Tuesday, December 21, 2010

Cierta sabiduría en Valéry

Después de algunos asaltos infructuosos, no renuncies, no insistas. Pero guarda ese problema en las bodegas de tu mente, donde irá mejorando. Cambiad, ambos.

Del cuaderno de 1905 de P.V. Sin título, III, 779.

Monday, December 20, 2010

No me gustaría vivir en...

1. Cumbres del maltrato.
2. Agua hedionda.
3. Ciudad Juárez.

Thursday, December 16, 2010

Leyendo


En lugar de volver a The Possessed de Batuman o a Los demonios (o Los poseídos) de Dostoievski, empecé a leer la segunda novela de Stephen King -alguien me había dicho que era mejor que el King posterior, juicio que tomaba en cuenta, románticamente, que cuando escribió esta novela, King aún bebía (el escritor-protagonista de la novela, Ben Mears, bebe bastante).
Y es curioso que mi cabeza haya elegido esto para descansar de libros sobre ideas obsesionantes (el libro de Batuman lidia sobre la gente que está, de algún modo, obsesionada con la literatura rusa mientras que el libro de Dostoievski trata sobre el modo en que una idea puede convertirse en una herida constante, en una ideología -y de ahí, creo, que von Doderer haya elegido el mismo título para su Los demonios-) pues, descubro que el pueblo ficticio que le da nombre a la novela, Jerusalme's Lot, obtuvo su nombre en este universo de un "evento prosaico": una de las puercas de un granjero, Jerusalem, se escapó de su corral y corrió al bosque, donde se volvió loca y mala: "Jerusalem broke out of her pen one day at feeding time, escaped into the nearby woods, and went wild and mean".
Dostoievski usa lo siguiente del Evangelio según San Lucas (8, 32-37) como epígrafe de Los demonios:

"Y había allí un hato de muchos puercos que pacían en el monte; y le rogaron que los dejase entrar en ellos; y los dejó. Y salidos los demonios del hombre, entraron en los puercos; y el hato se arrojó de un despeñadero en el lago y ahogóse. Y los pastores, como vieron lo que había acontecido, huyeron, y yendo dieron aviso en la ciudad y por las heredades. Y salieron a ver lo que había acontecido; y vinieron a Jesús, y hallaron sentado al hombre de quien habían salido los demonios, vestido y en su juicio a los pies de Jesús; y tuvieron miedo".

Aún me encuentro en la primera parte del libro dedicada a la casa Marsten (The Marsten House), que se erige, poderosa, sobre el pueblo, como El Castillo de Kafka, como una idea a la que se vuelve una y otra vez. Y es en el antepenúltimo capítulo de esta primera parte donde Ben, el escritor protagonista, le explica a su querida Susan de qué trata el libro que está escribiendo y por el cual ha regresado a 'Salem's Lot: trata sobre la casa Marsten y su antiguo ocupante, un hombre maligno y que estuvo, o no, asociado a la desaparición de varios niños durante el tiempo en que vivió en esa casa. Y ahora que Ben ha regresado a 'Salem's Lot, los niños han comenzado a desparecer -y la casa Marsten está ocupada de nuevo, por un par de curiosos (aunque, bueno, obvios; es una novela sobre vampiros, finalmente) personajes. Pero al menos aquí King hace algo interesante pues sugiere la posibilidad de un horror que no tiene explicaciones sobrenaturales. Un horror real:

"Now what, Ben?"
"Now it's occupied!" he burst out, and beat a fist into his palm. "I'm not in control of the situation. A little boy has disappeared and I don't know what to make of it. It could have nothing to do with that house, but... I don't believe it". The last four words came out in measured lengths.
"Ghosts? Spirits?"
"Not necessarily. Maybe just some harmless guy who admired the house when he was a kid and bought it and became... possessed."
"Do you know something about-" she began, alarmed.
"The new tenant? No. I'm just guessing. But if it is the house, I'd almost rather it was possession than something else."
"What?"
He said simply, "Perhaps it's called another evil man."

