Thursday, February 28, 2008

Scorsese

Kant admiraba las estrellas. Yo también, están padres. Pero me impresiona más la manera en que Scorsese habla. Ese ratatatata metrallético.

Spielberg - Shyamalan


Wednesday, February 27, 2008

Sobre un viaje a California de 1769

En noviembre del año pasado viajé a La Paz con David para presentar lo que entonces era el número más reciente de Cuaderno Salmón. Fue como viajar a la gran nada, un recorrido difícil de digerir en su enorme simpleza. David, recuerdo, fracasó en su intento de leer durante ese viaje Las Benévolas y yo en terminar unos cuentos de Lovecraft. En cambio, pudo, recuerdo, leer gran parte de The Road y compartirme del entuasiasmo que aquella lectura le provocó -una sobre la cual se irguió una sombra de Lovecraft- y que a la fecha se mantiene. Ahora me confundo, pues estoy casi seguro que yo leí The Road más tarde, pero tal vez estoy equivocado (recuerdo haber comprado el libro antes, en San Miguel de Allende, como leo acá, una entrada fechada algunos días antes de nuestro viaje); aunque cada vez crece más la certeza en mí, que para el viaje ya tenía esa lectura en mi cabeza y por ello, acaso, muchas cosas de las que vi en los caminos desolados de Baja California me impresionaron a niveles que iban más allá del turístico o desmadroso (un día, recuerdo, después de la presentación, habíamos rentado un Jeep y viajado a Todos Santos, a playas solitarias, y a pueblos habitados por gringos viejos).
good job!

Y fue muy diverto, comimos mariscos, paseamos, tomamos fotos tontas, fuimos a la playa donde me revolcó una ola. Pura alegría. Pero The Road seguía ahí y cada cosa que veía -especialmente esa larga y solitaria carretera que separaba Todos Santos de La Paz- de algún modo me remitía a la novela de McCarthy. Al grado incluso que buscaba señales de ese libro, aunque fueran tan patéticas como algo forzado, un signo de destrucción en un lugar seco e inhóspito (la paciencia de David, recuerdo, y el mucho tiempo que teníamos para matar, permitió que registrara algunas de esas imágenes).

Pero no es de esto sobre lo que quiero hablarles. Como ya había adelantado tangencialmente en la entrada anterior, David me acaba de regalar un libro sobre una expedición que se realizó a California a cargo del astrónomo francés Monsieur Chappe d'Auteroche con el objetivo de registrar el paso de Venus (y no Mercurio, como dije, erróneamente) por el Sol, en junio de 1769. Un libro que yo había visto por primera vez durante aquél viaje pero no quise comprar pues me parecía, no sé, demasiado caprichoso y excéntrico de mi parte. Es un libro difícil, en realidad, que acaso sólo puede interesar a astrónomos o historiadores. Pero a mí me llamó mucho la atención, sobretodo por imágenes como las siguientes, que me recordaban al Codex Seraphinianus:

El libro además está plagado de tablas y catálogos (todo en francés), de esos tiempos en que se pretendía catalogar y leer al universo como si se tratara de una bodega, a fuerza de inventarios. En el muy informativo prólogo de José Gaxiola López se explica que: "Un tránsito ocurre cuando un cuerpo celeste cruza delante de uno más grande y puede observarse desde otro planeta. [...] Los tránsitos de Mercurio son 13 en promedio cada siglo. Es tan pequeño que se necesitan aparatos para observarlo y dura menos tiempo. Los tránsitos de Venus son más raros, más espectaculares. [...] La imagen de Venus en el Sol es lo bastante grande para ser observada a simple vista. El disco de Venus tendrá un diametro de 1/32 (3.125 por ciento) del plato del Sol. La primera cosa que se notará al observar el Sol con un telescopio equipado (con filtro de hidrógeno-alfa) es que el disco solar parece ligeramente más oscuro en los bordes. [...] Venus aparece como un pequeño círculo negro en el disco del Sol, parece adherirse a él como una gota de agua negra sucia de un grifo que se escurre por un limpio y blanco plato. A la mitad del trayecto de repente la conexión se rompe, Venus se resiste un poco, toma distancia para no ser otra mancha, otro grano solar. El mismo efecto del inicio ocurre cuando Venus termina el tránsito. Los primeros observadores religriosos cristianizaron este fenómeno como la "lágrima negra"".

Adoro las metáforas científicas. Buscando imágenes para esta entrada, vía Google, escribí "lágrima negra" y "Venus" en el buscador. Sólo encontré pura cosa emo y pornografía. La pura risa, caray. En fin, lamento un poco que mi memoria me haya jugado una mala pasada y que haya sido Venus y no Mercurio, el planeta en cuestión, en tránsito, pues en mi cabeza ya tenía pensada una entrada, para este su blog ingenioso, muy jocosa que tenía que ver con un gato, este Mercurio -acabo de leer un texto de su dueña, Elizabeth Flores, que me entusiasmó- pero bueno, uno hace planes y la memoria los deshace. Finalmente, un dato interesante: "En los últimos 4 mil años ha habido 53 tránsitos de Venus. No hay registros históricos de ellos, pero se sabe que en 1518 un pasaje de Venus tuvo lugar por la planicie central de México. Moctezuma interpretó este fenómeno como de mal agüero". Ah que el mal agüero y esa tendencia milenaria de siempre esperar lo peor.

