Friday, August 31, 2007

TBA

Los chicos del famosísimo y divertido y entretenido y "thought provoking" blog, Hapaxes-no-sé-qué (en la bitácora se explica, con erudición, qué significa esto) me dijeron que recibí el TBA, entre otras luminarias, y eso me puso de buenas, hasta que me enteré que el premio consiste en trabajar. Ahora yo debo premiar a otras bitácoras, decirles a las personas que llevan esas bitácora que han sido premiados y encima obligarlos a trabajar. Lo peor: debo escoger a cinco personas. Y pues, me rehúso. Diré, sin embargo, que le otorgo el TBA, sin obligación de que se pongan a trabajar, a todas las bitácoras que están aquí, en mis links. Y a las otras, esas que me hacen pensar también pero que no he puesto acá sobretodo por pereza. Felicidades a todos.

Thursday, August 30, 2007

Nudos Windsor

Permítame decirle que no es usted la persona más indicada
para emitir juicios de tal gravedad.
Los restos del día, Ishiguro.
Recuerdo la lectura de un capítulo de Los principios del arte de Colingwood por una línea que se encontraba en él se me quedó grabada. Incluso puedo decir dónde me encontraba, cuando la leí. Colingwood, ese marginal dentro de los conservadores, criticaba la falta de humor en algunos de sus compatriotas --eran los treintas, en Oxford. Se me hizo raro que llamara a cuento esto, en un libro de teoría estética. Hay otra frase, que también me llamó la atención, donde dice algo así como que los académicos se dedican a adornar sus cabezas con el cuero cabelludo de sus víctimas. Y entonces pensé, recuerdo, en las últimas líneas de Los restos del día, de Ishiguro, cuando el mayordomo comienza a sospechar que el humor, quizá, después de todo, no sea "un pasatiempo tan estúpido, especialmente si resulta cierto que el gastar bromas es la clave del calor humano".
Calor humano, esas palabras. En fin. Algún día hablaré de esas palabras. Pero no ahora. Ahora recordaré lo que decía una profesora sobre Colingwood y sus contemporáneos, otra cosa, pues, que no tenía que ver tanto con teorías estéticas. Hablaba sobre los Windsor, quienes no siempre fueron los Windsor sino, creo, los Hannover. Y parecía que estaba hablando sobre Los restos del día pero estaba hablando de algo real y que sucedió, algo objetivamente histórico, por decirlo así, cuando algunas de las más grandes y antiguas familias inglesas veían como perfectos caballeros a sus contemporáneos del nacional socialismo. Era antes de la guerra. Los treintas. "Pero se veía venir", dijo mi profesora, campechanamente. Yo no sé si se veía venir o no. Pero me impresionó que pensara en el mismo tema, con el mismo texto.
Cosas.

Tuesday, August 28, 2007

Alejandro Vázquez es un genio

Por otro lado, apenas veo, de nuevo, Estrella, de Alejandro Vázquez, y todas las tonterías que escribí en la actualización anterior se me olvidan o pasan a segundo término --pero ahora sin entristecerme. Y quizá no es Alejandro Vázquez sino Pérez Prado quien me pone así, en este humor, tan de buenas. Debería volver a despertar todas las mañanas escuchándolo.

Temprano por la mañana

Despertar temprano. Levantarse temprano y sospechar que uno estará cansado más tarde. A las diez uno ya quiere dormir, se siente viejo, entonces. Entonces pienso en la debilidad de mis pasiones: hace unos días traía esta obsesión con un libro que ahora descansa detrás de mí, en mi escritorio, cerrado e ignorado. Hace un par de días leía con alegría a Schwob y cuando lo hacía me prometía que leería el único otro libro que tengo de él, La mano gloriosa y otros cuentos. Ni terminé el que había empezado. Es un poco triste. Me emocionaba la idea de terminar eso de La mano gloriosa para empezar uno de Henri Focillon, Elogio de la mano. Y creo que me entusiasmaba sólo porque quería darle juego a un amigo que opina que quiero leer esos libros por otras razones --bromas, en fin, de connotaciones onanistas. Que son graciosas, supongo, cuando este amigo me las hace, pero que al final se vuelven como un libro que me entusiasma un rato y dejo por ahí, una película que tengo muchas ganas de ver y que luego veo para olvidar, ese montón de cosas que pasan, sin más.
Temprano por la mañana: despertar para tomar clase de francés. Tomar clase de francés y aprender el idioma. Y así, cuesta arriba.

Monday, August 27, 2007

Hello children

Leo en La cruzada de los niños de Schwob:

Debemos creer que el Maligno posee a esas pobres criaturas. Van en rebaño hacia el precipicio como los puercos en la montaña. Como sabéis, Señor, el maligno se apodera gustoso de los niños. En otro tiempo adoptó la figura de un cazador de ratas, para arrastrar con las notas de música de su caramillo a todos los pequeños de la ciudad de Hamelin. Unos dicen que aquellos infortunados se ahogaron en el río Weser; otros, que los encerró en la falda de una montaña. Debéis temer que Satán lleve a todos nuestros niños a los suplicios de los que no tienen fe.

Una vez leí en un libro de Girard, pero no sé cual, algo sobre un pasaje bíblico en el que Jesús exorcizaba a un niño al que habían poseído cincuenta demonios. Al expulsarlos, los demonios se alojaron en una piara de cincuenta cerdos que corrieron a un precipicio y se desbarrancaron. Me pregunto si es a esos "puercos en la montaña" a los que se hace referencia aquí. Es un gran libro, este libro de Schwob. Y ahora pienso en Slaughter house 5 de Vonnegut que lleva el subtítulo de La cruzada de los niños, un libro de guerra que no he leído pero sé que no pone a la guerra en alta estima ni crea héroes ni nada. Y también pienso en el largo pegrinar de los "niños perdidos" de la guerra civil de Sudán. Y en los Lemmings. Y en los oficinistas. Y en Kid nation y en el Señor de las moscas y ese escuadrón de chicos y chicas que trabajan en revistas y malviven, en Manhattan o en Brooklyn, en la Condesa o en Coyoacán, en Oaxaca, quizá, en San Francisco, todos con esa esperanza cegadora en los ojos.

