Tuesday, May 26, 2009

"La pobre había muerto de calor y de pánico"


En los comentarios de la entrada anterior, una amiga sugiere que es el miedo lo que nos hace hacer muchas cosas -como, por ejemplo, me imagino, no hacer bastantes otras o, digamos, meter a una perrita o a un chango en una cápsula que le dará vueltas a la Tierra. Estoy casado con la idea de que es la búsqueda de la felicidad lo que nos hace hacer las cosas tontas y no tan tontas que hacemos; esto es algo de sentido común en lo que, como todo mundo sabe, insistió Aristóteles. Me acordé de todo esto anoche, terminando Yo te conozco, de Héctor Manjarrez, quien escribe:

"Pero detrás y debajo de las variaciones atmosféricas de la vida humana, estaba el miedo: ese cocodrilo que flota como leño por las arterias de la inevitabilidad de lo cotidiano, y que aprendemos todos a solas, sin tutor alguno, a controlar y ocultar mal que bien".

A estas líneas le sigue un bello catálogo de modos de experimentar los varios tipos de miedo:

"El miedo, nuestro acompañante más antiguo, el sudor frío, el temblorcillo de la voz, el dolor de estómago, la locura en la mirada, el no poder respirar, el corazón retumbando, el esfínter suelto, la necesidad de correr, las ganas de morirse, el miedo a ser anormal o acusado de serlo, el miedo físico, el miedo moral, el miedo cerval, el miedo absurdo, el miedo más que justificado, el miedo pánico, el miedo que enloquece, el miedo pequeñito que te derruye, el miedo a los otros, el miedo a ti mismo, el miedo a la violencia, el miedo a la burla, el miedo al silencio, el miedo a la oscuridad, el miedo a las palabras, el miedo a la locura, el miedo a ser castigado, el miedo a la policía y el ejército, el miedo a las turbas, el miedo a la crueldad, el miedo a ser culpable, el miedo a ser imputado culpable, el miedo al miedo".

Me siento, ¿saben cómo?, ¿aquí en la oficina escribiendo sin saber precisamente a quién o para qué? Como Laika la cosmonauta canina, ladre y ladre durante cinco o siete horas. Leo en la red que, aunque se tenía la esperanza pública de que la perra callejera, capturada y entrenada por los científicos de la URSS, regresara a la Tierra, jamás se creyó -por los científicos- que lo haría; después de diez días en órbita, se le envenenaría a través de la comida. Pero murió antes, estrés y calor, a las pocas horas de órbita. El Sputnik 2, por lo demás, explotó al entrar en contacto con la atmósfera de la Tierra, en 1958. También leo en la red que después de Laika doce perros, como los apóstoles, fueron lanzados al espacio exterior, como ovejas no entre lobos sino entre nada. Cinco regresaron con bien, entre ellos Strelka, uno de cuyos descendientes (pero de qué cosas viene a enterarse uno) fue regalado por la URSS a Jackie Kennedy.

4 comments:

David Miklos said...

Te veo, Memo, en tu satélite tempestuoso, orbitando, como oficinista sin oficina, los miedos terrestres. Laika me conmueve siempre que la pienso. Pienso en lo que dices, la búsqueda de la felicidad, que no puede ser otra cosa más que la verdad (y pienso en el Auto de fe de Canetti, en el arranque en el que se nos presenta a su personaje, otro satélite contenido por una biblioteca y el conocimiento entero, en pos de la verdad, alérgico a la estupidez y a los libros baratos, morralla editorial). Morir de calor y de pánico: qué miedo.

In said...

qué conmovedor... yo siempre me pregunto qué tanto podía ver la pobre perrilla.
No estás solo.

Falma Telemna said...

"Era rusa y se llamaba Laika
ella era una perra muy normal,
pasó de ser un corriente animal
a ser una estrella mundial[...]
Preparado está ya el cohete para zarpar,
el control en tierra dice a Laika
Adios[...]"

Desde que de muy pequeña escuche esa canción pensé que era un destino muy triste y ahora que comentas que murió de estres y calor, pienso que lo es aún más.

E insisto, es el miedo, incluso el miedo a no lograr la felicidad lo que nos mueve, siempre hay un miedo latente en nuestro interior.

Y también me solidarizo, habemos muchas /os Laikas afuera viendo todo desde una perspectiva que nos resulta ajena, terrible, desconocida y acalorada.

Nena said...

No hay peor miedo que el miedo al miedo en sí, ¿tiene ese sentido? seguro que sí. Pobrecita Laika..., pero ella no íba con miedo, el miedo la encontró de camino.