Sunday, February 24, 2008

Comienzo hablando sobre unos regalos y luego sobre un texto de Zagal

David Miklos me regaló un libro que alguna vez quise comprar durante un viaje que hicimos pero no compré porque era un capricho, un recuento que se hizo en el siglo XVIII de una expedición francesa en nuestro país para observar el paso de Mercurio por el Sol. Hablaré más de eso en otra actualización. Óscar Benassini me regaló la versión facsimilar de los siete números que aparecieron de S.NOB. Recibí estos regalos el mismo día a distintas horas, por una casualidad, no esperaba ninguno de los dos y fui muy feliz. Lo que sí esperaba un poco, porque se los pedí, fueron unos libros que me trajo mi hermana de NY, Blood Meridian, House of Leaves y One Hundred and Forty Five Stories in a Small Box. También me trajo una figurita del pitufo filósofo porque con ella, me dijo, se acordó de mí y yo me acordé de otras cosas de las que no hablaré ahora. Cambio de tema.
Hace rato vi a Cormac McCarthy en la televisión, durante la ceremonia de los Óscares. Creo que llevaba a su hijo con él. Mientras veía eso leía en diagonal un texto que publicó mi amigo Héctor Zagal en el suplemento cultural del Reforma, El Ángel de este domingo, Michel Houellebecq: Pornografía conservadora. Lo leí así, con un ojo en la tele y otro en el periódico, pues al iniciarlo me di cuenta de que de algún modo ya había leído ese texto o ya lo había platicado, al menos, con Héctor. Le he escuchado esta opinión más de una vez: "El éxito de Michel Houellebecq procede de su capacidad de poner en prosa los lugares comunes de la divulgación filosófica [...] la clave de su éxito radica en aprovechar sus conocimientos de bachillerato. Pocas cosas son de tanta utilidad para un escritor como los estudios de preparatoria o de liceo. En este sentido, lo que escribe Houellebecq se antoja fácil para el profesional de las humanidades, pues todos hemos repetido alguna de esas ideas en el aula de clases".
Exactamente qué quiere decir Héctor con "profesional de las humanidades", lo ignoro. Por mi parte debo decir que escribir como Houellebecq no se me antoja fácil. Creo que no hay cosa más difícil que escribir con sencillez. Por lo demás, dudo que el éxito de Houellebecq se cifre en su capacidad de traducir teorías filosóficas a un lenguaje más atractivo (creo que, al contrario, Houellebecq se caracteriza por su capacidad para podar sus textos narrativos de algo que podría ser considerado un "estilo", otorgándole a sus historias esa impresión de luz mortecina; sus ensayos, por otro lado, sí que están plagados de ese estilo socarrón del hombre ingeniosito). El éxito de Houellebecq reside en otra cosa: una buena maquinaria editorial, una capacidad de algunos cuantos para hacerlo una figura pública. Houellebecq no es un autor divulgativo. Y aunque no es el mejor escritor vivo o uno cuya obra vaya a sobrevivir entera, creo que merece una lectura que vaya más allá de su éxito. Sé que Héctor no es un crítico literario y yo no seré el valiente que le exija a alguien leer literatura exclusivamente desde la literatura, pero aquí viene el pero principal: creo que la valía de un escritor no puede medirse por su éxito -el mejor escritor sencillamente sería quien posee al mejor agente literario- y me pregunto si el texto de Héctor me dejó un mal sabor de boca sólo por esto. Pues de algún modo también responde a la búsqueda por un know how, como las historias que le encantan a otro amigo mío, Alejandro Vázquez, sobre esas personas que se hicieron ricos de la noche a la mañana. Héctor creo que no habla sobre un autor de literatura, en este texto, sino sobre las recetas que pueden llevarnos al "éxito": "Houellebecq supo situarse en la narrativa occidental recurriendo al conservadurismo y a la literatura moral. La receta no es nueva. Ahí está el Marqués de Sade. Pero a nadie se le había ocurrido hacerlo en forma de best seller en el París del siglo XX". ¿Se sitúa uno en la narrativa occidental como se sitúa uno en una empresa?
Hay una segunda tesis en el texto de Zagal: "A sus 50 años [Houellebecq] es un novelista exitoso. Sus ensayos, en cambio, sobresalen menos. El mundo como supermercado (1998), por ejemplo, es más sugerente que brillante. Es lógico. Los ensayistas juegan con reglas más rígidas. En la medida en que Houellebecq se acerca al mundo académico, pierde fuerza. Se convierte en un amateur".
Veamos. ¿Los ensayistas juegan con reglas más rígidas? ¿Que las de quiénes? ¿Que las de los novelistas? ¿De qué tipo de ensayo habla Zagal? No habla del ensayo literario, me imagino. Y creo que con rigidez quiere decir algo así como rigurosidad -¿académica, tal vez? Sea lo que quiere decir, en algo estoy en desacuerdo: considero a Houellebecq un ensayista mucho mejor de lo que es narrador. De sus ejercicios narrativos creo que sólo son rescatables dos de sus novelas: Ampliación del campo de batalla y Las partículas elementales. Pero su mejor libro es el ensayo Lovecraft: Contra el mundo, contra la vida. En efecto, El mundo como supermercado (una colección de artículos, entrevistas y reseñas) es "sugerente" y no "brillante". Pero la faceta de ensayista que mostró con Lovecraft..., su primer libro, no ha sido eclipsada por su narrativa, hasta ahora. Estoy de acuerdo con Zagal en algo. Houellebecq "se suma a una larga lista de lectores de Sade, de Lovecraft, de Céline". No creo, sin embargo, que esto sea algo necesariamente negativo -como quiere hacerlo ver Zagal en su texto. Incluso no veo cómo esto es una crítica. Seguramente Houellebecq es un lector mucho mejor de lo que es escritor. Sus apuntes sobre Lovecraft no hablan sólo de su lectura sino del modo en que Lovecraft de algún modo cambió a Houellebecq mismo (uno puede ver por qué posee una afinidad especial por este autor; ambos son igualmente racistas y materialistas y ambos, a su modo, lidian con un tipo de horror muy a la mano). Houellebecq invita humildemente, por su propia lectura, a leer a un autor a quien considera superior. Sin duda la lectura de Houellebecq es la de un amateur, como se hace ver por las notas que hizo Dorna Khazeni a la traducción que realizó para la edición de The Believer Books (Houellebecq a menudo "cita" pasajes que no están en los textos de Lovecraft). ¿Pero no son así las mejores lecturas, las que se hacen con la carne y no con la cabeza?

