Mi madre me despertó, pues aún vivo en casa de mis padres, me bañé, pues aún tengo un alto sentido de la sanidad, consideré masturbarme, pues es un viejo hábito, me lavé el pelo y el resto del cuerpo con productos que yo no compré pero que siempre encuentro en mi baño (jabón Palmollive y shampoo Herbal Essences --me deja el pelo oliendo delicioso). Después de vestirme bajé a la cocina, tomé un jugo de naranja, la correa de Refu y salí al patio para buscarla. Llegó corriendo (siempre es así pues escucha el tintineo de la cadena y sabe lo que sucederá a continuación). Salimos a la calle. Estaba muy inquieta. Se le bajó a la cuadra. Me dolía la cabeza o me la luz me lastimaba los ojos o me dolía el cuerpo, en todo caso físicamente me sentía en desagusto. Consideré hacer ejercicio. Levantarme temprano. No dormir tan tarde. Dejar de beber cerveza. Hacer abdominales. Sacar a la perra a pasear más a menudo. Comer sanamente. Buscar nuevos hobbies. Ser mejor persona. Desayunar mejor. Ser mejor ciudadano. Enfilé hacia la Iglesia de santo Tomás Moro, sobre Vito Alessio Robles, la misma calle sobre la que se encuentra la preparatoria donde daré clases de ética el año que viene. Amarré a mi perra a un poste. Voté el bloque por el partido de mi preferencia excepto por el gobierno del distrito federal. Me encontré a una persona que conozco. Nos despedimos. Tomé de nuevo a Refu. Consideré si la gente habría o no saber sobre mis hábitos, viejos y presentes, con o sin indiscreción, qué eran precisamente las cosas que me hacían el escritor que soy y que quiero ser, así como las decisiones morales que me hacen la persona que soy o quiero ser, así como los días sucesivos, y las horas, y los meses que parecen pasar indemnes por la memoria de Refu. Luego regresamos a casa. Leí un rato a Chatwin. Vi la televisión. Salí a comer con mi familia. Regresé a casa con la excusa de que había dejado las ventanas abiertas, había comenzado a llover. Me llevé un paraguas. Llegando Refu me manchó la playera. Me la cambié. Las ventanas estaban abiertas pero no se mojó nada. Leí más. Luego, salí al cine con un amigo y un amigo suyo a quien no conocía. Vimos una película de acción. Al salir esperé a que terminaran de fumar un cigarro. Tomé el metrobus de regreso a casa. No usé el auto en todo el día. Ayer, por la tarde, choqué. Esta no es la razón por la que no usé el auto. Creo. Y ahora estoy aquí y leí un rato, regué mi cactus, le di de comer a Refu, vi parte de "El padrecito" con mi familia, escribí un cuento tonto y esto.
Sunday, July 02, 2006
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