Sunday, September 30, 2007

Convergencia, tumbona



Veamos. La primera imagen es una visita que le hizo Fischer, el ajedrecista, a Tal, el ajedrecista, cuando éste estaba en el hospital. En Curacao, allá por 1962. Yo no sé jugar ajedrez. La madre de una chica con la que salía me dio una paliza dos veces seguidas. Luego esta chica me prestó ¡Aprende a jugar con Bobby Fischer!, que fue cuando me enteré de su existencia (y no, aún no aprendo a jugar ajedrez). Di con la imagen por casualidad --de hecho estaba buscando una imagen que, creo, tendré que "escanear", para otra convergencia. Sólo la puse porque quería compartirles cómo la imagen, inmediatamente, me remitió a una convergencia que le vi hace tiempo a Weschler, en la que compara una foto de Tina Barney de la serie Marina and Peter (de 1987) con Le déjeuner sur l'herbe, de Manet, de 1863.
Historia curiosa: en un vistazo rápido a las fotografías digitales que mi padre tomó de un crucero del cual recién escapó, pude ver varias en las que estaba o él o su amigo Guillermo o mi madre Guillermina o la mujer de Guillermo, María Elena, tumbados sobre una tumbona, apaciblemente leyendo. Obviamente, la pose es similar a la de Tal jugando --me imagino si Mann imaginaba así a su Hans Castorp, tirado sobre una tumbona, recuperándose de sus malestares, quizá discutiendo con Settembrini...
Cosa interesante, ésta.

Saturday, September 29, 2007

En la peluquería

Le escuché a un hombre comparar a su mujer con un perro de raza. Le explicaba al peluquero sobre cómo su mujer deja pelos en todos lados: en la cama, en el cepillo, la regadera, sin, extrañamente, quedarse calva, sólo como mudando pelaje. Era un hombre desagradable.

Thursday, September 27, 2007

Bestia humana

Vi Invasión, la nueva versión de Los usurpadores de cuerpos esteralizada, en esta ocasión, por Kidman y Craig. Esta película, de acuerdo con IMDB, se entregó a los cines con el título falso de "Human Beast". Hay varias partes en la película en la que se sugiere, en diálogos, que debajo del ser humano sólo hay instinto, que la civilización es una manera de maquillar estas fuerzas internas y que, si nos dejaran en la selva, como niños a merced del Señor de las Moscas, terminaríamos arrancándonos la yugular a dentelladas. Así, la "invasión", que en lugar de separar unifica individuos, viene a ser una especie de cura para esa enfermedad que se llama humanidad.
Me acordé de Cell, la penúltima novela de Stephen King que es, más o menos, una novela sobre zombies (en 2009, supuestamente, aparecerá la película dirigida por Eli Roth). Esa novela parte de esta idea: en un momento dado, un tal día, todos los teléfonos celulares emiten una señal ("The Pulse") que provoca una especie de reboot en los cerebros de las personas que están en una llamada telefónica. Esto hace que todas las personas que estaban al teléfono se vuelvan una página en blanco --o mejor dicho, un programa con directrices muy específicas aunque primitivas: sobrevivir a toda costa, con violencia si es necesario. Así, la tesis, es que en el fondo los humanos, o no en el fondo sino en principio, no son más que una especie de bestia. (La historia de Cell y de Invasión son increíblemente similares).
De esta forma, parece ser, la naturaleza en general proporciona sólo estos bloques de información: sólo sobrevive el más apto, los dientes más afilados, los caparazones más duros. No hay lugar, en la naturaleza, para sentimientos. No hay lugar para empatía o altruismo.
Pero oh, yo ya leí esta entrevista que le hicieron al primatólogo Frans De Waal y que se publicó hace poco en The Believer. Hay, sí, agresividad en especies. Digamos, en los chimpancés. Nos parecemos a los chimpancés, sí. Pero también nos parecemos a los bonobos quienes son como una especie de comunidad hippie de primates. Dominan las mujeres, sí, no hay machos alfas en esas comunidades, hay GG-rubbing y otras cosas bellas, como "gestos" de empatía y altruismo --¡como con los elefantes! Porque, muchachos, a diferencia de lo que nos han vendido, no hay prueba alguna que diga que la naturaleza sea un desastre, que los sentimientos de bondad no sean tan connaturales como los de agresividad, que siempre ganará el más fuerte. Muerte, digo, al Nietzsche de Sobre verdad y mentira en sentido extramoral. O mejor: ¡vida al Nietzsche que usa su pañuelo para vendar la patita lastimada de un perro! ¡Vida al Nietzsche que abrazó a su hermano silencioso, el caballo! Y sí, uno siente algo dentro, algo que no puede controlar, cuando ve el escote de Nicole Kidman. Y es delicioso, ese sentimiento incontrolable. Pero, ¿perverso?
Quiero mi ronda de GG-rubbing, o su equivalente humano. Puras cosas buenas.
(Esto está interesante. Y esto está chistoso).

