No leo a Littell. Quiero leer a Littell. Me llora un ojo, el izquierdo. Tengo las manos frías. Escribo al tanto de que en estas líneas Eduardo o alguien que comulgue con su diagnóstico, confirmará que soy un fisicalista. Mi familia está afuera, hablan sobre el viaje... ¡a Disney! No diré que no me emociona, pues me emociona. Pero estoy enfermo. Me duele la cabeza. Y ansío una inyección: quiero estar sano para poder correr con mis primitos por los parques de DisneyWorld, para juzgar a los gringos en silencio, para juzgarme a mí mismo en silencio, para poner cara de que la estoy pasando en grande, a pesar de mi edad. Quizá en la puerta me recibirán con un "Hello little prince!" (me han dicho que si uno aparenta cierta edad, aunque quizá uno para ello debe ser niña, en la entrada de Disney le dicen: "Hello princess!"; cosa que me parece raro, en las ocasiones que he ido a Disney World nunca he visto eso).
No quiero ser irónico. Quiero pensar con la frialdad de aquél artículo en National Geographic que leí hace tiempo, Theme Park-Nation. Y tal vez, así, decir cosas interesantes. Algo que valga la pena leer aquí, en mi blog.
En este momento, vía MSN, Alejandro Vázquez me pregunta: "¿En serio irás a Disneylandia?".
Y le digo: "No, a DisneyWorld".
Lo raro es que cuando me veo forzado a decir que realmente iré, en seguida me justifico diciendo cosas como que voy con toda la familia y que es emocionante, ¿ven?, porque van muchos primos que son menores de edad y que seguramente lo disfrutarán porque nunca han ido pero la verdad es que de haberlo elegido pude haberme quedado. Por ejemplo: Las Vegas. Cuando mi familia va me niego a ir. Porque Las Vegas no me gustan. Aduzco que se trata de un lugar con mal gusto. Y no voy. Pero Disney.
1 comment:
Buen viaje, feliz navidad y año, "little prince Memo" (ja). No dudaría que eso sucediera allí.
Post a Comment