talks of things that we all know but do not know that we know. To explore this knowledge, and to watch it grow, is a pleasurable thing; the reader visits a world that is at once familiar and miraculous. When a writer uses his secret wounds as his starting point, he is, whether he is aware of it or not, putting great faith in humanity.
No sean flojos, lean el texto completo en:

Wednesday, December 20, 2006

Para sacarlo del sistema


Algunos ya conocían este retrato que hice hace tiempo de Zagal. Lo vuelvo a poner para que vean que todos somos iguales en nuestras tonterías, que todos hacemos esto de vez en cuando, para que comprendan la obsesión que puede provocar una herramienta tan arcaica como Paint Brush. También: Roberto Bolaño lo hacía. Pueden revisar en: www.clubcultura.com donde están fotografías de algunos de sus cuadernos (inéditos) y algunos retratos que hizo durante "esos lapsos de tiempo que todo escritor pasa ante la pantalla expectante". Tendrán que buscar un poco, tenía el link directo pero ya no lo tengo y no quiero buscar más. Google puede asistirlos, si tanto les interesa. ¿Bien? ¿No está bien? Lo siento de nuevo.
Finalmente: este retrato de aquí abajo lo hizo otro de mis alumnos, un buen Sierra. Opino que me parezco. Exactamente cuándo lo hizo, lo ignoro. Probablemente durante una de esas clases en las que se supone deben prestarme atención.

Y ya, por amor de todo lo santo, de todas esas cosas que apreciamos y guardamos cerca de nosotros: tema clausurado.

Monday, December 18, 2006

Cuando se terminan las relaciones pero nadie quiere reconocerlo


Hace unos días llegó a casa el número 20 del McSweeneys Quarterly Concern. Regresaba de hacer algo importante pero que he conseguido olvidar, pero sé que era importante porque cuando noté la caja de cartón que me esperaba en la cocina (algo que antes recibía con alegría), lo hice con una mezcla de alivio y resignación, como cuando te hacen un cumplido obvio como qué buena nalga tienes. ¿Está claro cómo? ¿No? Lo siento. Tomé el paquete, subí a mi cuarto, saqué la revista de su caja, dejé la revista sobre mi cama, tiré la caja en el cesto de basura que está junto a mi escritorio y me senté a escribir una cosa que necesitaba escribir en ese momento y que además exigía mi atención. Le di un vistazo a la revista que me esperaba aún, sobre la cama y recordé la primera vez que me llegó uno de los números, la emoción con la que despedacé el paquete y leí la editorial, la obscenidad con la que acaricié su lomo y leí y releí los títulos de los cuentos, ensayos y piezas periodísticas. El McSweeneys Quarterly Concern #20 me estaba viendo directamente a los ojos. Sabíamos lo que sucedería a continuación.
Aparentando indiferencia, se levantó de la cama y se dirigió al librero que está directamente frente a mi cama. Caminó despacio y observó con atención los libros. La mayoría estaban escritos en español pero noté --o creo haber notado-- que se detuvo en los que estaban escritos en inglés, quizá porque eran los únicos que comprendía. Tal vez los conocía (seguramente los de Stephen Elliot, obviamente los de Eggers, obviamente el de Plascencia, obviamente los otros números de McSweeneys y algunos Believers). ¿Escuché un suspiro? Mi memoria me juega malas pasadas de ese tipo. Malas pasadas que en realidad son señal, obviamente, de otra cosa: del deseo escondido que tengo de la McSweeneys Quarterly Concern #20 hubiera suspirado, mezclado con la evidencia de que no lo hizo. No podría importarle menos. Sabía lo que hacía en mi cuarto, haría eso y nada más. Esperaría el paso de los meses (no he podido terminar de leer el número 18, no he abierto siquiera el 19 ni las reimpresiones de los números 1, 2 y 3). Pero el #20 sabía. Después de ella no habría más, pues mi suscripción se ha terminado. Pacientemente, resignadamente, la revista regreso a mi cama, se tiró sobre ella con letargo --esas historias, esos autores, esas bellas reproducciones de arte, ese primer capítulo de la novela de Chris Adrian. Es la última McSweeneys que compraré en mucho tiempo. Ni siquiera es la más nueva (ya van por el número 22). Pero ahí está. A la espera. ¿Me detesta? ¿Hay palabras que decir entre nosotros?
No lo sé. No lo sé.

Sunday, December 17, 2006

Saturday, December 16, 2006

Retrato

No somos sólo la caricatura que nos representamos a nosotros mismos, sino también la que los demás crean de nosotros, decía, más o menos, Sándor Márai, en uno de sus textos autobiográficos. Hace días uno de esos muchachos de sangre caliente a quienes debo tolerar semanalmente en la preparatoria que me paga por decir cosas, me hizo este retrato. Lo hizo como en diez segundos, lo cual no deja de impresionarme. Es una buena persona, esta persona que hizo el dibujo, así que no le importó que me apropiara del retrato. Me impresiona el parecido. Así que gracias Santiago.
También: lo hizo en una hoja de cuaderno --que no era suyo, tal vez por eso no le importó arrancarlo-- y me lo dio con todo y las rebabas esas que dejan las hojas de cuadernos de espiral. No se ve aquí porque lo edité un poco con el scanner. Pero la hoja, con rebaba y todo, me recuerda mucho a los recaditos que se trafican tan a menudo en secundarias, primarias y preparatorias --y a veces, supongo, en universidad. Hay un libro que se titula Dear new girl or whatever your name is en el que se recopilan varias de las notas confiscadas durante tres años en una secundaria de Los Angeles, gracias a la inicialmente acción disciplinaria y después obsesión de una maestra sustituta, Trinie Dalton. Las mejores notas se mandaron a varios artistas plásticos (entre ellos, ejem, Marcel Dzama) para que las ilustraran y reinterpretaran.
Obviamente, el libro lo publicó McSweeneys.

Thursday, December 14, 2006

Gastronomía

Informo: las papas de carrito son mejores que cualquier producto de Barcel o Sabritas. Inconveniencias: usualmente, cuestan como seis pesos más. Hay, sin embargo, soluciones: entre los nuevos productos de la compañía Sabritas (fruto de "esa semilla que plantó Don Pedro Marcos Noriega" hace casi 63 años), están las Sabritas Habaneras. Son buenas papas. Solas son ricas. Estas sabritas, solas, son a los productos de Barcel, lo que la Coca Cola es a la Pepsi. Pero oh dios mío, les vengo a traer noticias: con valentina, saben exactamente igual que unas papas de carrito.
Siempre es un gusto informar.

Tuesday, December 12, 2006

Last word freak


Acabo de leer la última actualización de la bitácora electrónica de Héctor Zagal, misma que leo, sospecho, más porque lo considero un buen amigo y una buena persona a porque disfrute especialmente de su prosa. Creo, también, que es una de las únicas razones por las que las personas leen las bitácoras electrónicas de sus amigos. O por la misma razón que nos interesa leer los diarios de los demás --una razón que en algunos, a menudo, se deforma en morbo y otras formas de curiosidad malsana. Pero sólo en algunos. No quiero ahondar en esto. Debo decir, sí, que me impresionó un poco, por aquello de la obsesión con las obsesiones, que escribiera sobre la memoria, el pasado, el olvido a través de la repostería.
Anoche terminé de leer la primera parte de A la búsqueda del tiempo perdido, en su versión de novela ilustrada, una de las novedades de Sexto Piso --una editorial que hay días me alegra y me dice que existe una bondad desbordante en las personas y un fin y un sentido, editorial misma que, a días, me hace desear ser un pez que viva en el fondo del mar. La disfruté. Jamás he abierto la novela de Proust, en su versión normal, como ya había dicho. Ahora pienso hacerlo. En este sentido, creo que la novela ilustrada cumple su cometido. También: soy un cursi. Es decir, aunque sospecho que ya no compraré los once tomos restantes (soy muy delgados, un poco caros, algunos no vienen bien pegados y se crean burbujas en la carátula que, a pesar de todo, es bella), me temo que si los fuera a comprar lo haría para regalarlos a mis sobrinos. O a mis hijos. No sé, a alguien pequeño, que disfrute los colores pero no entienda las letras --que, debo decir, a momentos soy demasiados los cuadros saturados de letras, un poco raro para un cómic. Mi padre hizo esto, con sus cómics de Astérix y Obélix. Luego, me compró la colección completa cuando los vendían en Samborns. Igual los de Tintín. Esa fue mi entrada a los cómics. Editorial Vid todavía no vendía los de Superman, Batman ni Spiderman. Vendían Archie. Y fuera de eso, creo que sólo había algunos de la Familia Burrón, de Condorito y Memín Pingüín, de los que, creo, jamás he leído uno completo a la fecha. También: libros vaqueros. Que tampoco compraba.
Creo que escribo esto porque precisamente anoche, después de que yo había leído unas treinta páginas de la novela gráfica, escuché a un par de amigos quejarse, pero quejarse en serio, de esa mamada que había sacado Sexto Piso. A mí sí me gustó. Se los dije. Cambiamos de tema. Pero me quedé con ganas de seguir diciendo cosas. Así que bien: La disfruté dentro de lo que puede disfrutarse. De hecho, hubo un momento en que me frustré porque sólo tenían publicado esta primera entrega. No sé si le llega o no a la experiencia que uno tiene cuando lee A la búsqueda... porque no he leído nada de ella. Tal vez mis amigos ya la leyeron y por eso se quejaron. Tal vez estos cómics están dirigidos precisamente a tontitos como yo. Por otro lado, no se trata de un cómic tan divertido como los de Astérix o los de Tintín (a no ser, de este último, al parecido que tiene, a veces, con Las joyas de la Castafiore o El cetro de Ottokar, que no son así que digamos "divertidos"). Ciertamente no es tan emocionante y violento como esa gran cosa que es Sin City. Pero es un buen librito.
Debo decir que no soy un buen lector de cómics. Sé muy poco. Me gustaba Fox Trot, Calvin & Hobbes (tal vez mi favorito), algunos de Mafalda, The Far Side y recientemente The Perry Bible Fellowship. Y, por supuesto, lo que hace Chris Ware. En fin. Eso es todo. Prometo que la próxima vez que tenga algo que decirle a mis amigos se los diré a ellos.

