Uno compra un libro. El libro pasa varios años en el librero. Tres o cuatro años, digamos. A veces, optimistas, lo tomamos. Pero de nuevo lo dejamos. Después nos topamos con una reseña del libro. Nos parece interesante. Decidimos, finalmente, leerlo de modo que uno pueda decir algo más que "qué interesante". Con esto, esencialmente, buscamos interactuar. Así explica Heidi Julavits el proceso por el cual algunas reseñas y críticas ayudan realmente al lector. Esto está acá.
Hoy leí un chiste en la revista de libros de SP. El chiste lo cuenta un editor. El chiste va así: "Un editor es alguien que no tuvo los suficientes pantalones para ser escritor pero que no es tan marica como para ser crítico". Una variación de este chiste, se me ocurre ahora: "Un arquitecto es alguien que no tuvo los suficientes pantalones para ser ingeniero pero que no es tan finolis como para ser decorador de interiores". Otra: "Un internista no tuvo los huevos suficientes para ser cirujano pero al menos no es tan mujercita como para ser enfermero". Las variaciones, creo, señalan algo: todos estamos en algún momento de un proceso que nos supera. Este proceso, me imagino, ha de tener nombre. Arte. Humanidad. Literatura. Progreso. No lo sé. Estoy escribiendo al vuelo al mismo tiempo que leo el texto de Julavits. Me gusta mucho su título, el imperativo Rejoice! Believe! Be Strong and Read Hard!
Julavits también escribe, también es crítica y también está al tanto del modo en que el trabajo puede sobreponerse. En una ocasión, recuerdo, cuando les ayudaba a David M. y a Rafael L. a hacer una revista de literatura, llegué a casa de L. para que me diera, creo recordar, unas pruebas. Le pregunté entonces si pensaba escribir algo, algún día, que no fuera crítica literaria. Me contestó lo que por obvio no se me había ocurrido. A saber, que no veía una diferencia real entre ninguna de ellas. Quería hacerlo todo, me dijo, según recuerdo. Luego, pasó el tiempo. Y aunque ahora paso la mayor parte de mis días en la editorial de una revista, haciendo cosas que me gustan hacer pero a la vez anhelando poder hacer otras cosas que también me gustarían, veo que gran parte de muchos problemas está en elegir, tomar decisiones definitivas. Esto, que piense esto ahora, es un resabio de una lectura, de Richard Ford; en The Sporswriter, Bascombe se percata de la muerte que supone ser un académico, por ejemplo. Esa obsesión por explicarlo todo, tenerlo todo claro, en un camino trazado fuera del cual es difícil imaginar algo, un futuro. Debe, sí, hacerse lugar para lo inexplicable.
En fin, en este momento tengo la mitad de mis pensamientos en el texto y la otra en controlar mi estómago -que ando malo.
Algo me gusta de las reseñas o textos en los que se suelta por un lado, como si no fuera nada, que dicho texto se está escribiendo en lo que de otro modo sería un momento de ocio. Escritores en pantuflas, pijamas, recostados en un sillón, una tarde de domingo. Y creo que me gusta porque es signo del esfuerzo que se pone en ese grito que dice: "Mi tiempo libre es el que más trabajo me da". Ah, la parte maldita.
Hoy leí un chiste en la revista de libros de SP. El chiste lo cuenta un editor. El chiste va así: "Un editor es alguien que no tuvo los suficientes pantalones para ser escritor pero que no es tan marica como para ser crítico". Una variación de este chiste, se me ocurre ahora: "Un arquitecto es alguien que no tuvo los suficientes pantalones para ser ingeniero pero que no es tan finolis como para ser decorador de interiores". Otra: "Un internista no tuvo los huevos suficientes para ser cirujano pero al menos no es tan mujercita como para ser enfermero". Las variaciones, creo, señalan algo: todos estamos en algún momento de un proceso que nos supera. Este proceso, me imagino, ha de tener nombre. Arte. Humanidad. Literatura. Progreso. No lo sé. Estoy escribiendo al vuelo al mismo tiempo que leo el texto de Julavits. Me gusta mucho su título, el imperativo Rejoice! Believe! Be Strong and Read Hard!
Julavits también escribe, también es crítica y también está al tanto del modo en que el trabajo puede sobreponerse. En una ocasión, recuerdo, cuando les ayudaba a David M. y a Rafael L. a hacer una revista de literatura, llegué a casa de L. para que me diera, creo recordar, unas pruebas. Le pregunté entonces si pensaba escribir algo, algún día, que no fuera crítica literaria. Me contestó lo que por obvio no se me había ocurrido. A saber, que no veía una diferencia real entre ninguna de ellas. Quería hacerlo todo, me dijo, según recuerdo. Luego, pasó el tiempo. Y aunque ahora paso la mayor parte de mis días en la editorial de una revista, haciendo cosas que me gustan hacer pero a la vez anhelando poder hacer otras cosas que también me gustarían, veo que gran parte de muchos problemas está en elegir, tomar decisiones definitivas. Esto, que piense esto ahora, es un resabio de una lectura, de Richard Ford; en The Sporswriter, Bascombe se percata de la muerte que supone ser un académico, por ejemplo. Esa obsesión por explicarlo todo, tenerlo todo claro, en un camino trazado fuera del cual es difícil imaginar algo, un futuro. Debe, sí, hacerse lugar para lo inexplicable.
En fin, en este momento tengo la mitad de mis pensamientos en el texto y la otra en controlar mi estómago -que ando malo.
Algo me gusta de las reseñas o textos en los que se suelta por un lado, como si no fuera nada, que dicho texto se está escribiendo en lo que de otro modo sería un momento de ocio. Escritores en pantuflas, pijamas, recostados en un sillón, una tarde de domingo. Y creo que me gusta porque es signo del esfuerzo que se pone en ese grito que dice: "Mi tiempo libre es el que más trabajo me da". Ah, la parte maldita.
6 comments:
No tienes que postear todo el tiempo eh.
Tal vez no, pero creo que pensamos algo semejante casi al mismo tiempo. Pero yo no soy joven, sólo pelusa.
Hago una pausa en mi lectura del ensayo de Julavits: qué buen texto, caray (no entiendo a los que despotrican ante estas "revistitas gringas", cuya calidad es superior al de las revistas mainstream de por acá). Así que gracias, Guillermo. Seguiré leyendo.
¿Así que te parecen más audaces los ingenieros que los arquitectos? ¿Y más refinados los decoradores de interiores?
Un insulto, indiscutiblemente...
Poninas dijo popochas, Guillermo.
Luis: ash.
no sé por qué me parece que andas como enamorado. ¿Será?
Post a Comment