Wednesday, September 26, 2007

A room of one's own

The Guardian sacó esto, una serie de fotografías de estudios de escritores, comentadas por los mismos. Incidentalmente: el viernes planeo reacomodar mis libreros. El sistema de colores sencillamente no funciona. Hace poco le comentaba a David y a Graciela que los libros que se han ido depositando en el escritorio donde trabajaba, arriba en mi habitación, finalmente me han expulsado de mi cuarto.
Pero soy injusto, no son los libros sino la presencia de mi primo --un estudiante de medicina quien ahora utiliza mi escritorio-- quien lo ha hecho, calladamente. No le reprocho nada, yo le ofrecí el espacio (la verdad es que no me siento cómodo trabajando ahí, normalmente lo hago de noche, cuando él duerme; así que a esa hora me retiro a otro lugar). A saber: Ahora utilizo el escritorio de mi padre, quien no se encuentra desde hace un par de semanas. A su regreso, me pregunto, ¿regresaré a mi habitación? Es raro, fue aquí, en un estudio de la planta baja de la casa, donde comencé a escribir, mirando de frente a una de las paredes del estudio. Ahora escribo con la ventana a mi izquierda y de frente a un librero ocupado en su mayoría por libros de derecho, historia y una pequeña colección de literatura clásica. En mi habitación, la ventana está a mi derecha, un librero queda justo detrás de mí y el otro a mi derecha. Creo que haré ese reacomodo, con la ayuda de la siempre amable A., para poder regresar a mi habitación. Desde que estoy aquí abajo, no he escrito más que en esta pinchurrienta bitácora electrónica. Y, por alguna razón, me arden los ojos cuando trabajo. Creo que escribí un par de artículos, pero nada más, poca cosa.
La foto es el estudio de Banville. Cuenten: uno, dos tres cuadernos Moleskine.

Tuesday, September 25, 2007

Martes

Es martes. Una de la tarde con siete minutos, según el reloj que tengo cerca. No estoy sentado sino recostado pero no estoy en una cama sino en una silla así que más bien estoy mal sentado, con la cabeza apoyada sobre el respaldo del sillón, las nalgas casi al borde, las piernas estiradas, apoyadas sobre los talones y escucho el sonido de una aspiradora que se mueve en el segundo piso de la casa donde habito. Frente a un monitor, perdiendo el tiempo, describiendo mi posición y lo que escucho --los amigos que trabajan están aquí, también, vía mensajero instantáneo y me cuentan cosas sobre su trabajo. Un dolor comienza a crecer en mi muñeca, por escribir y por la manera en que apoyo la mano cuando lo hago. Estoy haciendo tiempo: debo hacer una llamada en veinte minutos y luego debo cortarme el cabello y luego debo comer y luego debo regresar --pues saldré a cortarme el cabello y a comer-- para leer cosas para la clase de maestría de mañana y ahora tengo un poco de comezón, en el costado izquierdo y también en la nuca, por el sillón. No he comido nada desde que desperté, que tampoco fue hace mucho. Me detengo un momento en esto, ladeo la cabeza, me rasco la nuca, al ladear la cabeza, hacia la izquierda, miro a través de la ventana, pues hay una ventana, y veo el patio iluminado --una luz que no entra del todo bien aquí, al estudio donde me encuentro, pues hay una barda que se construyó hace tiempo para evitar que vuelvan unos ladrones que entraron alguna vez. Que se construyó ilusamente. Suspiro. Estoy escribiendo tonterías, haciendo tiempo.

Monday, September 24, 2007

Matteo Ricci, presentación de esos Libros de Homero

Este jueves 27 a las siete de la tarde-noche en la Ibero habrá una presentación de libro. Aula Meneses. Con Martín M. Morales, SJ, director del archivo histórico de la Compañía de Jesús en Roma e investigador de la Pontificia Universidad Gregoriana; Julio Hubard, poeta y ensayista y Jesús Salazar, entusiasta. Se va a poner bueno. Pero así de que no saben qué bueno.

Canapé.

