Monday, October 02, 2006

Dejar de escribir


Jamás he leído la poesía de la poesía encarnada, de Arthur Rimbaud. Sé, ahora, que su madre no era una buena madre y que su padre era un hombre ordenado, amante de la aventura. Sé, también, que ésta no es la fotografía más famosa de Rimbaud y que la más famosa, en realidad, prefigura mucho mejor los espacios abiertos por los que caminaría, años más tarde, cuando trafique armas en África, cuando en su escritorio ya no se encontrará a Virgilio ni Víctor Hugo, ni en sus amigos a Verlaine, o en sus profesores a Izambard. Esta fotografía, sin embargo, explica por qué, tal vez, le llamaban "cochino santurrón", en la escuela. Explica todas esas tempranas distinciones, esos dos años en los que cumplió, al menos, cuatro cursos escolares. Pero busco sus poemas, en internet, por ejemplo, y no puedo con ellos, no en internet; necesito El barco ebrio en mis manos. Pero sé que incluso entonces diría no, poesía. Poesía no. No mientras sepa que Rimbaud, en otras fotografías y en vida, llevaba el pelo largo y se ensuciaba la cara, se emborrachaba y Dios mío, ¡vendía armas en África!, no a la poesía si sé que murió a los treinta y siete años, que se acostó con Verlain, quien era horrendo, que su casa fue un harén de varias razas, que pidió una confesión y morfina el día de su muerte, pero no poesía.
Pero todavía no puedo forzarme a mí mismo a dejar de escribir.

1 comment:

El Justo Medio said...

Estaba guapo