Friday, July 03, 2009

Read hard!


Se me pasó comentarles que terminé hace un fin de semana el tercer y último tomo de la compilación de columnas de Nick Hornby sobre sus lecturas, que se publicaban en The Believer. Hay un momento, recuerdo, en que escribe sobre la traducción al inglés de Los demasiados libros de Gabriel Zaid y se emociona mucho porque Zaid también opina que es de gente culta comprar más libros de los que uno podrá leer en su vida (cada columna de Hornby está precedida por dos listados; el de libros comprados generalmente era más extenso que el de libros leídos). Otro libro sobre libros y lecturas de los que habla es The Rights of the Reader, de Daniel Pennac, que apareció originalmente en francés hace unos dieciséis años. Hornby comulga con algunos derechos fundamentales del lector que anota Pennac -el Derecho a Saltarse Pasajes y el Derecho a No Terminar un Libro (según yo, son el mismo derecho; pero no importa)- pero aún más interesantemente, enfrenta el tono prometedor, divertido, aunque a veces triste e irónico, de Pennac frente al de Pierre Bayard en su Cómo hablar de los libros que no se han leído (y que no he leído).
Escribe Hornby:
"The French book about reading that's been getting a lot of attention recently is Pierre Bayard's How to Talk About Books You Haven't Read, which should surely be retitled You Need Some New Friends, Because the Ones You've Got Are Jerks: literary editors seem to think it's zeitgeisty, but out in the world, grown-ups no longer feel the need to bullshit about literature, thank god. Pennac's book is the one we should all be thinking about, because its author hasn't given up".
Es un verdadero gusto leer sobre las lecturas de Hornby -es una lástima que haya dejado la columna- pues le recuerda a uno el modo en que se lee en la vida diaria, apenas pero con convicción. Hornby es cuidadoso, al mismo tiempo, al no imponer un canon sobre sus gustos o lecturas -en algún momento sugiere que quienes siguen un listado preestablecido por alguien más generalmente son lectores de imaginación limitada, incapaces de encontrar los vínculos ocultos que se tejen en las bibliotecas. Es agradable leer un libro de crítica literaria que no se obsesiona por buscar los errores en lo que uno lee sino, apenas, sugiriendo un ejemplo de cómo leer. Con placer, pues.

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