Hace rato comí un delicioso canapé de ceviche. Tenía una especie de tostada que servía de balsa, pero de balsa a punto de hundirse, con mucha agua dentro, agua de limón con pescado y cosas de ceviche, todo en un bocado derritiéndose poco a poco en mi boca para fugaz pero intenso placer de mis papilas gustativas. Amo ese canapé. Quiero casarme con ese canapé. Quiero ser un canapé.

Saturday, September 22, 2007

Quisiera ser un microbito


El hecho de mi nacimiento no es ni siquiera un átomo menos cierto que la veracidad de estas memorias, y si el estudiante inteligente que profundice en estas líneas se pregunta cómo sucedió que en el transcurso de mi paso por la vida --o tal vez debería decir mi brinco por ella-- estuve dotado de inteligencia, de dotes de observación y poderes retentivos de memoria que me permitieron conservar el recuerdo de hechos y descubrimientos que relato, únicamente podré contestarle que hay inteligencias insospechadas por el vulgo.

Conseguí Memorias de una pulga en una edición mexicana de 1970, editorial Lagusa. Tusquets, en cambio, tradujo el libro para titularlo Autobiografía de una pulga. Esta edición, de Tusquets, no la encuentro.
Esto me está causando problemas: Descubrí, anoche en la red, después de escribir la actualización anterior, que se trata de un libro de literatura erótica (es la historia de una pulga que habita en el cabello de una señorita quien, obviamente, vive su juventud y su carne con intensidad, con frescura y alegría) pero no es esto lo que me causa problemas: compré un solo libro que contiene dos tomos. Pero, ay, la red me informa que en realidad son cuatro tomos, cosa que no había en la librería donde la compré. Una vez más, caí en los brazos, engañadores, de Librerías Gandhi. [Por cierto... un amigo me acompañó y aunque no compraría libros pues había comprado, no hace mucho, ya demasiados, preguntó por El mundo como voluntad y representación en la edición del FCE, sólo encontró el segundo tomo, preguntó por el primero, pero, ay, libreros de Gandhi, le informaron: "No joven, sólo manejamos el segundo tomo en este momento". Al final mi amigo compró el nuevo número de Cuaderno salmón y un cancionero popular editado por CONACULTA en el que, descubrimos, hay una vieja canción, popular y mexicana, que lleva el título de un disco de Fobia: Amor chiquito.]
¡Amigos! Es sábado y es de noche, en unos momentos saldré a la calle. Me duelen los ojos de ver tanto la televisión y estoy listo para lo que pueda entregarme la ciudad, aunque me decepcione, ¿saben qué haré?, aunque me decepcione pondré cara de que lo acepto todo con gratitud, me esforzaré por sonreír y abriré los brazos y gritaré Graarh!, como Michael McClure, ¡Ah--aquí está mi amor de carne!, gritaré. Y al regresar de la calle, aunque sea de madrugada, entraré corriendo a mi casa y encenderé todas las putas luces y quizá suba al tejado para absorber la negrura de la madrugada, la juventud que se aleja, el sonido de los aviones que pasan, la insignificancia de mi voz.

Friday, September 21, 2007

Habla, pulga

En la cartelera de los cines se anuncian dos películas que me hicieron pensar un poco más en lo que pensaba el otro día, sobre la expresión en el arte. Las películas son: El perro bombero y El super can. En la tradición de películas tipo Buddy: superestrella o bien Mi papá es un perro, imagino que estas películas explotan la manera en que antropomorfizamos prácticamente todo, a veces para mal como señaló León Krauze aquí. ¿Hay mucha demanda de películas como estas? ¿En las que al parecer hay, detrás, un hombre que se preguntó: "¿no sería gracioso ver a un perro hacer algo que usualmente hace un hombre?" Y que, a sus adentros, pero esto ya no se lo presentó a su equipo de trabajo, quizá continuó la pregunta: "y esto, ¿nos enseñaría algo sobre nuestra propia naturaleza, el desplazar nuestros sentimientos, no de manera descriptiva sino expresiva, a algo que normalmente se expresa de forma distinta?".
El otro día iba a sacar un libro de la biblioteca de la UNAM, pero no lo encontré. Se titula Autobiografía de una pulga. Quiero ese libro. Estoy seguro que esto tiene que ver con lo anterior. Y con la manera en que el arte, esas cosas inanimadas que son las obras, consiguen conmovernos, expresar. Pero siento que debo hacer muchos rodeos para explicarme. Además de que no sé bien qué es lo que quiero decir. En fin. Todo esto, a su vez, me hizo pensar en este fabuloso artículo de Paul Collins sobre las autobiografías de cosas o animales que normalmente no son capaces de contar su propia vida.

