Tuesday, November 28, 2006

Fashion victim

Sé que fue muy sangrón de mi parte comprar Against the day. Sobretodo porque jamás he leído nada de Pynchon. Creo que leí un poco de las hojas iniciales de V. y le di una hojeada a ese otro, el del arcoiris y la gravedad, no me sé el título. Supongo que me justifica el hecho de que los libros, libros son, y que he leído lo suficiente de Don Delillo como para decir que me gusta --y como son de la misma generación, pues, no sé, tal vez eso sea suficiente, al menos para los retorcidos criterios que exige mi cabeza. Pero creo que debo confesar que la razón principal por la que compré Against the day es que es un libro enorme, ilegible y que es algo así como la nueva vieja del salón. Un poco las mismas razones que me llevaron a comprar The infinite jest (que, obviamente, no he terminado), otro tabicón.
Algún día estos libros me serán útiles. Algún día los leeré. Y veré que tenía razón en comportarme como roedor almacenador. Por otro lado, probablemente me atropellen al salir del trabajo.

Para mantenerlos al tanto

El café del día de hoy, a las 16: 22, en la facultad de filosofía, está un poco aguado. En ningún día se asemeja al excelente café con canelita que sirven en mi casa, más o menos por esta misma hora, pero hay días en los que llena mi corazón y alma de manera tan gratificante como una sonrisa amiga, un lenguetazo de perro o un libro nuevo.

Pero no hoy.

No hoy.

Sunday, November 26, 2006

Wednesday, November 22, 2006

Convergencia (me esfuerzo)



Arriba, una de las múltiples versiones del martirio de San Sebastián de las que Bataille se aprovechó para escribir sobre el erotismo. Hay una más bella del Greco, pero no encontré ninguna en la que las flechas se vean tan bien. Abajo, una playera de, ejem, McSweeneys que reproduce una pinturita de Marcel Dzama. En realidad no posee titulito, esta pinturita, pero lleva la frase: "Hold Still", que es muy chistosa.

Tuesday, November 21, 2006

Cierta sabiduría en Wittgenstein

Puedo aceptar tanto:

~Px → Px

como:

~Px → ~Px

Siempre y cuando O pueda responder al sustentante del PNC (D). Donde ~Px → ~Px es pura mamada.

Sobre los grados de la perfección

Al respecto de la cuarta prueba sobre la existencia del estacionado perfecto, debo decir que la comprobé hoy. Existe el estacionado con el que uno debe medir todos sus estacionados. Lo llevé a cabo hace unos momentos, al llegar al trabajo. No hay manera de que ustedes me crean, pero vi el lugar, apenas y cabía mi automóvil, y con sólo dos movimientos entré al espacio. Además, lo hice como si no me hubiera costado trabajo y sólo hasta que apagué el motor me di cuenta de lo que había hecho: me había estacionado de manera perfecta, casi sin pensarlo, probando que es posible hacerlo en esta ciudad, a pesar de las distracciones y las prisas, de lo que diga la gente, del ángulo de entrada o el nivel de dificultad. Fue en reversa. No miré siquiera el retrovisor. Estoy exagerando. Pero sé que en el fondo experimentaré una cierta desazón, pues difícilmente esto podrá repertirse, no digo ya en mi vida, sino en el universo. No hay manera de que algo tan perfecto, como la belleza de Helena, pueda suceder por segunda vez. En ocasiones, realmente me sorprendo a mí mismo. No quiero decir que lo hago en el sentido de que en ocasiones salgo de entre las sombras, en mi ajuar de ninja, para darme un karate chop en la nuca. Quiero decirlo en ese otro sentido que ustedes ya conocen también.

Listas

Libros que no he comprado en Gandhi, desde que dije que no compraría más libros en Gandhi:

1. In Cold Blood, Capote.
2. The melancholy death of Oyster boy & other Stories, Burton.
3. Educar a los topos, Fadanelli.
4. La imagen pornográfica y otras perversiones ópticas, Gubern.

Libros que he comprado en Gandhi, desde que dije que no compraría más libros en Gandhi:
1. Diarios, de Kafka.
2. Viajes con Herodoto, Kapuscinsky.

Libros que me han regalado amigos, en este tiempo:
1. The future dictionary of America, (varios --¡gracias Rogelio!)
2. Cosmos, Gombrowicz (¡gracias David!).

Libros que he terminado de este inventario:

Por favor.