Friday, February 22, 2008

Thursday, February 21, 2008

Encargo de una u ocho cosas que hacer antes de morir

Primero, pues es lo que me viene a la mente, ser feliz. Segundo, pensado mejor de manera que sea más específico, cruzar a Refu con un perro decente. Tercero, leer más de lo que he leído hasta ahora. Cuarto, hacer feliz a mi mujer, de tenerla. Quinto, hacer felices a mis hijos, de tenerlos. Sexto, escribir más de lo que he escrito hasta ahora. Séptimo, estar finalmente en paz. Octavo, ordernar estas siete cosas de manera que se acoplen a una jerarquía justa de valores.

Bañar a mi perra Refu

Es un despropósito.

Wednesday, February 20, 2008

Lo que iba a escribir

Pensaba poner una imagen de Bolaño y un enlace a la entrada del blog de Iván Thays en la que se habla sobre cómo fue que prohibieron que un reo de una cárcel de Texas leyera Los detectives salvajes pues se considera una novela que incita a las relaciones homosexuales. El blog de Thays a su vez pone un enlace a la fuente original donde se redacta la historia completa -incluyendo el ingenioso contraargumento de "las novelas no provocan homosexualidad, las cárceles lo hacen". Después iba a poner el pasaje del que se habla y señalaría una imprecisión -pues en el documento de la cárcel en el que se señalan las razones por las que esa novela no es aceptada como una lectura apropiada se hace referencia al pasaje donde se mide un pene con un cuchillo y hay una escena explícita de sexo oral (heterosexual) y no al encuentro homosexual, casi pornográfico, de uno de los personajes del libro- y también, un poco para llenar espacio, iba a poner el discurso de 2666 donde el narrador se imagina o cuenta el modo en que dos reos, ambos feísimos, se enamoran en la cárcel pero terminan asesinándose. Iba a escribir también sobre la relación entre moral y arte, entre el poder que tiene un estado sobre sus habitantes, sobre las sociedades cerradas, sobre las libertades que tiene o no un hombre en "rehabilitación social", sobre la idea de que la homosexualidad pueda ser un vicio, sobre la pregunta que arrojó alguna vez Bolaño sobre quién sería el valiente que le diría a un hombre condenado a morir qué es lo que debe leer. Sobre la Biblia iba a escribir también, un libro que seguramente se permite leer en la cárcel, a pesar de sus múltiples escenas violentas. Iba a escribir "Sodoma", con sarcasmo. También iba a escribir sobre la disposición a actuar de un modo u otro en la que nos colocan ciertas imágenes -pues es algo que acabo recién de volver a escuchar en una clase. Iba a darle vueltas al silogismo poético y al final iba a escribir una conclusión por la cual yo abogaría, que defendería si se pusiera en duda, pero todo esto lo iba a hacer ayer, cuando tenía ganas. La tangente, por ahora.

Monday, February 18, 2008

Carajo

La semana pasada hacía ejercicio en el gimnasio, aquí en mi casa -ya saben, cerca de las caballerizas. Y estaba escuchando a los Yeah Yeah Yeah's cuando giré la cabeza hacia la mesa de ping-pong que está junto a la máquina sobre la que me ejercitaba. Ahí vi un par de litografías o reproducciones de obras que meses, muchos meses atrás le había regalado a una de mis hermanas su novio. Se reproducía la imagen de arriba. En ese momento yo no sabía que se trataba de una pintura de Leonardo da Vinci, eso lo acabo de ver en la red. Pero sí recuerdo haber pensado que podría hacer una convergencia con esa imagen, en la que apareciera, no sé, algo que rimara con lo de abajo. Pero también pensé: bueno, estás siendo ingeniosito. Porque en realidad las poses no se parecen, sólo, digamos, el fenómeno. Y lo olvidé, lo dejé pasar. Hoy, hace unos minutos, vi que una chica que se llama Jamie Johansson mandó ambas imágenes a McSweeneys, donde aparecieron en el The Convergences Contest. Sentí envidia loca, de esa que a uno lo llena también de un orgullo injustificado. Extrañamente, por la tarde vi a una señora en la calle, ya entrada en años y kilitos, parada en una esquina, esperando a que el semáforo le diera el siga. Usaba un collarín, de los tiesos, y arrastraba a los chihuahueños en correa. Uno de ellos llevaba una venda enorme en una de sus orejas. Me pregunté si la señora habría chocado y si llevaba a su perrillo cuando lo hizo. Ah, qué animalitos tan curiosos.

Viajar en primera clase--

--es un lujo innecesario.

