Sábado. Cierro la llave del agua caliente, en la regadera. Vapor. Recuerdo aquella mañana en el laboratorio de biología, cuando descubrí que yo no era una persona muy inteligente. Que era perezoso e inconstante: no estudiaba lo suficiente, no ejercitaba la memoria, no tenía interés alguno en la ciencia. El profesor se presentó decepcionado de nuestro desempeño en el examen más reciente, un cuestionario sobre las medidas de seguridad que debíamos cumplir dentro del laboratorio. De algún modo, aún antes de que leyera el que tenía en las manos, prueba del promedio general de tontería y pereza que se vivía en el salón, yo ya sabía que era mi examen. Sabía que el suspenso y la teatralidad sólo conducirían a que, momentos más tarde, el profesor preguntaría quién era Guillermo Núñez, el autor del examen que tenía en las manos, y que padecería algún tipo de humillación. No recuerdo bien sus palabras pero recuerdo que estaba entre divertido, enojado y sorprendido de la respuesta que algún alumno -yo- dio a la pregunta "¿Qué hacer en caso de que caiga ácido en nuestro rostro?" (había una regadera de emergencia en el laboratorio y uno debía darse un rápido regaderazo; todavía advierto que esto esconde una ligera contradicción con el principio "no darle de beber al ácido", algo que nos recordaban constantemente). Mi respuesta fue: "Tomar un baño María". Me sonaba correcto. Creo que unas clases antes nos habían enseñado un procedimiento -que he olvido- que involucraba el Baño María y del cual yo sólo recordaba el nombre del Baño María. Y bueno, claro, todos mis compañeros rieron. Otra cosa que recordé al salir del baño, hoy, que tenía que ver con el laboratorio de biología, es aquella clase en la que diseccionamos un pollo. Cuántos pollos habrán pasado por ese salón. Cuántas sorpresas ante la constatación de que el cerebro del pollo es liso. Recuerdo que, para aquella sesión, nos pidieron que lleváramos tijeras para cortar pollo, de cocina. No recuerdo qué aprendí aquella mañana. No decir ahora que a uno lo educaron para trabajar en una pollería -sé, ahora, que cortar pollo no es tan fácil que cortar papel pero tampoco tan difícil como cortar con alguien-, sería algo muy fácil, decir esto. ¿Qué decir, entonces? Nada, nada. Que hoy por la mañana, al salir de bañarme, me acordé de una cosa que me pasó en la escuela. Vine, lo escribí, fin.
Ayer, en el teatro, en Sencillamente complicado, escuché: "No salir de casa nos deshace".
Ayer, en el teatro, en Sencillamente complicado, escuché: "No salir de casa nos deshace".
1 comment:
Oh, Guillermo!
Yo también fracasé en el baño maría.
El viernes hice un flan, la receta claramente decía que había que cuidar el baño maría dentro del hono para que el flan no saliera lleno de burbujas, pero toda la cuestion de buscar la charola, llenarla de agua, poner los moldes del flan denro de la charola, etc, me parecía muy complicada, y mejor lo hornée así, sin baño y sin maría.
El resultado fue un flan al que se le mezcló el caramelo, seguro esto para algunos cocineros es trágico, para mí fue delicioso.
Había burbujas, sí, llenas de caramelo!
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