Sunday, January 27, 2008

¡Kafka!


El sueño inquietante recién termina, me levanto. Siete y cuarto de la mañana. Bajo a la cocina a rellenar un vaso de agua. Partes de otros sueños comienzan a regresar, ahora que inicio esto, pero sólo quiero contar el último. El sueño terminaba conmigo contando algo que acababa de ver. Se lo contaba a mi padre, en el auto -un Accord plateado que mi padre ya no tiene. Me recogía de la Arena México, del Pancracio, pero no era la Arena México que conozco, como suele suceder en los sueños. De hecho, era "el único lugar donde en México aún se le rinde culto a Mefistófeles".
Hace un par de días compré Fausto de Goethe, en una librería de viejo.
Llovía, mi padre y yo salíamos corriendo del lugar (yo era de los primeros en irse y había un estacionamiento afuera, lleno de autos; un cuida coches, que extrañamente iba vestido de traje, pero con gorra y tenis, nos acompañaba hasta nuestro auto, buscando una propina que, yo pensaba, mi padre le negaba; cuando le preguntaba si le había dado dinero mi padre me decía que sí). La historia que le contaba a mi padre estaba llena de huecos, pues acababa de ver los hechos sobre la cual la basaba, y él me ayudaba a armarla. Un hombre, a un extremo de la plaza (era precisamente en estos hechos en los que mi padre me ayudaba a reconstruir la historia, pues sabíamos que no bastaba decir "a un extremo"; él, siendo notario, me decía cómo solucionaba esos problemas técnicos en sus escrituras, llenas, a menudo, de detalles geográficos y de ubicación; usaba palabras como "colindaba", por ejemplo, quizá abusando de ellas; ahora me doy cuenta, ahora que estoy despierto y que trato de reconstruir el sueño, que hablo de mi padre también porque en los sueños no hay lugar, a pesar de que, durante el sueño, no me percataba de esto). Pero es fácil describirlo: una plaza alargada que se abría en cruz, como una iglesia o catedral, rodeada por una barra sobre la cual los asistentes bebían. Al centro, la cruz, estaba formada por tierra, un olor fuerte, imagino ahora, nos llenaba las narices. Yo, en el sueño, me encontraba hacia el extremo derecho de una de las alas y podía ver directamente al extremo izquierdo, que se encontraba frente a mí -por alguna razón ahora pienso en el Salón 21 y la noche que fui a ver a Bloc Party, creo que fue parte de alguno de mis otros sueños.
Desde el otro lado, un hombre en camisa amarilla, pelo negro y ojos saltones, le indicaba a un hombre que estaba a unos pasos de mí algo con la cabeza. "Asentían", me sugería mi padre. En efecto, se comunicaban con movimientos de la cabeza. Le parecía indicar: "ya es hora". Así que el hombre dejaba su cerveza -un tarro de cerveza oscura- sobre la barra y deslizaba su mano hacia un cuchillo que otra persona, un hombre de camisa negra, había dejado sobre la barra también. "Un cuchillo de maricón", creo recordar decirle a mi padre, pero en realidad no era de maricón sino el tipo de cuchillo que uno compra en tiendas de Victorinox. De mango negro, de plástico duro, estilizado, con una hoja que se dobla; aunque, en efecto, pequeño. En el sueño, recuerdo, recordaba un pasaje de Los detectives salvajes en el que se medía la longitud de un pene con la de un cuchillo. "¿Este es tu cuchillo?", le preguntaba el hombre que lo había tomado de la barra. Se lo preguntaba al hombre de camisa negra. Sabía lo que iba a pasar a continuación. Lo sabía desde que el intercambio de palabras sin palabras hubiera iniciado. De hecho, podía sentir cómo el hombre de camisa amarilla, desde el otro lado de la barra, veía todo, así que me parecía bastante inútil (aunque lo estaba haciendo) caminar desapercibido al baño, que se encontraba detrás de nosotros. "Sí", decía el hombre de camisa negra, "es mío". Quizá porque me parecía inútil no decidía entrar hasta que veía cómo le hacían un tajo rápido y limpio en la camisa, de arriba a bajo, en un movimiento que no se demoraba sobre el cuerpo, sólo lo seguía, sin más. El hombre de camisa negra, hasta donde pude ver, no decía nada, ni se movía. En el baño un negro -un boxeador que se parecía demasiado a Shaquille