Aquí en casa me quedo aterido de frío
y soy un fastidioso golilla que se detiene en nimiedades
y cosas de poca monta.
Rilke, carta a la princesa Marie von Thurn und Taxis
(13 noviembre 1912).
Tres días encerrado. Dos de ellos los pasé en mi cuarto. También me moví a la sala de televisión. Enfermo. Trabajando, con dificultad. He dormido mucho pero en realidad he sufrido poco, sólo es un malestar, toser un poco, aspirar mocos, sonarme, dolores de cabeza, falta de concentración, irrefrenables deseos de estar quieto, dormir.
Cuatro de diciembre. Rilke nació un cuatro de diciembre. Pienso en sus Elegías de Diuno, en parte porque es un pretexto para poder escribir, en parte porque me agrada la idea de que alguien sea visitado por un ángel no cristiano. Me levanto del escritorio, me distraigo, tomo el libro del librero, me vuelvo a sentar. Es extraño, cada día comparto más la idea de que escribir es un oficio que cuesta, algo a lo que uno debe dedicarle tiempo y dedicación. Y que no puede esperar la visita del dichosito ángel. Por otra parte, un amigo opina que, como la vida, además del trabajo duro siempre se necesita de ese extra de suerte --llámenlo caos, inspiración, idea robada de Match Point, es igual: habrá siempre un resquicio para lo que no podemos controlar y que, en cambio, nos controla a nosotros.
Pienso en Chautebriand, cuando era un adolescente. Vivía en la torre de un castillo. Su padre creía que las noches frías y los ruidos extraños le formarían carácter. Como a Rilke durante su estancia en el castillo de Duino, fue visitado por una imagen, una quimera, femenina. Pero Chautebriand era un adolescente que comulgaba absolutamente con el espíritu romántico. Había armado una entidad con pedazos de otras mujeres, una pasión en la que, confiesa, invirtió al menos dos años: "Me creé, pues, una mujer a partir de todas las mujeres que había visto: tenía el talle, los cabellos y la sonrisa de la forastera que me había estrechado contra su pecho; le daba los ojos de tal muchacha del pueblo, la lozanía de tal otra. Los restratos de las grandes damas de los tiempos de Francisco I, de Enrique IV y de Luis XIV, de los que estaba adornado el salón, me habían proporcionado otros rasgos, y había robado gracias incluso a los cuadros de las Vírgenes que colgaban en las iglesias". Más tarde, cuando se ha acumulado demasiada pasión y su espíritu es incapaz de darle cabida, Chautebriand mete un fusil a su boca y jala el gatillo. Pero no pasa nada, el gatillo estaba tan gastado que a menudo se le escapaba el seguro: "Supuse que mi hora no había llegado, así que dejé para otro día la ejecución de mi plan".
La copia que poseo de las Elegías de Diuno está acompañada de nueve cartas, algunas muy extensas, que Rilke le escribió a la princesa Marie von Thurn und Taxis, inspiradora y dueña de los poemas. Todas están escritas desde Toledo, en ese lenguaje dulce y afable y que aspira a la divinidad femenina que le hace fruncir el ceño a cualquiera. Rilke repite una y otra vez la palabra "princesa", por ejemplo. Escribe sobre atardeceres, ocasos, momentos de gran inspiración y arrebatos estéticos casi místicos. Cansa ese esfuerzo por llegar a una totalidad. El 17 de noviembre de 1912, le escribe a la princesa: "Pudiera ser que de los fragmentos que uno va acarreando poco a poco, se llegara a contemplar panorámicamente un mundo con contenido propio, pero para eso hay que andar todavía un buen trecho".
Lo que ustedes llaman mi mundo, este cuarto, esta bitácora, estas entradas, estos libros que leo a pedazos, adorables criaturas, hoy por hoy no alcanza para sostener a nadie.
9 comments:
Me gustaría llamarme "Marie von Thurn und Taxis".
pinche joto
está fregón el "Taxis", ¿no? Te cuidas Diego.
Memo tonto: es Duino, no Diuno. Y no es Chautebriand, sino Chateaubriand.
Seguro culparás tu dislexia.
pero ustedes los filosofos no son indestructibles?
hay un mundo que te puede sostener, la séptima de beethoven
how come things get removed?i wanna read their coments too!!
supongo que para algunos es más satifactorio vivir en un mundo imaginario que en un pedazo de mundo real- no son los mundos sino un o el que se anda desmembrando por todas partes. es vergonzoso pero inevitable. lo mejor de todo es que al intentar recoger los miembros acabamos con apéndices de quién sabe quien. yo prefiero un moco silente y verde alojado en mi fosa izquierda y el mimetismo al que echo mano para pasar desapercibida con semejante pendiente, y saber que estoy ahí, calentando las sábanas, tiritando de frio, lanzando pantunflas a quien invada mi nosocomio personal, que imaginarme corriendo por prados verdes de los alpes, inventandome una felicidad musicaldeBrooks.
baaaa. saludos a su pedazo de nada.
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