Wednesday, January 10, 2007

Nuestro héroe regresa al barrio donde perdió su auto

"Al día siguiente era domingo. Volví al barrio pero no encontré el coche. De hecho, ya no me acordaba dónde lo había estacionado; todas las calles me parecían igual de posibles. La calle Marcel-Sembat, Marcel-Dassault... mucho Marcel. Inmuebles rectangulares donde vivía gente. Violenta impresión de reconocimiento. Pero, ¿dónde estaba mi coche?
Deambulando entre tanto Marcel, me invadió progresivamente cierto hastío con relación a los coches y a las cosas de este mundo. Desde que lo compré, el Peugeot 104 sólo me había dado quebraderos de cabeza: reparaciones múltiples y poco comprensibles, choques leves... Claro que los otros conductores fingen estar relajados, sacan el formulario con amabilidad, dicen: "Ok, de acuerdo"; pero en el fondo te lanzan miradas llenas de odio, es muy desagradable.
Y además, pensándolo bien, yo iba al trabajo en metro; ya casi no salía los fines de semana, por falta de un destino verosímil; en vacaciones optaba la mayoría de las veces por la fórmula de viaje organizado, y en alguna ocasión por la de club de vacaciones. "¿Para qué quiero este coche?", me repetía con impaciencia al enfilar la calle Émile-Landrin.
Sin embargo, fue al desembocar en la avenida Ferdinand-Buisson cuando se me ocurrió la idea de denunciar un robo. En estos tiempos roban muchos coches, sobre todo en el extrarradio; sería fácil que la compañía de seguros y mis compañeros de trabajo entendieran y aceptaran la historia. Porque, ¿cómo iba a confesar que había perdido el coche? Enseguida me tomarían por un chistosito, hasta por un anormal o un pendejo; era muy imprudente. No se admiten bromas sobre este tipo de temas; así se crea una reputación, se hacen y deshacen las amistades. Conozco la vida, estoy acostumbrado. Confesar que uno ha perdido el coche es casi excluirse del cuerpo social; decididamente, aleguemos un robo".
Inicio del capítulo "Rodeado de Marcels", de Ampliación del campo de batalla.

5 comments:

Anonymous said...

leeréla

Anonymous said...

A nuestro héroe, Guillermo, no le robaron sólo su auto, sino tres moleskines. ¡Tres! Y amenazaron con llevárselo. Eso es imperdonable. Juro que si encuentro a ese par de cabrones, los despellejo hasta que mueran desangrados.

Alucard said...

En verdad que la ciudad se ha convertido en un verdadero nido de lacras, pero nuestro gobierno argumenta una disminución en los índices delictivos. Siento mucho tal acontecimiento, pero utilizare todos los medios que la mafia me confiere para agarrar a ese par de escorias.

Lorena said...

I like this

Guillermo Núñez said...

Gracias por las muestras de buenos deseos.