Thursday, September 20, 2007

Expresión

El martes pasé al Tamayo con una amiga, para ver qué había. No había nada, nos dijeron, sólo una revisión de la obra permanente que acomodaron bajo lo que se les dio a entender, a esos curadores, supongo, como Nocturno. Así que fueron a esas bodegas donde guardan esas obras y dijeron: esta sí, esta no, y luego pintaron las paredes de una sala de negro, escribieron algún chorito justificador, institucional, y las acomodaron de manera que esa sensación o esa idea de Nocturno fuera apreciada. Había un poco de trampa en la arbitrariedad con la que se eligieron las obras. Cualquier cosa, parecía, que tuviera sombra, ahora se veía oscuro y negro, como algo que inspira el miedo de esas cosas que hacen ruido en la noche. Entonces, como a media exposición dimos con esta, Dog, de 1976, de Warhol (como pueden leer en la ficha).

Supongo que en cierto sentido es feo que lo diga, pero quizá no, quizá sólo es algo que no pueda uno evitar como receptor: lo primero que me vino a la mente, cuando vi esta imagen fue un amigo. El buen Óscar.

Óscar maneja la barba. La maneja muy bien. La maneja tan bien que le he escuchado decir a una, ejem, bailarina, que su barba le recuerda a Charles Manson. No es la única persona que ha dicho esto.


Lo cual no sé si sea algo bueno o no. Caray, gente bondadosa, famosa en la Historia, se sabe, ha llevado la buena barba. Pero por alguna razón no son las que vienen, usualmente, al imaginario colectivo. David, el otro barbón de la foto, en cambio, opina que el manejo de la barba de Óscar ahora se asemeja más al de Rasputín, no tanto al de Manson. Ha pasado el tiempo, ha crecido el vello facial. Pero estas dos figuras, Rasputín y Manson, sólo me hacen pensar en Óscar per accidens. La verdad es que este amigo mío es una persona amable a la que pocas veces imagino cerca de la oscuridad. Quizá lo conozco poco, quizá no.

La expresión en el arte: ¿hay una relación causal, entre lo que uno pesca y lo que pretende el artista? ¿Se trata, en cambio, de manifestaciones inevitables pero subjetivas que a la vez se pescan por otra subjetividad? Cuando Refu, mi perra, camina lento, se echa al sol y no responde a mi llamado, ¿puedo decir que está expresando un sentimiento? ¿Hay signos, síntomas de expresión en los animales y aún más en los objetos inanimados? Cuando uno ve una muñeca de Hello Kitty!, que no tienen boca, ¿le parece que está sonriendo si uno está de buenas, que está triste si uno está de malas? ¿Que está pensando en asesinar si uno trae asesinatos en la cabeza? ¿Interesa esto todavía, en las artes? ¿La capacidad o incapacidad de los objetos para expresar? Dog, de Warhol, me hizo pensar en un perro del mal, después de que me hizo pensar en Óscar. Pero quizá no sea un perro del mal, ese perrillo. Cuántas cosas pone uno sobre las cosas.

Wednesday, September 19, 2007

Tuesday, September 18, 2007

One of us

Los inválidos, los deformes nos turban espiritualmente
porque son la prefiguración de una de nuestras posibilidades.
Salvador Elizondo, Cuaderno de escritura.
Temprano por la mañana pasé por el cruce de Parroquia y Universidad. Ahí, como en muchos cruces de la ciudad, varias personas se encuentran agrupadas, limpiando vidrios de automóviles o vendiendo chicles o flores rociadas de su propia saliva. Este cruce, sin embargo, alberga a tres personas peculiares: un hombre sin extremidades (la única persona por la que he visto a una amiga llorar, y a quien llama, cariñosamente, su "duende de la suerte") que siempre manda saludos y deseos amables; un hombre que camina con torpeza y limpia vidrios y que tiene, supongo, alguna especie de parálisis, y un anciano que camina como si perpetuamente estuviera a punto de echarse un clavado. Hoy observé cómo estas personas se apoyan los unos a los otros. Una señora quería una de las flores que vendía el anciano pero como apenas puede caminar el joven de la parálisis corrió, como pudo, hasta el anciano, tomó sus flores y, de nuevo, corrió hacia el auto, que estaba a una distancia considerable. El anciano agradecía la transacción desde su lugar en la banqueta, levantando los ojos, una mano, pero no la espalda --no podía, no había manera, de que se enderezara. Estuve a punto de bajar del auto para abrazarlos y decirles que todo estaría bien pero el semáforo me dio el siga y tuve que avanzar.

Martes

Sin dolor de cabeza.

Monday, September 17, 2007

Lunes

Dolor de cabeza. Mañana seguro será un mejor día.