Monday, December 11, 2006

La mandarina de Proust

Creo que uno de los chistes que más me agradaron de Lunar Park, quizá por su simpleza, porque no se me había ocurrido pero parecía tan fácil de fabricar, fue aquél en el que el protagonista (que se llama Brett Easton Ellis) le cuenta a su estudiante/amante algo sobre Proust o cómo fue que consiguió su cátedra de literatura en esa escuela-hippie posmo. "Sí, la mandarina de Proust y todo eso", "Querrás decir magdalena", "Mandarina, eso dije".
Hoy leí un poco de ese cómic que publicó Sexto Piso, el primer tomo ilustrado de A la búsqueda del tiempo perdido y creo que digo esto, además de que es verdad, porque me parecería increíblemente snob confesar que estoy leyendo A la búsqueda... en cualquier versión que no trajera ilustraciones, cosa que no estoy haciendo y probablemente no presumiría si lo hiciera. Me acercaría a mis amigos que sé lo han leído o lo están leyendo y comentaría algo, a lo mucho, de pasada. Pero ahora veo a Proust en todos lados. Lo mencionan como fuente de sabiduría, tanto superior como cotidiana, en dos películas que vi más o menos recientemente, Little Miss Sunshine y A good year. Pero no he leído a Proust. Me temo que tomará mucho tiempo antes de que termine esos tres tomos de Valdemar. Pero hay tiempo, hay tiempo.
No hagan caso, estas cosas luego las anoto sólo como notas para mí mismo.

Thursday, December 07, 2006

Encuesta ociosa

Se está llevando a cabo una nueva encuesta en la bitácora electrónica del escritor y crítico peruano Iván Thays para ver qué opinan sus lectores respecto quién es el escritor más influyente hoy en latinoamérica. O el segundo, pues ha quitado, casi por obviedad, a Jorge Luis Borges de la encuesta. Entre las opciones están: Mario Vargas Llosa, Manuel Puig, Ricardo Piglia, Enrique Vila Matas, Javier Marías, Alberto Fuguet, Sergio Pitol, Gabriel García Márquez, Carlos Fuentes, Julio Cortázar, Ernesto Sábato y, por supuesto, Roberto Bolaño (quien hasta ahora lleva el primer lugar).
Le sigue Vargas Llosa. Luego, en un empate, Julio Cortázar y García Márquez. En total, creo que lo más agradable de esta bitácora, que leo obsesivamente, es que se llama Moleskine Literario.

Wednesday, December 06, 2006

Porque todos queremos a Rogelio...


...y a esa buena revista que nutre. Los buenos textos de siempre, encuéntrelos en su novena entrega. Esto es lo que haces: vas, la compras, y la lees en el avión rumbo a los Cabos (sabemos que sólo los ricos leen esta revista).

Monday, December 04, 2006

Mis alegrías de invierno

Aquí en casa me quedo aterido de frío
y soy un fastidioso golilla que se detiene en nimiedades
y cosas de poca monta.
Rilke, carta a la princesa Marie von Thurn und Taxis
(13 noviembre 1912).
Tres días encerrado. Dos de ellos los pasé en mi cuarto. También me moví a la sala de televisión. Enfermo. Trabajando, con dificultad. He dormido mucho pero en realidad he sufrido poco, sólo es un malestar, toser un poco, aspirar mocos, sonarme, dolores de cabeza, falta de concentración, irrefrenables deseos de estar quieto, dormir.
Cuatro de diciembre. Rilke nació un cuatro de diciembre. Pienso en sus Elegías de Diuno, en parte porque es un pretexto para poder escribir, en parte porque me agrada la idea de que alguien sea visitado por un ángel no cristiano. Me levanto del escritorio, me distraigo, tomo el libro del librero, me vuelvo a sentar. Es extraño, cada día comparto más la idea de que escribir es un oficio que cuesta, algo a lo que uno debe dedicarle tiempo y dedicación. Y que no puede esperar la visita del dichosito ángel. Por otra parte, un amigo opina que, como la vida, además del trabajo duro siempre se necesita de ese extra de suerte --llámenlo caos, inspiración, idea robada de Match Point, es igual: habrá siempre un resquicio para lo que no podemos controlar y que, en cambio, nos controla a nosotros.
Pienso en Chautebriand, cuando era un adolescente. Vivía en la torre de un castillo. Su padre creía que las noches frías y los ruidos extraños le formarían carácter. Como a Rilke durante su estancia en el castillo de Duino, fue visitado por una imagen, una quimera, femenina. Pero Chautebriand era un adolescente que comulgaba absolutamente con el espíritu romántico. Había armado una entidad con pedazos de otras mujeres, una pasión en la que, confiesa, invirtió al menos dos años: "Me creé, pues, una mujer a partir de todas las mujeres que había visto: tenía el talle, los cabellos y la sonrisa de la forastera que me había estrechado contra su pecho; le daba los ojos de tal muchacha del pueblo, la lozanía de tal otra. Los restratos de las grandes damas de los tiempos de Francisco I, de Enrique IV y de Luis XIV, de los que estaba adornado el salón, me habían proporcionado otros rasgos, y había robado gracias incluso a los cuadros de las Vírgenes que colgaban en las iglesias". Más tarde, cuando se ha acumulado demasiada pasión y su espíritu es incapaz de darle cabida, Chautebriand mete un fusil a su boca y jala el gatillo. Pero no pasa nada, el gatillo estaba tan gastado que a menudo se le escapaba el seguro: "Supuse que mi hora no había llegado, así que dejé para otro día la ejecución de mi plan".
La copia que poseo de las Elegías de Diuno está acompañada de nueve cartas, algunas muy extensas, que Rilke le escribió a la princesa Marie von Thurn und Taxis, inspiradora y dueña de los poemas. Todas están escritas desde Toledo, en ese lenguaje dulce y afable y que aspira a la divinidad femenina que le hace fruncir el ceño a cualquiera. Rilke repite una y otra vez la palabra "princesa", por ejemplo. Escribe sobre atardeceres, ocasos, momentos de gran inspiración y arrebatos estéticos casi místicos. Cansa ese esfuerzo por llegar a una totalidad. El 17 de noviembre de 1912, le escribe a la princesa: "Pudiera ser que de los fragmentos que uno va acarreando poco a poco, se llegara a contemplar panorámicamente un mundo con contenido propio, pero para eso hay que andar todavía un buen trecho".
Lo que ustedes llaman mi mundo, este cuarto, esta bitácora, estas entradas, estos libros que leo a pedazos, adorables criaturas, hoy por hoy no alcanza para sostener a nadie.

Saturday, December 02, 2006

A pesar de todo, convergencia.



También iba a subir esa otra imagen, en la que la libertad se abre paso en una barricada, ¿ubican cuál? Una bandera ondeando y la gente gritando y caos y muchas bocas abiertas. También vendría bien esa imagen de los soldados americanos que posan como si les costara mucho trabajo elevar una bandera norteamericana en el campo de batalla --una imagen que ya he subido a la bitácora electrónica. Pero estoy tosiendo mucho, tengo mucho trabajo, me siento fatal y quiero morir.

Tuesday, November 28, 2006

Fashion victim

Sé que fue muy sangrón de mi parte comprar Against the day. Sobretodo porque jamás he leído nada de Pynchon. Creo que leí un poco de las hojas iniciales de V. y le di una hojeada a ese otro, el del arcoiris y la gravedad, no me sé el título. Supongo que me justifica el hecho de que los libros, libros son, y que he leído lo suficiente de Don Delillo como para decir que me gusta --y como son de la misma generación, pues, no sé, tal vez eso sea suficiente, al menos para los retorcidos criterios que exige mi cabeza. Pero creo que debo confesar que la razón principal por la que compré Against the day es que es un libro enorme, ilegible y que es algo así como la nueva vieja del salón. Un poco las mismas razones que me llevaron a comprar The infinite jest (que, obviamente, no he terminado), otro tabicón.
Algún día estos libros me serán útiles. Algún día los leeré. Y veré que tenía razón en comportarme como roedor almacenador. Por otro lado, probablemente me atropellen al salir del trabajo.

Para mantenerlos al tanto

El café del día de hoy, a las 16: 22, en la facultad de filosofía, está un poco aguado. En ningún día se asemeja al excelente café con canelita que sirven en mi casa, más o menos por esta misma hora, pero hay días en los que llena mi corazón y alma de manera tan gratificante como una sonrisa amiga, un lenguetazo de perro o un libro nuevo.

Pero no hoy.

No hoy.

Sunday, November 26, 2006

Wednesday, November 22, 2006

Convergencia (me esfuerzo)



Arriba, una de las múltiples versiones del martirio de San Sebastián de las que Bataille se aprovechó para escribir sobre el erotismo. Hay una más bella del Greco, pero no encontré ninguna en la que las flechas se vean tan bien. Abajo, una playera de, ejem, McSweeneys que reproduce una pinturita de Marcel Dzama. En realidad no posee titulito, esta pinturita, pero lleva la frase: "Hold Still", que es muy chistosa.

Tuesday, November 21, 2006

Cierta sabiduría en Wittgenstein

Puedo aceptar tanto:

~Px → Px

como:

~Px → ~Px

Siempre y cuando O pueda responder al sustentante del PNC (D). Donde ~Px → ~Px es pura mamada.

Sobre los grados de la perfección

Al respecto de la cuarta prueba sobre la existencia del estacionado perfecto, debo decir que la comprobé hoy. Existe el estacionado con el que uno debe medir todos sus estacionados. Lo llevé a cabo hace unos momentos, al llegar al trabajo. No hay manera de que ustedes me crean, pero vi el lugar, apenas y cabía mi automóvil, y con sólo dos movimientos entré al espacio. Además, lo hice como si no me hubiera costado trabajo y sólo hasta que apagué el motor me di cuenta de lo que había hecho: me había estacionado de manera perfecta, casi sin pensarlo, probando que es posible hacerlo en esta ciudad, a pesar de las distracciones y las prisas, de lo que diga la gente, del ángulo de entrada o el nivel de dificultad. Fue en reversa. No miré siquiera el retrovisor. Estoy exagerando. Pero sé que en el fondo experimentaré una cierta desazón, pues difícilmente esto podrá repertirse, no digo ya en mi vida, sino en el universo. No hay manera de que algo tan perfecto, como la belleza de Helena, pueda suceder por segunda vez. En ocasiones, realmente me sorprendo a mí mismo. No quiero decir que lo hago en el sentido de que en ocasiones salgo de entre las sombras, en mi ajuar de ninja, para darme un karate chop en la nuca. Quiero decirlo en ese otro sentido que ustedes ya conocen también.

