La hermenéutica analógica frente a la hermenéutica metafórica de Paul Ricoeur de Vicente de Haro Romo (el único libro que ha sobrevivdo a tres reordenamientos de mi escritorio). Bajo ese libro, papeles de pendientes atrasados. Algunos post-its amarillos y uno blanco y arrugado sobre el que escribí enigmáticamente: Bouvard y Pécuchet, p. 126, Carta a Verlaine, "Autobiografía".
La laptop. Una lámpara a la que alguna vez, Yolanda, quien entonces trabajaba aquí, limpiando, dijo: "Esa lámpara parece una lámpara marciana". Detrás de la computadora: un Larousse francés-español, español-francés; un flyer de ¿Dónde están sus historias?, el primer largometraje de Nicolás Pereda --que no he podido ver--, Elogio de la mano de Henri Focillon, el soundtrack de 2001: A space odyssey, y libros que no he leído (uno de Murakami, cuentos de Thomas Mann, The Wrecker de Stevenson y un manual de ajedrez). Más libros, en otra pila, Los placeres y los días de Proust, un tomo de diálogos de Platón, The new confessions de Boyd (que no he abierto), Pelando la cebolla de Grass --que espero terminar ya-- y libros de francés. Otra pila: la Ilíada en Gredos (un regalo), una especie de biografía de Tomás Moro (otro regalo), el número 104 de Letras Libres que ya leí pero por alguna razón sigue ahí y más libros para estudiar francés.
Otra pila: seis Moleskines (uno donde escribo cuentos, otro donde anoto sobre mis estudios de francés, una agenda, uno en el que según yo iba a continuar una novela pero que no he abierto en mucho tiempo y uno que usé para una traducción). Bajo los Moleskines, Autobiografía y literatura árabe que es una colección de estudios; Las trampas de la fe de Paz que me acaban de devolver y no he guardado, el primer tomo de José y sus hermanos de Thomas Mann, Les Bienveillantes de Littell y algunas hojas fotostáticas. Otra pila: The english patient, la novela, que me prestaron pero sospecho nunca leeré, Fifty years of europe: an album (también prestado; aunque lo empecé), Historia de la teoría política que debo devolver; Las confesiones de Rousseau, también prestado.
Unos audífonos.
Una tarjeta de metrobús.
Una servilleta y un vaso con coca-cola.
Otro Moleskine, mi diario. Otro Moleskine, mi agenda. A Farewell to arms de Hemingway, de la biblioteca (¡en pasta dura, Scribners!); Aproximaciones a la razón narrativa, de Vicente Huici, de la biblioteca; y Bowl of cherries de Milard Kaufman, que empecé ayer.
También hay un borrador de goma y la ventana está abierta y a veces pasa una ardilla.
La laptop. Una lámpara a la que alguna vez, Yolanda, quien entonces trabajaba aquí, limpiando, dijo: "Esa lámpara parece una lámpara marciana". Detrás de la computadora: un Larousse francés-español, español-francés; un flyer de ¿Dónde están sus historias?, el primer largometraje de Nicolás Pereda --que no he podido ver--, Elogio de la mano de Henri Focillon, el soundtrack de 2001: A space odyssey, y libros que no he leído (uno de Murakami, cuentos de Thomas Mann, The Wrecker de Stevenson y un manual de ajedrez). Más libros, en otra pila, Los placeres y los días de Proust, un tomo de diálogos de Platón, The new confessions de Boyd (que no he abierto), Pelando la cebolla de Grass --que espero terminar ya-- y libros de francés. Otra pila: la Ilíada en Gredos (un regalo), una especie de biografía de Tomás Moro (otro regalo), el número 104 de Letras Libres que ya leí pero por alguna razón sigue ahí y más libros para estudiar francés.
Otra pila: seis Moleskines (uno donde escribo cuentos, otro donde anoto sobre mis estudios de francés, una agenda, uno en el que según yo iba a continuar una novela pero que no he abierto en mucho tiempo y uno que usé para una traducción). Bajo los Moleskines, Autobiografía y literatura árabe que es una colección de estudios; Las trampas de la fe de Paz que me acaban de devolver y no he guardado, el primer tomo de José y sus hermanos de Thomas Mann, Les Bienveillantes de Littell y algunas hojas fotostáticas. Otra pila: The english patient, la novela, que me prestaron pero sospecho nunca leeré, Fifty years of europe: an album (también prestado; aunque lo empecé), Historia de la teoría política que debo devolver; Las confesiones de Rousseau, también prestado.
Unos audífonos.
Una tarjeta de metrobús.
Una servilleta y un vaso con coca-cola.
Otro Moleskine, mi diario. Otro Moleskine, mi agenda. A Farewell to arms de Hemingway, de la biblioteca (¡en pasta dura, Scribners!); Aproximaciones a la razón narrativa, de Vicente Huici, de la biblioteca; y Bowl of cherries de Milard Kaufman, que empecé ayer.
También hay un borrador de goma y la ventana está abierta y a veces pasa una ardilla.
1 comment:
Tienes dos Moleskine que hacen de agenda. O eso se desprende de tu relato.
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