Sunday, September 16, 2007

Buenas noticias

La revista Viento en Vela tiene un nuevo número, dedicado al teatro. Su director, el buen Benjamín Morales (en algunos círculos conocido como "el señor de los caracoles" --círculos muy reducidos pero existentes) tuvo la amabilidad de, además, meter algunos Inquilinos entre sus hojas. Son trescientos, esos Inquilinos. Así que sólo trescientas de las revistas de Viento en Vela llevarán ese peso sobre sus espaldas. Supongo que si algo nos ha enseñado la guerra de las Termópilas es que es un número significativo. Pronto en todas las librerías excepto en Gandhi.
También: Los libros de Homero tiene nuevos libros en su catálogo.
Otra buena noticia, para finalizar: Frankie no es de los gatos que transmiten leucemia.

Thursday, September 13, 2007

Ejercicio de vuelo 5

De Armando Hatzacorsian. Óleo sobre tela. 120 x 120 cm. De 2006. Ya está vendido. (Quiero saber lo que está pensando ese pájaro).

Mi perra ladra afuera

Mi perra ladra afuera, sé que no hay nada ahí o que lo que está ahí afuera, a lo que le está ladrando --es de noche-- no representa un peligro inmediato a mi salud o biennestar, así que no me siento alarmado y creo que escribo esto sólo para registrar un ruido que normalmente no registro; un poco como si comenzara a escribir sobre el zumbido del refrigerador o el ventilador de la computadora, que se activa después de un rato de usarla. O como cuando pienso que está muy silencioso el ambiente, sólo porque la gente no habla, cuando en realidad pasan aviones y se escuchan sus turbinas; los taladros en una construcción cercana; el grito de los niños jugando en la privada. Nos hemos acostumbrado, tal es el poder de la ciudad. Mi perra no ha parado de ladrar. Diablos, no sé cuándo parará, se va a quedar ronca de tanto ladrar. Son esporádicos, sus ladridos. En ocasiones traen una burbuja de un ladrido con el ladrido real y después jala todo el ladrido hasta que se convierte en un gruñido. Al pensar en esto, puedo imaginar perfectamente su hocico, mismo que en más de una ocasión me ha lamido, para mi asco y desesperación, la cara --cosa curiosa, hace unos días otro perro, en una fiesta, me lamió la cara, los labios, incluso, y no sentí asco. Estaba borracho, tal vez. Enfermé a los pocos días del estómago.

Está cañón

El otro día estaba viendo Está cañón con Jordi Rosado cuando me di cuenta de que si iniciara, algún día, una actualización con esa pequeña confesión, no tendría la integridad moral para seguir escribiéndola.

Wednesday, September 12, 2007

Halcones Galácticos de Alejandro Vázquez

A bailar, niños.

Eerie

Qué extraño es recordar, repentinamente, esa frase: "Mis manos no son santas" que le escuché decir a una señora el otro día, durante la feria del libro del FCE a la que llegué de casualidad --iba a otra cosa, resultó que también sucedía eso. Y es extraño pues planeaba poner esa frase como título de una actualización de hace unos días. Pero la olvidé y ahora, hasta ahora, la recuerdo. Y también recuerdo que en lugar de eerie iba a titular esta actualización como "Extraño" pero temía que se malentendiera; así que era o eerie o unheimlich, pero unheimlich me sonaba más mamón. Ni siquiera sé si lo escribí bien. También pensaba titular a esta entrada como Halcones galácticos. Pero el tren de pensamiento que me hizo pensar en eso y en desistir se los ahorraré.

Tuesday, September 11, 2007

Sobre el video del post anterior

Hace unos días salía de una sala de cine en la que vi The Bourne Ultimatum. Platicaba con David, con quien la vi, y le pregunté si él creía que esas películas funcionaban de algún modo como propaganda, un tema que tenemos bien masticados, no sólo él y yo, sino la gente en general: Hollywood como máquina de hacer pensar de un cierto modo. En realidad, metí ese tema porque habíamos agotado otro, de cómo uno a menudo sale de esas entretenidas películas de acción desenfrenada, sintiéndose más poderoso y hábil de lo que realmente es --yo recordaba cómo las películas de Indiana Jones hacían que gritara y brincara e imaginara que blandía mi látigo, al son de la música de John Williams que sonaba en mi cabeza. Casi para ejemplificar, pero en realidad sin pensarlo demasiado, al salir del centro comercial donde vimos la película, tomé mi auto y crucé a lo bestia --no, a la Jason Bourne-- una muy transitada avenida, de un extremo a otro, casi sin reparar en los demás, como si hubiera sido entrenado por los mejores militares en tácticas de manejo de emergencia. Tiempo después me topé con esto, en la página de McSweeneys.
Subí el video en un post anterior porque ya no sé cómo hacer para meter video y texto en una misma actualización. Lo que el conductor del Hummer dice al final del video, que espero puedan ver, es: "This guy's picking his nose, without a fucking care in the world". Y ya no sé de qué es prueba esto: si de la esencia maligna de los Hummers, del poder y alcance del Imperialismo, si de la también negativa influencia de los medios o de si una "civilización que no produjo sus propias armas no debería usarlas" o de si tengo mucho tiempo en mis manos. Pero me preocupa. Me preocupa.

