Sunday, November 12, 2006

Sobre la educación


En The Loss of Sexual Innocence de Mike Figgis (que ha hecho bodrios como Cold Creek Manor pero también Adiós a las Vegas pero también, asco, Timecode) hay una escena que a menudo me hace pensar en una escuela semi militar que, en mi memoria, cada día se asemeja más al Instituto Benjamenta y al colegio del estudiante Törless. El protagonista de la película, un cineasta, cuenta a una muy atenta colega cómo algunas comunidades primitivas enseñan a los niños más pequeños a tolerar la crueldad. Cada que capturaban a algún miembro de tribus enemigas, le amarraban a un tronco y obligaban a los niños más pequeños a matar al capturado a golpes. "Un método muy efectivo", termina diciendo Nic, el protagonista. Corte a: Un niño gordito que no se atreve a cambiarse la ropa en los vestuarios antes de salir a la sesión de deportes. "Es la última vez que te lo advierto Nicky", le dice el entrenador. Corte a: El entrenador regañando al regordete niño enfrente del resto de sus alumnos, obligándolo, después, a correr entre dos hileras de compañeros quienes, a su vez, bajo indicaciones del entrenador lo golpean con sus zapatillas.

Hemingway describe una escena idéntica en For whom the bell tolls, aunque ahí son los miembros de un pueblo ocupado por el régimen (si recuerdo bien) quienes matan a golpes a sus enemigos. Una gran escena. No terminé el libro. En la preparatoria donde estudié, donde ahora doy clases, hubo una convivencia. Varias. A esta que fui, recuerdo, castigaban a quienes perdían en las distintas actividades deportivas obligándolos a cruzar dos hileras. Era el mismo principio, pero no se usaban zapatos sino la mano abierta. Todo lo supervisaba el, ahora despedido, coordinador de deportes. La gente se emocionaba mucho. Risas. Gritos. A veces el puño cerrado. En ocasiones, ahora que he regresado a la preparatoria, veo pequeños destellos de esta crueldad en los alumnos más jóvenes (años de cuarto y quinto). Me hace pensar. Recuerdo, también, que en ese campamento un grupo de muchachos encontró un murciélago bajo un mango que no podía volar, se había lastimado un ala. Lo volaron con unos cuetes (creo que eran palomas). Luego, encontraron un sapo. A éste lo crucificaron. No recuerdo que hayan encontrado algún pájaro para los mismos efectos. Estos pequeños sacrificios sin sentido me hace pensar, ahora, en el exterminio de los topos en la escuela semi militar a la que fui. Quiero leer pronto Educar a los topos de Fadanelli. La foto la encontré en Google. Sólo escribí: "Pájaro muerto". Esas caras bobas. "The horror. The horror".

3 comments:

El Justo Medio said...

Seguro esos niños hicieron pasar al pobre pájaro entre dos hileras y le pegaron todos con sus zapatillas... Mugres.

Guillermo Núñez said...

Palabra mágica: zapatillas.

La Cosa Mostra said...

Totalmente de acuerdo. Me llegaron de golpe varias escenas de los campamentos de "integración" de la dignísima preparatoria en comento. Recuerdo que varios se dieron de baja regresando.Seguramente cargando algún trauma que los llevará a golpear a sus hijos o beber cocteleras de antidepresivos. En fin... no importa. El miedo a ser objeto de la crueldad atestiguada no sólo nos ha llevado a tolerarla sino a inflingirla. La perversidad es por eso un juego de niños.
Saludos Memo,
Rafael Tobias