Tuesday, November 29, 2011

Cómo sería

Se levantaría temprano, saldría rumbo al trabajo sin desayunar, nada en el refrigerador. Unas horas más tarde saldría a comer y regresaría pronto al trabajo pues tendría aún bastantes tareas por resolver. Cansado, al salir de la oficina, tomaría su bicicleta y pedalearía hasta el cine Cinépolis Diana pues había leído que ahí se proyectaría una adaptación de un libro de un autor que él apreciaría (trabajaría en una editorial o en una revista o en algo relacionado medianamente con las artes o la cultura o la literatura o las humanidades; en suma, tendría intereses). O quizá un amigo le recomendaría que fuera a verla, un amigo leído, y eso haría, saliendo de trabajar. El amigo no podría acompañarlo pues esa noche cenaría con su esposa. Sería su cumpleaños. Pensaría: esto es mejor idea que ir a un restaurante a que te canten las mañanitas, solo. O quizá no sería una adaptación de un libro sino una comedia romántica, lo que vería. Dejaría su bicicleta amarrada afuera del cine. No. Metería su bicicleta al estacionamiento. No, pues cerrarían a las 10 y él estaría entrando al cine a las 8 o a las 9. Dejaría su bicicleta en paquetería y compraría unos nachos y pensaría: la estoy pasando bien. A una media hora de iniciada la película, comprendería que no la estaba pasando bien. O mejor: sentándose, con la sala oscureciéndose, le llegaría un mensaje a su celular de una mujer de la cual él tendría pensamientos agradables (entre eróticos y cariñosos) y quien le preguntaría si no estaba interesado en ir a tomar una cerveza. No por su cumpleaños (ella no sabría que ese día sería su cumpleaños) sino porque había sido un día difícil en la oficina. Sería miércoles: el cine a dos por uno. Le contestaría que estaba entrando al cine (sería cuidadoso con su dinero, pues ganaba poco) pero que saliendo le marcaría. Añadiría: o si prefieres, otro día. Ella le contestaría: mejor otro día, pásala bien. Guardaría su celular y pondría atención al resto de la película. O no pondría atención. Se distraería con las posibilidades. Quizá no disfrutaría la película, quizá el autor en cuya obra estaba basada la película no era tan bueno como imaginaba o como creía el amigo que le había recomendado la película o quizá sencillamente estaría pensando que sería buena idea dejar el cine de una vez por todas e ir a tomar una cerveza con la mujer que le acababa de mandar el mensaje así que saldría del cine -entre decepcionado por la película y apurado por la posibilidad de ir a beber algo con aquella mujer- y se apresuraría a recoger su bicicleta. Afuera, le marcaría a la mujer. Ya estaría en cama. Mejor otro día, le insistiría, ella. O quizá iría al cine con una amiga. Es decir, atención, no iría solo. No sería su cumpleaños. Su amiga elegiría la película y él decidiría apoyarla en la elección (por decir algo) pues había leído al autor en cuyo libro estaba basado la película y le diría algo por el estilo: "Es un autor muy bueno, vamos a verla". Esto sería una conversación intercambiada a través de programas de mensajería instantánea, instalados en sus respectivas computadoras, desde sus respectivas oficinas. Ambos trabajarían en publicaciones periódicas. Quizá serían periodistas. O quizá serían banqueros pero tendrían intereses. Es decir, intereses en las artes y las humanidades y el ser humano en general, no "intereses" en el sentido de cuestiones financieras -aunque también tendrían esos, acumulándose ya sea en sus créditos o en sus ahorros. Entonces. Acordarían verse en el cine. O quizá no serían periodistas sino otra cosa. Escritores. O editores. O algo. El punto es: ambos llegarían en bicicleta, por separado. No tendrían automóvil. Se encontrarían en taquilla y dejarían las bicicletas amarradas o en paquetería y mientras él o ella dejaban la bicicleta en paquetería o amarrada en el lugar menos inconveniente, ella o él iría a la dulcería a comprar las viandas que disfrutarían durante la función. No sería su cumpleaños, ni de él ni de ella. Su amistad se basaría en la enfermedad y la desidia. No. Su amistad se basaría en la honestidad