Thursday, March 20, 2014

En un rincón del mundo


Claire regresa a Saint-Énogat (Bretaña) para reencontrar a su gran amor, Simon. La geografía está marcada por landas, marismas y playas: un paisaje salvaje, de una violencia contenida. Pascal Quignard (Verneuil-sur-Avre, 1948) pone atención a la flora y la fauna de la región: las gaviotas, las garzas, los cormoranes, los bogavantes; el albercoque, el telefio amarillo, la borraja, el escaramujo, las alheñas; las festuca roja, las aulagas, el armuelle. Nos recuerda presencias más viejas que lo humano, que tal vez no le sobrevivirán (se insiste, como si se hablara de un loco, que Simon, alcalde de la localidad, fue un ecologista).

Las solidaridades misteriosas (2011; traducción del francés de Ignacio Vidal–Folch) está dividida en cinco secciones: "Claire", "Simon", "Paul" (el hermano de Claire), "Juliette" (la hija de Claire) y "Voces en la landa", una serie de testimonos de personajes secundarios sobre el recuerdo que tienen de Claire y lo que ocurrió al final de su vida. Ninguno de los capítulos se titula "Señora Ladon", a pesar de la importancia que el personaje tiene para la novela: es la antigua maestra de piano de Claire que, a su muerte, le hereda la propiedad que le permitirá pasar el resto de su vida en la región. Se trata del personaje más novelístico: la vieja bondadosa que protege a la heroína (sus auténticos familiares se preguntan por la misteriosa solidaridad que mostró hacia su alumna). Pero ¿es esto una distracción? ¿A qué misteriosas solidaridades refiere el título? ¿A la de Claire y Simon? ¿A la de Juliette y Claire? ¿Paul y Claire? Jean, explícito: «Ni el hermano ni la hermana querían examinar nada de lo que el otro hubiera hecho en el curso de sus trabajos, matrimonios, renuncias, divorcios. [...] El sentimiento que reinaba entre ellos dos no era amor. Tampoco era una especie de perdón automático. Era una solidaridad misteriosa».

Desde luego, la solidaridad misteriosa explorada en esta novela es la que se ha pactado, frágilmente, entre el hombre y la naturaleza. Claire como un personaje salvaje, Paul como un postneurótico, uno de esos "hombres perdidos", de los que Quignard habla en Las sombras errantes (2002). Paul: «Descubrí que estaba más perdido de lo que ella hubiera podido estarlo. De repente se extinguió en mí la pasión por el dinero. [...] Pero no sólo fue la crisis financiera lo que me impulsó a dejar mis negocios en París, ni lo que me incitó a vender mi departamento de la calle Des Arènes, porque la atracción que yo sentía por el cine, por los restaurantes, por los bares, por las veladas, por las discotecas, por los amigos, por los cuerpos de los amigos, también naufragó».

Una bella novela sobre la felicidad que puede encontrarse lejos de lo humano.

Esta reseña de Las solidaridades misteriosas de Pascal Quignard apareció en La Tempestad 94, enero–febrero 2014.

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