Monday, March 29, 2010

Leo La novela luminosa: oficinista en su día libre


Hoy me pasó algo. Me levanté para ir al trabajo, realicé todos los ritos matutinos, con especial énfasis en aquellos que parecen decir a gritos que es inicio de semana, y me encaminé al trabajo al tanto de que el malestar estomacal con el que desperté no se iba. Daría más detalles al respecto pero mejor me adelanto para transcribir algo que leí de Levrero (en imagen), rumbo al trabajo (del cual tuve que regresar a casa, por la diarrea; trabajé acá, sin embargo; mi plan original era transcribir esto en la oficina, ya que saliera del trabajo, y supongo que, a mi modo, lo hice así, pues apenas termino de trabajar, aquí en el estudio de la casa). Es de su entrada de un martes 10, a las 1.03, de octubre de 2000:

"Estoy aburrido. Me apena tener que confesarlo, confesármelo, pero es la verdad. Nunca pude comprender a la gente que se aburre, y siempre hostigué a los aburridos señalándoles la etimología de la palabra. Hoy me tocó a mí. 'Siento horror de mí mismo'; 'me aborrezco'. Durante cinco años estuve armando esa trampa mortal, trasladando mis intereses, uno por uno, a la máquina prodigiosa. Hoy casi todo lo que es mi vida está ahí adentro, y ahora la máquina está apagada".

Más adelante:

"Decía que estoy aburrido, y me es dado analizar un poco este estado. El aburrimiento viene mezclado con algo más fuerte, algo así como unas ráfagas que me asaltan cada tanto, de un sentimiento parecido al pánico o a una extrema desolación; como si de un momento a otro todo fuera a perder significado".

Más adelante:

"Llegué, pues, a esta situación de aburrimiento, como cualquier oficinista en su día libre; mi otrora espléndido mundo interior parece vacío. Ni sombra del espíritu; ni sombra de imágenes; ni pensar en aflojarme en un relax, en encontrarme placenteramente como antaño conmigo mismo, sentir cómo 'el espíritu de la mente' se liga al 'espíritu del cuerpo y ya no pueden separarse' (Tao Te King). Aquel agradable calorcillo del self. Hace muchos años que perdí todas estas facultades; si ahora intento recuperarlas, me ataco de ansiedad o bien me quedo dormido".

Antes y después de estas reflexiones, las entradas del Diario de la Beca de Levrero se ocupan de las revistas Humor & Juegos y Cruzadas; esta última, también de juegos (crucigramas, acertijos...), estuvo a su cargo cuando vivió en Buenos Aires.

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