y la confianza. Quizá. O tal vez en la posibilidad de que al otro le interesaba la vida del otro tanto como le interesaba a él o a ella. En cualquier caso, no sería algo en lo que pensarían demasiado pues, de facto, se llevarían bien (en la medida de lo posible). O quizá no serían amigos sino hermanos. No. Serían amigos. Nada más. Pero tampoco nada menos. O quizá la película la había recomendado él y por eso cuando, pasada la hora, descubriera que ella no estaba disfrutando la función ("No, por favor", susurraría ella cuando en la pantalla se proyectara el rótulo "Segunda parte", a modo de advertencia de que la pifia seguiría) él sugeriría salirse del cine, apenado. O quizá no estaría apenado y sólo lo sugeriría por procurar ser práctico. Esto es algo que ella apreciaría de él, que era un hombre práctico. Un hombre prudente. O tal vez no es algo que ella pensaría necesariamente de él pero al menos alcanzaría a apreciar que era una persona que intentaba ser práctico y prudente (si es que tales cosas son equivalentes). O tal vez ella no se fijaría en esas cosas. Tal vez se quedarían a ver el resto de la película. Tal vez, mientras veían la película, una mujer le mandaría un mensaje a él. O tal vez tendría la fantasía de que una mujer le mandara un mensaje a él de tal forma que cuando viera una oportunidad le sugeriría a ella salirse de la película ("Hacía años que no me salía de una película", diría saliendo) y se despedirían a la entrada del cine y él pedalearía con furia para alcanzar a la mujer en cuestión. O tal vez no se saldrían y tolerarían el bodrio hasta el final creyendo que la otra persona estaba interesada en terminar de verla (al final descubrirían que no era así). Quizá la otra mujer no le mandaría un mensaje. Quizá la otra mujer no existiría. Quizá existiría, le mandaría el mensaje pero él preferiría permanecer en la película para acompañar a su amiga pues él creería que es el tipo de cosas que nutren las amistades (la lealtad, la camaradería, los buenos modales). Al salir, de hecho, él la acompañaría a su casa, cada uno en su respectiva bicicleta, y agradecerían el paseo, tras una larga noche y un largo día. Bromearían durante el trayecto. Serían felices. O alegres. O felices. O al menos lo fingirían bien pues creerían que la expresión precede al sentimiento. Se despedirían en la puerta del departamento de ella y él emprendería el viaje a su no muy retirada casa. En el camino vería a hombres a solas hablando por celular, en la calle. Hombres que salieron de casa para poder marcar el número en el cual ahora hablaban acaloradamente. Hombres, ¿con familias? Hombres, ¿con amoríos? Vería a mujeres también, muchas mujeres solitarias, paseando a sus diminutos perros (es decir, no atendiendo a sus familias en casa; es decir, sin un bebé o un marido esperándolas). Querría hablarle a todas. Decirles: "Hola, buenas noches". Decirles: "Espero que estés pasando una buena noche". Y decirlo en serio. Eso querría. O quizá no querría nada de eso, el paseo, la duda constante, la noche, el cine, las amigas, los amigos leídos, los seres humanos, querría algo más sencillo, un trabajo alejado de las humanidades o que no exigiera tantas horas o que no le impusiera el cansancio como único modo de dignificación, quizá querría estar menos alerta a los demás y sus sentimientos y trabajar en algo sencillo pero bien remunerado, quizá tedioso y con una diminuta posibilidad de generar intereses ajenos a ellos. Querría no tener preocupaciones más severas que decidir a dónde vacacionaría (dado el caso) o a dónde saldría el fin de semana. Quizá, pensaría mientras pedalearía a casa, podría ser un político o un empresario o un banquero o algo igualmente sencillo, aunque tendría la sospecha de que eso sería definitivamente imposible para una persona como él en un país como este. Y esa certeza lo animaría. Y en lugar de hacer otras cosas, llegaría a casa y escribiría con el temor de reducir la realidad a unas cuantas líneas, faltando a la realidad, pues, y dudaría de nuevo, y así sería como sería.

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