Saturday, June 13, 2009

Espárragos en el verano


Qué ocultas hermandades ocurrían entre el otro día, cuando Sofía me informaba que le gustaba mucho comer espárragos, y el día en que, poco antes, yo había comido espárragos para descubrir, una vez más y con la misma sorpresa, que dejaban un perfume en mi orina, aún no lo sabía. Pero sí recuerdo que me parecía extraño que, así sin decir agua va, saliera Sofía con aquello de que le gustaba el olor que dejan los espárragos en la orina (pues eso dijo).
Hoy que leía a Proust entendí finalmente por qué lo sacaba a cuento. En un pasaje que, de acuerdo a Mauro Armiño, es un "pastiche burlesco del canto que Michelet entona en honor de las medusas en La mer ("diosas de la mitología... orquídeas del mar... reinas de la historia")", Proust escribe sobre los espárragos:

"...mi arrobo eran los espárragos, empapados de ultramar y rosa y cuya espiga, finalmente punteada de malva y azul, va degradándose insensiblemente hasta el pie -todavía sucio sin embargo de la tierra de la planta- con irisaciones que no son de este mundo. Me parecía que aquellos matices celestes delataban a las deliciosas criaturas que se habían divertido metamorfoseándose en verduras y que, a través del disfraz de su carne comestible y firme, dejaban percibir en aquellos colores nacientes de aurora, en aquellos esbozos de arcos iris, en aquella extinción de atardeceres azules, la esencia preciosa que yo aún podía reconocer cuando, tras haberlos comido en la cena, jugaban toda la noche, en sus farsas poéticas y rústicas como una fantasmagoría de Shakespeare, a transformar mi orinal en un jarrón de perfume".

Más adelante uno se entera que esa dieta de espárragos proviene de un celo excesivo de François, la fiel sirviente de la tía Leónie, quien busca, aparentemente a toda costa, mantenerse como la única sirviente estable en casa:

"Françoise hallaba, para secundar su permanente voluntad de volver insoportable la casa para cualquier criado, artimañas tan sutiles y tan despiadadas que, muchos años más tarde descubrimos que si aquel verano habíamos comido casi todos los días espárragos era porque su olor provocaba en la pobre fregona encargada de limpiarlos unos ataques de asma tan violentos que hubo de terminar marchándose".

5 comments:

David Miklos said...

Según leí, no recuerdo dónde, no todo mundo se apercibe del aroma de los espárragos en la propia orina. Sintámonos privilegiados, digo yo. No recuerdo qué cerveza me provocaba ese mismo efecto. Aunque es probable que coincidiera mi ingesta de malta con lúpulo y alguna tapa a base de espárragos. Es probable, pero ya no lo sé de cierto. Había un restaurante, llamado Galicia, en Londres, en donde el perfume de mi orina era excelso.

Ochoa said...

¿y qué quieres que la gente haga con esa información?

Gabriela/undies said...

Espárragos, espárragos, se sirven en la mesa. Espárragos, espárragos, resaltan tu belleza. Espárragos, espárragos, los sirve la tía Teresa.

¡Alf volvió! y no en forma de fichas.

Adriana Degetau said...

¡Gaby! Me robaste mi comment. Por supuesto.

María Fernández-Aragón said...

Quien nísperos come y bebe cerveza, espárragos chupa y besa a una vieja, ni come ni bebe ni chupa ni besa... dicen.