***

Y pues le dejo a alguien más la tarea de si hay algo interesante en esto que pueda o no relacionarse con la idea de la mímesis y El Chivo Expiatorio de Girard y el asunto de la piara de puercos porque a nada de eso le sé. Igual y luego.

Sunday, December 12, 2010

Compré libros

Ayer fui a esto, a ver qué encontraba de libros. Compré la segunda edición -corregida y aumentada- de la recopilación de artículos, crónicas y demás que escribió Fogwill a lo largo de varios años, Los libros de la guerra, y que trajo Mansalva en una edición no muy barata. También, como no la tenía y no la he leído, compré Los pichiciegos, en edición de Periférica y que acá distribuye Sexto Piso. Estas dos compras son muy tristes porque en realidad no las hice para mí y debo entregárselas pronto a su dueña. Y es doblemente triste pues ahora me obliga a la penosa tarea de leer ambos libros antes de entregárselos. Ya empecé. Aquí un pedazo "La filosofía: un destino menor" (1995) de Fogwill:

"Lo admiraba tanto, y tan poco temía su ineludible censura que una noche me atreví a preguntarle si éramos apolíneos o dionisíacos y él respondió que esa era la pregunta típica de un boludo, y que si en verdad a alguien le interesaba la filosofía, tenía que preguntarse cómo hacer para no conventirse* [sic.] en un chancho burgués, y poner especial cuidado en no volverse puto".

*De su nota a la segunda edición: "En cuanto a las erratas, si las hay, van por cuenta de la editorial Mansalva".

También le di un vistazo a las cosas que trajo Eloísa Cartonera y fue bueno porque encontré una edición (comprensiblemente) barata de La máquina de pensar en Gladis, el primer libro de cuentos de Levrero. Más sobre esto: aquí y acá. La verdad es que la mayor parte de mi dinerito se me fue en los Fogwill pero al menos pude encontrar tres libros de Bellatin -y a Bellatin- que no había leído porque no había encontrado -le dije que no los había leído, me dijo "¿Pero cómo? Bueno, un poco ese es el punto" y pues, ya aquí están. La portada de Salón de belleza, La novia desnudada por sus solteros... así y Shiki Nagaoka: una nariz de ficción. Además del título, en la portada viene una estampa que reza "Los cien mil libros de Bellatin".


Y en la contraportada una huella digital y el número de libro.

Al interior la separación de párrafos está indicada por un calderón: son libros pequeños y relativamente baratos (50 pesos, al menos en la feria). En otras noticias, me quedé con ganas de comprar libros de Ditoria y Alias. Pero si algo he aprendido en esta vida es que no todo lo que uno quiere se puede y que uno, además, debe cuidar el dinero, pues el tiempo pasa y la vejez es canija.

Thursday, December 09, 2010

Alegrías de invierno

De Diario de un escritor de Dostoievski:

Me parece como si toda la gente estuviera vagueando en su casa triste y aburrida, uno se consuela contando chismes, otro festeja el día riñendo con su esposa, otro se pone a trabajar con un documento de oficina, alguien duerme después de la partida nocturna de préférence y se despierta después para otra partida, otro, enojado, se prepara un café en su rincón solitario, café que siempre hace la cocinera, y se duerme enseguida con el ruido del agua hirviendo en la cafetera. Creo que a los transeúntes, fuera, no les interesan ni las fiestas, ni las aficiones sociales, ni que le moje la lluvia, ni tampoco la preocupación de tener después los huesos doloridos, ya sea desde un muzhik barbudo que está mejor bajo la luvia que con sol, hasta un señor con su abrigo de castor que salió de su casa en este tiempo tan húmedo y tan frío puede que únicamente para ingresar su dinero en el banco. En una palabra: ¡Esto no está bien, señores!