Friday, November 17, 2006

Cuaderno Salmón 2.

Ya deberían poder ir y tomar esos cien pesos que les sobró del gasto para comprar el nuevo número de Cuaderno Salmón. A continuación, el índice: 1. El jardín de los ciegos, de Fadanelli. 2. Poemas de Miyó Vestrini. 3. El último signo, de Rivera Garza. 4. Exteriorización de la muerte de José Kozer. 5. Sobre los tipos que no se usaron en esta edición, de Jonathan Safran Foer. 6. Poemas, de Ángel Ortuño y 7. Lobos muertos, de Rafael Courtouisie. Además: Una entrevista con Alejandro Rossi, por Humberto Beck. Y también: una entrevista con Josefina Vicens, por un González Dueñas y un Toledo. ¿Más? Un gran, gran texto de Pierre Michon que lleva el título de: Tres nombres de animales para W.B. Una reflexión de Eduardo Espina. Un ensayo de Benjamin Kunkel sobre Coetzee (en el crédito verán que yo traduje este texto del inglés, pero en realidad la hizo un grupo de seis manos, seis ojos y tres cerebros). Un ensayo de Josu Landa sobre Vestrini. Y un "Elogio de la delicadeza", de Graciel Speranza. Se reseñan algunos libros: El libro vacío, de Vicens. También La duración de los empeños simples de Sada. Erdera, de Gerardo Deniz. El cazador de cabezas, de Ortuño. La historia de amor, de Nicole Krauss. Y Tan fuerte, tan cerca, de Safran Foer. En la rebeba hay un texto más de Josefina Vicens, uno de Mauricio Montiel Figueiras, uno de Julio Trujillo, uno de Geney Beltrán, uno de Bernardo Esquinca, un Zagal, y uno de la redacción. Mario Bellatín cierra el número con su epitafio. Y todo, todo, todo, está ilustrado por el trabajo de Amorales, como la parvada que levanta el vuelo, tal vez atemorizada, que ven abajo.


Tuesday, November 14, 2006

Convergencia (hice lo que pude)



Arriba, la última fotografía de un coro cubano, a fines de 1960, a cargo del entonces Arzobispo de La Habana Monseñor Evelio Díaz. Abajo, un grupo de trabajadores parisiense durante una protesta de, creo, 1913 (subirían las horas de trabajo a ocho). El grupo se encargaba de propagar la voz (afuera del metro).

Quiero esta playera


Esos locos de McSweeneys sacaron una nueva serie de playeras (que se añade a sus reproducciones de Marcel Dzama y a las que celebraban la aparición de la serie "Baby, be of use", así como las impresiones de galeones españoles y tantas otras). En el catálogo en línea, a este modelo, que obviamente necesito para poder sobrevivirme a mí mismo, le acompañan estas preguntas:
What if a flock of crazed birds joined together to form one massive uber-bird? What if that bird set its sights on three unsuspecting girls? What if we put that image on a shirt? What if, indeed.
Está barata. Viene Navidad. Sé que me quieren.

Sunday, November 12, 2006

Sobre la educación


En The Loss of Sexual Innocence de Mike Figgis (que ha hecho bodrios como Cold Creek Manor pero también Adiós a las Vegas pero también, asco, Timecode) hay una escena que a menudo me hace pensar en una escuela semi militar que, en mi memoria, cada día se asemeja más al Instituto Benjamenta y al colegio del estudiante Törless. El protagonista de la película, un cineasta, cuenta a una muy atenta colega cómo algunas comunidades primitivas enseñan a los niños más pequeños a tolerar la crueldad. Cada que capturaban a algún miembro de tribus enemigas, le amarraban a un tronco y obligaban a los niños más pequeños a matar al capturado a golpes. "Un método muy efectivo", termina diciendo Nic, el protagonista. Corte a: Un niño gordito que no se atreve a cambiarse la ropa en los vestuarios antes de salir a la sesión de deportes. "Es la última vez que te lo advierto Nicky", le dice el entrenador. Corte a: El entrenador regañando al regordete niño enfrente del resto de sus alumnos, obligándolo, después, a correr entre dos hileras de compañeros quienes, a su vez, bajo indicaciones del entrenador lo golpean con sus zapatillas.

