A Guillermo le da flojera de escribir. No sabe por qué cree que necesita escribir. Se sienta ante la pantalla de su computadora y decide copiar un texto que ya había escrito. Se sienta a escribir y se siente cómodo. Se siente cómodo porque la voz que utiliza es algo con lo que se siente seguro. Y entonces decido que tal vez sea hora de salir un poco de esta jodida burbuja plástica en la que me he encerrado para alejarme de los gérmenes, como si mi sistema inmunológico fuera débil y yo poseyera una voluntad marchita, incapaz de hablar por sí sola. Tal vez sea verdad esto y tal vez no estoy listo para dejar de claudicar. Me iría mejor, pienso en ocasiones, pero no ahora, si decidiera escribir sin acercarme tanto al borde y construyera historias cuyos elementos no me tocaran y a las que el calificativo de honesto les vendría dando un poco igual pues funcionarían más allá de la verdad, la falsedad, lo verosímil y las presencias reales. No me siento cómodo. La silla de metal, en la que estoy sentado, se clava en mi espalda y aplana mis nalgas y es de noche y tengo comezón y algo de sueño. Mañana volveré a esto, o tal vez no mañana pero un día próximo, después de una semana de no escribir en esta bitácora, trabajando otros proyectos, no lo sé, pero volveré y veré y diré: Maldita mierda. Y lo borraré porque escribo y escribo para borrar. Ya ni siquiera tengo la posibilidad de tirarlo al cesto. Tal vez debería escribir a mano. Tener la posibilidad de arrancar la hoja del cuaderno, aplastarla en mi mano y aventarla al cesto de basura es mucho más dramático que las posibilidades que me ofrecen esta escritura en el procesador de textos de mi computadora. Escribiría, me temo, a máquina si pudiera adoptar con esta actividad algo de aquél dramatismo. Arrancar una hoja, hacerla bola, tirarla al bote de la basura. En ocasiones con un tino perfecto, pero la mayoría de las veces con un desorden propio de la angustia, del aburrimiento de quien tira textos fallidos a la basura con frustración. No, aburrimiento no. Sólo frustración. Me temo que no lo consigo. No puedo escribir bien. Considero, sólo por un momento, porque sería costoso, imprudente y estúpido, aventar mi computadora al suelo. Tal vez jalar el cordón de la luz, con fuerza. Pero es una computadora portátil y no estoy conectado al tomacorriente. Podría, eso sí (si me sintiera frustrado) cerrar de golpe la pantalla. No me siento frustrado. Esto comienza a gustarme y, oh no, carajo, también comienzo a sospechar que no puede ser tan bueno, este texto. Esto de escribir rápido, porque lo estoy haciendo rápido, y en primera persona puede ser peligroso, engañoso. Parece demasiado fácil. Estoy haciendo algo mal. Lo sé. Ya tendré tiempo de corregirlo. Lo borraré mañana, sí. Despertaré temprano, me sentaré en esta incómoda silla y lo borraré.
Friday, February 16, 2007
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1 comment:
A Guillermo le da flojera escribir. A Julio le da flojera leer posts muy largos.
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