Listas

Libros que no he comprado en Gandhi, desde que dije que no compraría más libros en Gandhi:

1. In Cold Blood, Capote.
2. The melancholy death of Oyster boy & other Stories, Burton.
3. Educar a los topos, Fadanelli.
4. La imagen pornográfica y otras perversiones ópticas, Gubern.

Libros que he comprado en Gandhi, desde que dije que no compraría más libros en Gandhi:
1. Diarios, de Kafka.
2. Viajes con Herodoto, Kapuscinsky.

Libros que me han regalado amigos, en este tiempo:
1. The future dictionary of America, (varios --¡gracias Rogelio!)
2. Cosmos, Gombrowicz (¡gracias David!).

Libros que he terminado de este inventario:

Por favor.

Friday, November 17, 2006

Cuaderno Salmón 2.

Ya deberían poder ir y tomar esos cien pesos que les sobró del gasto para comprar el nuevo número de Cuaderno Salmón. A continuación, el índice: 1. El jardín de los ciegos, de Fadanelli. 2. Poemas de Miyó Vestrini. 3. El último signo, de Rivera Garza. 4. Exteriorización de la muerte de José Kozer. 5. Sobre los tipos que no se usaron en esta edición, de Jonathan Safran Foer. 6. Poemas, de Ángel Ortuño y 7. Lobos muertos, de Rafael Courtouisie. Además: Una entrevista con Alejandro Rossi, por Humberto Beck. Y también: una entrevista con Josefina Vicens, por un González Dueñas y un Toledo. ¿Más? Un gran, gran texto de Pierre Michon que lleva el título de: Tres nombres de animales para W.B. Una reflexión de Eduardo Espina. Un ensayo de Benjamin Kunkel sobre Coetzee (en el crédito verán que yo traduje este texto del inglés, pero en realidad la hizo un grupo de seis manos, seis ojos y tres cerebros). Un ensayo de Josu Landa sobre Vestrini. Y un "Elogio de la delicadeza", de Graciel Speranza. Se reseñan algunos libros: El libro vacío, de Vicens. También La duración de los empeños simples de Sada. Erdera, de Gerardo Deniz. El cazador de cabezas, de Ortuño. La historia de amor, de Nicole Krauss. Y Tan fuerte, tan cerca, de Safran Foer. En la rebeba hay un texto más de Josefina Vicens, uno de Mauricio Montiel Figueiras, uno de Julio Trujillo, uno de Geney Beltrán, uno de Bernardo Esquinca, un Zagal, y uno de la redacción. Mario Bellatín cierra el número con su epitafio. Y todo, todo, todo, está ilustrado por el trabajo de Amorales, como la parvada que levanta el vuelo, tal vez atemorizada, que ven abajo.


Tuesday, November 14, 2006

Convergencia (hice lo que pude)



Arriba, la última fotografía de un coro cubano, a fines de 1960, a cargo del entonces Arzobispo de La Habana Monseñor Evelio Díaz. Abajo, un grupo de trabajadores parisiense durante una protesta de, creo, 1913 (subirían las horas de trabajo a ocho). El grupo se encargaba de propagar la voz (afuera del metro).

Quiero esta playera


Esos locos de McSweeneys sacaron una nueva serie de playeras (que se añade a sus reproducciones de Marcel Dzama y a las que celebraban la aparición de la serie "Baby, be of use", así como las impresiones de galeones españoles y tantas otras). En el catálogo en línea, a este modelo, que obviamente necesito para poder sobrevivirme a mí mismo, le acompañan estas preguntas:
What if a flock of crazed birds joined together to form one massive uber-bird? What if that bird set its sights on three unsuspecting girls? What if we put that image on a shirt? What if, indeed.
Está barata. Viene Navidad. Sé que me quieren.

Sunday, November 12, 2006

Sobre la educación


En The Loss of Sexual Innocence de Mike Figgis (que ha hecho bodrios como Cold Creek Manor pero también Adiós a las Vegas pero también, asco, Timecode) hay una escena que a menudo me hace pensar en una escuela semi militar que, en mi memoria, cada día se asemeja más al Instituto Benjamenta y al colegio del estudiante Törless. El protagonista de la película, un cineasta, cuenta a una muy atenta colega cómo algunas comunidades primitivas enseñan a los niños más pequeños a tolerar la crueldad. Cada que capturaban a algún miembro de tribus enemigas, le amarraban a un tronco y obligaban a los niños más pequeños a matar al capturado a golpes. "Un método muy efectivo", termina diciendo Nic, el protagonista. Corte a: Un niño gordito que no se atreve a cambiarse la ropa en los vestuarios antes de salir a la sesión de deportes. "Es la última vez que te lo advierto Nicky", le dice el entrenador. Corte a: El entrenador regañando al regordete niño enfrente del resto de sus alumnos, obligándolo, después, a correr entre dos hileras de compañeros quienes, a su vez, bajo indicaciones del entrenador lo golpean con sus zapatillas.

Hemingway describe una escena idéntica en For whom the bell tolls, aunque ahí son los miembros de un pueblo ocupado por el régimen (si recuerdo bien) quienes matan a golpes a sus enemigos. Una gran escena. No terminé el libro. En la preparatoria donde estudié, donde ahora doy clases, hubo una convivencia. Varias. A esta que fui, recuerdo, castigaban a quienes perdían en las distintas actividades deportivas obligándolos a cruzar dos hileras. Era el mismo principio, pero no se usaban zapatos sino la mano abierta. Todo lo supervisaba el, ahora despedido, coordinador de deportes. La gente se emocionaba mucho. Risas. Gritos. A veces el puño cerrado. En ocasiones, ahora que he regresado a la preparatoria, veo pequeños destellos de esta crueldad en los alumnos más jóvenes (años de cuarto y quinto). Me hace pensar. Recuerdo, también, que en ese campamento un grupo de muchachos encontró un murciélago bajo un mango que no podía volar, se había lastimado un ala. Lo volaron con unos cuetes (creo que eran palomas). Luego, encontraron un sapo. A éste lo crucificaron. No recuerdo que hayan encontrado algún pájaro para los mismos efectos. Estos pequeños sacrificios sin sentido me hace pensar, ahora, en el exterminio de los topos en la escuela semi militar a la que fui. Quiero leer pronto Educar a los topos de Fadanelli. La foto la encontré en Google. Sólo escribí: "Pájaro muerto". Esas caras bobas. "The horror. The horror".

Friday, November 10, 2006

La revista que sostienes en tus manos


Is obsession the best we can do?
And if so, what would that mean?

Hago un pequeño paréntesis en mi obsesión aviar para referirme a otra: Esto que sostengo mis manos son los tres primeros números de McSweeneys. Llegaron hoy por la mañana a casa, me estuvieron esperando todo el día hasta que llegué en la tarde. No avisaron que iban a venir, pero oh dios mío, estoy tan feliz.
Y no, en realidad no las estoy sosteniendo. ¿Han notado que todo mundo ahora utiliza esa frase? "Esta revista que usted sostiene en sus manos", y comienzan a decir mamadas. ¿Por qué se obstinan los editorialistas en hacer explícito el vínculo material entre una revista y su lector? Sé que yo lo hice, sin pensarlo demasiado, con el primer número de El Inquilino. ¿Es por el orgullo que le da a uno traer algo nuevo y bueno al mundo o la pretensión de traer algo nuevo y bueno al mundo y además la idea de que esto nuevo y bueno debería sostenerse muy cerca de uno? Tengo muy cerca mis McSweeneys. Nota: Si haces revistas, deberías sentirte un hacedor exitoso de revistas cuando la gente pide a gritos que se reimpriman los primeros tres nuevos números. Ayuda si tienes un tiraje pequeño. También ayuda que algunos de tus lectores vivan en el D.F. y se obsesionen fácilmente. Los primeros tres números del McSweeneys Quarterly Concern ("for short say 'Mcsweeney's'") están plagados de juegos tipográficos y juegos de conciencia. En el número tres viene una historia donde la tipografía Garamond es el personaje principal. ¿Que Sterne ya había realizado algo así con su Shandy? Tal vez. Pero nadie ha leído el Shandy. Y McSweeneys lo hace en dosis pequeñas y tolerables. Y realmente atinadas. Y no se engolozina del todo en la forma (las portadas, barrocas construcciones tipográficas, pueden engañar un poquillo). Ah, estoy tan, tan feliz. Tan tan feliz. Esta buena literatura hará a todo mundo mejor.