Hemingway describe una escena idéntica en For whom the bell tolls, aunque ahí son los miembros de un pueblo ocupado por el régimen (si recuerdo bien) quienes matan a golpes a sus enemigos. Una gran escena. No terminé el libro. En la preparatoria donde estudié, donde ahora doy clases, hubo una convivencia. Varias. A esta que fui, recuerdo, castigaban a quienes perdían en las distintas actividades deportivas obligándolos a cruzar dos hileras. Era el mismo principio, pero no se usaban zapatos sino la mano abierta. Todo lo supervisaba el, ahora despedido, coordinador de deportes. La gente se emocionaba mucho. Risas. Gritos. A veces el puño cerrado. En ocasiones, ahora que he regresado a la preparatoria, veo pequeños destellos de esta crueldad en los alumnos más jóvenes (años de cuarto y quinto). Me hace pensar. Recuerdo, también, que en ese campamento un grupo de muchachos encontró un murciélago bajo un mango que no podía volar, se había lastimado un ala. Lo volaron con unos cuetes (creo que eran palomas). Luego, encontraron un sapo. A éste lo crucificaron. No recuerdo que hayan encontrado algún pájaro para los mismos efectos. Estos pequeños sacrificios sin sentido me hace pensar, ahora, en el exterminio de los topos en la escuela semi militar a la que fui. Quiero leer pronto Educar a los topos de Fadanelli. La foto la encontré en Google. Sólo escribí: "Pájaro muerto". Esas caras bobas. "The horror. The horror".

Friday, November 10, 2006

La revista que sostienes en tus manos


Is obsession the best we can do?
And if so, what would that mean?

Hago un pequeño paréntesis en mi obsesión aviar para referirme a otra: Esto que sostengo mis manos son los tres primeros números de McSweeneys. Llegaron hoy por la mañana a casa, me estuvieron esperando todo el día hasta que llegué en la tarde. No avisaron que iban a venir, pero oh dios mío, estoy tan feliz.
Y no, en realidad no las estoy sosteniendo. ¿Han notado que todo mundo ahora utiliza esa frase? "Esta revista que usted sostiene en sus manos", y comienzan a decir mamadas. ¿Por qué se obstinan los editorialistas en hacer explícito el vínculo material entre una revista y su lector? Sé que yo lo hice, sin pensarlo demasiado, con el primer número de El Inquilino. ¿Es por el orgullo que le da a uno traer algo nuevo y bueno al mundo o la pretensión de traer algo nuevo y bueno al mundo y además la idea de que esto nuevo y bueno debería sostenerse muy cerca de uno? Tengo muy cerca mis McSweeneys. Nota: Si haces revistas, deberías sentirte un hacedor exitoso de revistas cuando la gente pide a gritos que se reimpriman los primeros tres nuevos números. Ayuda si tienes un tiraje pequeño. También ayuda que algunos de tus lectores vivan en el D.F. y se obsesionen fácilmente. Los primeros tres números del McSweeneys Quarterly Concern ("for short say 'Mcsweeney's'") están plagados de juegos tipográficos y juegos de conciencia. En el número tres viene una historia donde la tipografía Garamond es el personaje principal. ¿Que Sterne ya había realizado algo así con su Shandy? Tal vez. Pero nadie ha leído el Shandy. Y McSweeneys lo hace en dosis pequeñas y tolerables. Y realmente atinadas. Y no se engolozina del todo en la forma (las portadas, barrocas construcciones tipográficas, pueden engañar un poquillo). Ah, estoy tan, tan feliz. Tan tan feliz. Esta buena literatura hará a todo mundo mejor.

Viene el siguiente número de Replicante

Thursday, November 09, 2006

Because it's beautiful


¿Les conté de esto? Sucedió en Barcelona. Zagal estaba tomando un café o un trago o una cena ligera con un amigo al que no había visto en mucho tiempo y a quien yo aún no conocía. ¿Mencioné que estábamos en Barcelona? No era la primera vez que yo estaba ahí, pero era la primera en la que sabía que estaba en Barcelona, en Europa, caminando por sus calles sin nadie con quien hablar (unos días más tarde Zagal regresaba a México y yo me quedaba más o menos una semana más; decidiría, entonces, que iría a Portugal, pero eso no interesa a nadie y además ya escribí al respecto en esta bitácora --creo que también mencioné que al día siguiente cumplía 24 años, y que cenaríamos con el estrafalario amigo de Zagal, y que bebería tanto hasta perder el control).
Total que en ese momento estaba solo. Había leído demasiado a Pessoa, preparándome para el viaje a Lisboa. Y seguramente estaba pensando en cómo dos voces, en ocasiones más, confluían en mi interior (además de Pessoa, recién había terminado Lunar Park de Brett Easton Ellis, un libro que me hizo tanto daño, de manera tan intensa como fugaz, que me vi obligado, más tarde, a enterrarlo en arena portuguesa).
Estaba pensando en estas cosas, camino al hotel (anochecía, había pasado una muy mala noche en los camastros del tren y me sentía agotado y trabajadamente melancólico), cuando vi estas seis palomas en la acera. Alineadas tal y como las ven ahí, pico arriba. ¿Por qué seis?, me pregunté al momento que sacaba la cámara. ¿Quién las habrá alineado así y para qué?, me pregunté más, al momento que oprimía el botón que permite registrar imágenes --como todo buen turista, llevaba mi cámara más o menos a todos lados, aprovechando que las bolsas de mis pantalones eran lo suficientemente grandes; pero en realidad, descubrí más tarde, resulté no ser tan buen turista (sólo tomaba fotos a tonterías como palomas muertas, gatos callejeros, baños que usé, piezas de arte conceptual, Zagal leyendo libros). Mi cámara es de rollo. Sólo hasta hoy, varios meses después, pude escanear la fotografía (mi padre compró un scanner hace poco). Por alguna razón cada que digo Scanner pienso en la película de Cronenberg donde los tipos estos leen o escuchan la voz de los demás en su cabeza. También, pienso ahora, en la facilidad que tenía ese video-artista que aparece en American Beauty para registrar todo aquello que le parecía bello con su pequeña camarita. Qué gran título para una película es American Beauty. Recuerdo o creo recordar que Sam Mendes siempre se quejaba de que tildaran su película de una crítica social a Estados Unidos. "Era otra cosa", creo recordar que decía Sam Mendes. No recuerdo qué otra cosa era. Pero si me obligaran a adivinar, con pistola en mano, diría, con voz temblorosa, que la película en realidad habla sobre --¿sobre qué? ¿La democratización de la belleza? ¿Realmente quiero decir eso? ¿Sobre cómo la gente olvida que la belleza no se da por lo que la gente opina? ¿Y que American Beauty nos remite a la "belleza" de la adolescente interpretada por Mena Suvari? No, no es eso lo que quiero decir realmente. Pero sí me asusta, un poco, que Mendes muestre, enseñando los dientes, lo pretensioso que es encontrar belleza en cualquier esquina, una paloma muerta, una bolsa de plástico "bailando con el viento". Es un poco boba esa concepción de belleza, ¿no creen? Creer por completo en la originalidad del instante.

Wednesday, November 08, 2006

Por qué hay que temer a las parvadas


¿Ven esto? Esto es el McSweeneys # 8, editado por Paul Maliszewski, probablemente el mejor McSweeneys a la fecha. Y llevan como 22. Sólo es una opinión. Probablemente cambie pronto. Pero ahora traigo estas cosas de las parvadas en la cabeza y casi cualquier cosa que tenga que ve con aves en vuelo me llama la atención. Ignoro por qué, pero es así. Cada que veo este número del McSweeneys en mi librero, con esa golondrina naranja en relieve, luego fragmentada en negro, luego en decenas blancas, estoy de vuelta a una fábrica abandonada a la que me llevó mi madre de chico para observar cómo las golondrinas entraban, cuando caía la tarde, a la chimenea principal formando un tornado negro, un bello enjambre ciclónico de pequeños pájaros.
Paul Maliszweski, de quien antes de este número jamás había escuchado hablar, incluyó textos que tuvieran que ver de alguna manera con los pseudos y los falsos. Además, los ilustró todos con viñetas de Marcel Dzama. Hay, así, un largo ensayo sobre Pessoa ("un escritor portugués que escribía usando heterónimos", explican, pues verán, Pessoa todavía es novedad en Estados Unidos --hace tiempo la misma editorial publicó en su otra revista, The Believer, un largo escrito de Benjamin Kunkel sobre este escritor, mismo que le presté a un amigo y que, a la fecha, ni ha leído ni me ha regresado, en una fría venganza por no haber leído ni regresado los textos que él me ha prestado). También hay dos ensayos sobre la supuestamente inconclusa novela de Navokob (digo "supuestamente" porque ya no sé qué parte es falsa o no en este número en particular). Y también: varias entradas a la enciclopedia de Ubar, onda borguesiana. Una de las primeras convergencias que vi de Wreschler. Y, entre otras muchas, muchas monadas, un cuento de Sean Wilsey sobre la rivalidad de dos hermanos, los hermanos Faberge, titulado "The Egg".
Concluye con un ensayo de Michael Martone (?): "Four factual anecdotes on fiction".
Hay otra buena revista, una revista cuyo segundo número verá pronto la luz, que incluirá algunas ilustraciones de Carlos Amorales, de su serie Por qué hay que temerle al futuro, que, no sé si las han visto (estuvieron mucho tiempo en el MUCA), son también muy bellas. Qué bello es todo cuando se separa en bloque.

