Soy una persona de pocas necesidades, entre ellas se encuentra el sol, particularmente si uno se encuentra en la playa y desea lamerse el agua salada de sus barbas y bigotes. También necesito barba y bigotes. Y un caliente sol que me seque la espalda. Pero de nuevo, en esta posiblemente bella playa de Puerto Progreso, M. y yo hemos recibido lluvia. Y viento. Y lluvia. En una playa que de otra forma seguramente hubiera sido muy bella, anuncio-de-Corona bella. Ayer M. consiguió convencerme de que nadaríamos, independientemente de la lluvia. Afortunadamente, ayer ni el domingo llovió, sólo estuvo un poco nublado. No le dije nada a M. de los bragues, esos peces espinosos que se acercan a la costa cuando cae la tarde, pues sé que si se lo hubiera dicho no habría querido meterse al agua. Se lo dije hasta que salimos. Hoy, por supuesto, con lluvia helada cayendo, y para fortuna mía, no se animó a convencerme de nadar bajo la lluvia. Ahora, a una media tarde que seguramente en otras playas es soleada y llena de vida, veo a través de la ventana y pienso con nostalgia si podríamos haber nadado bajo la lluvia, cómo hubiera sido, tendríamos que haber nadado más cerca el uno del otro para no pasar frío, no hubiéramos llevado toallas --o tal vez sí y luego al ver que se mojaban, riendo, pensaríamos en lo absurdo de llevar toallas a una playa empapada. Pero los bagres.
Supongo que veremos el partido Brasil-Perdedor y leeremos un poco más y haremos las maletas y nos prepararemos mentalmente para regresar mañana al D.F.
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