Viene el siguiente número de Replicante

Thursday, November 09, 2006

Because it's beautiful


¿Les conté de esto? Sucedió en Barcelona. Zagal estaba tomando un café o un trago o una cena ligera con un amigo al que no había visto en mucho tiempo y a quien yo aún no conocía. ¿Mencioné que estábamos en Barcelona? No era la primera vez que yo estaba ahí, pero era la primera en la que sabía que estaba en Barcelona, en Europa, caminando por sus calles sin nadie con quien hablar (unos días más tarde Zagal regresaba a México y yo me quedaba más o menos una semana más; decidiría, entonces, que iría a Portugal, pero eso no interesa a nadie y además ya escribí al respecto en esta bitácora --creo que también mencioné que al día siguiente cumplía 24 años, y que cenaríamos con el estrafalario amigo de Zagal, y que bebería tanto hasta perder el control).
Total que en ese momento estaba solo. Había leído demasiado a Pessoa, preparándome para el viaje a Lisboa. Y seguramente estaba pensando en cómo dos voces, en ocasiones más, confluían en mi interior (además de Pessoa, recién había terminado Lunar Park de Brett Easton Ellis, un libro que me hizo tanto daño, de manera tan intensa como fugaz, que me vi obligado, más tarde, a enterrarlo en arena portuguesa).
Estaba pensando en estas cosas, camino al hotel (anochecía, había pasado una muy mala noche en los camastros del tren y me sentía agotado y trabajadamente melancólico), cuando vi estas seis palomas en la acera. Alineadas tal y como las ven ahí, pico arriba. ¿Por qué seis?, me pregunté al momento que sacaba la cámara. ¿Quién las habrá alineado así y para qué?, me pregunté más, al momento que oprimía el botón que permite registrar imágenes --como todo buen turista, llevaba mi cámara más o menos a todos lados, aprovechando que las bolsas de mis pantalones eran lo suficientemente grandes; pero en realidad, descubrí más tarde, resulté no ser tan buen turista (sólo tomaba fotos a tonterías como palomas muertas, gatos callejeros, baños que usé, piezas de arte conceptual, Zagal leyendo libros). Mi cámara es de rollo. Sólo hasta hoy, varios meses después, pude escanear la fotografía (mi padre compró un scanner hace poco). Por alguna razón cada que digo Scanner pienso en la película de Cronenberg donde los tipos estos leen o escuchan la voz de los demás en su cabeza. También, pienso ahora, en la facilidad que tenía ese video-artista que aparece en American Beauty para registrar todo aquello que le parecía bello con su pequeña camarita. Qué gran título para una película es American Beauty. Recuerdo o creo recordar que Sam Mendes siempre se quejaba de que tildaran su película de una crítica social a Estados Unidos. "Era otra cosa", creo recordar que decía Sam Mendes. No recuerdo qué otra cosa era. Pero si me obligaran a adivinar, con pistola en mano, diría, con voz temblorosa, que la película en realidad habla sobre --¿sobre qué? ¿La democratización de la belleza? ¿Realmente quiero decir eso? ¿Sobre cómo la gente olvida que la belleza no se da por lo que la gente opina? ¿Y que American Beauty nos remite a la "belleza" de la adolescente interpretada por Mena Suvari? No, no es eso lo que quiero decir realmente. Pero sí me asusta, un poco, que Mendes muestre, enseñando los dientes, lo pretensioso que es encontrar belleza en cualquier esquina, una paloma muerta, una bolsa de plástico "bailando con el viento". Es un poco boba esa concepción de belleza, ¿no creen? Creer por completo en la originalidad del instante.

Wednesday, November 08, 2006

Por qué hay que temer a las parvadas


¿Ven esto? Esto es el McSweeneys # 8, editado por Paul Maliszewski, probablemente el mejor McSweeneys a la fecha. Y llevan como 22. Sólo es una opinión. Probablemente cambie pronto. Pero ahora traigo estas cosas de las parvadas en la cabeza y casi cualquier cosa que tenga que ve con aves en vuelo me llama la atención. Ignoro por qué, pero es así. Cada que veo este número del McSweeneys en mi librero, con esa golondrina naranja en relieve, luego fragmentada en negro, luego en decenas blancas, estoy de vuelta a una fábrica abandonada a la que me llevó mi madre de chico para observar cómo las golondrinas entraban, cuando caía la tarde, a la chimenea principal formando un tornado negro, un bello enjambre ciclónico de pequeños pájaros.
Paul Maliszweski, de quien antes de este número jamás había escuchado hablar, incluyó textos que tuvieran que ver de alguna manera con los pseudos y los falsos. Además, los ilustró todos con viñetas de Marcel Dzama. Hay, así, un largo ensayo sobre Pessoa ("un escritor portugués que escribía usando heterónimos", explican, pues verán, Pessoa todavía es novedad en Estados Unidos --hace tiempo la misma editorial publicó en su otra revista, The Believer, un largo escrito de Benjamin Kunkel sobre este escritor, mismo que le presté a un amigo y que, a la fecha, ni ha leído ni me ha regresado, en una fría venganza por no haber leído ni regresado los textos que él me ha prestado). También hay dos ensayos sobre la supuestamente inconclusa novela de Navokob (digo "supuestamente" porque ya no sé qué parte es falsa o no en este número en particular). Y también: varias entradas a la enciclopedia de Ubar, onda borguesiana. Una de las primeras convergencias que vi de Wreschler. Y, entre otras muchas, muchas monadas, un cuento de Sean Wilsey sobre la rivalidad de dos hermanos, los hermanos Faberge, titulado "The Egg".
Concluye con un ensayo de Michael Martone (?): "Four factual anecdotes on fiction".
Hay otra buena revista, una revista cuyo segundo número verá pronto la luz, que incluirá algunas ilustraciones de Carlos Amorales, de su serie Por qué hay que temerle al futuro, que, no sé si las han visto (estuvieron mucho tiempo en el MUCA), son también muy bellas. Qué bello es todo cuando se separa en bloque.

Tuesday, November 07, 2006

La muerte de un pájaro


Recordé de lo que estábamos hablando mi padre y yo. Hablé un poco al respecto en la actualización anterior. Traía a cuento la idea de escribir un texto titulado El pájaro muerto. Y de lo que estábamos hablando, mi padre y yo, es de la costumbre de comprar un pájaro cada que uno cambia de casa. Pues existe una superstición, no sé dónde ni cómo se inició pero sé que existe, que ve una relación directa entre el cambio de domicilio y la inevitable muerte de un pariente cercano. Así que, dice esta costumbre, uno debe ir y comprarse un pajarito para que sea éste el que muera y no un vecino. Los mineros, sabemos todos, procuran hacer algo similar, aunque el peligro de muerte en una mina es mucho más palpable y real que con el cambio domiciliar. Tal vez no más palpable, está bien. Después de todo, esos canarios que mueren bajo tierra lo hacen por gases tóxicos, algunos imperceptibles al olfato --y a la vista y al tacto y al oído.
¿Recuerdan esa escena de Encuentros cercanos del tercer tipo en la que la pareja que a huevo quiere llegar al monte donde aterrizarán los extraterrestres compran un par de palomas porque se rumora que hay un elemento venenoso en el ambiente? ¿La recuerdan? Me vino a la mente ahora. Así, sin más. Y la cara de sorpresa de Richard Dreyfuss cuando ve que, ¡oh no!, los pajaritos han muerto. También llegó volando a mi cabeza. ¿Qué más me viene a la mente? La muerte del canario con la que finaliza el capítulo primero de Las partículas elementales. La parvada de pájaros que cae, pájaro a pájaro, como si hubieran chocado en el aire contra un muro invisible, tal y como la describe Chuck Palahniuck en su Lullaby (cuya portada lleva el pajarito muerto amarillo fosforescente que está arriba). Gran escena, también. Y esto otro: en Signs de M. Night Shyamalan, se descubre (o al menos eso dicen en las noticias) que una nave extraterrestre sobrevolaba la Ciudad de México cuando un peatón notó que un pájaro calló muerto a mitad de vuelo --había chocado contra la nave invisible. Y las similitudes de la película de extraterrestres de Shyamalan y la más famosa de extraterrestres de Spielgberg: esos maizales. Esas familias rotas, que se separan como una parvada asustada. ¿Fue Vila Matas? Creo que es él quien usa el recurso en el Mal de Montano donde se observa el vuelo de un pájaro para cambiar de recuerdo a recuerdo sin tener que explicar los saltos; un gran recurso. Me encantaría usarlo.

Monday, November 06, 2006

Quiero este McSweeneys, saber qué piensan los pájaros y escribir al respecto


Escribo esto antes de dormir. Lo escribo aquí en lugar de anotarlo entre las hojas de mi cuaderno Moleskine que conforman mi diario. Lo escribo aquí por varias razones cuyo número se me va: porque me da pereza guardar lo que he escrito, apagar la computadora y caminar hasta mi escritorio, donde se encuentra mi cuaderno (estoy sentado en la cama, afuera está oscuro); porque quiero darle un giro a esto, si se puede decir así, regresar al registro de cotidianeidad que alguna vez nutrí en la bitácora.
Son dos razones. Creí que eran más.
Pasan los meses, el cadáver del pájaro sigue colgando del semáforo que regula el tránsito en las calles de Minerva y Francia, frente a mi casa. Cada vez se ve más descompuesto. Hoy mi padre me sugirió un título para un posible cuento: El pájaro muerto. Estábamos cenando. No me entusiasmó demasiado el título pero no se lo dije. No estábamos hablando del pájaro que cuelga del semáforo sino de otra cosa. Mi padre tiene un hermano al que apodan "El pájaro". Es mi tío. Tampoco estábamos hablando de él. Olvido de qué estábamos hablando pero ahora me viene a la mente, pues así funciona, las imágenes de una película que vi hace poco donde dos magos se baten en un duelo profesional. Uno de los trucos con el que ambos han experimentado exigía que se criara cantidad de canarios (o algún otro pájaro pequeño color amarillo cuyo nombre ignoro), pues en cada presentación uno de los pájaros moría. El truco consistía en hacer "desaparecer" al canario (o lo que fuera) y volver a "aparecer". Pero eran dos canarios, ¿lo ven? Eran hermanos.
Platiqué de esto con un amigo y mi novia, sobre los juegos de dobles y oscuros hermanos gemelos que contiene esta película, recurso usado y usado y usado en tantas historias, recurso que siempre funciona. Otro doble que contiene la película: uno de los magos lee el diario del mago contrario, un diario escrito en clave, como el de Wittgenstein, y anota en su propio diario los descubrimientos que ha encontrado en el diario del mago contrario.
Uno de esos cuadernos, me lo hizo notar Mariana, era marca Moleskine. Al menos eso creemos.
También debo anotar aquí, pues no lo anotaré en mi diario, pues está muy lejos, que otro día llegué a casa, venía de la calle, era noche, entré a la cochera y encontré un pajarito muerto. Pensé: Refu. En efecto, Refu se acercó casi tocando el suelo, apenada. Había matado al pájaro y se sentía fatal por ello. O por el regaño que sabía le iba a poner. Observé el cuerpo del animal. Estaba tieso. Y tenía una mancha naranja en el pecho, como el pajarito de la portada de uno de los McSweeney's Quarterly Concern que jamás conseguí.

