Wednesday, February 27, 2008

Sobre un viaje a California de 1769

En noviembre del año pasado viajé a La Paz con David para presentar lo que entonces era el número más reciente de Cuaderno Salmón. Fue como viajar a la gran nada, un recorrido difícil de digerir en su enorme simpleza. David, recuerdo, fracasó en su intento de leer durante ese viaje Las Benévolas y yo en terminar unos cuentos de Lovecraft. En cambio, pudo, recuerdo, leer gran parte de The Road y compartirme del entuasiasmo que aquella lectura le provocó -una sobre la cual se irguió una sombra de Lovecraft- y que a la fecha se mantiene. Ahora me confundo, pues estoy casi seguro que yo leí The Road más tarde, pero tal vez estoy equivocado (recuerdo haber comprado el libro antes, en San Miguel de Allende, como leo acá, una entrada fechada algunos días antes de nuestro viaje); aunque cada vez crece más la certeza en mí, que para el viaje ya tenía esa lectura en mi cabeza y por ello, acaso, muchas cosas de las que vi en los caminos desolados de Baja California me impresionaron a niveles que iban más allá del turístico o desmadroso (un día, recuerdo, después de la presentación, habíamos rentado un Jeep y viajado a Todos Santos, a playas solitarias, y a pueblos habitados por gringos viejos).
good job!

Y fue muy diverto, comimos mariscos, paseamos, tomamos fotos tontas, fuimos a la playa donde me revolcó una ola. Pura alegría. Pero The Road seguía ahí y cada cosa que veía -especialmente esa larga y solitaria carretera que separaba Todos Santos de La Paz- de algún modo me remitía a la novela de McCarthy. Al grado incluso que buscaba señales de ese libro, aunque fueran tan patéticas como algo forzado, un signo de destrucción en un lugar seco e inhóspito (la paciencia de David, recuerdo, y el mucho tiempo que teníamos para matar, permitió que registrara algunas de esas imágenes).

Pero no es de esto sobre lo que quiero hablarles. Como ya había adelantado tangencialmente en la entrada anterior, David me acaba de regalar un libro sobre una expedición que se realizó a California a cargo del astrónomo francés Monsieur Chappe d'Auteroche con el objetivo de registrar el paso de Venus (y no Mercurio, como dije, erróneamente) por el Sol, en junio de 1769. Un libro que yo había visto por primera vez durante aquél viaje pero no quise comprar pues me parecía, no sé, demasiado caprichoso y excéntrico de mi parte. Es un libro difícil, en realidad, que acaso sólo puede interesar a astrónomos o historiadores. Pero a mí me llamó mucho la atención, sobretodo por imágenes como las siguientes, que me recordaban al Codex Seraphinianus:

El libro además está plagado de tablas y catálogos (todo en francés), de esos tiempos en que se pretendía catalogar y leer al universo como si se tratara de una bodega, a fuerza de inventarios. En el muy informativo prólogo de José Gaxiola López se explica que: "Un tránsito ocurre cuando un cuerpo celeste cruza delante de uno más grande y puede observarse desde otro planeta. [...] Los tránsitos de Mercurio son 13 en promedio cada siglo. Es tan pequeño que se necesitan aparatos para observarlo y dura menos tiempo. Los tránsitos de Venus son más raros, más espectaculares. [...] La imagen de Venus en el Sol es lo bastante grande para ser observada a simple vista. El disco de Venus tendrá un diametro de 1/32 (3.125 por ciento) del plato del Sol. La primera cosa que se notará al observar el Sol con un telescopio equipado (con filtro de hidrógeno-alfa) es que el disco solar parece ligeramente más oscuro en los bordes. [...] Venus aparece como un pequeño círculo negro en el disco del Sol, parece adherirse a él como una gota de agua negra sucia de un grifo que se escurre por un limpio y blanco plato. A la mitad del trayecto de repente la conexión se rompe, Venus se resiste un poco, toma distancia para no ser otra mancha, otro grano solar. El mismo efecto del inicio ocurre cuando Venus termina el tránsito. Los primeros observadores religriosos cristianizaron este fenómeno como la "lágrima negra"".

Adoro las metáforas científicas. Buscando imágenes para esta entrada, vía Google, escribí "lágrima negra" y "Venus" en el buscador. Sólo encontré pura cosa emo y pornografía. La pura risa, caray. En fin, lamento un poco que mi memoria me haya jugado una mala pasada y que haya sido Venus y no Mercurio, el planeta en cuestión, en tránsito, pues en mi cabeza ya tenía pensada una entrada, para este su blog ingenioso, muy jocosa que tenía que ver con un gato, este Mercurio -acabo de leer un texto de su dueña, Elizabeth Flores, que me entusiasmó- pero bueno, uno hace planes y la memoria los deshace. Finalmente, un dato interesante: "En los últimos 4 mil años ha habido 53 tránsitos de Venus. No hay registros históricos de ellos, pero se sabe que en 1518 un pasaje de Venus tuvo lugar por la planicie central de México. Moctezuma interpretó este fenómeno como de mal agüero". Ah que el mal agüero y esa tendencia milenaria de siempre esperar lo peor.

5 comments:

David Miklos said...

Fue un gran viaje, ese viaje. Yo recuerdo tu necedad, querías retratar a un pelícano o a una gaviota sobre una lancha precaria y encallada. Lo mejor, creo, fue aquella marisquería con el esqueleto de una ballena (con una ballena de Pacífico en la boca), colocado en el techo, a la Orozco (o al revés). Había un par de familias allí, los hombres con sombrero. La vida vaquera, en la playa. La inmensa nada. Y el fuego de McCarthy. Y te revolcó una ola, sí. Ay, Memo©.

Lorena said...

espera lo peor y acertarás, mi refrán chapulinesco del día.

la ley de murphy es universal.

(bueno, por eso es ley verdad?)

El comentario... nada que ver con el post, qué pena.

Vikram Dharma said...

Bueno, pero ahora cuéntanos más de ese viaje.

Mariana said...

estar en la ruta sin prisa es genial, no esperamos nada, nada más que el viaje, y el viaje se convierte en todo.

Enrique G de la G said...

La foto de la Coca caída es de ¡premio!