Es hora del día en que me encuentro solo en la oficina, pensando en el Musil adolescente que, de acuerdo a sus diarios, veía por la ventana el modo en que el grosor del hielo cubría lo que alcanzaba a ver, pensando en aquél cuento de Roberto Bolaño donde un vendedor de calcetines entra a una oficina con lo que uno sospecha es una intención poco honorable, en esa voz que habla al otro lado del muro anunciando la presencia de una tercera persona en una habitación anónima de un hotel de paso, en una puerta clausurada y un mono en la pared, en eso pienso, ahora, que estoy solo en la oficina.
Aquí reportando, el último hombre en la tierra.
Aquí reportando, el último hombre en la tierra.
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