Sunday, February 17, 2008

Fin de semana

Regreso de la casa de campo donde no vi el campo, la pasé encerrado leyendo. Los Miserables y un libro de José Ingenieros, El hombre mediocre. Escribí un poco en mi cuaderno y escuché un par de discos de Cat Power, obsesivamente. A veces veía por la ventana, gente pasaba en bicicletas por el empedrado, una pareja de ancianos se acompañaba en una caminata, bastones en la mano. La cabeza me dolió en algún momento y comí boquerones, aunque estos hechos no están relacionados. Comí otras cosas, también. El sol resplandecía, sábado y domingo. Cuando, por la noche del sábado, salí al jardín para cerrar la bomba de agua que irriga el césped vi por un claro que se hace entre los pinos las estrellas. Es difícil compartir las veces que uno se permite ver las estrellas y reflexiona, como si fuéramos importantes. Pensé en un pasaje de 2666. Escuchar la noche, sentir el frío. Llevaba una lámpara de mano conmigo e iluminaba las copas de árboles, aquí sí, aquí no, como si estuviera buscando algo. Regresé a casa y seguí un rato más a Jean Valjean. Luego, a dormir. Luego, el domigo. Ahora, la ciudad. Después sigo.

Algunos roedores.





(Uno de ellos atropellado).

Thursday, February 14, 2008

Nuestro héroe se percata de algo

Como en otras aventuras, nuestro héroe se plantea ponerse los mismos pantalones que usó el día anterior. No han pasado suficientes días como para que considere usar otros, pero sí las suficientes cosas como para hacerlo. Es decir, convivió con fumadores durante la noche anterior. Así que los pantalones huelen a cigarro. Los acerca a su nariz, huele y piensa momentáneamente en el Blog Más Aburrido del Mundo.

Las aventuras megalómanas de Hitlercito



Semanalmente, aquí.

Wednesday, February 13, 2008

El olor dulzón de la diarrea

Opina Óscar Benassini: "yo te envidio, escribes y escribes como si cagaras. Pero como si esa mierda oliera bonito y fuera, digamos, amarilla".

Mi cabeza

Estaba mi cabeza sobre mi cuello, frente al espejo de la peluquería, cuando entró un italiano a que le cortaran el pelo. El peluquero principal, dueño del local y patrón del resto de los peluqueros, lo atendió y comenzó a platicar con él en italiano, en voz alta, fuerte. Yo estaba leyendo una revista, en silencio, como acostumbro. Pero me distraje, como pasa a menudo. Yo conocía ya a este italiano, se trataba del dueño de una tienda que antes ocupaba el local contiguo a la peluquería. Era un sastre y vendía trajes. Todos muy caros, hasta donde recordaba. Telas italianas. Mi padre es cliente suyo. Y entonces me puse a pensar en En la melancolía de los sastres de Lamb y lo poco melancólico que se veía este sastre italiano. Repentinamente, como si fuera mi cabeza, pero en realidad era la realidad, escuché que a lo lejos se escuchaba la música de El Padrino de Francis Ford Coppola y pensé en la condición que había puesto Coppola para dirigir aquella película -sólo lo haría, había dicho, si se mantenía un tono en el que los italianos no salieran caricaturizados. Pensé en la dificultad de hacer esto. En la caricatura. En esto iban mis pensamientos cuando me vi al espejo y por un momento pensé en el Príncipe Valiente, la tira que salía en el Excélsior cuando yo era niño. Supongo que todavía sale.

Nunca la leí. Me daba mucha pereza y la historia se me complicaba, había un constante continuará que me desconcertaba. Pensé, de nuevo, en la palabra caricatura y en una de la que sí era asiduo y que a su modo era la versión güera, futurística y llena de esteroides de este Príncipe Valiente:

Supongo que en este punto pude haber permitido que mi mente se fuera a los recovecos más alejados de mi infancia, o de cierta parte de mi infancia, pero entonces me di cuenta de que estaba pensando todo esto por una cosa que había dicho Javier Bardem sobre el corte de pelo que los Coen habían elegido para No country for old men, algo que iba en las líneas de "por culpa de este corte ya no cogeré en mucho tiempo", algo gracioso y que leí no recuerdo dónde, quizá en IMDB o en una entrevista. Sobre todo quizá por otra cosa que recordé, en la que los Coen habían bautizado, precisamente, este corte como corte de príncipe valiente.

Y ya, eso es más o menos todo lo que pasó en aquél momento, por mi cabeza. Fin del post.

Monday, February 11, 2008

Convergencia de National Geographic

Leía un artículo sobre la basura en el número de enero de la National Geographic. Específicamente, la producida por computadoras o televisores obsoletos. Se titula High-Tech Trash y está escrito por Chris Carroll. Está bueno. Un poco como si los tiempos de Mad Max nos hubieran alcanzado, o al menos a la gente que vive en Ghana o Pakistán. En fin, el texto está ilustrado con fotografías de Peter Essick, como la siguiente.

El pie de página, por si no alcanzan a leerlo, dice: "In Karachi, Pakistan, Salman Aziz, 11, harvests bits of metal from computer mice. As the volume of electronic waste continues to grow worlwide, so does the need for humane and enviromentally sound ways to recycle the wealth of raw materials inside it". No sólo fue la imagen sino la palabra harvest que me hizo pensar en imágenes parecidas que he visto en la televisión o en panfletos turísticos, en los que, en una playa de agua azul turquesa un niño, moreno y pelo rizado sobre el que perlas de agua salina descansan, se zambulle al mar para conseguir ostras. Regresa, la abre con un cuchillo y se la entrega al bondadoso turista para que éste pueda chupar el molusco directamente de la concha. Delicioso.