Fiebre lacónica

En Le Mans Academy el equipo de atletismo, de basketball, de futbol soccer y en general todos los equipos deportivos siempre entraban al registro de competencias bajo el nombre de Spartans. Como un gran sello que auguraba disciplina y solemnidad, sobre el gimnasio en el que entrenábamos, no sólo deportes sino malabares militares, estaba pintado un casco espartano, de perfil, en rojo. El mismo estampado que llevaban las playeras que se vendían en la papelería de la escuela. Había sudaderas también, que fue lo único que tuve con ese estampado. A la fecha lamento no haber comprado una playera, el diseño estaba fregón. Eran blancas con cuello rojo y mangas cortas, también con el borde rojo --como el cuello. En el centro llevaba el sello espartano. Ahora recuerdo a Kenneth, uno de los cadetes más jóvenes, la tarde en que entró por la puerta subterránea que daba a las lavanderías y donde nos agrupábamos después de tener actividades deportivas al aire libre. Pero esa vez no regresábamos de ningún entrenamiento o caminata, sólo del periodo de esparcimiento que teníamos diariamente. Estábamos en medio de la temporada de nieve lo cual significaba que nuestras diversiones, al aire libre, consistían en organizar guerras con bolas de nieve o en tirarse para sentir cómo el hielo ardía en nuestros cachetes, mientras observávamos el imponente cielo gris que se cernía sobre nosotros. Entramos a las instalaciones más temprano de lo acostumbrado porque había comenzado a granizar. Y Kenneth entró, vaho elevándose de su cuerpo y calva (no era obligatorio raparse pero él había escogido ese corte por razones estéticas; ahora que lo recuerdo, pocos de mis compañeros que eran de color llevaban el pelo largo), vestido sólo con la playera con el sello espartano y unos shorts rojos. Su par de tenis Converse estaban empapados. Un profesor lo regañó por salir a la nieve así. Le gritó algo sobre la pulmonía. Pero Kenneth no parecía sentir frío. Y sólo sonrió, casi con malicia pero sobretodo con desapego, cuando el profesor le siguió gritando que se pusiera algo de ropa.

Sunday, August 26, 2007

Estrella de Alejandro Vázquez

Según Alejandro sólo me gusta porque hubo un tiempo en que, obsesivamente, despertaba escuchando a Pérez Prado.

Cierta sabiduría en Marcel Schwob

Y así como Eros dirige los centelleos de los ojos y aguza las puntas de las flechas, Anteros desvía las miradas y embota la asperaza de los dardos. Es un dios bienhechor que tiene su asiento entre los muertos. No es cruel, como el otro. Posee el nepentes que proporciona el olvido. Y sabiendo que el amor es el peor de los dolores terrestres, odia y cura el amor. No obstante, es impotente para expulsar a Eros de un corazón ya ocupado. Entonces se apodera del otro corazón. Así lucha Anteros con Eros.
Vidas imaginarias, Séptima.

Friday, August 24, 2007

Exemplaire numéro 2588

Sé que en la ciudad de México queda, al menos, un ejemplar más que está a la venta. Hace un momento D.M., a quien le debo la localización del Codex, buscó cuánto costaría el mismo libro a través de internet: el precio, a través de Amazon y otras librerías virtuales, oscila entre 250 euros a mil dólares, en sus distintas ediciones (la de mil dólares es la de 1981). Poseo la versión francesa de 1993, con introducción de Italo Calvino. Diré que el precio fue accesible y aunque no fue irrisorio sí lo es en comparación con lo que cobran en línea.
Cosas que sabría un poseedor del Codex Seraphinianus que alguien que no lo posee ignora:
1) Vale la pena, como cualquier otro libro editado por Franco Maria Ricci.
2) Huele a limón.
3) Viene en una caja bellísima.

Thursday, August 23, 2007

Codex Seraphinianus


A Santiago Floresmeyer

De acuerdo con Óscar Benassini un peluquero homosexual de allá de donde vivía, al norte del país, poseía una de las raras copias del Codex Seraphinianus. Cuando le pregunté si acaso intentó seducirlo para obtenerlo me contestó, por supuesto, que no. Del Codex me había enterado por vez primera, sin prestarle demasiada atención, hace como un mes o un poco más a través de un ensayo que busca aires borgesianos que apareció en la página electrónica de The Believer. Pueden entrar a través del link que tengo aquí a la derecha y buscarlo. Me da pereza poner el acceso directo. Perdón. Después, ayer o anteayer, en la bitácora de Javier Moreno, a la cual pueden entrar a través de la bitácora de Mauricio Salvador y después a través de la bitácora de Hermano Cerdo (de nuevo, pereza), vi que subió algunas imágenes del Codex. Simultáneamente, le contaba a Charpenel o le preguntaba al respecto a través del MSN. Charpenel es un amigo, quien también tiene una bitácora. A veces platico con él sobre cosas. Esta fue una de esas. Y me dijo que él conocía el libro, había tomado una clase en la UNAM al respecto. Y lo había visto. ("Muy impresionante", me dijo). Lo cual me pareció sorprendente en varios niveles: que alguien más o menos cercano a mí conociera el libro y que esta cosa, que se publicó en 1981, creada por el arquitecto italiano Luigi Serafini, ya poseyera este estatuto de libro de culto a grados tan grandes que me hace sentir como si estuviera llegando tarde, tardísimo, a la fiesta. Claro que ahora, y de esto habla a grandes rasgos el ensayo de Justin Taylor que apareció en The Believer (por cierto, este Taylor, me entero en The Believer, ha escrito cosas para Bookslut, un sitio en internet que posee uno de los mejores nombres de sitios en internet, en mi opinión), claro que, decía, ahora con Internet el aura de "cosa extraña" y rara y, sobretodo, difícil de conseguir se ha perdido. Uno puede buscarlo en eBay o en Amazon o, en fin, en variados lugares. Caray, uno puede viajar a Hermosillo y seducir a un peluquero. Es fácil.