Tuesday, November 07, 2006

La muerte de un pájaro


Recordé de lo que estábamos hablando mi padre y yo. Hablé un poco al respecto en la actualización anterior. Traía a cuento la idea de escribir un texto titulado El pájaro muerto. Y de lo que estábamos hablando, mi padre y yo, es de la costumbre de comprar un pájaro cada que uno cambia de casa. Pues existe una superstición, no sé dónde ni cómo se inició pero sé que existe, que ve una relación directa entre el cambio de domicilio y la inevitable muerte de un pariente cercano. Así que, dice esta costumbre, uno debe ir y comprarse un pajarito para que sea éste el que muera y no un vecino. Los mineros, sabemos todos, procuran hacer algo similar, aunque el peligro de muerte en una mina es mucho más palpable y real que con el cambio domiciliar. Tal vez no más palpable, está bien. Después de todo, esos canarios que mueren bajo tierra lo hacen por gases tóxicos, algunos imperceptibles al olfato --y a la vista y al tacto y al oído.
¿Recuerdan esa escena de Encuentros cercanos del tercer tipo en la que la pareja que a huevo quiere llegar al monte donde aterrizarán los extraterrestres compran un par de palomas porque se rumora que hay un elemento venenoso en el ambiente? ¿La recuerdan? Me vino a la mente ahora. Así, sin más. Y la cara de sorpresa de Richard Dreyfuss cuando ve que, ¡oh no!, los pajaritos han muerto. También llegó volando a mi cabeza. ¿Qué más me viene a la mente? La muerte del canario con la que finaliza el capítulo primero de Las partículas elementales. La parvada de pájaros que cae, pájaro a pájaro, como si hubieran chocado en el aire contra un muro invisible, tal y como la describe Chuck Palahniuck en su Lullaby (cuya portada lleva el pajarito muerto amarillo fosforescente que está arriba). Gran escena, también. Y esto otro: en Signs de M. Night Shyamalan, se descubre (o al menos eso dicen en las noticias) que una nave extraterrestre sobrevolaba la Ciudad de México cuando un peatón notó que un pájaro calló muerto a mitad de vuelo --había chocado contra la nave invisible. Y las similitudes de la película de extraterrestres de Shyamalan y la más famosa de extraterrestres de Spielgberg: esos maizales. Esas familias rotas, que se separan como una parvada asustada. ¿Fue Vila Matas? Creo que es él quien usa el recurso en el Mal de Montano donde se observa el vuelo de un pájaro para cambiar de recuerdo a recuerdo sin tener que explicar los saltos; un gran recurso. Me encantaría usarlo.