Un creyente

Releo la reseña que hizo Rafael Lemus sobre The Road de Cormac McCarthy para Letras Libres de este mes, titulada No es país para optimistas -por cierto, anoche vi No Country for Old Men, también basada en una novela de McCarthy, y salí muy contento, disfruté mucho la película. Cuando digo que salí "muy contento" no quiero decir que no me haya perturbado, sólo que me sorprendió, como una buena cosa, una buena historia de persecusión, bien resuelta (no he leído la novela). En fin, la pasé bien. Pero al llegar a casa leí una reseña de la película, escrita por una Doly Mallet, en el suplemento Top Magazine de Reforma de los domingos. Mallet calificaba a la película como pretenciosa, una historia, decían, equivalente a ver el correcaminos, excepto que para adultos esnobs: "Es cine para que los críticos digan que está muy buena y los demás nos la creamos". Me impresionó que una reseña pudiera ponerme de mal humor. Su campechanía. Por otro lado, hay algo de verdad en el tono. Al terminar de ver la película, por ejemplo, el amigo con el que fui a verla y yo nos dimos cuenta de que sería el tipo de películas que uno recomienda a sus padres sólo para descubrir que a sus padres no les gustó. El tipo de películas con las que uno se siente engatusado. Pero sólo al momento que la racionaliza. Antes, la entraña. Pero me desvío.
Releo, digo, la reseña en la que Lemus desmiente a las "almas nobles" que opinan sobre la salud de la novela, como género. The Road, una novela excelente, no es suficiente para hablar sobre un buen momento para la novela. No es, dice, sintomática. Esta palabra, "sintomático". Ahora me hace pensar en esa mañana que bajé a ver el periódico y en una misma página vi dos noticias: una sobre la gripe aviar y otra sobre unos problemas de violencia estudiantil que entonces estaban "brotando" en Fracia. Recuerdo esa otra palabra, "brote", acompañada de unos esquemas en los que se veía un mapa de París con círculos concéntricos, como si fuera un sismógrafo o un mapa de campaña en el que se señalaba el avance irreversible de una enfermedad. Un esquema similar acompañaba la nota sobre la gripe aviar. También en Reforma. Vivimos, es verdad, con una sensibilidad propensa a lo apocalíptico.
La reseña de Lemus pasa nota sobre el estilo de McCarthy, reseña rápidamente la historia -que es sencilla- habla sobre el lugar que podría tener esta novela en el resto de la obra del autor e incluso invita a leer Blood Meridian. Pero, de nuevo, el tono: esta novela es buena, pero no es garantía de nada, parece decir. Hay esperanzas, no da el brinco final: esta novela es buena, pero no es garantía de que es buena. La reseña está llena de casis, de puertas de salida entreabiertas. Sin embargo, una sola puerta está abierta de par en par: la literatura no está pasando por un buen momento. Todo mal, nada bien. O casi nada bien. Leía, hace tiempo, en septiembre, el comentario que hizo Nick Hornby sobre la misma novela, en su columna de The Believer. Ahí, además de advertir sobre el tono negrísimo de The Road, Hornby comenta que este tipo de novelas -buenas, pero terribles- son las que provocan precisamente artículos o reseñas como la de Lemus: "I ended up thinking about those occasional articles about the death of the novel -almost by definition, seeing as our planet hasn't yet suffered this kind of fatal trauma, you cannot find a nonfiction book as comprehensively harrowing or as provocative as this. [...] It is important to remember that The Road is as product of one man's imagination: the literary world has a tendency to believe that the least consoling worldview is The Truth. (How many times have you read someone describe a novel as 'unflinching', in approving terms? What's wrong with a little flinch every once in a while?) McCarthy is true to his own vision, which is what gives his novel its awesome power. But maybe when Judgment Day does come, we'll surprise each other by sharing our sandwiches and singing: 'Bridge over Troubled Water', rather than scooping out our children's brains with spoons".
Lemus termina así su reseña: "Pensamos nosotros, los pesimistas, que si el fango balbuceara, balbucearía como Samuel Beckett y mascullaría a la manera, bestial pero radiante, de Cormac McCarthy". Pero, ¿quién es el fango aquí? ¿Por qué no hay una confianza mínima en la especie humana? Porque la especie humana es fango, es un ápice de luz en la oscuridad, llena de vanidad. Pero me niego a creer esto. Y dudo que alguien realmente pueda creerlo y mantenerse activo, con vida, escribiendo. Si hay belleza en el mundo, viene de los hombres. Si hay maldad, también. Pero así son las palabras: poseen la doble potencialidad, de la creación, de la destrucción, como un buen médico, un excelente asesino. Hacer ahínco en una u otra, creo, es ya tomar una postura moral. Y en estos límites, creo, no hay una moralidad al revés, una fábula. Either or, sostengo. Pero, si realmente es el otro, el "la belleza no es garantía de nada", ¿para qué seguir?

Sunday, February 10, 2008

Saturday, February 09, 2008

15. Octubre. 2007.

Percatarse, con posible imprecisión, de que pocas veces escribo en este cuaderno sobre temas que me resultan íntimos o que me afectan. Explicarse, quizá buscando justificación, que uno posee la suficiente cantidad de amistades saludables para que esto no sea necesario. Qué soledad, qué espectáculo, se cifra y se debe encontrar, en un cuaderno que se descubre lleno de lamentos y desgarramientos.
Sin embargo, escribo aquí, en silencio.

Es sábado por la noche. Tuve un buen día.