Ahora, unas imágenes del Codex:

Pueden obtener más información en esta página, que está bien ñoña y hace que todo esto tenga un aire de cosa del diablo. A mí, francamente, lo que más me late es que no haya o no parezca haber una "clave" para el libro, que sólo se hizo por el puro placer de hacer algo bello, un compendio de imágenes sin referentes reales, con referencias a bestiarios y a manuales y a códices. Y ya. Eso es todo. No sé qué más decir. Cómprenme uno.

Wednesday, August 22, 2007

Robert Downey Jr.

Sin sentido del honor luchar contra el ingenio y el entusiasmo, contra la ironía y la inautenticidad, una batalla en un espacio tan reducido como uno mismo. Puedo engañarme y decir que sí, que al menos en esta arena la ventaja la llevo yo. Pero uno voltea a otras arenas, al modo en que se están llevando a cabo estas mismas batallas. Y todos pierden. Pocos parecen desesperar ante los resultados. El sol brilla igual, cuando brilla. Pero todos caen, vencidos, quizá con la alegría de haberlo intentado. Luchar sabiendo que uno va a perder, sin embargo, no parece de personas cuerdas. Quién sabe. Quizá a fuerza de madrazos.

Lo que acabo de hacer

Fue borrar una entrada. En ocasiones, esto es más placentero. Así como leer es más placentero que escribir. Hace poco coincidí con un famosísimo escritor. Le dije: Ey, yo a veces leo cosas tuyas. En esa manera que tienen quienes se saben hábiles de mente, ingeniosos, aunque a menudo esto represente un peso, me contestó: "Oh, no hagas eso, es una pérdida de tiempo". En el mismo tono, le contesté: "Bueno, leer en general es una pérdida de tiempo". Me sorprendió que esto le pareciera ingenioso, soltó una carcajada que me hizo dudar. De todo, quiero decir. Estas cositas, pequeñitas, que hacemos y olvidaremos. Que nos sobrevivirán violentamente. Que vemos por el espejo retrovisor, cerca aún.

Tuesday, August 21, 2007

Umbrales

Esta es la imagen que pretendía encontrar en la red para subir en la actualización anterior pero que tuve, al final, que escanear de la página 194 de Everything that rises. Se trata de una estructura que se levantó, en 2000, en la costa de Weihai, en China, uno de los puertos que ha invertido más en atracciones turísticas en la región.
Cambiando ligeramente de tema, esta cosa, en mi cabeza, me lleva a esta otra imagen, de la película de Aranofsky.

Misma imagen que, con la misma actriz, aparece al final de Dark City, de 1998 --una mujer que mira hacia el horizonte desde el último punto sólido de su mundo más conocido e inmediato. Esto, por supuesto, no es ninguna casualidad. Ni que a uno le recuerde ese umbral tan famoso plasmado por Dalí, en distintas versiones. Los frontispicios, arcos y ventanas que se abren hacia otros lugares es una de las imágenes más convencionales e icónicas que nos ha legado el romanticismo. Por un lado, tenemos esa manera en que, desde el romanticismo, se pretende meter en un cuadro una imagen que, por estática, impresiona: sin marco poco de esto sería interesante. Es decir, sin la capacidad de contener el gran poder del infinito en un momento. Pero aún con más fuerza llega esta idea: La oscuridad que aguarda en la noche detrás de las puertas, creo, detona algo en nuestro interior. El portal que debemos traspasar para acceder a esas dimensiones poco conocidas. Creo que la culpa de que en este momento esté pensando en esto, y en estos términos, la tiene David, quien subió hace poco esto a su más o menos recién estrenada bitácora electrónica. Los balcones también detonan recuerdos, detonan imaginación. Precisamente, apenas días atrás terminé de escribir el borrador de una historia con tintes más o menos fantásticos. El detonador de esa historia fue, precisamente, algo que vi que sucedió en el balcón del departamento de David --detrás del cual, debo añadir, se encuentra un estacionamiento que a altas horas de la noche permanece solitario, esperando ahí, en la noche oscura, detonar todo tipo de elucubraciones que giran en torno a lo siniestro, umheimlich o eerie. Ay, el romanticismo aún tiene su fuerza. Este es el poster, por cierto, de Dak city.

Las cosas que hacemos con las manos

Iba a escribir sobre muletas y metáforas, sobre Jimmy Corrigan y Cioran, el humor autodenigrante y un texto que leí en Internet, hace poco, de una conocida donde se habla de las maneras en que interpretamos lo que los demás dicen, para nuestro beneficio, contra el suyo. E iba a subir la imagen, con la que no he dado, del robot que aparece constantemente en Jimmy Corrigan: the smartest kid on earth, en la que el robot camina torpemente, ayudado por un par de muletas.
Pero realmente no me quiero meter en todo esto pues está al borde de lo íntimo y lidiar con ese tipo de cosas, aquí en un espacio público, es darte, lector, las armas con las que puedes verme con desagrado, justificadamente. Así que doy dos pasos atrás y doy con Film: analog lines, un nuevo corto de Wolphin. En general, el video gira en torno a lo que puede brindarle o no "autenticidad" a una obra de arte, aún cuando hemos despojado de ella todo intento de sacralización aurática. Esto me hace pensar en un texto de 1986, The originality of the Avant-Garde de Rosalind Krauss, en el que hablaba sobre el método de Duchamp para hacer unas cajitas que, bueno, no recuerdo muy bien qué contenían o en qué consistían pero cuyo objetivo era hacer varias muchas pequeñas cajitas que fueran idénticas. Esta es la portada del libro de Krauss:


Lo que me interesaba de aquello, del proceder de Duchamp, era que para confeccionar las cajitas buscó un determinado tipo de cartón, mismo que tuvo que rastrear en varioas locales de París pues no había suficiente. Y aunque buscaba duplicar para quitarle originalidad a sus mentadas cajitas, Duchamp regresaba al mismo cartón, a la sensación única que algo podía producirle. Al tacto.

