"¿Cómo haces eso? ¡No es posible que te bajes del camión así!". En su mano, una flauta, en la otra, el pescuezo del pequeño Yorkshire que se acaba de bajar del camión así, de modo imposible. "¿Y qué pasa si el camión va más rápido, eh? ¡¿Qué pasa?!". El perro no le contesta lo que pasa, baja la cabeza. El hippie lo voltea por el cuello y lo pellizca en algún lugar, no alcanzo a ver, y el perro chilla.
"No vuelvas a hacer eso", le pide el hippie. Se ve muy molesto, todavía más cuando se da cuenta de que lo veo, lo frustrado que está. Su perro no parece comprender. El hippie lo agarra del cuello, como un conejo, y se lo lleva, cruzan la calle. Ganas de agarrarlos a los dos por el cuello y derrumbarme, llorar y llorar, aquí, sobre la Plaza Carlo Alberto, y luego ir a un moridero en Weimar, mis bigotes nada higiénicos.
8 comments:
¡Vaya puñetas, tío!
Ay, Memo©. No aprendiste nada de Chéjov, ¿verdad? Esta entrada funcionaría mejor si revelaras, al final, que el hippie, que seguro es Benassini, estaba hablando con un perro y no con su dog, o sea, tú. Ay, Memo©, insisto.
Puñetas, ¡ja!
dejaría de ser hippie. Y el perrito una ratita.
Park, un moridero es a donde uno va para morir? Tipo las escaleras eléctricas que suben a las nubes?
Es verdad lo que aquí alguien ha dicho.
Seguramente no sólo puñetero es tu relato sino una aproximación a tu amigo inseparable, el licántropo de Benassini.
En otras notas, Memo, tu fama está traspasando fronteras:
http://bp2.blogger.com/_W7pJ58bon3E/SGk4EWeK_VI/AAAAAAAABX4/krv8Vt9ZfLo/s1600-h/PROHIBE.jpg
Doug, Bob Esponja lo prohíbe. Es genial. Un saludo.
Park, tipo un cementerio de elefantes o Pamplona, enorme moridero.
Dice mi tía Lucía (es maravillosa, la más moscamuerta de mi famila) que cuando yo era chica me ponía a decirle al perro cómo sentarse. Según ella, podía estar regañando al perro media hora sin aburrirme.
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