Monday, November 06, 2006

Quiero este McSweeneys, saber qué piensan los pájaros y escribir al respecto


Escribo esto antes de dormir. Lo escribo aquí en lugar de anotarlo entre las hojas de mi cuaderno Moleskine que conforman mi diario. Lo escribo aquí por varias razones cuyo número se me va: porque me da pereza guardar lo que he escrito, apagar la computadora y caminar hasta mi escritorio, donde se encuentra mi cuaderno (estoy sentado en la cama, afuera está oscuro); porque quiero darle un giro a esto, si se puede decir así, regresar al registro de cotidianeidad que alguna vez nutrí en la bitácora.
Son dos razones. Creí que eran más.
Pasan los meses, el cadáver del pájaro sigue colgando del semáforo que regula el tránsito en las calles de Minerva y Francia, frente a mi casa. Cada vez se ve más descompuesto. Hoy mi padre me sugirió un título para un posible cuento: El pájaro muerto. Estábamos cenando. No me entusiasmó demasiado el título pero no se lo dije. No estábamos hablando del pájaro que cuelga del semáforo sino de otra cosa. Mi padre tiene un hermano al que apodan "El pájaro". Es mi tío. Tampoco estábamos hablando de él. Olvido de qué estábamos hablando pero ahora me viene a la mente, pues así funciona, las imágenes de una película que vi hace poco donde dos magos se baten en un duelo profesional. Uno de los trucos con el que ambos han experimentado exigía que se criara cantidad de canarios (o algún otro pájaro pequeño color amarillo cuyo nombre ignoro), pues en cada presentación uno de los pájaros moría. El truco consistía en hacer "desaparecer" al canario (o lo que fuera) y volver a "aparecer". Pero eran dos canarios, ¿lo ven? Eran hermanos.
Platiqué de esto con un amigo y mi novia, sobre los juegos de dobles y oscuros hermanos gemelos que contiene esta película, recurso usado y usado y usado en tantas historias, recurso que siempre funciona. Otro doble que contiene la película: uno de los magos lee el diario del mago contrario, un diario escrito en clave, como el de Wittgenstein, y anota en su propio diario los descubrimientos que ha encontrado en el diario del mago contrario.
Uno de esos cuadernos, me lo hizo notar Mariana, era marca Moleskine. Al menos eso creemos.
También debo anotar aquí, pues no lo anotaré en mi diario, pues está muy lejos, que otro día llegué a casa, venía de la calle, era noche, entré a la cochera y encontré un pajarito muerto. Pensé: Refu. En efecto, Refu se acercó casi tocando el suelo, apenada. Había matado al pájaro y se sentía fatal por ello. O por el regaño que sabía le iba a poner. Observé el cuerpo del animal. Estaba tieso. Y tenía una mancha naranja en el pecho, como el pajarito de la portada de uno de los McSweeney's Quarterly Concern que jamás conseguí.

Thursday, November 02, 2006

Actualización #402

Me doy un paseo por páginas de My space y por otros blogs y veo lo sofisticados que son todos ellos y lo ingeniosos que son cuando escriben cosas y la manera en que parecen sostener relaciones con el mundo y me siento pequeño, diminuto, insignificante; también cansado y con ganas de darme por vencido, de entregarme por completo a la vida cotidiana y a las sábanas de mi cama. Y leer, leer mucho, leer todo lo que me falta por leer y no volver nunca más a escribir en internet, que me parece tan frágil y endeble, escurridiza y engañosa.

Convergencia



Ocho años después de que se estrenara una de las mejores películas de Stanley Kubrick, que data de 1971, se estrenó Escape from Alcatraz, una película cuyo mayor atractivo era la impasibilidad del rostro de Eastwood (a decir de Vila-Matas). Esta convergencia me vino como en un sueño. Sólo que sin todo ese rollo onírico. Estaba saliendo de la maestría, caminando sobre un puente peatonal (diseñado precisamente para que no me atropellaran los autos que pasan sobre Insurgentes a altura de la UNAM). En el puente había un puesto de películas piratas. La persona que lo admnistraba había dispuesto las cajas de estas dos películas una sobre la otra, probablemente porque le parecían, las carátulas, muy parecidos. Noten que ambos personajes llevan un arma punzocortante en la mano. Es lo que se dice fenomenal.

Wednesday, November 01, 2006

Actualización lumpen

Tengo un viejo truco, cuando no sé qué escribir escribo sobre mi incapacidad sobre no escribir. También es un viejo tip que le paso a las personas que no saben qué escribir: "Ay, no sé qué escribir", "Escribe sobre tu incapacidad de escribir", les digo y pronto caemos en el típico círculo de Möebius donde uno termina escribiendo sobre escribir. El otro día, curiosamente, vi una entrevista con David Cronenberg. Y, con voz de que sabía muy bien lo que decía y hacía con su vida y sus manos, señaló su lamento por todos esos jóvenes cineastas que sólo hacen cine sobre las inconmensurables ganas que poseen de hacer cine. "No es suficiente", dijo. Deben haber, en efecto, cosas más interesantes en la vida que nuestro fuerte afán por escribir o por permanecer o por hacer arte. Algo de lo que valga la pena hablar. Pero no hay manera, uno inevitablemente termina escribiendo o haciendo cine o dando entrevistas sobre ese soporte que son nuestros talentos.