Tengo aquí a la izquierda el segundo café del día, normalmente lo tomo inmediatamente después de comer pero hoy no comimos juntos, los compañeros de la oficina y yo, como normalmente hacemos (uno de ellos comió en compañía de su encantadora novia y el otro, sospecho, se fue a ver un partido de fútbol a su casa; lo hubiera acompañado a verlo en el restaurante de comida yucateca como hemos hecho en el pasado, pero quiso la fortuna que mi padre me hablara para invitarme a comer con mi hermana). Así, después de comer en familia, caminé hasta el puesto del café que se encuentra junto a los tacos de guisado a los que a veces vamos, los de la oficina y yo y el resto de los oficinistas de la zona a quienes se les apetezca, y me encontré con la simpática vendedora de café que usualmente se encuentra allí no en las tardes sino en las mañanas. Dadas las circunstancias, me animé a preguntarle: "¿Ahora estás en las tardes?". "No, es que en la mañana fui a hacerme un nuevo look". Acompañó la frase con una especie de saludo marcial para subrayar el mohawk que ahora adorna su cabeza. "¿Veniste en la mañana?", me preguntó. "Sí", le dije. Y añadí, "Pero ahora me voy a llevar el café a la oficina...". En este momento, me percaté, bajé la voz y decidí que sería mejor no ahondar en explicaciones -no sé por qué decidí esto. Nos despedimos y ahora estoy aquí, en la oficina, esperando a que el resto de los compañeros regresen de donde se encuentran. Pero, todo esto, ¿le interesa a alguien? En la última entrada escribí que me había cortado el pelo. Y es verdad, me lo corté. Pero, ¿para que estás tú ahí leyendo esto? No lo entiendo. Es un misterio.
Ah, pero qué bien me sentí ayer cuando René pasó a visitar a la oficina (es un decir, en realidad vino a tratar asuntos y negocios de suma importancia) y me dijo que había leído que me había cortado el pelo. Uno continuamente descubre, con sorpresa, que posee un ego.
Ya cambiado el tema, no olviden leer "El clon", el texto que René escribió para el número más reciente de La Tempestad (en cuya oficina, como ya adivinaron, es donde me encuentro). Creo que es el único texto en la historia de la revista en el que se menciona a Arnold Schwarzenegger desde el primer párrafo. Normalmente no se le toma en cuenta sino hasta como la mitad del cuerpo de los materiales que nos envían. Me despido con ese chiste.
Ah, pero qué bien me sentí ayer cuando René pasó a visitar a la oficina (es un decir, en realidad vino a tratar asuntos y negocios de suma importancia) y me dijo que había leído que me había cortado el pelo. Uno continuamente descubre, con sorpresa, que posee un ego.
Ya cambiado el tema, no olviden leer "El clon", el texto que René escribió para el número más reciente de La Tempestad (en cuya oficina, como ya adivinaron, es donde me encuentro). Creo que es el único texto en la historia de la revista en el que se menciona a Arnold Schwarzenegger desde el primer párrafo. Normalmente no se le toma en cuenta sino hasta como la mitad del cuerpo de los materiales que nos envían. Me despido con ese chiste.
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