Sunday, December 18, 2005

Roma, primer día

En uno de los primeros años de primaria, recordé en el avión a Roma, uno de nuestros profesores nos enseñó cómo escribir números romanos. Comenzó con el I, luego con el II y luego con el III. Parecía sencillo, así que cuando nos preguntó si alguien sabía cómo escribir el número cuatro en números romanos, yo me aventuré y dije, "Yo sé", me levanté de mi pupitre, tomé el gis que me extendía y escribí en el pizarrón:
IIII
Otro compañero se levantó después de que me regresaran a mi asiento y escribió en el pizarrón:
IV
Y el profesor lo felicitó porque su padre le había enseñado algo que yo no sabía. Es uno de los primeros recuerdos que tengo en los que me siento tonto. Y en eso pensaba cuando, por otro lado, en el vuelo trasatlántico, veía cómo una chica despertaba a un chico para preguntarle si se acordaba de ella. Unas horas antes ambos habían platicado largo y tendido sobre la vida y del porqué iban a Europa. No escuché mucho porque estaba haciendo como que leía (retomé You shall know our velocity!, el único libro, junto a Lejos de Veracruz, que tomé en las prisas para el viaje), pero parecía que se entendían bien. Era ese momento en el vuelo en que todo mundo está muy despierto y la luz entra por las ventanas y las bebidas se están repartiendo. Pero horas más tarde, cuando todo mundo está dormido y las persianas abajo, es comprensible que el chico le haga gestos a la chica, gestos muy amables pero que quieren decir: No, no me acuerdo de tí, por favor déjame dormir. Ay, todo empieza y termina tan rápido.
Llegué al aeropuerto de Roma como a las cuatro de la tarde en un estado similar al del sonambulismo. Tal vez por eso decidí tomar un taxi pirata en lugar de los que te ofrecen ahí afuera, en el aeropuerto, lo cual contribuyó enormemente a que me estafaran y me cobraran demasiados euros sólo para que me llevaran al hotel Villa Tinorio (donde estoy ahora, en el "centro de negocios" --un cubículo con fax, conexión inalámbrica y varios teléfonos). El hotel está a unas cuadras del Coliseo, según vi más o menos en el trayecto. El taxista tenía tapado el taximetro con una cajita de cartón que no quitó sino hasta que llegamos. Esa tarde, dormí un chingo y cuando bajé a cenar ya habían cerrado el comedor. Tuve que salir hace como media hora buscando un súper donde me compré unas como papas fritas que no sabían a nada y una coca cola. Me caga Roma. No sé qué hago aquí. Es todo sucio y hostil y caótico. Es como si estuvieras visitando el DF por primera vez desde provincia. Entiendo que la gente no llega a caudales sino hasta finales de la próxima semana (para entonces ya no voy a estar). Hace un frío del carajo. ¿Ganas de ir al Vaticano? Ninguna. ¿Por qué? Porque ya lo conozco. ¿Coliseo? Tampoco. ¿Necesidad de haber conseguido un hotel barato y céntrico? Inexistente. ¿Me la estoy pasando bien? Más o menos. Mañana iré a Asis, he decidido.

1 comment:

lafiebredelmono said...

no me acuerdo de ese dia....

pero ahi estaba...