Ahora recordé un texto de Weschler, Thumb in eye (que apareció en el McSweeney's 14) donde, a partir de Le Grand Pouce, de 1968, de Cesar Baldaccini escribe uno de esos magníficos ensayos que escribe. Por supuesto que se asocia este pulgar de Cesar con otro tipo de pulgar, pulgar de César, y con las asociaciones de poder (como las manos que empuñan, o empuñaban, espadas para formar un arco en Baghdad en signo de victoria) pero también con esa curiosa tendencia que tenemos de tapar el sol con el dedo, o bien, de darle perspectiva a las cosas. Hay una imagen que no encuentro, de una bahía en China, en la que dos manos sostienen un enorme marco que encapsula un escenario para los turistas de esta bahía, en Weihai. Con todo esto, ¿qué? Nada. Ganas de escribir cosas, de sentir este teclado, de llenar el tiempo --como el niño que metió el pulgar en la grieta de la presa-- antes de comer.

Sunday, August 19, 2007

El palacio de hielo

En mi The short stories of F. Scott Fitzgerald viene un cuento que se publicó originalmente en 1920 y que apareció en el Saturday Evening Post un 22 de mayo (esto lo sé por el trabajo del editor, Matthew J. Broccoli). El cuento se titula The ice palace y trata sobre las diferencias entre las personas del norte y del sur de Estados Unidos, de la frialdad de los primeros --a quienes, en algún momento, se les compara con personajes de Ibsen-- y la alegría así como el sentido de aventura de los segundos. Entre las diferencias, piensen, de una persona que vive en Suiza y una que vive en Mérida.
El título del cuento hace referencia a una escena que se da hacia el clímax de la historia. El asunto es: una pareja, ella del sur, él del norte, están a punto de casarse y están pasando tiempo en la tierra de él, misma que ella no conocía (Fitzgerald, de Minnesota, se terminaría casando con una "Alabama beau", así que algo sabría sobre el tema). En el pueblo se están llevando a cabo unas festividades y por ello, como parte de las celebraciones, se ha construido un palacio de hielo (que le da título al cuento) en el cual, además, se construyó un laberinto con muros de hielo. Sally Carrol, la protagonista del cuento, chica sureña de sangre caliente, se pierde en él. Escribe Fitzgerald:
She reached a turn --was it here?-- took the left and came to what should have been the outlet into the long, low room, but it was only another glittering passage with darkness at the end. She called again, but the walls gave back a flat, lifeless echo with no reverberations. Retracting her steps she turned another corner, this time following a wide passage. It was like the green lane between the parted waters of the Red Sea, like a damp vault connecting empty tombs.

Me encanta esa última línea: ...a damp vault connecting empty tombs. Recuerdo que cuando leí esto, hace ya tiempo, pensé en la escena final de The shining. Y ahora que buscaba imágenes para subir (y que no fueran las que ya había subido aquí) me topé con muchas de El laberinto del fauno que, si recuerdan, tiene un final parecido, con una figura paterna persiguiendo a un niño por un laberinto para hacerle daño. Recuerdo, decía, que pensé en The shining y en si Stephen King habría tenido en mente el cuento de Fitzgerald cuando escribió su novela. Igualmente, pensé en la novela de Vendela Vida, Let the northern lights erase your name en la que algo significativo ocurre en uno de esos hoteles de hielo que se construyen durante el invierno en los países nórdicos. Todo esto, creo, sólo habla del poder persuasivo que poseen las imágenes, pues si bien los paisajes helados pueden parecer inhóspitos y representar tanto el horror como el abandono, pueden brindar la sensación de hospitalidad, preservación y salvación (las cartujas, la misma Fortaleza de la Soledad de Supermán, el paisaje helado que observa Musil al inicio de sus Diarios). El calor, como recordamos por La peste de Camus y, caray, por el infierno, también pueden ser signo de condena y sufrimiento, de justicia casi metafísica. Personalmente, prefiero el frío al calor, el bosque a la playa. La mayor parte del tiempo, al menos. Recorrer pasillo helados al final de los cuales sólo hay oscuridad, con fuego corriendo por las venas. Ajúa.

Nuño Memez reporta

Termino de ver la película, Indiana Jones and the Raiders of the Lost Ark, la saco del aparato reproductor de DVD's, la meto en su cajita especial, y me doy cuenta, finalmente, de que para la cuarta parte de la serie el Arca tendrá un lugar especial, o al menos algo de la historia girará en torno a ella pues, si recuerdan bien, al final de esta película, de 1981, Indiana Jones discutía con los "tontos burócratas" del gobierno norteamericano pues éstos no querían dar información sobre el Arca, lo que había sucedido con ella, si se le sometería a estudios; después de esa escena, cuando Jones sale molesto de la reunión para encontrarse con Marion Ravenwood, viene una escena en la que se ve a un hombre llevando en carrito una caja donde metieron el Arca para dejarla en un gran almacén lleno de cajas y cajas y cajas. Total que en la caja donde metieron la caja se ha pintado lo siguiente: Top secret. Army Intel. 9906753. ¡Do not open!
Sí, soy el ñoño que puso en pausa esta escena para copiar en un papelito lo que decía la caja. Pues sí, sabía que algo tenía que significar la imagen de una caja que aparece ahora como salva pantallas en la página oficial de la nueva Indiana Jones, que pueden ver aquí. Aunque la caja que aparece en la página oficial dice "Property of Indiana Jones" en lugar del asunto de "Top Secret..." se lee el mismo número, 9906753. Y aún más, John Hurt aparecerá, según IMDB, en la nueva película, interpretando a Abner Ravenwood (el padre de Marion Ravenwood). Exactamente cómo es esto, no lo sé: en la primera Marion afirma que su padre había muerto. Quizá no lo hizo. Quizá sea malo. Quizá aparezca en flashbacks. En todo caso, esta otra figura paterna de Indiana Jones (en la primera se afirma que fue su mentor) era el scholar especializado en el Arca --lo cual fortalece mi tonta, ñoña, obsesa teoría de que la nueva película gira en torno al Arca.