O'Neal- esperaba sentado en la taza del baño pero su cabeza sobresalía. Nos veíamos y no decíamos nada. Creo que todo esto ya no se lo llegué a contar a mi padre, en el sueño. Estábamos preocupados tratando dar con la calle en la que yo había dejado mi propio auto. Por qué mi padre me recogía y me llevaba a mi auto, no lo tengo claro. Pero sé que me parecía normal, esto de platicarle lo que acababa de ver, como si fuera material para una historia que iba a escribir más tarde. De hecho, recuerdo que en el auto abría un libro en el que se contaba una historia muy similar a la que recién he contado, pero estaba contada por Chejov. Excepto que no era Chejov sino Poe y a la vez no era Poe sino Dostoievski. Pero no la contaba, para terminar, Dostoievski sino un personaje ficticio de Dostoievski. Así, la historia que yo leía en el auto de mi padre, mientras buscábamos la calle en la que había dejado mi automóvil, y que era similar a la que le había comenzado a contarle y que ya les conté a ustedes, había sido contada por un personaje de Dostoievski. Y quizá ya no me creerán esto, pero se trataba, específicamente, de Raskolnikov. Lo cual me parece extraño, extrañísimo, pues yo nunca he leído Crimen y castigo. En fin, la historia que había leído trataba de un joven que escribía una historia para concursar en un certamen literario. El concurso llevaba el título de algo así como el Delfín y en mi sueño esto, claramente, era alusión a Kafka. Por qué carajos, no lo sé; pero se explicaba, en una nota al pie de página, que Kafka llevaba ese sobrenombre. Lo cual, pues, es bastante estúpido. Después de todo Kafka no nació hasta 1883, mientras que Dostoievski nació unos sesenta años antes. Realmente no sé qué pensar de todo esto.
Son ya cuarto para las ocho. Hace meses que no me levanto tan temprano. Anoche salí a beber con un par de amigos. Estando un poco bebido, recuerdo, decidí tontamente mandarle un mensaje a una persona por mi celular. Una persona que tiene un libro mío, que necesito para la tesis pero que no ha podido devolverme. Le escribí hace tiempo para decirle esto, de cómo necesito pronto los diarios de Kafka que le presté en junio, para poder escribir sobre ellos. Pero ya no se lo repetí en mi mensaje. Sólo escribí, muy misterioso yo, "¡Kafka!". Me arrepentí casi de inmediato. Hace un par de días fui a buscar el libro de nuevo a Gandhi y a unas librerías de viejo, pero no lo encontré. También: creo que ya no era parte de mi sueño sino de los instantes inmediatos a él, cuando desperté. Esos instantes en los que uno comienza a pensar en todo lo que ha soñado. En esos momentos, recordé que Mariana Martínez me decía el delfín, un sobrenombre que originalmente, creo, me había puesto Julián Zárate -por el dolphin de Francia. Quizá no fue Julián Zárate sino Rodrigo Díaz quien me puso el apodo, después de haber visto juntos Juana de Arco. O quizá sí fue Zárate, pues ama a Milla Jovovich, y la debió haber visto en Juana de Arco, donde Malkovich interpreta al delfín de Francia.
Vivo en la calle Francia. Otro sobrenombre con el cual Martínez se dirigía a mí era Toulouse Lautrec. Fuera de ser chaparro, de no necesitar dinero, y de tender un poco a la bohemia -a la más tonta bohemia- debo decir que nunca entendí ese sobrenombre. Si fuera a entregar, algún día, algún cuento a un certamen en el que Kafka fuera el santo patrono, creo que lo basaría en este texto, en este sueño, en la conversación que sostuve con mi padre en el auto.

5 comments:

Hitlercito said...

felicidades por el nuevo diseño, me gusta el nuevo blog, y al parecer ahora hablas de sueños y no de auotres extraordinarios que yo no conozco, felicidades

David Miklos said...

Ay, Memo. Dream on, you little doplhin.

Olga Fabila said...

Tuvimos una blogdolphinconvergencia, asomate al mio.

El dibujo lo hice hace ya varias semanas pero apenas hoy lo subí.

Besos de domingo
O.

Mariana said...

no olvides "crustaceo".jiji. el otro dia tuve un suenho raro tambien, ya hablare de el en mi blog proximamente.

David Miklos said...

Kafka, por cierto, es una gata gris con botitas blancas que vive en casa de mis padres.