Thursday, August 03, 2006

Yo soy bueno


John Banville, autor de Fiction with the sea, Shroud, Eclipse y muchas otras, en entrevista con Ben Ehrenreich, afirma que prefiere ser reseñista a crítico literario, después de distinguir ambos. La distinción es muy sencilla, mientras el crítico literario se ve forzado por su, digamos, conciencia moral a hablar incluso de aquello que no le gusta para hacer una especie de pedagogía, el reseñista sólo se ve obligado a entusiasmar a la gente sobre aquello que le gusta a él. Claro, este es el caso de John Banville a quien seguramente en su muy bonita casa de Dublín le llegan los libros que quiere reseñar sin jamás verse en la incomodidad de tratar con sus autores, y puede colocar sus extensas reseñas en páginas enteras del, no sé, Irish Times y otros periódicos. En ocasiones, sus reseñas, como pasa a menudo con las reseñas de buenos escritores, aseguran un éxito a lo reseñado.
Rafael Lemus no hace mucho me dijo que los libros que le gustaban eran aquellos que lo dejaban en desagusto, sin saber bien a bien si le había gustado o no, si el texto se le quedaba en la cabeza. Esto me suena que es un poco como decir que a uno le gusta una mala cogida. Que, sin ser del todo desagradable, no puede decir si le gustó o no. Esto no es preciso, por supuesto. Sólo quería hacer a algunos reír. Entiendo perfectamente lo que quiere decir Lemus y lo comparto. Es decir, a mí también me gusta más Beckett que Platero y yo. Pero también me gustan los libros que me entusiasman sin hacerme sentir mal. Los libros que no son irónicos pero tienen la fuerza suficiente para hacerme desconfiar del sarcasmo y el azote.
A Christopher Domínguez le escuché decir alguna vez que el crítico literario es como quien va diario al hipódromo y hace sus apuestas. La característia esencial aquí es el ir diario, quien es capaz de apostar por un caballo mediocre, porque no hay de otra, aunque sea para decir que el caballo por el que se está apostando es un caballo mediocre.
Yo no voy a ser el valiente que pueda afirmar cuál es el caballo famélico al que nadie debería apostarle, pero sí el huevón que les puede decir con qué pony le gusta más salir a dar un paseo por la cuadra. Tan huevón soy en este sentido que me caga polemizar y que, de estar dispuesto a sacar una opinión al mundo, sólo sería en forma de aquello que sirva para entusiasmar a lo ya probado por la durísima prueba de mi particular gusto. Llamemos a este esfuerzo El Inquilino. Llamémoslo mi blog. Llamémoslo mi dulce opinión y mi constante silencio. Sé que es muy poco. Pero también sospecho que hay una fuerte crítica detrás de todo esto. Más fuerte aún en la medida que son pocos los libros que recomiendo. Para sus ratos de ocio o en el baño, les recomiendo The Believer book of writers talking to writers, donde leí, entre otras, la entrevista de Banville.

3 comments:

Anonymous said...

ya postea algo emocionante

Enrique G de la G said...

Muy bien. Me late. ¿Pero la reseña no es un subconjunto de la crítica?
No sabía que fueras amigo de RL. O que se conocieran.

Hector Zagal said...

La reseña también es una manera de ganarse la vida.