La plancha aún despedía un poco de calor en nuestra estación de teppanyaki cuando vi cómo se acercaba un mesero, dirigiéndose a una familia sentada cerca de nosotros. Una mancha negra y morada, como un moretón, comenzaba a desdibujarse del acero inoxidable al tiempo que bebía mi café y veía al mesero tropezar -con su propio pie, aparentemente- para apoyar el peso de su cuerpo sobre su mano, sobre la plancha aún caliente de la estación vecina. La quitó en el acto, gesto de dolor correspondiente. Le salió un sonido de los labios similar al que uno hace cuando se enchila pero más extendido, mismo que me recordó al sonido de líquido hirviendo que se escucha en aquella escena de Amores Perros, cuando la sangre de la víctima, asesinada por el sicario, se desparrama sobre la plancha de un restaurante japonés. Casi de inmediato recordé la versión que John Carpenter hizo en 1995 de The Village of the Damned (la última película en la que Christopher Reeve actuó antes de su accidente a caballo), original de 1960, específicamente en el momento en que el pueblo despierta del sueño inducido para descubrir que algunos de los habitantes durmieron al tiempo que hacían actividades como manejar o bien, horror, cocinar una parrillada (el cuerpo de un hombre es descubierto asándose sobre el metal). El mesero nos llevó la cuenta pocos minutos más tarde, sonrisa en la cara, mano herida.
Saturday, November 21, 2009
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2 comments:
ayayyay esto me dejará pensando mucho
vientos !!!!!!!!!
¿Y no probaron el nuevo platillo, mano a la teppanyaki?
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