Por si les interesa saber...

...qué leí en 2010, vayan acá.

Leo Retrato de mi cuerpo de Lopate

Y en su texto donde habla sobre la imposibilidad de crear una amistad entre desiguales (su texto sobre Barthelme), escribe:

Quizá los alcohólicos siempre se sientan defraudados por los no alcohólicos; quizá siempre posean la certidumbre de que, sin importar lo receptivo que un no alcohólico pueda mostrarse, nunca entenderá el quid de la cuestión. Eso era, de modo palmario, lo que ocurría conmigo: no lo comprendía. Sé que Donald reprobaba que yo no bebiera -o que no bebiera lo suficiente.

Leo Los demonios de Dostoievski

Y dice:

Lo cierto es que, en efecto, nuestro amigo había contraído harto malos hábitos, sobre todo en estos últimos tiempos. Se había echado a perder rápida y visiblemente, y era verdad que andaba desaliñado. Bebía más, se había vuelto más llorón y débil de nervios a la vez que sensible en demasía a todo lo exquisito. Su rostro adquirió la extraña facultad de alterarse con inusitada rapidez; pasaba, por ejemplo, de la expresión más exaltada a la más ridícula y aun estúpida. No podía aguantar la soledad y ansiaba continuamente que le entretuvieran. Era absolutamente imprescindible contarle algún chisme, algún incidente de la ciudad, y que fuera nuevo cada día. Si pasaba algún tiempo sin que se le fuera a ver, deambulaba tristemente por las habitaciones, se acercaba a la ventana, se mordía abstraído los labios, suspiraba hondamente y acababa casi gimoteando. Tenía presentimientos, sentía miedo de algo inesperado e inevitable, se volvió asustadizo y empezó a prestar cuidadosa atención a los sueños.

Tuesday, December 07, 2010

Conversación con Nicolás Cabral

Nicolás, han pasado cerca de dos años desde la última vez que hicimos algo así, conversar por MSN para que luego yo pueda subirlo a mi blog. Y encuentro difícil iniciar. Creo que me da miedo aburrirme.

Si partimos de ahí, de tu hastío, será difícil llegar a alguna parte. Como te dije hace rato, me asomé a tu blog y encontré un tono peligrosamente cercano al Meursault de El extranjero o el Roquentin de La náusea.

Ahora me doy cuenta de que en realidad no hice una pregunta. Pero, ¿tú no crees, como Levrero, que del aburrimiento nacen impulsos correctos?

Sí, seguro. Pero también incorrectos. Es importante aburrirse, porque significa que uno no ha sucumbido a la cultura espectacular. Sin embargo, ¡cuidado! Pues el hastío y la melancolía son enemigos de la acción. En suma, ¡atención!

Estar alertas. Poner signos de admiración. El entretenimiento como una respuesta inadecuada a la tristeza. Nicolás, acabo de sorprenderme huyendo del humorismo del cual hicimos gala en conversaciones pasadas. ¿Qué está pasando?

Tristemente, hemos envejecido. Piensa en aquellos tiempos, nos mirábamos con sospecha por encima de un murete. Hoy, mientras reptamos por el piso de la oficina con nuestros iPads, la sospecha ha mutado en rencor. Y del rencor no nace la risa.

[Ríen en voz alta.]

¿Y ahora? Hemos sobrevivido al tedio, a la guerra, al humor y no nos queda nada más.

Como sabes, he trabajado en disciplinar los cuerpos y las mentes de la redacción. Pero al parecer mis métodos no son los adecuados. Esta mañana puse en los altavoces "The Robots" de Kraftwerk, como un principio de orden. Creo que viraré hacia Laibach.

¿Qué escuchamos? No es Laibach, eso.

No, es Alban Berg. Una dosis perfecta de dodecafonismo y cabaret. Volveré a Kurt Weill, más tarde. Música para el fin de los tiempos. Oye, pero ¿habrá esta vez una imagen de mí ocultando el rostro?

