Husmeaba en la carpeta donde guardaba imágenes de esta computadora y no encontré ninguna que pudiera acompañar este texto. Es una computadora vieja, para los estándares de computadoras. Es PC. Hace meses derramé Orangina sobre el teclado y hasta ahora la tecla de Enter comienza a recuperarse. Las demás, excepto la de Backspace, están bien y les mandan saludos, que a ver cuando se paran por la casa porque hace mucho que no los ven y la verdad es que no tengo nada sobre qué escribir. Enumeraría los libros que tengo aquí, sin leer, sobre el escritorio, si creyera que eso me ayudaría a realizar un texto con el cual yo estaría medianamente conforme. He estado, últimamente, pensando mucho en Joyce. James Joyce. Hoy fue una persona a la oficina, a quien llamaré Tryno Maldonado, y nos contó algunas cosas y escuché con atención. Pasó a saludar. También fue otra persona, a quien llamaré Raúl, y creo que fue a preguntarle algo a nuestro jefe de redacción, a quien hoy llamaré Abel (aunque a veces se le llama el Madero Cervantino). ¿Escribiré más sobre esto? No creo.
Me rasco la nuca. Necesito cortarme las uñas y el pelo. Pensar momentáneamente en un cadáver, el pelo y las uñas creciendo. Pensar momentáneamente en un féretro. Pensar también en Our Time de los Yeah Yeah Yeah's. Our time to be hated. Vaya. En fin, les voy a contar un sueño que tuve anoche. Estoy en una fiesta en una casa vieja, la luz es azul y recuerda un poco un video noventero, de grunge, para mayores referencias. Y hay una especie de reunión familiar pero no es familiar precisamente porque hay gente que no es de la familia -como yo- y me siento fuera de lugar porque, bueno, soy un invitado pero pronto noto que todo mundo se conoce desde hace tiempo y comparten costumbres, opiniones y platillos. Estoy en el extranjero. Esto ahora lo sé porque acabo de recordar otra parte del sueño y carajo también un sueño de hace unos meses en el que todo es más o menos lo mismo. Diré que en mi sueño estoy en Viena. Y sé lo que esto significa (significa que estoy en un país donde la literatura es lo más importante). Resumiré: en la fiesta me encuentro con un cuate que pronto me acerca un plato de pasta. Me sentí, recuerdo ahora, como aquella ocasión en que el papá de un amigo le pidió a la muchacha que me calentara la empanizada que me estaba comiendo. Yo estaba pequeño y avergonzado, no quería decir nada pero el papá de mi amigo (¿sólo estábamos los dos en la mesa?) dedujo que mi plato estaba frío porque el suyo lo estaba.
Soy escoria.
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