El viernes, con esas ganas de aferrarnos a nuestra juventud, y con ocasión del cumpleaños de Julián, fuimos a ver a los Músicos de José en el Imperial, un lugar que ha conseguido revivir algunas de las experiencias tontas que han alimentado nuestras anécdotas a lo largo de no muchos años. Tontas y llenas de sangre caliente y todas esas importantes cosas que nos parecían, tal vez, más importantes hace unos pocos años. Sólo he ido un par de veces al Imperial, en ambas ocasiones tocaron grupos que me recuerdan con una precisión quirúrgica esos años no tan lejanos -pero me insisto en creer que no sucedieron hace mucho, esos años, pero aún así, no sé, parece que estoy forzando la máquina. Además de Los Músicos de José, hemos visto ahí a DaPuntoBeat y hemos bebido cerveza y otras cosas y observado con lujuria a la bartender (quizá sólo hablo por mí mismo: el viernes se cortó con un vidrio mientras maniobraba para darme el cambio de una cerveza, y vi cómo emanó su rojísima sangre; estuve a punto de agarrarle la mano y asegurarle que todo estaría bien, mientras se la chupaba, como vampiro).
Consideren eso la introducción.
Anécdota: estamos ahí, escuchando a la banda, cuando en una especie de trance mi atención se focaliza con dureza sobre uno de los saxofones de la agrupación (noten la foto de autista, arriba) y aunque Lisa Simpson vendrá segundos, ¡no, instantes!, más tarde a mi mente, lo único en lo que puedo pensar mientras observo el instrumento -aunque sea brevemente es la imagen que con más fuerza se instala en mi cabezota- es en una espina dorsal. Pero no en una espina dorsal cualquiera sino en una espina dorsal como la que le crece a The Abomination en Hulk o, mejor, como si hubiera salido de una fantasía combinada de Cronenberg y H.G. Giger: orgánica y a la vez ajena, inhumana. Y esto me perturba. No sólo la imagen sino que en ese momento de alegría, de acompañar a los amigos y de escuchar buena música que debería recordarme grandes buenos tiempos, estoy pensando en cosas tan ñoñas y extrañas y friquis. Dura un momento, sí, pero uno sabe que es en las cosas pequeñas donde se esconden las grandes catástrofes. En fin, se me pasó. Sólo avisando.
(Vuelvo a ver el saxofón y las, ¿cómo se llaman?, ¿teclas?, en fin, las cosas esas donde van los dedos me hacen pensar en los aliens bebés, en los que abrazan la cara para inocular aliens no bebés; me estremezco). Me gusta pero me asusta.
Consideren eso la introducción.
Anécdota: estamos ahí, escuchando a la banda, cuando en una especie de trance mi atención se focaliza con dureza sobre uno de los saxofones de la agrupación (noten la foto de autista, arriba) y aunque Lisa Simpson vendrá segundos, ¡no, instantes!, más tarde a mi mente, lo único en lo que puedo pensar mientras observo el instrumento -aunque sea brevemente es la imagen que con más fuerza se instala en mi cabezota- es en una espina dorsal. Pero no en una espina dorsal cualquiera sino en una espina dorsal como la que le crece a The Abomination en Hulk o, mejor, como si hubiera salido de una fantasía combinada de Cronenberg y H.G. Giger: orgánica y a la vez ajena, inhumana. Y esto me perturba. No sólo la imagen sino que en ese momento de alegría, de acompañar a los amigos y de escuchar buena música que debería recordarme grandes buenos tiempos, estoy pensando en cosas tan ñoñas y extrañas y friquis. Dura un momento, sí, pero uno sabe que es en las cosas pequeñas donde se esconden las grandes catástrofes. En fin, se me pasó. Sólo avisando.
(Vuelvo a ver el saxofón y las, ¿cómo se llaman?, ¿teclas?, en fin, las cosas esas donde van los dedos me hacen pensar en los aliens bebés, en los que abrazan la cara para inocular aliens no bebés; me estremezco). Me gusta pero me asusta.
2 comments:
Ah canijo.
Tuve una experiencia similar después de ver "eXistenZ" de Cronenberg. Cada vez que miraba de reojo pensaba ver cosas orgánicas y babosas donde sólo había máquinas (trabajaba en un centro de maquinado por esas fechas.)
Saludos
Los músicos de José son excelentes. Invítame para la próxima...yo también recordaré cuando los escuché por primera vez, en la carrera, hace unos diez años.
Forever young!
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