Friday, February 08, 2008

Algunas veces por la noche

-¿Alguien me habla?
-...
-Julio, ¿me habló alguien?
-No.
Con los oídos tapados por la gripe me confundo seguido. Escucho cosas que no están ahí. Me tardo en descifrar las conversaciones que se sostienen en voz baja. Lo constato una vez más, momentos antes de bajar al estudio, cuando creo escuchar que me llama mi madre, desde su habitación. Julio, mi primo, decide quedarse un rato más viendo la televisión, algo que normalmente no hace pues se levanta temprano para trabajar. Pero es viernes. Así que se queda un rato más frente al televisor y yo bajo aquí, a escribir. O eso digo que bajo a hacer.
Hace unos momenos terminamos de ver Señales, de M. Night Shyamalan, que hemos visto varias veces ya. De hecho, la empezamos a ver ya bastante avanzada -precisamente en la parte en la que el personaje de Mel Gibson le corta los dedos al extraterrestre que encerraron en la alacena- y es casi hacia el final, cuando comienzan a entrar los extraterrestres a la casa, que le digo a Julio que la película, esa parte, me recuerda Casa tomada. No digo, por supuesto, "esto me recuerda a Casa tomada de Julio Cortázar", digo, "esto me recuerda un cuento". Julio guarda silencio, ve la tele. "Ahora te lo enseño", le digo. Julio asiente pero sobre todo cede. Está acostumbrado a que a veces me levante y le traiga algo, corriendo, como un perro, motivado por una sinapsis repentina. La mayoría de las veces, Dios lo tenga en su gloria, me escucha con paciencia, ya que regreso con libro en mano, buscando el pasaje.
Como estamos viendo Señales en TNT hay anuncios así que aprovecho la última pausa de la película para leerle el cuento. Me percato de que este cuento Julio ya lo conocía, pero decide no decírmelo. Me doy cuenta porque es de Bestiario, un libro que le regalé hace tiempo, cuando descubrí que a Julio le gustaba la literatura de horror. Yo no tengo el tomo suelto, sino los dos volúmenes que editó Alfaguara hace años, de cuentos completos. Julio, mi primo, tiene dieciocho años pero su interés por la literatura viene de tiempo atrás, según recuerdo. Aunque, de nuevo, exclusivamente novelas de horror. Stephen King, sobre todo. Le he regalado libros de Kafka, de Cortázar, y antologías de cuento de horror, pero ahora que estoy avanzando en la lectura, escuchando mi voz gangosa, distorsionada por la enfermedad, se me ocurre la posibilidad de que Julio jamás leyó Bestiario. Imagino el tomito, abandonado en un librero de su casa materna, acumulando polvo. Es por eso, quizá, que no me detiene con un "Ya conozco ese cuento". Al contrario, atiende lo que digo y parece estar interesado. O tal vez finge muy bien. En todo caso, termino de leer el cuento, se termina la pausa de TNT, terminamos de ver la película y me despido, para bajar aquí, al estudio, donde escribo cómo fue que le leí un cuento. Obligándolo a escucharme, mi audiencia cautiva.
Supongo que envidio un poco a Julio. Me hubiera gustado ser el adolescente, sensible como él, que sale de la casa materna para irse a vivir con unos parientes. Cercanos pero a la vez ajenos, con costumbres e idiosincracias particulares. En una ciudad extraña, además. Como soy orgulloso y vanidoso, le envidio la posibilidad de haber tenido un primo como yo. Pero quizá, le envidio más esta atmósfera en la que ha caído. La novela de vida que está llevando. Me di cuenta de esto mientras le leía el cuento de Cortázar, cuando me topé con las siguientes líneas de Casa tomada que dicen: "Cuando Irene soñaba en alta voz yo me desvelaba enseguida. Nunca pude habituarme a esa voz de estatua o papagayo, voz que viene de los sueños y no de la garganta". Julio, mi primo, me ha dicho que a veces hablo por las noches. "Haces ruidos bien raros", me dice.
Hasta su llegada, unos meses atrás, siempre había dormido solo. Vivo en una casa grande. Mis hermanas siempre tuvieron su propio cuarto y nunca tuve que compartir el mío. Descubrir esto -pero esto no es la palabra, descubrir, porque de algún modo no me sorprende- me hace imaginar... no, me hace envidiar la posibilidad de imaginar, como tal vez lo hace Julio, mundos oscuros y ocultos en alguien más. Mismos que conozco. Pues, finalmente, soy yo y estoy al tanto de algunas partes bastante nefastas de mí mismo. Pero nunca había estado al tanto de esa voz que habla algunas veces, por la noche. Algunas mañanas, es verdad, recuerdo sueños inquietantes -como anoche, que soñé que un par de amigos se suicidaban- pero no soy el ojo pelón que no puede conciliar el sueño porque escucha la voz incoherente del compañero de cuarto en la oscuridad. Anhelo, casi con desesperación, ese asombro. Es curioso también cómo a pesar de que vivo en una casa grande, las cosas extrañas suceden precisamente en los lugares más conocidos. Las voces que creemos escuchar bajando las escaleras. La sensación de ser observados mientras vemos la televisión. La cama que se mueve, acaso, o que nos asfixia y nos arroja a la vigilia buscando con desesperación una bocanada de aire. Quisiera que fuera Julio quien escribiera y no yo.

Thursday, February 07, 2008

Parece arte

Le digo a mi hermana, quien entra rápidamente para revisar su correo, si le gusta la rata que dibujé --abajo. Y me dice: Pero eso no lo hiciste tú. Y yo: Claro que lo hice yo. Ella: Pero está muy bien dibujada. Hasta parece arte. Y no sé si en ese momento me indigna más que insista en no creerme o que diga "parece" arte. Claro que lo hice yo, le digo. Lo hice en Paint. Y le digo, también, que hice todos los demás --y, como idiota, orgulloso, inflado de sí mismo, le empiezo a enseñar otros dibujitos que hice en Paint. Pero no me cree. "No, eso no lo hiciste, ya he visto cosas así en otro lado". Al final la convenzo, o hace como que la convenzo, revisa su correo y se va, sin darle mayor importancia. ¿Y qué hago yo? Me siento aquí a despotricar, como si nadie me comprendiera. Tantas estrellas brillan en la noche (risas, por favor).