¿Sabes qué puedo poner? La imagen del corcho con sombras. La que usaste para aquella magnífica presentación de Pecha Kucha.



Me recuerdas ese momento cumbre de mi existencia, hace apenas unos días. Recuerdo que un perro recorría el Covadonga y yo pensaba que era el ser más sensato del lugar.

Creo que hablar de ello sería dar pie a la risa fácil, como patear al caído. Y ya ves que ando de puntillas ahora con el sarcasmo, la ironía y la risa que esconde lamentos desesperados.

Como esta conversación es pública, no divulgaré lo que me has dicho en nuestras sesiones terapéuticas. Sé que no estoy al nivel de Heriberto Yépez, pues aún no recibo instrucción chamánica, pero pienso que las dosis de terror comunista que te he brindado han tenido, por momentos, un efecto vivificante en tu ánimo.

Yo también tuve la tentación de hablar sobre mis tribulaciones existenciales, pero creo, dicho sea de paso, que exageras respecto a tu labor terapéutica. Estaba pensando, sin embargo, que entre las muchas cosas que están pasando sería buena idea hablar sobre El Talento García, que pronto se unirá a nuestras filas.

Bueno, no quiero darle falsas esperanzas. No quiero que piense que aquí se puede ser feliz, que habrá una vida después de la oficina. No la habrá. Habrá trabajo, disciplina. El comunismo vencerá.

Creo que ya está un poco al tanto de la carga de trabajo que se le vendrá encima. Le dije que haría público su apodo, ¿sabes? Le dije que todos los nuevos integrantes de la redacción entraban con un apodo, también. Le pinté –ahora me doy cuenta que, sin saberlo, estoy bien entrenado– un panorama lleno de ritos iniciáticos donde las almas se forjan con hierro.

Supongo que quieres hablar de tu primer día aquí. El día que, entusiasmado porque había llegado la hora de la comida, todos te dijimos que teníamos compromisos y te abandonamos. Comiste solo, por ahí. Me parece que recibiste una lección.

Así fue, Nicolás. Ahora, viendo hacia el pasado, debo decir que aprendí algo ese día. Y lo que aprendí fue: No valgo nada. No soy nada. No tengo nada.

Pero tienes todos los sueños del mundo, como Pessoa, como cualquier hijo de vecino. ¿Sabes? Vila-Matas imita "La tabaquería" de Pessoa en el inicio de Bartleby y compañía. Dice que es jorobado, que su mujer lo abandonó, etcétera, pero que por lo demás es feliz.

Yo también soy feliz. A pesar de mi joroba.

A veces te miro a la distancia, cargando esa protuberancia, y te compadezco. Luego me digo: A pesar de todo, puede reír, puede gozar. Me convencí de que eres un jorobado con suerte.

Estoy llorando de alegría.

Espera, comenzó una ópera en mi iTunes, buscaré otra cosa, no sé si el lirismo es adecuado ahora.

Apenas ayer Lorena –que tengo aquí enfrente– me preguntó por qué hacía caras como Cuasimodo. Noté cierta falta de tacto pero, pensé, también, ¿qué puedo yo pedir? Creo que disminuirse ayuda, en esta vida. Creo, también, que es precisamente a lo que se refiere la gente cuando dice "tomarse las cosas con filosofía".

Hay que tener cuidado con lo que se dice. Creo que Lorena simplemente encontró el modo de decir: Me incomoda tener como compañero de trabajo a un jorobado. Le sobró tacto, si lo piensas. Por otro lado, hubo tiempos peores, Memo. Ya sabes, Esparta.