Thursday, November 02, 2006

Actualización #402

Me doy un paseo por páginas de My space y por otros blogs y veo lo sofisticados que son todos ellos y lo ingeniosos que son cuando escriben cosas y la manera en que parecen sostener relaciones con el mundo y me siento pequeño, diminuto, insignificante; también cansado y con ganas de darme por vencido, de entregarme por completo a la vida cotidiana y a las sábanas de mi cama. Y leer, leer mucho, leer todo lo que me falta por leer y no volver nunca más a escribir en internet, que me parece tan frágil y endeble, escurridiza y engañosa.

Convergencia



Ocho años después de que se estrenara una de las mejores películas de Stanley Kubrick, que data de 1971, se estrenó Escape from Alcatraz, una película cuyo mayor atractivo era la impasibilidad del rostro de Eastwood (a decir de Vila-Matas). Esta convergencia me vino como en un sueño. Sólo que sin todo ese rollo onírico. Estaba saliendo de la maestría, caminando sobre un puente peatonal (diseñado precisamente para que no me atropellaran los autos que pasan sobre Insurgentes a altura de la UNAM). En el puente había un puesto de películas piratas. La persona que lo admnistraba había dispuesto las cajas de estas dos películas una sobre la otra, probablemente porque le parecían, las carátulas, muy parecidos. Noten que ambos personajes llevan un arma punzocortante en la mano. Es lo que se dice fenomenal.

Wednesday, November 01, 2006

Actualización lumpen

Tengo un viejo truco, cuando no sé qué escribir escribo sobre mi incapacidad sobre no escribir. También es un viejo tip que le paso a las personas que no saben qué escribir: "Ay, no sé qué escribir", "Escribe sobre tu incapacidad de escribir", les digo y pronto caemos en el típico círculo de Möebius donde uno termina escribiendo sobre escribir. El otro día, curiosamente, vi una entrevista con David Cronenberg. Y, con voz de que sabía muy bien lo que decía y hacía con su vida y sus manos, señaló su lamento por todos esos jóvenes cineastas que sólo hacen cine sobre las inconmensurables ganas que poseen de hacer cine. "No es suficiente", dijo. Deben haber, en efecto, cosas más interesantes en la vida que nuestro fuerte afán por escribir o por permanecer o por hacer arte. Algo de lo que valga la pena hablar. Pero no hay manera, uno inevitablemente termina escribiendo o haciendo cine o dando entrevistas sobre ese soporte que son nuestros talentos.

Friday, October 27, 2006

Lo más divertido de Nietzsche son sus bigotes

Después de comer subí a mi cuarto. Mi padre acostumbra tomar siestas ahí pues es el más oscuro y fresco cuarto de la casa. Estaba tendido en la cama, deseando, tal vez, conciliar pronto el sueño para poder regresar pronto al trabajo y, por ende, no ser molestado por nadie. Pero soy su hijo. Y como todos los hijos, he venido al mundo para hacer que su padre sufra. "Papá", le dije tomando una pluma, "te voy a pintar unos bigotes". Mi padre me vio con una ya familiar combinación de ternura, hastío y resignación: "No lo hagas". Pero soy su hijo. "¿Si me los pinto yo, te los puedo pintar?" Dudó un momento: "No. Bueno, sí". Ya me han engañado de esta forma antes. Mariana, en una ocasión, consiguió que me pintara, yo solito, unas barbas con pluma indeleble. Y luego ella se negó a hacerlo, como había prometido. Esto es así porque mi novia es más inteligente que yo. Mi padre, por otro lado, está cansado. Empecé a pintarme los bigotes. Mi padre comenzó a reírse. Porque, verán, todo esto es muy cómico. Luego le dije: "Te toca". Y se quedó muy quieto, sonriendo, tendido en mi cama mientras pasaba la pluma por su rostro, formando un bigote muy fino, aunque no tan distinguido como el de Dalí.
Mis hermanas también lo encontraron muy cómico.
Sospecho que en realidad la gran razón por la que mi padre se dejó pintar bigotes y mi novia no es que, sencillamente, los hombres se ven mejor con bigote que las mujeres. (Escucho a Rivera Garza gritar desde un rincón, con su "kit" de mujeres barbudas, no feministas, en alto). O tal vez porque cuando se lo propuse a mi novia íbamos en el auto y no había agua cerca (cuando me bajé al menos dos familias me vieron con cara de pobre niño tonto). A veces abro los ojos y veo el mundo en rededor mío y me lleno de una alegría que me infla e ilumina como si fuera un núcleo de fuego, un eterno sol naciente.

Yeah Yeah Yeah!

El miércoles rockeé como si no hubiera un mañana. Lamentablemente, lo había. Hoy, dos días después, aún me duelen las rodillas y el cuello. ¡Cómo caen los imperios a nuestro rededor!

Wednesday, October 25, 2006

Confianza plena en mi sexualidad

¿Está gay si me doy besitos en el espejo?

No quiero sonar como un sabelotodo

Supongamos que decide que odia la "ironía"; la echa por la borda, pero ahora ha perdido el sentido del humor.
Zadie Smith.
Cuando opino, pues en ocasiones opino, termino en la nada cómoda posición del defensor de mis opiniones. Esto es: cuando opino y las personas ponen atención. La mayor parte del tiempo consigo opinar de manera que nadie se lo tome en serio. Es fabuloso. No quiero sonar como Sócrates, pero es verdad que preferiría reconocer que no sé nada. Lo malo es que creo que sé algunas cosas. Nota: me molestan los sabelotodos. Me molesta la posición de defensa, también. Me molesta el vago triunfo glotón de tener la razón: cuando reconozco una de mis fallas, cuando veo que la he superado, entra otra por la puerta trasera. Otra imagen: invito a la ironía a casa, le digo lo que está mal con ella, le digo "Ironía, el problema contigo es que dañas la capa de ozono; eres una mala persona; una copia pirata del sarcasmo y aunque todos quieren contigo, nadie te quiere", y pateo a ironía en los ovarios y la dejo tendida en la sala, llorando. Yo, comienzo a dar vueltas en son de triunfo, canto una canción, bebo hasta volverme torpe y le doy cinco, en son de festejo, a la persona que me ha acompañado durante todo este tiempo --ese nuevo vicio, la falta de humor.
Es difícil.
Estoy escribiendo un texto a cuatro manos. Las otras dos son de Zagal. Esto no es ninguna novedad, lo hemos hecho antes. Pero ahora es difícil. Estamos avanzando aporéticamente. Sí, avanzando, después de todo; pero el proceso, Dios. Lo difícil, en mi caso, es decir que tengo razón. Pero también se me dificulta reconocer que no la tengo. Esto es cuando discutimos un punto en el que tenemos posturas encontradas. Entonces, ah, hago esa pequeña trampa, ese gran escape, ese gran alivio: pienso en la muerte. Y luego, pienso en el gran esquema de las cosas. Simultáneamente, pienso en la entropía universal, en el progresivo avance de la descomposición y todo me da igual.
(Pero luego digo: oh no, eso es como reconocer que no sé nada).

Monday, October 23, 2006

Identifíquese

Los bancos tienen un problema conmigo. No les agrada que firme de la manera en que lo hago. Cuando firmo un cheque, lo firmo yo. Esto no, sin embargo, no computa. Los bancos preferirían que cuando firmo un cheque no firmara yo sino un sujeto completamente monolítico e impasible, incapaz de cambiar, de tener errores, de tener la misma intensión siempre pero distintos resultados. Sucede que, a ojos de los bancos, mi firma no siempre es mía, en ocasiones no se parece a mi firma --misma que tienen registrada en algún lugar. Pero si algo me hace aquello que soy, es precisamente la posibilidad de firmar, en ocasiones, con algunas diferencias. No me gustaría caer en el vértigo, que atrae tanto, del equivoquismo; pero debo decir que la razón por la que en ocasiones les regresan cheques firmados por mí, es por la diferencia.
Eso, o no tengo fondos.

Friday, October 20, 2006

De esas convergencias que dan envidia



Kevin Deutsch mandó esta convergencia al concurso de McSweeneys. Arriba, Arafat en 2004 rodeado de médicos, un día antes de viajar a París para tratamiento. Abajo, el poster de la película de Anderson, sobre ese Ahab de nuestro tiempo.

Thursday, October 19, 2006

Cansado de estar cansado de ustedes

Caminas con una mochila en la espalda, un par de cuadernos en la mano, un libro de Dostoievksi y una antología de diarios. Te llamas Guillermo. Mides poco. Comienzas a calvear. Adviertes que cada vez que estás callado y caminando, cuando ves a las personas en un gesto familiar, piensas, pero no dices, la palabra "ridículo". Ves a un muchacho con gafas oscuras, piensas "ridículo". Otro tipo, con mucho gel en el pelo. Piensas: "ridículo". Dos ancianos caminando, de la mano: "ridículo". Te odias a ti mismo por pensar "ridículo" cada que ves a alguien en tu camino. Entonces, ves a una niña caminando en tu dirección ocupada en la tarea de patear una botella de plástico. Alcanza a otra niña. Estás a punto de pensar "ridículo" pero en seguida ves lo que le entrega en la mano: una tortuga. Quieres pensar "ridículo" pero estás, más que nada, asombrado. Entonces piensas: "simios", que es la otra palabra que a menudo utilizas cuando observas a la raza humana, a tu raza. "Simios", todos ustedes. Sigues pensando en esto, en cómo intercambias en ocasiones la ya bastante usada palabra "ridículo" con la otra, "simios", al momento que entras a la universidad y miras a trece viejecitas, todas de apariencia cansada, todas de pelo cano. Parecen clones. Querrías decir "ridículo" o "simias", o pensarlo, pero lo dejas pasar.