Hummer en Baghdad

Monday, September 10, 2007

Manitas

Leía una selección y traducción de cuentos de Schwob realizada por Jaime Moreno Villarreal, de esas pequeñas colecciones de Licenciado Vidriera de la UNAM. Se llama La mano gloriosa y otros cuentos. Después de eso, leí Elogio de la mano, de Henri Focillon, también en una colección de la UNAM, pero de la de ensayos ("Pequeños grandes ensayos"). Todo esto a raíz de una pequeña ilustración que es la portada de uno de los libros de Elizondo en el que puede leerse una anotación bajo el boceto de una mano, que dice algo así como: "El mejor libro-cuaderno que hay sobre la mano es el de Jean [no sé qué] La main et l'esprit". Acabo de buscar en la red el título de ese libro, que, resulta, es muy común, pero no di con ningún autor que comience con B, como el apellido indiscernible del cuaderno de Elizondo.
Y es extraño, pienso ahora, porque en la introducción de La mano gloriosa realizada por Villarreal, donde además de soltarse datos un poco ya conocidos y que acercan a Schwob con Borges (como la aversión que ambos tenían a su reflejo), se comienza hablando de El grafógrafo, de Elizondo, y de la asociación mental que este texto le provoca a Villarreal con la pintura de Escher en la que una mano dibuja una mano.
La mano gloriosa, además, tiene un aire muy parecido al del cuento de The Monkey's Paw, de W.W. Jacobs. Romanticismo siniestro, oscuridad, exotismo --y, ¡uy!, pienso ahora, en el discurso de Focillon, en su elogio, pues, que busca ir más allá de una vista virtuosa a la mano y a esa fácil tendencia de poner en la derecha todas sus ventajas, y en la izquierda, la siniestra, sus desventajas. También: en los cuentos de Schwob hay muchas apariciones de manos de muertos (como en esas historias que rescata de pasajes de Herodoto). Hay un cuento, además, que se llama Manoslimpias pero que resulta ser el nombre de un personaje (¡como Hand, de Y.S.K.O.V!).
Y veo ahora este texto, mis manos sobre el teclado, moviéndose como cangrejos autómatas y nada, no pienso nada. Sólo veo cómo se mueven, casi como si la cosa no fuera conmigo.

Friday, September 07, 2007

¡Plaga, caos, destrucción!

El frágil ecosistema que es mi hogar pasa un mal rato. Tiempo atrás, los privilegios de acceso al jardín que tenía mi perra fueron, inexorablemente, perdidos. Pues el jardín sufre, bajos sus patas, que excavan. Ahora, con el tiempo de las lluvias, una amenaza callada pero creciente ha mostrado, finalmente, su cara. Comenzó, como los lunares, siendo una mancha pequeña que no parecía significar gran cosa. Esa mancha, amigos míos, ha crecido. Es una plaga. No es gallina, no. Aparentemente, con la humedad una creciente colonia de pequeñas moscas ha proliferado, bajo mis propias narices, para comprensible deleite de muchos pero afanosos pajarracos que bajan con sus picos, sus garras, su indómita voluntad, a picotear y escarbar el jardín. Y no paran, Dios. No paran.
Este mes, un fumigador ganará unos pesitos.