Despite all my rage--

--I'm still just a rat in a cage.


Saldo

Desayuné huevo en chile pasilla, frijoles, jugo de naranja, jugo de zanahoria, no bebí café -pienso beber café, ahora-, dolor de espalda, menos congestión nasal, menos dolor de cabeza, menos dolor de garganta, el sol brilla, pienso combrar una revista, escribí un poco, leí un poco y sigue el día. Toso.

Una especie de convergencia




Dijo: hay una imagen de Goethe en la que sale así. Pero en realidad decía: "Píntame Jack". Lo decía con sus ojos. Acá, una mejor convergencia. Ay, qué malas ideas tenemos, a veces.

Wednesday, February 06, 2008

Cálmate Óscar

David opina que se parecen, Óscar y Smokey. Yo le decía, a Óscar, que me recordaba a Proust en su lecho de muerte.
Y ya. Cálmate, ¿quieres?


Acá, dice que esto no es una convergencia.

Meditaciones deportivas

Hacer ejercicio, enfermo de gripe, es como tomar prestado el cuerpo de alguien más y habitar en él, estar más al tanto de las distancias que existen entre uno -esa voz que narra en nuestras cabezas- y el resto de nosotros, nuestro cuerpo. Movemos los brazos pero no parece que los estemos moviendo, sólo observamos cómo, casi a nuestro pesar, se mueven, igual que las piernas. Me pregunto si es así como algunos de los ambientalistas más acérrimos se sienten, habitando en este planeta. Como si estuvieran al tanto de todo lo que ocurre, con una distancia que los obliga a sentirse no sólo responsables sino terriblemente apurados por lo que está sucediendo allá afuera. Como si vieran cómo todo se va al carajo, en una película. Quizá es por eso que sienten tanta pasión, tanto pathos, producto de un drama que perciben, franqueado por una pátina de conciencia. Me pregunto si uno sentiría la misma distancia con otra enfermedad, mientras se ejercita. Digamos con la diarrea.

Fragmento de conversación

Entre Sandra, la chica que ayuda en la casa, y yo:

Yo: [¡Atchús!]
Ella: Salud. ¿A poco estás enfermo otra vez?
Yo: Sí caray.
Ella: Te dan muy seguido.
Yo: Sí. Es casi como si me gustara la gripa.
Ella: ...
Yo: Mi cuerpo es débil y marchito*.
Ella: [riendo] Sí, yo creo que sí es débil.

*La expresión se la robé a Julián Zárate.

Chico malo

Estaba leyendo una cosa en el blog de Iván Thays, una nota sobre Charles Bock, cuya novela Beautiful Children fue recién publicada por Random House. Debo decir que rara vez leo las notas completas, en el blog de Thays, lo leo como se lee un periódico. Y no tengo, en realidad, nada que decir sobre Bock -no sé quién es, ni he leído la entrevista que, dice Thays, salió en el New York Times y ciertamente, no he leído la novela- pero sí quiero decir algo sobre la nota de Ezequiel Martínez a la que remite Thays. Y quizá ni siquiera a la nota en sí, como un todo, sino a una frase. Una de esas frases que resuenan y resuenan, a pesar de que uno sólo pasó el ojo por encima. Escribe Martínez: "A. M. Homes, la chica mala de la nueva literatura estadounidense, lo calificó como 'casi un genio'".
Sólo he leído una cosa de Homes. Pero en realidad esto tampoco se trata de Homes, ni sobre su opinión de Bock. Lo que trato de decir es: me cansa cuando se leen cosas como "la chica mala". O cuando se escribe: "la nueva literatura estadounidense". ¿Qué necesita ser uno para convertirse en una chica o un chico malo? Ser joven, supongo. Y, supongo también, esto significa que Homes está a punto de dejar de ser una "chica mala" --ya anda en sus cuarentas y a pesar de las luces y los trucos, esas fotos que salen en las portadas de sus libros, donde se ve guapa e intensa, no me engañan (he visto otras fotos, ya está acabadona). Pero no. Demos un paso atrás. Esto tampoco tiene que ver con la edad. Uno puede comportarse como un brat toda su vida. Usar ropa ridícula, gritar en conferencias. Ser insolente, decir barbaridades para escandalizar. Así que probablemente tenga que ver con su actitud, pero, ¿juzgada por quién? ¿Por personas solemnes? ¿Quiénes son solemnes, hoy? Decididamente solemnes, pues. Que un día se levantaron y dijeron: "seré solemne". ¿O es ante quienes no saben que son solemnes pero actúan solemnemente? Pero, fuera ante quien fuera, ¿cuándo ha dicho Holmes algo bárbaro? Nunca la he visto quemar banderas o escupirle a libros. Y escribe, debo decir, con mucha cordura, buena puntuación. ¿O quiere decir Martínez, con "chica mala", algo así como la punta de la lanza? ¿Es eso? Y si es así, ¿se trata de la punta de la lanza que representa la "nueva" literatura norteamericana? No lo entiendo.
En general me molesta cómo se cuelan ideas progresistas, o de farándula, en estas cosas. Me molesta el imperio de lo efímero. Cansa. No es grave, supongo. Pero hay días como hoy, en los que el teclado no funciona del todo bien porque accidentalmente derramé agua sobre él, en los que la garganta duele y uno está sin trabajo, días, en fin, en los que las opiniones que guardamos deciden salir a la superficie y cualquier pendejadita nos obliga a decir cualquier pendejadita. Intensear hasta de las pelusas, dice Alejandro Vázquez. Mañana, despotricaré sobre mis zapatos.

