A ver si recuerdo bien cómo fue, sé que estaba en el salón de clases, durante el seminario sobre emociones y expresión, en el instituto de investigaciones filosóficas de la UNAM, y hacía sol y calor a pesar de ser octubre y fue, sí, cuando la maestra habló sobre un libro que iba a salir que se llamaba algo así como Monkeys and philosophers cuando yo pensé, inmediatamente, en los bonobos porque ella hablaba sobre los sentimientos de empatía que se había visto en algunas especies y más adelante, caray, se puso a hablar sobre la percepción selectiva, esa madre que hacemos a veces de ver la realidad sólo a través de ciertas categorías (como cuando estamos tristes y notamos que está nublado y que atropellan a un perrito pero no que la gente está contenta, corriendo bajo la lluvia); y algo más sucedió, recuerdo, que me hizo sentir que la cabeza iba a estallar de tantas referencias que veía en todos lados --sí, fue un cuento que se llama Bad habits de Joyce Carol Oates, sobre un asesino serial y sus hijos, y me hizo pensar en el título de un blog y en el título de una canción y en el título de una película y en una cosa que había transcrito alguna vez en mi cuaderno, también de Joyce Carol Oates, que dice:
Llegamos al mundo como seres puramente físicos, y lo abandonamos del mismo modo. En medio, durante nuestra vida, nos esforzamos con orgullo por crearnos una identidad, un yo diferente a nuestro cuerpo. No qué somos, sino quiénes somos. Éste es el meollo de nuestra humanidad.
El texto de donde saqué eso no es el de Bad habits sino de otro, donde recuerda haber, involuntariamente, sonreído ante la mirada insistente de unos reos confinados a una cárcel de seguridad máxima en Estados Unidos; inmediatamente los reos se pusieron como locos, todos, y comenzaron a gritarle cosas, pero no a ella, a Joyce Carol Oates, sino a su feminidad. Carol Oates no sabe por qué sonrió, pero recuerda la vergüenza que experimentó --una vergüenza similar a la que sentí yo cuando me corregí, hoy, en clase, pues abrí mi bocota y dije: "Sí, yo leí una entrevista que le hicieron al autor de ese libro, de Waal, se llama, creo, donde habla sobre una especie de primate, el bonobo, que es como una comunidad hippie donde dominan las mujeres..." Alguien más tomó la palabra en ese momento. Pero tuve que interrumpirlo pues me corregí: "No, perdón; las mujeres no, las hembras", dije y sonrojé, involuntariamente, pues así son las emociones, suceden, a veces, traicionándonos. La maestra me dijo: "Entendí lo que quiso decir, lo tomé como una metáfora".
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