Es verdad, es una persona con tacto, Lorena, a diferencia de la gente que, en general, es bastante idiota. Yo a veces lo soy –apenas hace unos días tuve que ir de nuevo al sastre pues olvidé comprar un traje en el cual cupiera mi jiba. Pero no quiero entrar ahora en las bondades, o no, de ser bueno, idiota, inteligente o malvado. Quiero, en lugar de eso, preguntarte: ¿sientes que esta conversación es similar a la que sostuviste con Groys, con Piglia?

Bueno, es distinto. En principio, porque ellos no estaban al otro lado del muro. Si lo piensas, el muro del que hablo no es nada comparado con el otro, el que nos separa de la barbarie. Creo que poner a Zappa me ha hecho delirar.

Creí que pondrías Laibach. A veces me pregunto si mi joroba no será como la máquina de escribir que Cronenberg presentó en su adaptación de The Naked Lunch, que segregaba sustancias que provocaban placer.

Me parece una deriva delicada en la conversación, Memo. Eso de las sustancias y el goce. Mi pudor me impide imaginar tus prácticas obscenas, vinculadas a la malformación.

Sólo sudo, en realidad. Pero ¿te imaginas? ¿Que yo fuera como un sapo que secreta sustancias que hacen de este espacio uno creativo? ¡¿Lo imaginas?!

¿Por qué no hablamos mal de alguien? Hay tanta existencia indigna en este país. ¿Por dónde empezamos? ¿Krauze, Aguilar Camín, algún bufón televisivo, bufones de la prensa escrita?

Me gusta aquello que dice Lem en El hospital de la transfiguración, donde señala que los manicomios reúnen un destilado de la humanidad, con sus malformaciones psíquicas, jorobas anímicas. Creo que eso ya no se encuentra, necesariamente, en los manicomios sino en los medios de comunicación. La crema y nata de lo más bajo de nuestras almas. Así los líderes de opinión.

Te asiste la razón. Y cuando uno lo sabe, se vuelve invulnerable. ¿Recuerdas? Llamémosles Alva y Pata. Llevaban tantos minutos lamiendo las partes nobles del último Nobel que se quedaron sin saliva. Entonces, ensuciaron mi nombre al ponerlo en sus bocas. Y, sin embargo, fue hermoso.

Ay, Nicolás, veo que tú también llevas una especie de joroba a cuestas. Recuerda que "del rencor no nace la risa". Mantengamos esto en términos generales. Hablemos por ejemplo de ese curioso oxímoron que es la expresión "líder de opinión". ¿Se puede ser un líder realmente cuando sólo se tiene opinión? ¿No sería mejor aspirar a tener líderes con certezas?

No es rencor, Memo. Fernando Vallejo le ha dado un buen nombre, "odio ecuménico". Pero tienes razón, pasemos a otra cosa, no sin antes decir lo que sigue: incluso una joroba es mejor que una papada con vida propia. Dicho esto, un guiño para ti, jorobado amigo, es verdad que uno de los aspectos más desagradables del mundo contemporáneo es el reino de la opinión. Debería bastar con ver a Carlos Marín o a Joaquín López Dóriga en la televisión para tener la certidumbre de que una bomba en Televisa sería un acto a favor de la dignidad de la especie. Si se añade otra en Tv Azteca, tendríamos a un país no mejor, pero sí menos indigno.

Igual y bastaría con señalar que un líder de opinión sólo es eso. Sería bueno que la gente pusiera la atención en otros lados. Creo, sin embargo, que a fuerza de descalabros todos ya estamos apuntando –aunque sea con la cola entre las patas– a ellos.

[Una pausa.]

Perdona, me llamaron al teléfono. Como ves, soy un hombre ocupado.

Descubro eso, que las ocupaciones, a veces, te asaltan. ¿Te gusta el sistema de sonido que instalé en la oficina? Conseguí esos viejos altavoces de forma cónica. Es importante para el toque decorativo totalitario del lugar de trabajo. En breve pondré discursos de Mao, tal vez el musicalizado por Peter Ablinger. ¿Fuiste ayer a tus clases de mandarín?