Estudiar de por vida

Leía en The Atlantic, un número atrasado (the fiction issue 2006!) un artículo de Megan Marshall titulado On academic discourse and adulterous intercourse dedicado a un subgénero de novela, "The campus novel", que no sé si está o no forzado, pues sé que ahora la gente se da a buscar nuevos géneros y subgéneros, lo cual está muy bien, así nos ocupamos.
Marshall hace esta cosa curiosa de no meterse con Bellow ni con Roth ni con Lethem, lo cual me parece genial, extirpar el lado sarcástico y ácido de ese tipo de novela y se centra en autores que, por lo visto, se dedican más a una literatura del, digamos, moving on, en novellas como We don't live here anymore de Andre Dubus. Extrañamente, de la lista que deja fuera (pues hay una lista: "Books and authors I was sorry to leave out of this discussion"), Wonderboys de Michael Chabon, entraría perfectamente en la campus-novel del "moving on".
En general, es, debo decir, un texto raro, que avanza a tropezones. Uno que se detiene poco en las cosas terribles que pueden pasar en una universidad, en un ambiente de adultos que no han crecido del todo pues se aferran a saber no saber, a no tener todas las respuestas a pesar de lo mucho que han estudiado, a esa sensación que seguramente a más de un joven académico le ha embargado, en su camino de la cafetería de vuelta a su cubículo donde pasará o bien horas estudiando o perdiendo el tiempo frente a una computadora o, como vi hace poco, jugando ajedrez en horas de trabajo. Una lección: "Don't live in a way that makes you feel dead. Take care of what matters. Isn't this why we all went to college --to find out what makes us feel alive, what materrs? But these lessons can't be mastered in just four years."
Y por eso seguimos. Y por eso, nos dice Marshall, nos siguen entregando novelas de este tipo. Esto me recordó una línea de Woolf, de su A room of one's own, donde habla sobre no traicionar la visión de uno mismo, especialmente por alguien más. No traicionarse. Woolf, quien no fue a la universidad, hablaba sobre escribir. Y no sé si ahora sea justo decir: Bueno, pero terminó en el fondo de un río. Si uno debe preguntarse: ¿cuándo es justo ceder?
Pero no. Hoy no estoy para concesiones.
La imagen la puse porque me gustó, porque quise. Estaba buscando la portada de la Atlantic de la que hablo, pero nada. Pero encontré esa de The New Yorker. Si se fijan bien, está leyendo uno de esos libros de la serie Little Brown Books.

Thursday, September 06, 2007

Malacopear

Nuestro héroe se levanta después de una noche más de aventuras anodinas en la ciudad para deshacer las cosas que hizo su contraparte, su odradrek, a sus espaldas, como geniecillo maligno. Apurado y desmañanado, con dolor en la espalda, Guillermo sale de la regadera con este horror creciente en el fondo de su cabeza: ¿Qué fue, precisamente, lo que dije anoche? ¿Qué carajos escribí? Guillermo, en ocasiones, bebe. Y luego, escribe. Pero no lo hace él, sino ese otro Guillermo: el Guillermo malacopa. Esa rata que se cuela en las fiestas para dirigir la mirada de odio que generalmente se odia a sí mismo hacia los demás. Esa peste que no había aparecido en su vida desde hacía unos dos años.
Sorpresivamente, decide, no fue tan grave, ahora que lo ve, al día siguiente. Escribió algo sobre Pavarotti, quien murió. Y escribió algo sobre una robusta panza. Y en fin, todo bien. Quizá las descargas de malacopeo las hizo a través de MSN, con dos de sus amigos. No sabe bien a bien si escribió o no correos de esos, preñados de resentimiento, pero decide que no, no lo hizo. No le marcó a nadie. O nadie le contestó. Así que números negros, en el saldo.
A lo que sigue.

Wednesday, September 05, 2007

Esas tardes

En realidad, esas mañanas. Aún suceden, pues aún vivo con ellos, mis buenos padres, en las que me despiertan con ópera y cantos y tenores. Entre ellos, por supuesto, el recién finado Pavarotti.
Era gordo, Pavarotti.
Estoy borracho.
Quiero una mujer.
¿Soy demasiado desagradable, para una mujer?
No. Por supuesto que no.
Pero. Y. Si. ¿Lo soy?
Pues nada. Morir. Como Pavarotti. Su robusto estómago, en descomposición. Su bella voz, reproducida, en discos. Nada más. Polvo. Tierra. Olvido.

Birds/White

"Birds/White", 80 por 96 pulgadas, acrílico sobre lienzo, de Víctor Rodríguez. Y si por una de esas usted está en San Diego este viernes, específicamente en la Scott White Contemporary Art, 2400 Kettner Blvd. Loft 238, San Diego, California, 92101, digamos de las seis a las ocho de la tarde, es porque estará en la apertura de la exposición. Para ver más vayan al blog "Salto Salmón" o al blog de Benassini.

