Sunday, February 20, 2005

Adiós Refu, te extrañaremos

Mi perra ha muerto. No pudo haber sucedido en un mejor momento. Apenas hace una o dos noches un amigo me recomendó que dejara de escribir en mi blog sobre ella. "Deja de escribir sobre tu pinche perra", me dijo. Estábamos borrachos. La tienda de mascotas tiene una garantía por muertes accidentales, si sucede dentro de los quince días después de la compra. No sé si llamaré a mi nuevo perro como llamé a éste, pero creo que no. Estoy triste pero también siento otras cosas, una especie de alivio estúpido. Trato de poner atención a lo que siento.
Ya no sé si quiero otro perro.
Comenzábamos a tener nuestras costumbres, mi perra y yo. Pasear por la mañana a un jardín que está cerca de la casa. Correr de la puerta de mi casa a la puerta del fraccionamiento, sin correa. Caminar con correa hacia el parque para soltarla de nuevo ahí y esperar a que pasara media hora, al menos. La misma correa, perros distintos.
No quiero otro perro, he decidido.
Dos noches de beber demasiado, hechos que no tienen relación alguna con la muerte. Salimos a rockear, en tributo a Guns and Roses, que nunca me gustó. Hablé con una niña que conocí ahí, un rato. Y cuando comenzó a tocar la banda me dijo ahora vuelvo y no volvió. Esa noche y la siguiente estuve rodeado de amigos a los que no veo a menudo, cuyas vidas han cambiado poco a poco, atendiendo distintas obligaciones. Los mismos perros, distintos collares.
Esa noche regresé a casa y me metí a la cama. Sentí mi estómago, pesado y tuve que levantarme de nuevo. Molesto por esto. No me agrada cuando pasa esto. Entré al baño, vomité y sentí mi nariz ardiendo. Terminé y regresé a la cama. Dormí.
Al día siguiente me levanté temprano por la llamada telefónica de un amigo. Quería ver si aún andaríamos en bicicleta. Por mi voz, intuí, esperaba que le contestara que no, así que contesté que sí y me levanté, crudo, vivo, una almeja caminando. Preparé mis cosas y me lavé la cara. Bebí un Gatorade y salí rumbo a casa de mi amigo quien momentos antes de que yo llegara a su casa llamó a mi celular para cancelar. Regresé a mi cama.
Más tarde le hablé para que me acompañara al cine. Vimos la nueva película de Wes Anderson y eso me hizo sentir feliz. No mencioné a mi perra.
La alegría, descubrí al llegar a mi casa después de ver la película y dejar a mi amigo, también viene en forma de libro. La nueva McSweeneys Quarterly Concern había llegado por correo. Leí un cuento que se titula: Lie down and die. Es un cuento de sólo dos hojas. Después jugué Playstation, un rato y como a las diez de la noche recibí un mensaje en mi celular. Estoy comunicado con el mundo.
Otro amigo me invitó a una fiesta. Cuando llegué bebí, vi a mi amigo y a otras personas que veo, siempre, las mismas niñas, los mismos tipos, en todos lados, en todas las fiestas. Mi amigo se fue poco tiempo después de que yo llegara y cuando se retiró intenté incorporarme a distintas pláticas que se sostenían en la casa. Era un casa bonita, limpia. Me fui sin despedirme, en silencio, cuando otro amigo me llamó para que fuera a jugar dominó a su casa. Consulté el reloj y decidí que la noche aún era joven, que no sería necesario editarlo todo más tarde para hacerlo ver más alegre o más triste, según mi estado de ánimo.
No jugamos dominó, hablamos sobre libros. Victor Isolino, alias el Vila-Matas, Julián, quien me pidió que dejara de hablar sobre mi perra, y Vinnie, quien hace poco se cortó el pelo. Continué bebiendo ron y en algún momento, recuerdo, estuve amarrado a una silla, una revista pornográfica frente a mí. Y es extraño, pero no me pareció extraño que ese tipo de cosas sucedieran en mi vida.
Regresé a mi casa y no vomité.
Ahora escucho The blowers daughter, canción que escuché por primera vez en el cine durante una escena en slow motion. En esa escena Natalie Portman camina. Y sonríe. Y camina. Cuando escuché la canción creí que la conocía, pero no es así, sólo se parece a otras canciones. Un poco. De la película de Wes Anderson, cambiando de tema, recuerdo algunas buenas canciones de Bowie interpretadas en portugués. Hubo al menos un momento de la película durante el cual no supe si debía llorar o reír. Hubo otro momento, después de la película, en el que mi amigo, quien es contador, me invitó a una fiesta de contadores. Hace poco se cambió de trabajo y gana el doble de lo que ganaba. Fantaseo con que años más adelante sea mi mecenas. Por supuesto, no va a ser así. Como van las cosas, se casará con una mujer a la que respetará pero que realmente no conoce. Tendrá a unos hijos a los que amará y con los que sentirá una obligación, misma que lo llevará a gastar dinero en su educación. Y no tendrá dinero para mí. Estas cosas, las sé. Así que tal vez sea mejor que me dedique a otra cosa. No sé, tal vez deba estudiar para ser abogado. Decidí que no quería ir a la fiesta de contadores. ¿De qué hablaría durante una fiesta de abogados? Hablar con amigos que leen es sencillo, sólo debes opinar sobre libros. ¿Se debe opinar sobre contaduría? ¿Sobre los números? ¿Debo filosofar, en una fiesta así? ¿Qué son los números?, preguntaría. ¿Creen que los números estén en la naturaleza o que son un ente intelectual?, preguntaría. Me verían con atención y tratarían de averiguar si hablo o no en serio. Mi amigo comentaría: "Me impresiona tu capacidad para desconcertar a las personas". Pero yo insistiría: Los fractales, las proporciones perfectas de las escamas de un pez, estas cosas, estos números... ¿No son algo impresionante? ¿Cuál es el número finito de encimas existentes? ¿Cuál es el número finito de las cosas? ¿Es el universo algo limitado? ¿Cuántas veces late mi corazón por minuto? ¿Pueden hacer un estimado, contadores? ¿A qué velocidad se mueve mi cabeza? ¿Pueden monitorear ese tipo de movimientos, contadores? ¿Cuántas mentiras he escrito hoy?
Una.

1 comment:

Anonymous said...

Mientras tanto, un amigo, de esos cuya vida ha cambiado (i)manteniéndose igual(a) luchaba incesantemente por eliminar una cantidad no muy saludable de toxinas que le habían hecho sonrojarse cual tomate y sentir un picor intenso por todo el cuerpo.
Qué buen fin de semana Will... Refu, poco, pero te extrañaré.
Más extrañaré comer camarones...