Thursday, January 29, 2009

Bueno, bonito y barato

Javier Moreno, en esta entrada a la bitácora electrónica de la revista electrónica Hermano Cerdo, comienza hablando sobre esto:

"Pensaba ayer, mientras leía [un texto de Manuel Espigado sobre la producción de literatura en español y su relación con las nuevas tecnologías] en la insistencia frecuente entre los comentaristas literarios en la supuesta influencia negativa del mercado (o lo comercial) en la calidad de los productos disponibles en las librerías. A veces sospecho que detrás de esa opinión hay una de esas teorías románticas antisistema que pregona la precariedad del oficio artístico como única vía hacia su dignificación. La popularidad de un producto cultural es vista con malos ojos. El éxito entre el gran público es siempre el producto de una trampa mercantilista hábilmente concebida por algún genio malévolo que se relame ante la vista de las ovejas desde su penthouse en un edificio en Madrid, Barcelona o Nueva York. ¿Pero es así? ¿Realmente es el mercado tan terrible, tan odiable? Creo que no."

En efecto, tener éxito o el bestseller no es necesariamente malo. Esto lo sabemos.
Más tarde, agrega, como una sugerencia hacia la superioridad del libro electrónico sobre el libro no electrónico:

"El fetichismo del libro está en nuestra contra, pero pensaba yo hoy mirando mi ejemplar de Donde yo no estaba, de Marcelo Cohen: ¿no sería hermoso que este monstruo de 726 páginas en tipografía tamaño medio-bajo pesara y tuviera el tamaño de un libro de bolsillo sin que eso implicara que la tipografía me dejara inevitablemente bizco y probablemente con embolia tras tres páginas? A mí lo que me gusta es leer, no cargar libros".

Creo que ambas cosas pueden convivir, el fetichismo del libro (que es también una cosa hermosa) con productos como el mismo Hermano Cerdo o Biblias que pueden leerse en un PDA o un e-book. A mí, debo decir, me gusta leer libros. Que, bueno, se cargan. Pero igual, para llegar a un lugar conviene moverse -y supongo que uno podría ver cómo es París o una ciudad particular a través de ese cochecito de Google que, en realidad, va y lo ve y luego lo representa electrónicamente. Todo esto es complejo. Se habla mucho de ello. Hay mucha opinión. En esta bitácora, por ejemplo. Y en la otra. Hay algo, sin embargo, que he notado. Y es que ahora compro muchos menos discos que antes. Y curiosamente, bajo menos música que antes -poco a poco ¿me ha dejado de interesar la música? No diría tanto. Como paso la mayor parte del día frente a ella, escucho (y leo) casi todo a través de la computadora. Pero no es hasta que llego a casa por la noche (soy un oficinista anónimo, no lo olviden) que siento que finalmente voy a poder leer. Libros. En mis manos. Es una actividad física, la que llevo a cabo por la noche. Ahora mismo que tecleo esto, sin embargo, me percato de que ésta también lo es. Es complejo, les digo. Digamos, por mientras, que el texto de Moreno es "thought provoking". Me gustan los bonitos libros que ha hecho McSweeneys. Me gusta que puedo pedirlos en línea. Me gustan los bonitos libros de Tumbona. Pero nunca he visto si puedo o no pedirlos en línea -tengo la librería cerca. Pero volviendo a mi argumento deshilvanado: tener la posibilidad de tener muchos libros, ¿no les quita también un poco el valor que poseen como objetos? Se acumulan los libros en mi casa, es verdad, no creo que llegaré a leer todos los libros de mi biblioteca, pero me gusta más la idea de que serán estos los que me sobrevivirán, que pasarán de mano en mano, acaso, y no, digamos, un Kindle o un Ipod sujeto a mayores inconvenientes. Y es así como interrumpo mi entrada para irme a comer.

No comments: