Desperté por un mensaje en el celular. Ahora saco el aparato para leerlo: "Foster Wallace se ahorcó". No era temprano. Volví a la cama después de anotar un "no mames" en la pantalla y devolver el mensaje. No registré, en realidad, lo que esto me hacía sentir y me sumergí rápidamente en el sueño. Minutos, instantes más tarde, un nuevo mensaje de otra persona: "¡Se ahorcó Foster Wallace amigo!". Aquella mañana en la preparatoria, recordé entonces, cuando bajé a la cocina para encontrar a mi madre en bata, preparando el desayuno de mi padre. "Se murió ese director que te gusta", me dijo. Hablaba de Stanley Kubrick. Un sentimiento similar. Ya no habrá más producciones de Stanley Kubrick, pensé aquella mañana, sin haber visto aún Eyes Wide Shut ni imaginar Inteligencia Artificial, más tarde. Cuando murió Bolaño yo no imaginaba 2666 ni El secreto del mal ni La Universidad Desconocida. Sólo había leído Los detectives salvajes y algunos de sus libros de cuentos. Son pocos los autores que me gustan que mueren. ¿Pero me gusta Foster Wallace? El trance y reto de Brief interviews with hideous men era más un golpe de certeza de su influencia en otros escritores que me gustaban (había leído que Eggers era fan -aquí una conversación entre ellos*). Quizá no es que haya muerto lo que me sorprendió, al menos no tanto como que, precisamente como señalaron aquellos dos mensajes matutinos y telefónicos, se hubiera muerto por su propia mano. "Mr. Wallace was an apparent suicide", leo ahora en el New York Times. Y más abajo: "A versatile writer of seemingly bottomless energy". Parecen casi contradictorias, estas líneas. Y a la vez, no. Algo encierran, la sospecha de que Wallace sabía algo que nosotros no sabíamos. No sabemos. Esto es tonto. Escribir esto. David Foster Wallace falleció, yo llegué a leer algunas cosas suyas, me gustaron, otras no tanto, no he leído, sin embargo, la mayor parte de su obra (y hoy saqué, al llegar de la casa de campo, el pesado volumen de Infinite Jest del librero sólo para hojearla y devolverlo a su lugar, no sé cuándo vaya a leerlo) y en fin, comienzo a sentirme como una, sí, rémora junto al cadáver de un tiburón que sin embargo avanza. Esto es tonto.
*Allí escribe Foster Wallace (y es doloroso notar la sincronía de mis entradas) lo siguiente, sobre los argumentos entre políticos: "It’s all become like Zinn and Chomsky but without the immense bodies of hard data these older guys use to back up their screeds. There’s no more complex, messy, community-wide argument (or “dialogue”); political discourse is now a formulaic matter of preaching to one’s own choir and demonizing the opposition. Everything’s relentlessly black-and-whitened. Since the truth is way, way more gray and complicated than any one ideology can capture, the whole thing seems to me not just stupid but stupefying. [...] How can any of this possibly help me, the average citizen, deliberate about whom to choose to decide my country’s macroeconomic policy, or how even to conceive for myself what that policy’s outlines should be, or how to minimize the chances of North Korea nuking the DMZ and pulling us into a ghastly foreign war, or how to balance domestic security concerns with civil liberties? Questions like these are all massively complicated, and much of the complication is not sexy, and well over 90 percent of political commentary now simply abets the uncomplicatedly sexy delusion that one side is Right and Just and the other Wrong and Dangerous. Which is of course a pleasant delusion, in a way—as is the belief that every last person you’re in conflict with is an asshole—but it’s childish, and totally unconducive to hard thought, give and take, compromise, or the ability of grown-ups to function as any kind of community".
1 comment:
Ni hablar. Se nos jue. (Creo que yo también mandé un mensaje de texto de esos a un amigo. "Se suicidó Foster Wallace, no mames!".)
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