Así que el idiota, Guillermo, se sienta en su escritorio y cierra, finalmente, el segundo y último tomo de los textos que Stephen Dixon ha dedicado a su idiota. Pues, como algunos saben, pero no todos y por eso seguimos, Dixon redactó sus I. y End of I. después de leer El idiota de Dostoievski, pensando que a él también le gustaría tener un libro que tratara sobre un idiota. Guillermo, el idiota, desea también haber escrito su propio libro sobre un idiota, un libro en el que hablaría más o menos de él y de las personas que le rodean, pero que al final mezclaría esas anécdotas con algo de ficción permitiendo que cobraran vida por sí mismas --tal y como lo hace, con maestría, Dixon.
Guillermo no lo hace con maestría, pues es un idiota. Ni siquiera tiene la disciplina para sentarse a escribir un libro, apenas y puede escribir unas dos o tres actualizaciones en su bitácora con ese tono (en todas finge que ha estado discutiendo con su novia, por ejemplo, atribuyéndose humores y tonos que siempre evita y jamás desearía tener). Ese pequeño ejercicio, donde también mezcla algo que tiene que ver con Marte y otros cuerpos celestes, le parece suficiente para descubrir de nuevo que Stephen Dixon es un gran escritor sobretodo por su disciplina, más que por su ya de por sí excelente escritura. Guillermo desearía ser un idiota como Dixon. Pero sólo puede ser un idiota como sí mismo.
3 comments:
Podrías escribir un libro sobre cómo es ser un idiota que se quiere parecer a otro. No podría ser taaaaaan largo, ¿cierto?
"Al otro, al idiota, le suceden estas cosas".
Ay Memo, siempre me sales con lo mismo.
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