No, pero me compré una bolsa de mandarinas. Quizá sea buena idea estudiar mandarín, ahora que los chinos dominen al mundo será útil conocer el idioma de nuestros amos.

Sí. El otro día recibí un mail de la oficina de Taipéi en México. Me puse nervioso, pues no sabía si el Comité Central del PC chino me estaba poniendo a prueba. De cualquier modo, mi respuesta fue la debida: En este lugar no dialogamos con representantes de la isla rebelde.

Oye, no he estado leyendo periódicos y no me he enterado. ¿Siguen las Coreas ahí?

Lo ignoro. Pienso que un día de estos aparecerá El Huésped y acabará con las tensiones, comiendo a su antojo lo mismo a nor que a surcoreanos.

Bueno, basta. Yo debo trabajar. Serás el jefe, el gran líder, te rendimos pleitesía, pero el deber está en otra parte.

Esto era una prueba, la has superado. Te espero el domingo en Chapultepec, en la presentación del coro de pioneros.

[Rompen filas.]

Monday, December 06, 2010

Lunes.

Despertar, prender el calentador, lavarse los dientes, etcétera. Bañarse. Desayunar. Etcétera. Hacer la cama, ir al trabajo, ocuparse de pendientes, etcétera. Pensar en lo poco que uno lee. Escribir "etcétera" como un modo de evadir responsabilidades y reflexiones. Evitar con un etcétera la posibilidad de relatar que uno después de bañarse y lavarse los dientes y antes de partir al trabajo ha partido en gajos una pera, se ha servido un tazón de cereal y se ha servido un jugo y se lo ha bebido y ha licuado un plátano con leche y también se lo ha bebido. Y más tarde entonces, después de esas pequeñas acciones que conforman el día a día, es cuando me dirijo al trabajo para enfrentarme a la rutina y lo cotidiano, a la acumulación de tareas que cobran sentido sólo en el momento pero que con tanta facilidad decido, horas más tarde, descartarlas y reducirlas al mínimo, como si, en efecto, no importaran. ¿Cómo pueden ser las cosas tan cambiantes? ¿Por qué son así, enfrentándose al principio de contradicción? Un momento importantes, un momento no. Un momento escribirle a un conocido para mandarle un texto que se le debía y en el cual se invirtieron unas buenas dos horas para más tarde sólo tildar el texto -en el cual se resumió un año de mi vida- de un pendiente. Etcétera. Salgo del trabajo, me dirijo al supermercado. No. Salgo del trabajo y desciendo del quinto piso, donde laboro, en compañía de mi jefe e intercambiamos algunas frases sobre esto y aquello y ahora lo he olvidado pero en el elevador y en la calle a esto y aquello le presté atención. De tal modo que ya está. Más tarde, en el tiempo, diré algo así como: y bueno, escribí en mi blog, llegando del trabajo, después de haber ordenado el refrigerador, de haberme preparado la cena y de haber visto el último capítulo de la primera temporada de The Walking Dead y qué curioso el otro día que en Twitter escribí "The Working Dead" como si hiciera referencia al mismo tiempo a mis horas laborales y a esa muerte en vida a la que tanto miedo le tenemos, nosotros, los no entretenidos, los dispersos, los hartos, las pequeñas almas que van dando tumbos de una decisión a otra envueltas en una decisión mayor, trabajar, servir para algo.
Escribir en el blog. Pensar en lo frías que están las manos. Lavarse los dientes. Ponerse la pijama. Destender la cama que nunca nadie ve destendida ni tendida excepto yo. Abrir un libro. Otro libro. Leer. Apagar las luces. Esperar.

Friday, December 03, 2010

Thursday, December 02, 2010

Convergencia


Arriba: Sammlung Stegemann (2007) de Thomas Kratz. Abajo: Venere degli stracci (Lumpen-Venus) (1967) de Michelangelo Pistoletto. Vía vvork.