Tuesday, February 05, 2008

Una especie de convergencia

El final de Pulp, la última novela de Bukowski:

"Then, as I watched, the Sparrow slowly opened its beak. A huge void appeared. And within the beak was a vast yellow vortex, more dynamic than the sun, unbelievable.
This isn't the way it happens, I thought again.
The beak opened wide, the Sparrow's head moved closer and the blaze and the blare of yellow swept over and enveloped me".


A partir de The Café Singer (1878, Degas) Adam Golaski escribió un texto que apareció en el McSweeney's Quarterly Concern #19. Este es el final:

"She looked down and smiled through her song. She raised her hand and opened her mouth wide for a long note and from her mouth emerged --as from a hole in a tree-- a bird. The bird, red, wet from the woman's throat, pushed itself from the woman's mouth and flew up, hovered above the woman's head, flew away".

Monday, February 04, 2008

Rata miserable

Me tenían en ascuas, los jueces de Top Chef, el reality show. ¿Iría el título de "top chef" a Ilan Hall, o a Marcel Vigneron? ¿Al cocinero que se apasiona por la comida o al meticuloso ojete que hace uso de la más alta tecnología para realizar su pinchurrienta, pero sofisticada, comida molecular? Oh, cómo temí que se la dieran a Marcel, quizá una de las talking heads de la televisión que más personificaban las cosas que detesto de la humanidad: sus excusas para tratar mal a la gente ("vine a competir, no a hacer amigos"), su vanidad ("para este platillo me inspiré durante una caminata en la playa, lleva coco, gotas de azafrán..."), su imprudencia ("¿no han visto el salmón?, ¿dónde lo guardamos anoche?"), su defensa del estado actual del mundo ("así son las cosas, si no fueran así, no serían así"), su maldita cara de ratón.

Probablemente lo que más me asustaba de Marcel era que, ante los jueces, estas cosas podían pasar sin problema. Cuando, en las semifinales, un chef habló algo sobre el carácter moral de Marcel, los jueces, nada salomónicos, dijeron: "Nos interesa lo que cocina, no cómo se comporta en la cocina". ¡Dios! Debieron ver su cara de felicidad. Su cara de "¿Ven? En esta tierra puedo ser el maldito que quiero ser. Aunque, no lo entiendo, en realidad; generalmente la gente opina que soy muy divertido". ¿Saben a qué otro ratón cocinero me recordaba con su lloriqueo, con su vanidad?

Bueno, en realidad es un topo. Y en realidad no me recuerda a Marcel. Creo que sólo lo puse por las afinidades, er, "cromáticas" de las imágenes. Quería ser ingenioso. De hecho, dudo que a no ser por su vocecita, Topo Gigio tuviera algo que ver con Marcel. Era argentino, eso sí. Y los argentinos tienen esa mala fama, como tiene esa mala fama Marcel. Pero no. Si Marcel tuviera algo en común con alguna rata, sería con Remy. Ambos tienen ese nombre francés. Son ratas, los dos. Y son chefs. Y son, a su modo, innovadores. Pero, veamos. Marcel es una rata en un sentido metafórico. Y no hay ratas, animales, pues, que sean chefs -en lo que se llama la realidad. Y si en la historia de Ratatouille había "innovación" no la había porque algun mentecato se ocupara en deconstruir platillos y en añadirle químicos siguiendo las recetas de la cocina molecular --¡malditos franceses!-- sino porque se reinterpretaban recetas clásicas, se partían de bases sólidas, de tradiciones. Porque se salvaguardaba un tesoro y se presentaba, una vez más, a las futuras generaciones. Es la batalla hermenéutica de siempre: aquellos quienes apuestan por lo Otro, y que pierden, aquellos que apuestan por lo Idéntico, y que pierden también. Y quienes añoramos el agua tibia de siempre, la hermenéutica analógica. Seguiría, pero creo que en un rato pasan Iron Chef.

Friday, February 01, 2008

Mujeres

Las hay buenas, malas. Simpáticas, arrogantes. Hermosas, y el resto. También está Nicole Kidman y Jessica Alba --y el resto. Uf, y Vendela Vida. Sanas, enfermitas, enfermas terminales, ancianas, jovencísimas, atléticas, anoréxicas, aburridas. Las que están obsesionadas con el qué dirán, con el físico, con la cocina. Hay mujeres en Japón que jamás conoceré. En Suecia. En Michoacán. Están las escritoras, y el resto. Las que no se maquillan, y el resto. Las que saben lo que estoy pensando. Actrices: en este momento, por ejemplo, hay una en la televisión. Se llama Diane Keaton. Tuvo algo que ver con Woody Allen. Woody Allen terminó aburriéndose. Esto no va bien. Es difícil escribir sobre mujeres. Mujeres de Bukoswki. ¿Madame Bovary? No sólo no lo leí sino que sospecho que no lo haré. Y aún más: sospecho que se trata de una especie de libro travestido. No un libro en el que se hable sobre mujeres. Yo no soy Madame Bovary. Creo que si yo fuera mujer, me apellidaría Amalfitano. No. Permítanme decir eso de nuevo. Creo si yo fuera mujer, sería más fácil que me diera pitiriasis rosada de Gilbert.
Que, por lo demás, ya me dio.
Y la risa de las mujeres. Dios.

Las guerras del Peloponeso

Ocurrieron hace mucho.

A partir del 12 de febrero

¡El número 14 de Replicante! Para leer un listado de los contenidos, acá.