Hay cierta actitud visionaria, opino, en Beigbeder. Pensaba en esto por la tarde, cuando leía un texto sobre un visionario mayor, Lebbeus Woods, quien consigue con sus diseños imposibles de arquitectura futurística lo que a ratos alcanza a rascar Beigbeder: a fuerza de elevarse sobre ciertos establecimientos morales (a saber, dado que el "genio del mal" observa con indiferencia una torre, ésta no cae) alcanza a ver bienes futuros. Woods, obviamente, lo hace de modo más concreto y mejor articulado. Por supuesto, ninguno de los diseños de Woods serán construidos, si bien, de algún modo, ya se han hecho. Por ejemplo, éste, en el que un pedazo de metal -una enorme astilla que se entierra en una construcción dolorosamente:
Aunque los diseños de Woods, según leía hoy en un artículo que luego puedo informarles dónde aparecerá, muestran situaciones que podrían parecernos atroces, lo hacen con un tono en el que el Apocalipsis o los cataclismos, humanos o no, pueden, finalmente, crear situaciones de "borrón y cuenta nueva". Heridas cauterizadas, parches dolorosos pero fucionales y necesarios. A la vez, esto me recordó una cosa que había visto tiempo atrás en Dezeen, un sitio de noticias de arquitectura y diseño en el que, aquella vez, mostraban una serie titulada "Realidades Virtuales" creada por los arquitectos del despacho NL. En su momento recuerdo que la serie me pareció efectista, especialmente la siguiente imagen en la que una serie de torres se elevan del suelo como si fueran enormes árboles que crecen en la pradera -enormes mastadontes que viven en paz. Pero la imagen no me brinda sensación placentera alguna.
Quizá debido a que tengo muy en mente esa imagen del video de Pearl Jeam Do The Evolution en la que rascacielos brotan del suelo vertiginosamente, opresivamente, como también lo vi en Brazil de Terry Gillian, impidiendo, según recuerdo, el paso de esa especie de Ícaro que vuela entre ellas.
Cada vez que pasa un camión y vibra el edificio donde trabajo imagino que un enorme terremoto destruirá la ciudad entera. Un gesto natural que no podríamos juzgar moralmente, a pesar de toda su enorme y fría maquinaria, de lógica irrefutable.
1 comment:
Ay, sí, qué clavado. Ahora resulta.
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