Domingo

Despertar temprano sin razón ni necesidad para no poder volver a dormir, descubrir que en la televisión sólo pasan infomerciales, bajar a ver a la perra, darle su medicina envuelta en salchica, de nuevo, limpiarle la herida con antiséptico, de nuevo, beber un jugo de naranja y regresar a la habitación. Entonces, ahí, leer en línea un artículo de Nicole Krauss que habla sobre los vínculos entre caminar y escribir y pensar, perdiendo el hilo, en El paseo de Walser para, en seguida, pensar en tus amigos y entonces recibir una llamada de una amiga tuya y en cómo estos amigos escriben o procuran hacer cosas con sus cabezas, sus manos, sus talentos, y en fin, el día está soleado --te percatas-- y los aviones cruzan el cielo y quizá sea bueno que ya te levantes del asiento y te bañes, que así, en todo esto, han pasado ya bastantes horas.

Friday, August 17, 2007

Las mascotas

Enlisto los perros, salvo que se indique lo contrario, del buen David: Snoopa (yo tuve una Sleepy), Bianca, Sófocles, un gato, igual que Manchado (cerca de casa, en un parque, hay un "Manchas", que es un perro de la comunidad), Aristóteles, Aura, el "Güero" y Eudora (que también fueron gatos), Maya, "Ratona" (que era, pues, un ratón) y el magnánimo, magnífico, sabio Frankie 24 --aquí en la foto.
Míos: que recuerde: son: a continuación: Sleepy 1, Sleepy 2 (un gran danés y un samuyedo, respectivamente; el primero murió de moquillo --no lo conocí-- el segundo, que fue hembra, de cáncer). También hay un Ideáfix, quien ahora vive en casa de mis abuelos. Actualmente, por supuesto, la gran, gran Monarca, Refu. Hubo tortugas, hubo hamsters, hubo pericos, conejos, axolotles, amigos poco convencionales --pero que, lamentablemente, fueron tan insignificantes que poseyeron tantos nombres que son, ahora, imposibles de recordar. Y eso es todo, el asunto de las mascotas, que vienen y van, rellenando esos vacíos existenciales.
(Todo esto, a su manera, es un homenaje a la más o menos recién finada Puka --opina David que uno debe afirmar o proclamar "Larga vida a Puka").
 

Perra

Hace unos días Refu se cortó la frente, no sé cómo. Le lavé pero no con suficiente pericia, sospecho, pues hoy que finalmente la llevé al veterinario para ver si esa costra que está por encima de la hinchazón se trata de una saludable y signo de mejoría o bien, sólo una fachada detrás de la cual se encuentra un terrible monstruo infeccioso. Fue el caso. Así que sostener fuertemente a Refu, una labrador chocolate considerablemente más fuerte que yo (es un perro de verdad), mientras le quitan esa fachada farsante de costra, ese interior infeccioso (un poco de pus) y le limpian y le inyectan y le lavan. Más tarde, me venden algunas medicinas y me regresan a la perra quien, curiosamente, no parece haberse dado por enterada --ahora trae la piel viva, roja y pulsante, pero se mueve y juguetea tanto como antes. En los siguientes días le daré los antibióticos, metidos en salchichas, para engañarla, sanarla, mejorarla.

Wednesday, August 15, 2007

Conjuro

Apenas escribo Salinger en mi actualización anterior y la idea de estar en otro lugar, a solas, escribiendo, es decir, lejos de ustedes, del mundo, de la supuesta presión que esto representa para mi cabeza, se solidifica. Y comienza a pesar. Así que paseo un poco, por la red. Y doy con una especie de Salinger, en región 4, en una versión mucho más notoria, seguramente a su pesar, no lo sé. Me agradó. Pueden ver de lo que hablo en esta actualización de la bitácora de Tryno Maldonado.

Mal momento

Me duele la cabeza. Traigo un buche de agua en la boca que no trago. Pienso en qué más escribir. Borro algunas líneas, pongo estas. Hoy: despertar tarde, llegar tarde al primer día de clases del tercer semestre de maestría en filosofía, encontrar dificultades para dar con un lugar dentro del salón que, como siempre, es pequeño y oloroso, caluroso y atiborrado de estudiantes de maestría que no conversan entre sí sino en una voz muy baja. También: procurar estar atento a la clase. Aunque. Más tarde: comer en casa. Todavía más tarde: regresar a la UNAM y hacer más o menos lo mismo. Caminar, también, en la explanada bajo el cielo de la Ciudad de México y recordar cuando te entusiasmaba Los detectives salvajes a niveles que, en el fondo, deseas encontrar de nuevo.
Así que: buscas. Lees un poco. Durante el verano, es esto. Tiempo atrás: leíste algo de Salinger. Te gustó mucho. Pero no es lo mismo, ya. Sospechas que Los detectives salvajes tocó un nervio que se ha muerto, ahora. Pues la verdad es que no es el mejor libro que hayas leído. Sólo que, en algún momento, se trató de tu libro. Así que caminas bajo el cielo de la Ciudad de México, en alguno de los muchos espacios abiertos de la Universidad Nacional, donde parejas jóvenes se tiran al césped para besarse con lentitud y te provocan ternura y a la vez esa otra cosa que en algunos momentos te hace dudar de si eres o no una persona normal. Tanto miedo. Tanta certidumbre. Y el aburrimiento. Tragas, finalmente, el buche de agua y lamentas saber de antemano que mañana será exactamente igual.

Monday, August 13, 2007

Y que la convergencia


La primera la encontré en Zonezero, el proyecto fundado por Pedro Meyer, en el espacio de Colin Jacobson. Es una fotografía tomada en Alemania, en los treintas, me parece, durante entrenamientos militares. Me llevó, en mi mente, a la otra, que busqué sólo poniendo (creo recordar) dos palabras en Google: "War" y "Kiss".

Sankara

Ya van dos veces en esta bitácora que escribo "Sankara". No hablaba de lo mismo, cuando lo hice. Me acabo de dar cuenta. Luego, me doy miedo.