Monday, October 16, 2006

La vida es dolorosa y decepcionante


¿Qué necesita uno para detestar la vida aún cuando se está paseando agradablemente por la costa californiana? ¿Qué tipo de hombre se necesita ser para que los demás siempre estén pendientes del momento en que, seguramente, romperemos en llanto o comenzaremos a despotricar contra las religiones más estúpidas, las religiones monoteístas, contra la igualdad más democrática, contra la manera en que está organizada el mundo? Se necesita ser Michel Houellebecq. Se necesita ser este hombre de cuarenta y tantos años, con implantes rojizos en la frente, para poder realmente apreciar en todo su esplendor y tedio a la pornografía. Se necesita ser este francés con puntas amarillas para comprender que el gran atributo de Lovecraft es su materialismo, su racismo, su carencia de virtudes literarias. Se necesita, en fin, ser un hombre moral para ver que uno escribe sólo en la medida que detesta la vida.
¿Humor? El humor, como lo es el amor a la justicia, sólo es un paliativo. El humor, en nuestra transacción corriente, sólo es una muestra más de que el motor de nuestras vidas es el odio y el sarcasmo. O como escribe uno de sus comentadores norteamericanos, Sam Lipsyte, "Someday there might exist a race of happy clones who will have no use for bumper stickers or the jokey pessimism they declaim". Tal vez. Algún día. Mientras, el escándalo.

Friday, October 13, 2006

Obsesión Moleskine

Como supuse que pasaría, ya no consigo cuadernos Moleskine en México. Afortunadamente, soy como una ardilla que almacena nueces, como la cigarra de la fábula, como un norteamericano en un bunker, con latas de conserva. Mis padres regresaron de viaje este fin de semana, después de estar tres semanas fuera. Además de regresar sanos y salvos, lo hicieron con siete nuevos cuadernos Moleskine bajo sus brazos. "Pesan mucho", me dijeron.
A la obsesión que tengo por mis cuadernos (que sí, en ocasiones sobo de manera casi obscena, morbosa y pecaminosa) añado la que tengo por la cetrería. Esta última, debo decir, está mucho más a raya (no estoy interesado, por lo pronto, en aprender este arte ni en comprar capuchas para aves de rapiña, ni guantes ni correas avícolas), aunque en ocasiones se cuela en mis lecturas. Por ejemplo, hace poco anoté en mi cuaderno Moleskine que utilizo como diario lo siguiente, que tomo de Rimbaud el hijo, de Pierre Michon:
"Y probablemente él amaba y practicaba la poesía, pero a la manera de los hombres apasionados por la caza, por los libros de caza, bellos relatos otoñales con plumas y sangre, altos vocablos de montería, de cetrería, cuernos de caza sonando en un rincón del bosque, como si un ángel los tocara; pero que apenas tienen un fusil en la mano y la liebre salta a sus pies con sus expresivas orejas, se ponen a temblar, cierran los ojos y tiran a ciegas. Y cuando vuelven dicen que la caza fue buena".
Decir que no experimento así la literatura ya es decir que la "caza fue buena". No hay manera, por supuesto, de saberse un escritor con ciertos límites sin, a la vez, decir que la "caza fue buena".
Entre mis obsesiones está 1) la fragilidad de la carne, 2) la moral, 3) los límites de las palabras, 4) la prudencia y 5) la posibilidad de ser original. Estas cosas son sobre las que escribo. Caray, si en lugar de la cetrería fuera el bricolaje (otra palabra que me gusta exclusivamente por cómo suena, como batahola), me temo que encontraría manera de que las reparaciones y el trabajo de carpintería, fueran el vehículo de estas cinco obsesiones. Sí, al final de un día de escritura diría que las reparaciones fueron útiles, o que la fiesta estuvo buena; pero siempre, me temo, sería por accidente. No sé porqué me llama la atención la cetrería, porque caí en ella o decidí que era el medio apropiado para mis obsesiones. Y digo que se me hace extraño pues al final lo que me preocupa son aquellos cinco puntos. Es algo que debo pensar.
Además de los cuadernos mis padres me consiguieron los dos primeros tomos de Radiaciones. Estoy muy contento.

Wednesday, October 11, 2006

Nueva Fabulosa Convergencia


Hace tiempo, cuando McSweeneys todavía no era esa maquinaria fabulosa en la que uno puede confiar cuando busca cosas buenas hechas con talento, sino que aún era una revista que tambaleaba en un mar de sorpresas y que siempre parecía estar a punto de ser tragada por el mismo monstruo juguetón que la había creado, Wescheler, autor de múltiples convergencias (algunas de ellas recopiladas en su libro Everything that rises: a book of convergences), fue invitado por la alegre gente de McSweeneys para editar un número de su revista, el #8. Este mismo honor lo han experimentado escritores como Michael Chabon (Wonderboys) y artistas como Chris Ware (Jimmy Corrigan, the smartest kid on earth y Quimby the mouse).
Una de las primeras McSweeneys que compré fue precisamente el número ocho, ilustrado por Marcel Dzama. Como a la mitad del número, Wescheler introdujo un ensayo con un titulo muy a la Pierre Michon, Fathers and daughters, en el que a partir de una serie de fotografías de Tina Barney disertaba sobre las relaciones paternales y filiales. Es un ensayo magistral. Las fotografías de Barney, también. La de arriba, tomada en 1997 a Peter y Marina es parte de una serie que abarca varios años. Hoy, al concurso de las convergencias, una Laura Myers muestra las similitudes, los parecidos de familia, entre la mirada de Marina y el retrato que John Singer Sargent hizo a una Lady Agnew of Lochnaw, de 1892. ¡Miren esa mirada! ¿No es una de esas miradas que desarman con su ironía y paciencia impaciente? En palabras de Wescheler, una mirada "self-assured, ironic, a drowsy-lidded gaze freighted with entendres and double entendre".
Yeah.

Feliz Cumpleaños

Estimado L.X.L.F., espero cumplas muchos más. Y perdón de nuevo por olvidarlo. O desconocerlo. Haré ese depósito a tu cuenta maestra pronto. Saludos.

Monday, October 09, 2006

Página 1, la estafa de librerías Gandhi.

Estoy enojado con las librerías Gandhi. Ha sido, por supuesto, un error desde el principio haber permitido que Gandhi me sedujera con sus descuentos, sus anaqueles limpios y corredores bien iluminados, con sus asistentes hippie de Zara y sus tazas de café. Pero ésta será la última. Porque, librerías Gandhi, deja te lo digo: ya no compraré más libros en tus librerías. No, libros, esperen, esto no es en contra de ustedes. Los amo, lo saben. En ocasiones con un amor malsano, desbordante y adictivo. Pero amor nontheless. Pero jodidas librerías Gandhi, el otro día confundí el abrazo frío que me otorgaban con uno de verdad, uno de cuates; uno en forma de un "Sistema de retribución a clientes" similar al que poseen las librerías de El sótano, uno parecido al de Cinemex, por ejemplo. Pero no. Era una patada en el culo. Una vil estafa. Un "paga 150 pesos por tu tarjeta de cliente frecuente" que fácilmente podría traducirse en "danos 150 pesos por nada a cambio". ¿Nada a cambio? Bueno, ahora me llega más Spam a mi cuenta de correo. Y me regalaron un bonito separador de metal (150 pesos). Y algo de sabiduría, supongo: Jamás confíes en Librerías Gandhi.
Jamás.
Te arrastrarán y humillarán.
Te engañarán y te pedirán que pidas perdón.
Entrarán a tu casa, te golpearán y violarán a tu hermana, matarán a tu perra y se comerán todo lo que haya en la nevera.
¿Saben a cuánto equivale seiscientos puntos Gandhi en pesos? A veinte pesos. Treinta centavos el punto. ¿Te dicen esto al momento en que pagas por tu tarjeta de Página uno? Por supuesto que no. ¿Te dicen que debes utilizar tus puntos antes del año pues de otra forma se pierden a menos que vuelvas a pagar cientocincuenta pesos? No, no te lo dicen. Lo que te dicen es que ésta es una buena idea, cuando en realidad no lo es. O tal vez lo es, pero no para ti.
Maldita, maldita, maldita Gandhi. Ahora compraré mis libros en El hallazgo. O en El Sótano. O en El FCE. O en El Parnaso. O en El Péndulo. O Torre de Lulio. O en las librerías de Donceles. Aunque sean pequeñas, desordenadas, oscuras, lejanas o apestosas. Estoy seguro de que serán honestas.

Thursday, October 05, 2006

Más sobre Cuaderno Salmón

En la nueva Letras Libres (Octubre 2006, Año VIII, Número 94, 50 pesos) hay un texto de Fabio Morábito --en la sección Letras, Letrillas y Letrones-- sobre el primer número de esa gran revista que es Cuaderno Salmón. El texto de Morábito es el mismo que se leyó en la presentación de Cuaderno Salmón, allá en el MUCA Roma (la colonia).
En el texto se discute: un texto sobre crítica escrito por Lemus, algunas bondades de Salvador Elizondo, las cualidades reproductivas del salmón, lo que constituye "ir contra la corriente", algunas menciones a David Miklos y lo que significa que ésta revista sea, sobretodo, un cuaderno. También se habla sobre los delfines.
Hay algunas otras cosas interesantes en la revista ésta, Letras Libres. Digamos que como de la página 53 en adelante. Lo demás está de hueva.

Wednesday, October 04, 2006

Convergencia



Clint Roenish, de Toronto, Ontario, mandó esta convergencia al concurso de McSweeneys hace un par de días o semanas. Debajo de la fotografía, que apareció en las noticias, sólo escribió: "Una exhausta Samantha Whiteside, con sus goggles en mano, es depositada en una camilla momentos después de completar su maratónico nado de 52 km a través del lago Ontario. De dieciséis años, y habiéndose sometido a hidroterapia durante su niñez para superar su artritis, estuvo sólo 71 segundos debajo del record de 1972, establecido por Cindy Nicholas". La pintura, obviamente, es del Greco.

Tuesday, October 03, 2006

Tolstoi

Querida bitácora electrónica, tengo a Zagal aquí enfrente. Pone cara de desentendido porque le estoy leyendo esto a la vez que lo redacto (él finge trabajar en una minuta y me pide por favor que no lo distraiga pero no puedo evitarlo porque es lo que se dice la mar de divertido). Total Total que Zagal y yo --le choca, por cierto, que le diga Zagal-- estábamos platicando sobre diarios, memorias y autobiografías. Le dije: Caso curioso el de Tolstoi, ¿no crees?, que llevaba un diario y además un diario falso pues sabía que su mujer leía su diario cuando Tolstoi lo dejaba por ahí. Es un poco como en las películas, cuando el detective da el volantazo para perder a sus perseguidores. Sí, me dijo Zagal, yo conozco a un amigo que pretende hacer eso con su bitácora electrónica. Héctor tiene la rara costumbre de hablar conmigo sobre mí como si yo no estuviera en la misma habitación. No sé por qué hace eso.

