Son muchos. Son pocos. Depende de la edad. Son buenos. Son malos. Depende de la persona. Son constantes. Son frágiles. Son espurios. Son como habitantes de un castillo construido bajo tierra, que se mueven libremente y nos hacen creer que nos llegan bajo nuestro mandato, cuando en ocasiones llegan por su propia cuenta, independientemente de lo que queramos o no recordar. Son dolorosos, a menudo, pero cuando se presentan de esa manera, como las películas de terror, no nos hacen tanto daño, así como no nos alegran necesariamente las ocasiones en que se nos presentan de manera alegre. Tal vez no son como habitantes de un castillo, sino como folios en carpetas, carpetas incompletas, carpetas rebosantes, carpetas que se rescataron de un incendio o de un submarino que se hundió en lo más profundo de las fosas marianas. Completamente enmohecidos, con ostras pegadas en los bahúles que los contienen. Tal vez no son como carpetas ni folios, sino como fotografías con múltiples pies de páginas. Los recuerdos llegan, ¿cómo llegan? No sé cómo llegan. Caminando, corriendo, cansados, trastornados, desfigurados, incapaces de reconocerse en el espejo. En ocasiones se quedan en la puerta de los sentidos, en ocasiones se quedan en el libro X, XI y XII de las Confesiones de San Agustín, en ocasiones se quedan en el inconciente, en los almacenes polvorosos de la memoria, en los anaqueles limpios y ordenados de la memoria, en el USB que llevamos a todos lados, en el cuaderno Moleskine, ligeramente engrandecidos y manipulados. Recuerdos prestados, también. Tomados de películas y anécdotas, de novelas y conversaciones que no debimos haber escuchado. De la radio. De la experiencia masificada. De lo que vemos con estos tremendos ojotes. No se llevan muy bien que digamos, los recuerdos en los cráteres de la memoria. Retozan en el lodazal, se golpean en la cabeza, se quitan el barro de los ojos --porque está lloviendo barro y granizo-- se muerden los brazos, los recuerdos, porque unos se llaman a sí mismos los recuerdos originales, otros también, pero son distintos. Así que se disputan la atención del recordante, que a menudo prefiere una tercera opción. Bonitos, los recuerdos.
Monday, May 22, 2006
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2 comments:
hola memo no leí tu post pero prometo hacerlo pronto
El mejor comentario que he leído en mucho tiempo.
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