Hamelin


Hace poco mi padre, mi cuñado, mis hermanas y yo volvimos a ver Indiana Jones and The Temple of Doom. Ver una película así con mi cuñado es quizá una de las cosas más refrescantes y estimulantes que existen. Se trata, mi cuñado, de una de esas afortunadas personas capaces de adentrase sin demasiados prejuicios en una película (siempre y cuando tenga un buen ritmo y sea emocionante). Al escucharlo sufrir por el arqueólogo ("¡Su sombrero!") recordé lo que es sentir pasión por una historia. No es que lo haya olvidado, de vez en cuando, en las salas de los cines, abro mucho los ojos y apuro tragos de refresco, completamente incrédulo ante lo que estoy viendo, hipnotizado, casi. Aunque no puedo desechar la conciencia de que la estoy pasando bomba. De que alguien ha conseguido contar bien una historia. Mi cuñado, en cambio, no parece tener esta última resistencia: le envidio un poco esa especie de inocencia. Especialmente cuando recuerdo que, de niño, cada vez que veía Indiana Jones and the Raiders of the Ark (la primera de la serie que tuvimos en video), me escondía detrás del sillón cada que salían cadáveres.
Curiosamente, ahora que volví a ver la segunda parte de la trilogía, que en 2008 ya será tetralogía, no pude dejar de pensar en Less than zero, no en la canción, sino en la novela. ¿Recuerdan American Psycho? En esa novela, también de Ellis, Bateman, el protagonista, insiste en excusarse usando la frase: "Debo regresar unos videos". Una y otra vez, se retira de lugares o pospone citas pues debe ir a la tienda de videos (a menudo, en lugar de regresar videos está matando gente). Este recurso, por alguna razón, me hace pensar en uno de Less than zero, donde a menudo se habla de la versión en video de la entonces recién estrenada Indiana Jones and the Temple of Doom (que se estrenó dos años después de que yo nací). Antes creía que esto sólo era eso, un recurso, algo que ponerle en la boca a los personajes (quienes, en Less than zero, casi invariablemente, tienen algo en la boca; cigarros, botellas, penes, drogas, trivialidades). Pero cuando, el año pasado o antepasado leí Lunar Park, creo que pude ver otra razón.
Lunar Park, una falsa memoria, también de Ellis, con guiños a Stephen King, lidia con la muerte del padre de Ellis. Hace unos días, estaba platicando con unos amigos sobre Educar a los topos, de Fadanelli. Un libro que, confieso, no disfruté demasiado. Entre las virtudes que mis amigos, en cambio, veían en el texto se encontraba esa cualidad de "falsa memoria", sobre la incapacidad aparante que existe en los escritores para hablar realmente sobre su padre. (Uno de mis dos amigos, dijo, no ha sido capaz de escribir nada sobre su padre, quien murió hace unos cinco años; yo le he leído textos sobre su padre, supongo que quiere decir que no puede escribir sobre él realmente, agotando algo; lo cual, en suma, me parece comprensible). De ahí, también, que me parezca comprensible que Ellis haya decidido escribir una novela y no una memoria, una novela donde el personaje es un escritor que se llama Brett Easton Ellis. Un escritor que, nos cuenta Ellis, ha escrito algunas novelas, entre ellas Less than zero, American Psycho y algunas otras. Una novela que sí, gira alrededor de la muerte de su padre pero también de un fantasma que lo acosa, un doppelgänger que pide caos, que a veces es su padre, a veces Patrick Bateman, quien ha salido de su obra para perseguirlo, a veces, por supuesto, él mismo.
Entre el caos que pide, las catástrofes que produce este fantasma, se encuentra la pérdida de los niños, como parte de un plan siniestro del cual ningún adulto parece ser parte. "Desaparece aquí", es la última nota que deja el hijo de Brett Easton Ellis, el personaje, antes de desaparecer. La misma frase que resuena en la cabeza de otro protagonista de Ellis, Clay, a lo largo de Less than zero. El conjuro que hace que, como en el castillo de Sankara, el Templo de la Perdición, desaparezcan todos los niños.

Saturday, August 11, 2007

Thursday, August 09, 2007

Más Koulsy Lamkó

En una actualización lumpen, en este misma bitácora, había escrito un poco sobre Lamkó (en la imagen, es la persona de amarillo). Pueden ver aquello aquí, si todavía están de humor para mis tonterías del 2006. Total que hoy leo que Lamkó está ocupado promoviendo un evento para reivindicar la memoria de Thomas Sankara, a través de una especie de caravana musical que iniciará el 23 de agosto en Xalapa y continuará en el DF el 7 de septiembre (después irán a Francia, Suiza, Italia, para llegar, finalmente, a Ouagadougou, el 15 de octubre, fecha del aniversario luctuoso de Sankara).
Todo esto lo leo en el Reforma, donde también se informa que Lamkó, poeta, dramaturgo, novelista y músico (refugiado en el país desde 2003), salió de su país para refugiarse en 1983 en Burkina Faso, cuando censuraron su canción Mame non yo (Lloro la muerte). Coincidentemente, hace poco un amigo me hablaba sobre las cosas que uno puede aprender del exilio y las pérdidas que trae consigo, sobre la importancia de no permanecer mirando hacia atrás. "Los peores poetas", me dijo mi amigo, "son los de la resistencia". Pues uno no puede estar en esa tensión, todo el tiempo. "Tirados al suelo", dije. Y después, agregué: "Tumbados". Mi amigo, entonces, me preguntó: "Y bueno, ¿tú sabes de esa asociación en España, en Madrid, a la que le dicen Los Tumbados?". Por un momento pensé que seguía hablando de cosas politiconas y sus relaciones con la literatura. Pero entonces me explicó que se trata de un grupo de personas que deciden, pues, simplemente, ya no levantarse de la cama. No supe si creerle. En todo caso, hay cosas peores que la poesía de la resistencia.