Monday, October 02, 2006

Dejar de escribir


Jamás he leído la poesía de la poesía encarnada, de Arthur Rimbaud. Sé, ahora, que su madre no era una buena madre y que su padre era un hombre ordenado, amante de la aventura. Sé, también, que ésta no es la fotografía más famosa de Rimbaud y que la más famosa, en realidad, prefigura mucho mejor los espacios abiertos por los que caminaría, años más tarde, cuando trafique armas en África, cuando en su escritorio ya no se encontrará a Virgilio ni Víctor Hugo, ni en sus amigos a Verlaine, o en sus profesores a Izambard. Esta fotografía, sin embargo, explica por qué, tal vez, le llamaban "cochino santurrón", en la escuela. Explica todas esas tempranas distinciones, esos dos años en los que cumplió, al menos, cuatro cursos escolares. Pero busco sus poemas, en internet, por ejemplo, y no puedo con ellos, no en internet; necesito El barco ebrio en mis manos. Pero sé que incluso entonces diría no, poesía. Poesía no. No mientras sepa que Rimbaud, en otras fotografías y en vida, llevaba el pelo largo y se ensuciaba la cara, se emborrachaba y Dios mío, ¡vendía armas en África!, no a la poesía si sé que murió a los treinta y siete años, que se acostó con Verlain, quien era horrendo, que su casa fue un harén de varias razas, que pidió una confesión y morfina el día de su muerte, pero no poesía.
Pero todavía no puedo forzarme a mí mismo a dejar de escribir.

Pendientes

Lector, tú bien conoces al delicado monstruo.
Baudelaire.
Mejorar mi ortografía, tener mayor cuidado con la bitácora, continuar la novela, revisar la otra novela, escribir esos tres cuentos que se me ocurrieron en el fin, darle gracias de nuevo a Mariana por las ocurrencias, terminar el ensayo, terminar, algún día, de leer a Chautebriand, terminar Infinite Jest, Moby Dick, La cartuja de Parma y los otros libros que me esperan, comenzados, en el librero, pero también los que me esperan, nuevos, en el librero; no comprar nuevos libros hasta terminar aquellos; pedirle un nuevo recibo a la secretaria, entregárselo a D.M., hablarle a D.M. para preguntar cómo sigue, regresarle el libro, que ya terminé, a Adriana, darle continuidad a El Inquilino, escribirle a Zárate, en Mérida, limpiarle las orejas a Refu, darle más Keflex, llevarla mañana, después de su paseo, al veterinario; entregar la tarea del seminario en la UNAM (para mañana), calificar los trabajos de la preparatoria, preparar la clase de ética, hablarle de J.H., comer mañana con L.L., leer la nueva Letras libres, escribirle a la gente de McSweeneys para ver qué pasó con el nuevo número que todavía me deben, ver qué onda con el Ipod de Mariana --si se pueden o no pasar las canciones. Mandarle el texto a la Tempestad. Escribir el texto de la Tempestad. Tomar un café por la noche con Zagal, entregarle Las confesiones, pedirle de vuelta Fight Club, regresarle los libros que me prestó (leer los libros que me prestó). Escribirle a mis padres, preguntarles cómo les va. Hablarle a mi hermana el día de su cumpleaños. Hablarle a mis amigos, preguntarles cómo están. Levantarme temprano. Ordenar mi escritorio, lavar mi auto, recoger mi licencia de conducir, ver qué onda con lo de los impuestos, ver qué onda con lo de la beca, ver qué onda con lo del libro de cuentos. Hacer estas cosas con buena cara, evitando el tedio, ese delicado monstruo.

Thursday, September 28, 2006

No todo es a lo que me dedico, lecciones de Heidegger.

Me acabo de quitar el cinturón. Mi barriga ahora se siente liberada y se expande por encima de la cintura de mi pantalón. Me siento mucho mejor. Pero la cabeza todavía me duele, hace calor y sigo en la oficina. Y aunque me quité el cinturón y ya no experimento ese peso en el abdomen, todavía llevo pantalones demasiado señidos. Sin duda me hacen sentir sexy. Delinean muy bien mi figura --como esos jeans que venden en Samborns. Pero francamente a mí lo sexy me viene dando más o menos igual. Sobretodo si la línea de mis pantalones no puede hacer nada contra mi crónica pérdida de cabello, el dolor de cabeza o la angustia que me provoca el saberme un ser-para-la-muerte. Por lo demás, mi vida es auténtica.

Monday, September 25, 2006

Convergencia región 4


Caza de jabalí.


Mi perra Refu.


Accidente con jabalina.

Friday, September 22, 2006

Nadie quiere morir solo

Nadie quierer morir solo, ¿verdad? Porque tenemos habitaciones especiales para eso. ¿No? Última oportunidad, ¿nadie? ¿Seguros? Bien. Sigamos adelante. Lo que tienen enfrente de ustedes es una píldora de --sí señor Godínez, ¿qué pasa ahora? ¿Necesita ir al baño de nuevo? ¿Cómo? Ah. Ya. Claro. Pues mire-- ¡por favor, compañeros! ¡No hay pregunta peor que la que no se hace! ¡Orden! Bien. Pues mire señor Godínez, la particularidad de morir solo es precisamente que no habrá nadie más en la habitación. Sí, solo, solo. No, ni siquiera para sostenerle la mano. Solo. Ok. Aclarado. Perfecto. Ahora, volviendo a la píldora: la píldora que tienen en su kit es un comprimido de cianuro. Sólo tendrían que tragárselo. No, señor Godínez, nosotros proporcionamos el agua. No es una muerte agradable, pero es rápida y prácticamente infalible. También, como pueden observar, el kit incluye una navaja y --sí, señor Godínez, ¿qué pasa? Pues no, no sabría por qué alguien querría morir solo, pero nos gusta mantener las opciones abiertas. ¿Le contesta esto su pregunta? ¿Cómo? No, en realidad es una habitación bastante parecida a ésta, pero privada. No señor Godínez, no hay costo adicional ni ventaja alguna. ¿Privacidad? Supongo que podría considerarla una ventaja pero --mire, ¿quiere ir a probar y quitarse la duda? Porque tenemos poco tiempo y mucho que explicar.

Thursday, September 21, 2006

El arte como valor por sí mismo


En el The Believer de febrero de este año se publicó una entrevista con Peter Singer, filósofo (en la portada, el de la esquina inferior izquierda). Los argumentos utilizados por Singer para demostrar que no era moralmente justificable que la gente siguiera yendo al teatro mientras hubieran personas muriendo de hambre a menudo me resultaron --cuando la leí hace unos meses-- extremos.
Lo peor es que los argumentos que se me ocurren y que podrían ir en contra, al menos hasta ahora, sólo son de un carácter de sentido común. Como si este señor, Singer, fuera un necio. Un extremista, un hombre que dice amar a todos, un vegetariano (en algún momento de la entrevista se quejaba de que las personas educadas seguían comiendo carne de vaca). Un utilitarista. Pero me encantaría sospechar que hay algo más en sus afirmaciones, que la duda se comenzara a sembrar dentro de mí; que, en efecto, algo de sus palabras me convencieran para dejar de comprar libros caros --como los de la editorial Siruela o como de McSweeneys-- e irme a alimentar a niños desnutridos.
Recuerdo que leí la entrevista en Portugal. Estaba en la habitación del hostal que daba a una bella plaza. "Soy un consumista", pensé. "Esta revista que compré, donde leo las opiniones de Singer, este Believer, me costó ocho dólares. Si todo mundo diera ocho dólares de su salario, probablemente el mundo sería mejor", pensé, "pero si no se entera de que debe dar ocho dólares de su salario, no podrá darlos jamás. Pero no. Esto es un argumento de sentido común; debe haber otra cosa que se me escapa, algo de orden económico, tal vez; algo de lucha de clases o no sé, tal vez debería releer a Hegel".
Yo no sé cuál es la justificación para que exista el arte. Ignoro por qué Virgilio decidió no quemar su Eneida, aunque hubiera más de un argumento a favor. También ignoro por qué prefiero escribir en cuadernos de doce euros en lugar de utilizar los Scribe que se venden en Office Max a veinte o menos pesos. En ocasiones me niego a darle dinero a los mendigos sólo porque sí. Porque es mi dinero. Y para que esto me dañe moralmente, para que esto me haga sentir realmente mal, debo hacer un esfuerzo. Antes de que pudiera hacer algo al respecto, la manera en que ha sido organizado el mundo me ha conquistado. Ah, dulce, reconfortante apatía.

Tuesday, September 19, 2006

Ars longa

Me molesta descubrir que en ocasiones hablo sobre libros o autores que no he leído. Desde hace un tiempo he intentado hacer algo al respecto: hablar menos, leer más. No hace mucho me encontré sentado en el excusado, leyendo. Me hice creer que mi vida era miserable, que el tiempo no me rendía y que era una lástima pero debía reconocerlo: el único lugar donde podía leer a gusto era ahí, por las mañanas, antes de entrar a la regadera. Recordé al amigo de Roberto Bolaño, a Mario Santiago, quien leía incluso en la regadera ("Pero sólo leo poesía"). Hubo como una semana en que siempre llevaba libros de poesía en el tráfico. En periférico a las siete de la tarde, rumbo a Satélite, viene bien. Acelera, avanza medio metro, pisa freno, lee verso, acelera de nuevo.
Estoy leyendo, por vez primera, a Dostoievski. Me gusta. Pronto dejaré su Diario de un escritor para comenzar El idiota (la culpa de este orden es Dixon) y luego Los hermanos Karamazov. Me asusta saber que existen otras múltiples obras de este autor que no creo leer pronto y probablemente jamás --acabo de leer en internet, en una página que lleva el cursilísimo nombre de "El poder de la palabra", que su mejor obra es Crimen y castigo. Pero después de ver Crimen y castigo de Woody Allen, así como Match Point, siento que es como hablar más de lo mismo. ¿Es así? ¿Todos los libros son más de lo mismo? ¿Estamos, lectores del siglo XXI, condenados a experimentar lo mismo una y otra vez, como en un "retrasamiento" de Duchamp? ¿Por qué carajos se me antojan más las opiniones de los libros que los libros mismos? (Planeo leer pronto Tolstoi o Dostoievski, de Steiner). Por un lado es el terrible temor de convertirme en un ambulante manual de literatura y por otro es el vivir de pedazos y opiniones ajenas.
No hay manera. Para colmo, los libros que disfrutaba antes, ya no los disfruto.

Monday, September 18, 2006

Así suceden las cosas.

Recibes llamada.
Contestas llamada.
"¡Felicidades! ¡Has sido seleccionado!", dice la llamada, "Oprima 9 para ver opciones".
Oprimes 9.
"Buenas tardes, habla a Club Royal, ¿con quién tengo el gusto?"
"¿A dónde hablo?"
"A Club Royal, ¿cuál es su nombre?"
Nota: el tono de la persona que pregunta tu nombre deberá ser hiper mamón e hiper argentino.
"¿De qué es esta compañía?"
"¿Me puede dar su nombre?"
"¿Me puede decir de qué es ésta compañía?"
"No, no, no; mira, aquí tú no impones las reglas--"
Cuelgas.

Friday, September 15, 2006

La liberación de la pérdida

En esta actualización sólo diré una mentira. Estaba leyendo en la bitácora electrónica de Iván Thays (atiborrada de noticias literarias) una sardónica nota sobre J.K. Rowling, a quien nunca he leído. En ella, se relataba cómo fue que esta señora estuvo a punto de no subirse a un vuelo que iba de Nueva York a Londres pues no quería mandar con el equipaje el ejemplar del manuscrito del último libro de su conocido personaje, alegando que "Buena parte del texto fue escrito a mano y no había ninguna copia de lo que escribí durante mi estadía en Estados Unidos. Afortunadamente ellos me dejaron llevarlo, atado con elásticos".
Yo sólo he perdido manuscritos en dos ocasiones, una definitiva, otra temporal. No hace mucho mi computadora se volvió loca. Y pensé que lo había perdido todo. Mi novela, mis novelas iniciadas, mis cuentos, mis fotografías de Refu. Todo. Pero después de un retiro en un sanatorio suizo, de fármacos y terapias de alto impacto, mi computadora retomó su sano juicio y pude recuperar todos mis documentos --excepto aquella novela que llevaba ya como quinientas páginas. Esto fue una especie de alivio, pues no veía para cuándo terminaría aquello o si sería algo bueno que lo terminara (toda estaba armada de la siguiente manera: "Esta es la primera línea de la novela. Esta es la segunda línea de la novela. Esta es la tercera frase de la novela y le sigue la cuarta. A esta línea, la cuarta, la seguirá la quinta. En esta quinta línea ya ven más o menos a dónde voy con todo esto. Sexta línea. Séptima.") Aunque probablemente podría reproducir las quininentas o más cuartillas, creo que esa pérdida ha sido uno de los eventos más liberadores de mi vida --algo así como al personaje de Chabon, el Prfs. Tripp, quien pierde el manuscrito no guardado de su novela de más de mil páginas. "I just couldn't stop", se lamentaba.
Así que pienso en mi amigo Julián Zárate, que quemó su diario. Pienso en la segunda parte de Almas muertas, incineradas. En el obseso de Rulfo y sus dos libros. En todos los libros no escritos que Vila Matas se lamentó de no introducir a su Bartleby y compañía. Podría seguir por ahí, pero preferiría no hacerlo. Así que para finalizar sólo recordaré a Chautebriand, quien llevaba el manuscrito de su Atala y de su recién terminado viaje a América envuelto en sus camisas cuando, de vuelta a Europa, se adjuntó al ejército bretón de los Príncipes. El peso de estos manuscritos, añadido al de sus camisas, su capote, su cantimplora de hojalata, su frasco recubierto de mimbre y su Homero, lo hacían escupir sangre:
"La Providencia vino en mi ayuda", escribió más tarde, "una noche, tras haberme acostado en un pajar, no encontré mis camisas en la mochila cuando desperté; había dejado los papelotes. Bendije a Dios: este contratiempo, asegurando mi gloria, me salvó la vida, pues las sesenta libras de peso que portaban mis hombros habrían acabado por causarme mal de pecho".
¿No les recuerda esto a Will, el personaje creado por Eggers para su You shall know our velocity? Quitó las primeras y últimas páginas de su biografía de Churchill, preparándose para su viaje alrededor del mundo, pues abultaban demasiado su mochila. Me pregunto si no nos sentiríamos todos, la humanidad, increíblemente liberados cuando las bibliotecas y los archivos electrónicos ardan.

Thursday, September 14, 2006

Arte

Hola. Mi nombre es Guillermo Íñigo Núñez Jáuregui. Desde hace algunos meses he estado escribiendo algunas cosas en este espacio: disertaciones sobre mi perra, sobre mi vida cotidiana, listas de cosas, reseñas de algunos cuantos libros y algunas cuantas películas y algunas cuantas obras de arte. Hoy quiero hablarles de Arthur Danto y su lectura de la obra estética de Hegel. Según Danto la historia del arte es teleológica. En esto, y en el carácter de necesidad, siguel a Hegel; no tanto en los principios metafísicos, en la concepción de belleza ni en la esquematización de las artes. A mí me gusta la lectura que hace Danto de Hegel, pero no estoy de acuerdo en que el arte y sus "procesos" o cambios de estilo o de escuelas sean necesarios. Gracias por su atención.

Wednesday, September 13, 2006

Lista

Música que llevo conmigo en el reproductor de compactos del automóvil y que sirve como una especie de retrato hablado:

1. From a Basement on the Hill, Elliot Smith.
2. Riot Act, Pearl Jam.
3. Eraser, Thom Yorke.
4. The Life Aquatic Studio Sessions Featuring Seu Jorge.
5. Bloc Party.
6. Pearl Jam, Pearl Jam (2006).

En realidad sólo escucho el 3 y el 4.

Monday, September 11, 2006

Ante el dolor del otro


To convert this experience into metaphor, into symbolic gesture, feels almost offensive when we are still pressed by such an urgent reality that is ongoing and uncontainable by words. [...] So if art cannot contain or describe this event, and if for now the suffering is too keen to be alleviated by parable, they can at least revert to this social function. As time goes on, this will all pass away into memory, into a story with a beginning and a middle and finally an end.
John Hodgman, En un lectura literaria del 9/25/01

En conversación con el fotógrafo Joel Meyerowitz, cuya serie Looking South fue una de las primeras en contener imágenes premonitorias y explicativas a los atentados del Septiembre 11 en Estados Unidos hace unos años, Lawrence Weschler hace notar que al menos la fotografía que está arriba tiene importantes resonancias con View of Delft, de Vermeer (pintura de 1658). La fotografía de Meyerowitz, tomada a mediados de los ochenta, toma un cariz expuesto en la serie --en la que, entre otras cosas, se introduce el mismo horizonte pero con importantes diferencias (sin el WTC)-- casi preventivo. View of Delft, en cambio, se realizó unos meses después de que la armoría de la ciudad (que se encontraba en el "hueco" donde la luz sobresale en el río) explotara. Como estaban en tiempos de guerra, la armoría estaba abastecida hasta el tope de explosivos y pólvora --entre las personas que murieron se encontró Carel Fabritius, uno de los pintores más importantes de la generación previa a la de Vermeer.
Para más convergencias de este tipo compren Everything that rises, de Weschler.
En la Letras Libres de este mes, Fernanda Solórzano realizó una buena reseña de la película de Oliver Stone que trata sobre las horas y vidas de los dos últimos sobrevivientes que fueron rescatados de los escombros de los atentados. Sin embargo, hubo algo en esta reseña que me movió una fibra, a saber, su afirmación sobre cómo cualquier película que tuviera que ver con el 9/11 es siempre mucho más que una simple película. Pensé de inmediato en las películas sobre la Segunda Guerra Mundial, las múltiples películas sobre el Holocausto, que siempre me parecieron sólo películas. No sé qué decir sobre esto, sobre la estética del dolor y los acontecimientos que nos superan, sobre las críticas probablemente infundadas a Baudrillard y, también, a su libro Tower Inferno (¿recuerdan esa película de los setentas sobre desastres?)
Hasta parece que quiero decir algo.

Friday, September 08, 2006

¡Al farol!

Advierto que esta actualización está hecha un poco a la medida de los chistes internos que se trafican entre algunos de mis amigos. Advierto también que en él se hace referencia a un libro enorme, Memorias de Ultratumba, de Chautebriand, específicamente al Libro Quinto, capítulo 13, en el que se narra una de las Sesiones de la Asamblea Nacional y algo sobre Robespierre. Cuenta François que en una de estas sesiones, que tal y como la recuerda se asemejan mucho a las de la Cámara de Diputados, que se encontraba en el bando de los Realistas (que obviamente no se trataba de lo que yo imagino se trataba, pero disfruto mucho más pensando que se trataba lo que yo pensaba se trataba) y total que escuchó a uno de los diputados Realistas, Mirabeu --el mayor, no el joven; el joven estaba muy ocupado agarrando a uno de los diputados adversarios por la solapa-- gritar: "¡Callen las treinta voces!"
Aquí vienen los chistes hechos a la medida de mis amigos, que escuche quien tenga oídos:
Chautebriand se encontraba detrás de un noble delfinés, de rostro atezado, pequeño de estatura, que, furioso, le decía a sus amigos: "Caigamos, espada en mano, sobre esos muertos de hambre." Los oponentes de los Realistas, al escucharlo, rabiosas --Chautebriand dice que traían espuma en la boca y estaban muy enojadas-- gritaron: ¡Al farol!
Memorias de Ultratumba es uno de esos libros que te obligan a ir y venir a las notas y apéndices que se encuentran al final del libro. La nota veinte del libro quince explica: “Es decir, a la horca (mettre à la lanterne). De un estribillo de tiempos de la Revolución «Ah ça ira, ça ira, ça ira, les aristocrates à la lanterne.» Casi como si gritaran ¡A la hoguera! en Versalles, con tono fangcés.
Qué mamón, ¿no?