Tuesday, January 22, 2008

Ejercicio espiritual

He is a tool, a part of a machine that never stands still, and is sick and giddy with the ceaseless motion. He has no satisfaction but in the reflection of his own image in the public gaze.
William Hazlitt, On living to one's self.
Guillermo se observa a sí mismo en el reflejo de los espejos con los que se recubren los muros del gimnasio donde ahora se ejercita. Se intenta convencer a sí mismo de que a pesar de haber escuchado un "Pero qué gordo andas ahora" o un "Gordito" cariñoso y crítico a la vez de varias personas, está haciendo ejercicio para sí mismo, no para los demás. Así que mientras observa el monitor de la máquina en la que corre -como si fuera a darle respuestas, como si fuera un oráculo o una salida de sí mismo- procura pensar en Foucault y el texto que leyó anoche de él, Las tecnologías del yo. Allí, Foucault, piensa Guillermo, habla de cómo el "Conócete a tí mismo" griego estaba precedido por un "Cuídate a tí mismo", una tradición compleja y ya solidificada anterior al conocimiento de uno mismo que procuraba Sócrates. Pero algo sucedió en el camino. Conforme pasaron los siglos, se separaron estas consignas. Nada más moderno que la obsesión por el conocimiento de uno mismo, de la apertura total, de la luz que lo ilumina todo hacia dentro, sin cambiar nada. Una radiografía de un tumor, un diagnóstico que, sin embargo, es olvidada en un rincón y no sirve para mejorar o curar. Vivimos en un mundo, se percata Guillermo, en el que mostrar nuestras fallas es la vez fruto de orgullo. Así soy yo, te guste o no.
Pero, y si fuera por los demás, ¿qué? Es decir, si fuera también por los demás. Quiere bajar de peso, sí. Quiere mejorar su condición física. Quiere sentirse sano. Se está cuidando. No está poniendo su felicidad en manos de los demás -está viviendo para sí mismo; pero, a la vez, no puede negar (no se permitiría negar) que los demás son parte de su felicidad.
Las tecnologías del yo hace hincapié en una paradoja. El conocimiento de uno mismo, la disciplina que esto implica, a menudo sacrifica precisamente lo que pretende conocer. Pues, se asume, uno se conoce a sí mismo para salvarse: uno se confiesa, da testimonio, en búsqueda de absolución. Pero a la vez, el conocimiento de uno mismo sacrifica a uno mismo. Piensa, entonces, en el ascetismo. En la confesión católica. En los modos en los que uno sospecha que uno mismo no se encuentra en esta tierra, sino en otra. O peor, que esa cosa que creemos ser, no somos nosotros. Foucault pone en tensión el abandónate a tí mismo cristiano y el transfórmate en lo que realmente eres nietzscheano.
Avanzan los minutos. El monitor marca ya veinte de movimiento continuo. Le parece una coincidencia en la que no quiere leer demasiado, pero al momento en el que decide detenerse el monitor también marca, en distancia, 666. No sabe qué son. ¿Metros? Le parece poco. ¿Millas? No entiende por qué no está indicado. Sólo aparece el número. Guillermo baja del aparato, bebe agua y observa a su perra, quien lo ha estado esperando todo este tiempo, paciente. Lamenta un poco ser incapaz de salir de su cabeza. A pesar de la música, del Ipod, del ejercicio. Una vez más, Guillermo ha avanzado hacia ninguna parte y piensa en dos fragmentos de On going a journey de Hazlitt, que leyó minutos antes de retirarse al gimnasio: "We go on a journey chiefly to be free of all impediments and of all inconveniences; to leave ourselves behind, much more to get rid of others".
Y también: "Those who wish to forget painful thoughts, do well to absent themselves for a while from the ties and objects that recall them; but we can be said only to fulfil our destiny in the place that gave us birth. I should on this account like well enough to spend the whole of my life in travelling abroad, if I could anywhere borrow another life to spend afterward at home!".
Y piensa Guillermo: bueno, tal vez he dado con la clave. He conseguido abstraerme de mí mismo y de los demás sin necesidad de viajar, desde la comodidad del gimnasio que está aquí. He olvidado pensamientos dolorosos y me he librado de incomidades e impedimentos. Soy un hombre moderno. Estoy en paz conmigo mismo. Me cuido. Me conozco.
O no sé. Tal vez sólo quiero que me chuleen de nuevo las nalgas.

10 comments:

Alejo Cava said...

Los filósofos nos la pasamos en el "conócete" y no hacemos nada, otros se la pasan en el "cuidate" pero no se conocen.

Es como tener un cuidado de la materia y de la forma, cada uno.

Toca hacer ambas.

Por eso hay que hacer gimnasia y saber música para estar en el Liceo.

Sócrates tiene razón, una vida sin reflexión no merece ser vivida. Pero una vida sin ejercicio no llega demasiado lejos, como tu dices en Grecia se presuponía.

Filósofo que no hace ejercicio que está gordo o no come bien, no es filósofo.

Ochoa said...

mejor cuéntanos qué piensan los hombres cuando se ven el abdomen o los biceps en el espejo

Lorena said...

Intenta una clase de spinning, you'll fall in love.

David Miklos said...

Ay, Memo. 666, the number of the beast. Bestia nalgona, digo yo, que te conozco. Así que, amigo mío, cuídese, all pun intended.

Guillermo Núñez said...

Cava: pues sí.
Sofía: depende de qué tan hombres sean. Por mi parte pienso que todo es inútil. Pero también, por alguna razón, me imagino como Conan el conquistador y hago, en mi cabeza, groarrr.
Lorena: supongo que algún día lo intentaré, aunque cuando ando en bici sí me gusta moverme. Es decir, avanzar por un camino. ¡Ciclimos de montaña, ajúa!
David: me preocupa que seas el único que me chuleó las nalgas.

David Miklos said...

A mí, ay, Memo, me preocupa que seas tan self-nalgas consciouss.

Guillermo Núñez said...

Y así, ¡todos preocupados!

Enrique G de la G said...

Esa imagen corresponde al loquísimo zoopraxíscopo del aún más loco Muybridge... ¿que no?

Guillermo Núñez said...

Enrique: no sé.

Anonymous said...

yo creo que pilates resuelve tus problemas ahi estiras tooodo, y fortaleces...o si no lo mejor es dejar pasar otro dia and forget about it!

duda, cómo son tus nalgas?