Miente en el periódico

Leía una cosa en el Reforma, una nota que sacaron de El País, con el título "Vende latas con yeso", sobre las latas Merda d'artista de Manzoni. La nota habla sobre un artículo de Agostino Bonalumi que apareció en el Corriere della Sera donde Bonalumi no afirma que Manzoni haya enlatado yeso, sino que supone que lo hizo pues de otra forma "la lata se habria corrompido por la materia orgánica".
Ahora, lo que no sé es si sacar a cuento aquél rumor que escuché alguna vez, sobre cómo algunas de las muchas latas que Manzoni vendió habían explotado por los gases que se producían dentro de ellas, o si bien, clavarme en el asunto de cómo venden los periódicos las noticias, diciendo lo que no dice la gente. Pero me siento cansado. Sin ingenio. Agotado, todo.

Wednesday, August 08, 2007

Sobre la grandeza de Dios

Según la más joven de mis hermanas:

«Dios es grande porque los miércoles voy a salir temprano de la escuela y puedo llegar a ver mi programa de televisión favorito».

Monday, August 06, 2007

Instrucciones para sentirse como me siento ahora

1. Escuchar High Times de Elliott Smith muchas, muchas veces. Especialmente la frase: "I'm so sick and tired of trying to change your mind". (Hacer como si esto tuviera un significado particular y preciso en tu vida, aunque no sea así).
2. Pensar en el nudo que se te hace en la garganta cuando hablas de tus problemas que de tan conocidos y digeridos parecen más parte de tu personalidad y no algo que puedas solucionar.
3. Pensar en Stephen Elliott, un nombre en el que siempre pensarás cada que escuches a Elliott Smith, pues se te confunden. Pensar en su novela Happy Baby. Y también, y quizá sobretodo, en su ensayo The score que apareció hace tiempo en The Believer.
4. Recordar aquella vez en la universidad, cuando recién entrabas a la carrera, en que le preguntaste a tu profesor de griego qué significaba cronopio, creyendo, además, que te daría una respuesta tan precisa y científica como la que le había dado a los demás estudiantes de griego cuando preguntaron por las etimologías de otras palabras, no inventadas.
5. Pensar en tu psiquiatra, quien conoció a Cortázar y que cuando la tarde que hablaron sobre él (entonces, en la prepa, estarías clavadísimo con Cortázar, como sólo los pubertos pueden estarlo), le escuchaste decir: "Sí, lástima por la manera en que murió..." con un tono tan enigmático que no quisiste, en aquél momento, preguntarle cómo murió.
6. Tener sueño. Estar harto.

Assouline

Esta es la entrada de la tienda de Assouline en París. Tiene otras, en Nueva York y Londres. Es una cosa bellísima, ¿no creen? Pero sospecho que esta belleza tiene algún retrato pudriéndose en algún rincón de la casa, uno que no visita a menudo por temor. No quiero adelantarme demasiado, pues francamente no sé qué opinar y sé que, al menos para mí, se trata de un tema escabroso. Adoro las librerías y adoro los libros: me importa que un libro se vea y sienta bien en mis manos, de otra forma me cuesta mucho trabajo leerlo. Por ejemplo, los cuatro tomos de José y sus hermanos que están en Aldus, los compré al inicio con una fuerte reticencia (sabía que no encontraría la novela en ninguna otra editorial, traducida; pero se veían francamente horribles en su color naranja-comercial-mexicana). Además de que me los entregaron todos empolvados. Pero estaban baratos. Luego, al llegar a casa y quitarles el plástico de encima, descubrí que el color naranja horrendo se podía quitar, pues sólo era una cubre-portada y las portadas, en cambio, estaban en colores muy amables y bellos. La tipografía, aunque pequeña, era Garamond y los colofones de Aldus, así como sus como ex-libris eran bellísimos (ya los escanearé y subiré en otra ocasión). Pero sobretodo, estaban baratos. ¡Y era Thomas Mann, Dios Santo!
(Recordé de golpe esa señora que no quería rentar la casa de campo de un amigo porque estaba llena de libros: "no me gustan las casas adornadas con libros". Qué mal gusto, pensé; si los libros pueden adornar tan bien una sala...)
Bien, está eso. Y también: esa tarde en que un amigo me acompañó a comprar un libro que había apartado (El hombre sin atributos de Musil). Era la edición nueva de Seix Barral, presentada en su caja, con ese numero azul, y bonito, en la carátula. Era un libro caro. Mi amigo me preguntó el precio. Se lo dije. Su semblante denotaba decepción y tristeza. ¿Cómo era posible que yo pudiera pagar tanto por un libro? ¿Cómo? Mi amigo, debo decirlo, también adora los libros y la literatura. Pero le parecía un exceso. A mí no tanto. He visto libros más caros. Como la edición que Lumen sacó de las Mil y una noches (dos tomos de como 1500 cada uno). Es un libro bello, debo decir, y de suma importancia, además. Y en fin, estoy hablando de libros que son caros porque salen en nuevas ediciones. Pero seguro hay grandes ligas en todo esto, como libros incunables o primeras ediciones que están en miles de dólares. Creo que ese es un tema aparte, donde no se cobra la edición ni la presentación tanto como se cobra, digamos, la aura histórica del objeto.
Pero esto que hace Assouline ("The first luxury brand in the world that uses books as medium") la editorial-tienda-boutique de libros, me parece casi inmoral. Pues hacen libros bellísimos. Y no, amigos occidentales, de valores griegos, lo bello no siempre es bueno. Sí, Kate Moss puede ser repugnante. Sí, seguramente Lindsey Lohan es el demonio. Y aunque no he leído ninguno de los libros que han sacado, me imagino que han de ser interesantes, a cierto grado, aunque parece que lo que más les preocupa es el diseño. El oler bonito. Tener los dientes limpios, pocas erratas (luego, menos contenido). Creo que fue el Time out de NY que dijo que Assouline era a los libros lo que Cartier a los relojes. Esto me hizo sentir mal pues se tratan, en suma, de libros y objetos que jamás tendré no porque sean antiquísimos, sino porque alguien se lo ha dispuesto así. Por ejemplo, este baúl diseñado por Goyard, que incluye una colección completa, en francés e inglés, de las "famosas Memoires de Assouline" (yo nunca había escuchado hablar de ellas).


