Con todas las fuerzas y con todas las ganas, no es así como me rasco la espinilla que me salió en la barbilla, es así, más bien, como a veces pienso y escribo, como si fuera a huevo que yo quisiera hacerme todavía más claras las obvias limitaciones de mi mente, una mosca que se golpea contra la- no, como una pelota de tenis que obsesivamente es rebotada contra la pared, para molestar al vecino o a la persona que intenta tomar una siesta en el cuarto contiguo.
Hoy: levantarse con el tiempo justo. Llegar al trabajo, consecuentemente, con cierto retraso -de tiempo. Con las películas rentadas entregadas. Con agruras y un jugo de naranja en el estómago. La sospecha de no haberme bañado eficientemente, la radio en el auto y la lista de pendientes armándose en la cabeza, en la medida que me acerco al edificio donde trabajo. Encuentro estacionamiento (el otro día imaginaba: ¿y si yo fuera un superhéroe cuyo superpoder fuera encontrar estacionamiento rápidamente? Cosa rara, antes, en mi adolescencia, imaginaba ser un superhéroe cuyo superpoder era determinar cuál era la chica más guapa e interesante en una habitación llena de gente; curioso cómo cambian las fantasías), y al bajar del auto veo un zapato de tacón, rojo, justo afuera de la puerta; está roto y sucio y veo cómo allí se contiene una historia de, o bien, imprudencia y diversión o, peor, de violencia y peligro urbano. "Peligro urbano". Más tarde en el día: después de subir notas y escribir obituarios, de ver boletos de avión y hacer cuentas, salgo a comer solo para poder leer -un libro atrasado- y regreso después del café a subir más notas y escribir más obituarios y así se desgranan las horas hasta que hago tiempo para salir. No anochece del todo, es verano, otro lunes acumulado. Comezón, comezón, comezón.
Hoy: levantarse con el tiempo justo. Llegar al trabajo, consecuentemente, con cierto retraso -de tiempo. Con las películas rentadas entregadas. Con agruras y un jugo de naranja en el estómago. La sospecha de no haberme bañado eficientemente, la radio en el auto y la lista de pendientes armándose en la cabeza, en la medida que me acerco al edificio donde trabajo. Encuentro estacionamiento (el otro día imaginaba: ¿y si yo fuera un superhéroe cuyo superpoder fuera encontrar estacionamiento rápidamente? Cosa rara, antes, en mi adolescencia, imaginaba ser un superhéroe cuyo superpoder era determinar cuál era la chica más guapa e interesante en una habitación llena de gente; curioso cómo cambian las fantasías), y al bajar del auto veo un zapato de tacón, rojo, justo afuera de la puerta; está roto y sucio y veo cómo allí se contiene una historia de, o bien, imprudencia y diversión o, peor, de violencia y peligro urbano. "Peligro urbano". Más tarde en el día: después de subir notas y escribir obituarios, de ver boletos de avión y hacer cuentas, salgo a comer solo para poder leer -un libro atrasado- y regreso después del café a subir más notas y escribir más obituarios y así se desgranan las horas hasta que hago tiempo para salir. No anochece del todo, es verano, otro lunes acumulado. Comezón, comezón, comezón.
2 comments:
Memo, adivina qué...
Más que un superpoder, yo tengo la superdebilidad opuesta: encontrar siempre el peor lugar para estacionarme.
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