Friday, March 16, 2007

Clément

Jamais je n’avais senti à quel point l’écriture d’un roman est une activité solitaire et pénible ; je crois, en réalité, que c’est l’activité la plus triste du monde.

Houellebecq

Regreso a casa y noto que tengo ganas de escribir y que de hecho he comenzado a escribir de nuevo, con mayor entusiasmo, es decir, con líneas a seguir y con objetivos claros. Metas a corto plazo. Tomo notas en mi cuaderno para algunos personajes y pienso en releer algunos cuentos para recordar precisamente cómo es que quiero hacer aquello que quiero hacer, con el par de cuentos largos que traigo en la cabeza, y esto, decía, me sucede mientras regreso a casa. Al entrar, sin embargo, veo a Refu, mi perra, que siempre me espera en la puerta. Y me ve con enormes ojos tristes, lagañas solidificadas de tanto llorar. No la he sacado a pasear en todo el mes. Me da la pata y me siento una mierda. Pero no tengo tiempo, me digo. Y demonios, es un pinche perro, me digo.


Así que le doy una palmadita en el lomo y camino hacia mi cuarto. Refu no me sigue. A veces lo hace, todavía, y salta y olisquea mi mano. "Ingrato", me susurra.




Este es Michel Houellebecq. Ese es su perro, Clément. ¿Ven a su perro? Parece un perro muy feliz. Yo no puedo cargar a Refu como Houellebecq carga a Clément, pues Refu es una perra de proporciones más bien grandes y yo un tipo de proporciones más bien pequeñas. Hoy vi estas imágenes en la red y sentí una enorme envidia. Pasearé a Refu de nuevo, me dije al verlas. Jugaré con ella, le arrojaré pelotas, sus juguetes, saltará como salta cuando está feliz, me insistí. Dejaré de escribir por un tiempo, quizá.


Hubo un tiempo en que podía leerle a Refu en voz alta y en el que ella me escuchaba, pacientemente, al menos por unos minutos (antes de se distrajera con una ardilla o un pájaro en el jardín). Le leía a Virginia Woolf, La Sra. Dalloway, me parece (sería demasiado decir que le leía Flush). Creo que ahora entiendo un poco más la anécdota que me contó Salvador Plascencia sobre la visita de Houellebecq en Los Ángeles, todo el tiempo que invirtió buscando un suéter para su perro. También, creo, comprendo la cantidad de referencias a perros pequeños en sus libros, y la felicidad que traen con ellos. Escribir es triste no porque uno sufra para poder escribir, sino porque nos quita tiempo para lo que se dice vivir.

Ay, qué azotes.

3 comments:

Anonymous said...

No dejes de escribir...

Alucard said...

Si, pero a veces también escribimos de eso que llaman vida, y lo inmortalizamos.

Unknown said...

Puedes hacer una convergencia con una foto de Michel Houellebecq y con otra de Kevin Costner (¿se escribe así?)