Bueno, es bello, ¿no? Como es edición limitada (sólo se harán 100), cuesta 11, 495 dólares. Ahora, ¿es edición limitada para que cueste 11, 495 dólares? Por supuesto. Es irritante, todo esto. No deberían existir libros ni editoriales de diseñador. Eso déjenlo para la ropa de perro o para coches, para muebles y vestidos, para cigarreras, perfumes y relojes. Pero no a los libros. No, por favor: déjenlos en paz. Son buenas cosas, estas cosas. Quizá no hagan al mundo mejor, quizá no posean la fuerza suficiente, quizá no provoquen cambios morales en las personas, pero diablos, lo intentan y hacen un gran esfuerzo, un buen trabajo, estos buenos libros a los que uno puede acceder, usualmente, sin problemas. Muerte a Assouline. Vida a McSweeneys.

Sunday, August 05, 2007

Jeremías 29 5-8


Construid casas y habitadlas, plantad huertos y comed su fruto, tomad mujer y engendrad hijos e hijas, y tomad mujeres para vuestros hijos, y dad vuestras hijas a esposos para que den a luz hijos e hijas, y multiplicaos allí y no decrezcáis. Procurad la prosperidad de la nación adonde os he deportado y rogad por ella a Yahveh, pues de su prosperidad dependerá la vuestra.

Saturday, August 04, 2007

Pasa algo

Lo que pasa es que últimamente estas cosas de la adolescencia, no, antes, de la pubertad, comienzan a regresar, no sé cómo ni a causa de qué --es decir, podría aventar algunas hipótesis, pero en general sólo sospecho que yo nutro todo esto sólo para poder avanzar. Hoy, por ejemplo, fui al Instituto de Investigaciones Filosóficas a buscar un número de una revista que apareció en 1994. Las bandejas de revistas sólo tenían, supuestamente, desde 1998, pero yo sabía que el Instituto tenía desde 1989. Esto, me doy cuenta, me distrae de lo que quiero contar y no es muy interesante. Me salto directo al sentimiento de seguridad que siempre me han brindado las salas de estudio, uno que descubrí en Indiana, en la biblioteca que tenía en la academia semi-militar a la que fui en secundaria.
Unas cuatro o cinco personas estaban sentadas hoy, ahí, en esa bien iluminada sala, cerca del espacio escultórico que queda por el UNIVERSUM. Y todos se veían tan, tan tranquilos. Una chica llevaba una Mac y escribía en ella. Otra chica leía con atención códices. Una pareja de viejitos leía y copiaba de libros, enormes y también viejos. Una chica vestida como si se esforzara por no escoger su ropa revisaba algo en una base de datos electrónica. Nadie levantó su mirada cuando entré a buscar el número de la revista. Y todos guardaban silencio. Como si vivieran en un palacio de hielo. O en una cartuja. O muchos kilómetros bajo tierra, en un espacio seguro y con aire acondicionado. Me quedé más tiempo del necesario.

Nudo

En la garganta.

Thursday, August 02, 2007

Cerdos

Luego resulta que hay cosas que ver en la televisión que no sean Los Simpsons. Nunca pasa, por supuesto, que pasen algo que no haya salido en Los Simpsons. Pero total que siempre pasa algo que es bueno. Por ejemplo, veía en Arts & Minds un pequeño segmento de Chris Buck, un fotógrafo bastante ingenioso. Prueba de su ingenio: la serie In the presence of... que entra en el rubro de retratos a celebridades (algo en lo que Buck se especializa, más o menos), pero a modo, digamos, satírico.
En el programa pasaban la sesión de fotografía que Buck le estaba tomando a Jonathan Franzen, el novelista. Sólo que Franzen estaba oculto en la foto, específicamente, detrás de unos arbustos. Y pues esto es... curioso, ¿no? La serie tiene también a Dennis Hopper escondido detrás de unas pacas de alfalfa o trigo, no sé qué haya sido, y en fin, a otras celebridades ocultas en el cuadro (detrás de un sillón, de una roca, completamente despreocupados por el maquillaje o por ser fotogénicos y aparentar estar relajados). Hasta entonces Buck no me pareció muy interesante.
Pero lo que realmente me pegó, en el sentido de Oh, eso es interesante fue una fotografía que le tomó a Bill Buford, autor de Heat, pero para otra serie. La fotografía es ésta:

La primera vez que leí acerca de este libro de Buford, fundador de Granta y editor de The New Yorker, fue en la bitácora electrónica de Iván Thays (pueden leer su entrada aquí, donde se queja, comprensiblemente, de los ingeniosos de la revista "New York" y también acá, donde habla sobre la próxima traducción de Heat y otras novedades). Debo decir que leí estas cosas y un poco se me olvidaron pero ahora que vi la foto en la tele de Buford, sosteniendo al cerdito, todo regresó íntegro y de golpe con la fuerza de un huracán que pega a una bahía --de manera íntegra. Y de golpe. (No quiero que se pierdan). Pero creo que lo que más me impresiona de todo esto es que estaba hace un rato frente al televisor, escribiendo sobre algo que me ocurrió en la adolescencia que tenía que ver con algo que me ocurrió unos años después de haber cursado la preparatoria y que a su vez tenía que ver con algo que pasó hace un par de meses. Y ahora resultaba que en la televisión pasaban la imagen de un hombre (que en mi cabeza me hizo pensar, por la calvicie, en Homero Simpson) que sostenía un cerdo y luego bajé aquí, al estudio donde escribo sobre todo esto, y recordé la entrada de Thays y al entrar a su bitácora para buscarla di con una nueva entrada, nuevísima, donde hablaba sobre el libro de Heat, de nuevo, iniciando con "¿Se acuerdan de Heat, el libro de Bill Buford?" y por supuesto que nos acordamos y no sólo nos acordamos sino que nos acordamos de que nos acordamos que a menudo debemos ponerle un alto a esta jodida cabeza, a esa maldita tendencia a unificar, que en tantos problemas nos mete.