Tuesday, September 04, 2007

Confianza

Leo en el apéndice Mistakes we knew we were making que hizo Dave Eggers en la edición de 2001 de su A.H.W.O.S.G. que durante un tiempo, el tiempo que duró escribiendo esta memoria, trabajó haciendo caricaturas para el SF Weekly, un periódico que, entonces, estaba ubicado a unas cuadras de la revista que fundó él y otras personas, Might (de la que, muéranse de envidia, tengo algunos números).
La caricatura Swell, luego Smarter Feller, trataba sobre tener contacto y confianza con los demás, un tópico general de Might y algunos pasajes de A.H.W.O.S.G. Así, un buen día, Eggers decidió que era buena idea meter los originales de su caricatura semanal en su cajuela y permitir que las personas los tomaran si veían su auto, entonces un 1972 BMW 2002 ("a truly funny and good car") de varios colores. Así, dejaba estacionado su auto, dejaba abierta su cajuela y a cambio de una firma en una lista, en la que se pedía incluyera un nombre, la gente podía tomar el original de la caricatura que quisiera. Y pensé: demonios, ¿por qué no hago eso con El Inquilino? ¿Por qué si tengo ese montón de números en la cajuela del auto y ese montón de cajas estorbando en casa, de esa revista que jamás se distribuirá, no las regalo nomás?
Y pensé en terminar esta actualización con un: "Así que si ven un [la marca de mi auto] color [el color] estacionado en la calle, específicamente con las placas [número de placas], siéntanse libres de abrir la cajuela --estará sin seguro-- y tomar un número del Inquilino atrasado, a cambio de nada". Pero vivo en el DF, no en San Francisco. Y soy Guillermo, no un sobrevalorado autor de Estados Unidos.

Entrada 600

Ayer por la tarde pasaba frente a una agencia de autos en la que también vendían autos usados. Supongo que son los que menos se venden y los que más publicidad necesitan. Así, como en las películas, muchos de ellos tenían un precio --supongo que bajo-- pintado en su parabrisas. Otros, además, llevaban frases escritas como éstas: Estoy solo, No me dejes solo, Cómprame.
Ahora me pregunto si, dado el estado de las cosas, más que atención, quizá esas frases buscaban demostrar empatía con la común mayoría de los habitantes del DF.

Monday, September 03, 2007

Adolescente

Se sienta a esperar en un Sanborns. Espera a su amiga. A su derecha, una mesa en la que muchas adolescentes, feas pero bien arregladas, escuchan lo que una mujer demasiado vieja para lo que está usando, les habla con expresiones juveniles. Parece que las está animando. Guillermo piensa, primero, en concursos de belleza y en un video viral que vio hace poco de una concursante a quien le preguntaron por qué la mayoría de los norteamericanos eran incapaces de localizar Estados Unidos en un mapa, pero esto, que comienza por ser un pensammiento irónico, se oscurece un momento después, cuando piensa en el Clan Trevi-Andrade. Esto es lo que ocurre en la cabeza de Guillermo, quien cada vez se siente más adolescente, sentado ahí, mientras espera, bebiendo su café, escribiendo en su Moleskine notas sobre el libro sobre Nietzsche -¡sí, Nietzsche!- que está leyendo o fingiendo leer. En seguida: un esforzado metrosexual entra al Sanborns para mostrarles a las adolescentes feas pero bien arregladas el uniforme que usarán al día siguiente. Se los enseña con entusiasmo. Pero la polo roja en la que se lee Frey no parece levantar el entusiasmo de ninguna de las, ahora entiende, edecanes. Detrás de Guillermo un anciano lee su periódico pero Guillermo sabe que el anciano ha dejado de ponerle atención al periódico pues escucha que la mesera le contesta su pregunta con un tonito chilango: "Han de ser modelos".
Y no, por supuesto que no son modelos, piensa Guillermo, quien ya no puede creer que sea el año 2007, tan después de los noventas, y aún esté sentado en un estúpido Sanborns, leyendo un estúpido libro sobre un filósofo serie B, mientras la luz del sol entra a gritos por la ventana, como si fuera la última escena de Y tu mamá también --por supuesto, a unas butacas de donde Guillermo espera a su amiga un niño observa con atención, sin perder detalle, como sus amigas, quienes son, también, unas niñas y quienes son, por supuesto (estamos en la Zona Rosa) lesbianas teens, se besan y no pueden dejar de besarse, para beneficio de los sueños nocturnos del niño que no pierde detalle y del adolescente tardío que los ve, también, mientras espera a su amiga quien llega demasiado tarde para ver cómo cuando el anciano se levanta de la butaca detrás de Guillermo, Guillermo le sonríe pues el anciano lo ve a los ojos pero no le sonríe demasiado tiempo así que el anciano sólo se desconcierta y se aleja con cara de que debería venir más temprano a este Sanborns si no quiere ver más espectáculos como este.