Saturday, December 30, 2006

Barriga

Es redonda y autosuficiente, se coloca en el centro de Guillermo y en ocasiones parece, a diferencia de esas barriguitas de mujer que más bien parecen cintos o llantitas, iniciar desde el esternón y terminar en una parábola perfecta un poco más abajo de su ombligo. Pero últimamente algo, que al principio era casi una nada pero que como tal, como ese casi, ha conseguido crecer como una rama dentro de su aparente impasibilidad: la sospecha de que alguien quiere deshacerse de ella.
Durante mucho tiempo Guillermo creyó que tener barriga era algo de los hombres más hombres. De hombres de bigotes. De verdaderos caballeros, de varones, machos. Creyó esto especialmente porque sus amigos, al apuntar y burlarse a algunos jotillos que usaban camisas apretadas y pantalones estrechos, que salían sudorosos de gimnasios, le informaban a Guillermo que estar en forma era un poco ser un homosexual. Sin embargo, esta postura cada vez le parece más absurda a Guillermo: quizá por la campaña contra la homofobia y la obesidad que parece estar en todos lados y a la que Guillermo ciertamente no puede ser inmune. Está eso y también el hecho de que su novia se burla de su creciente barriga.
"Gordito", le dice.
Pero la barriga es redonda y autosuficiente, como esas barrigas de grandes estadistas, como la barriga de Churchill, o de grandes hombres, como Hitchcock, Sancho Panza, Santa Claus, Ratzinger, Plácido (el padre de Guillermo), Salman Rushdie, como la de Gandhi (¡sí, Gandhi!), como un sol que nace e ilumina una sabana africana, en un buen día de paz y poco calor. Es algo cómodo. Algo que Guillermo puede sostener y agitar con una mano, en signo de satisfacción y alegría. Aunque: ahora corre menos rápido. Es verdad que: ahora se cansa más rápido. Es cierto que: al verse en el espejo, en ocasiones se provoca asco y repugnancia.
Así que la barriga parece estar muy contenta, en ese centro vital y gravitacional que ocupa, llena de esa grasa, gravy, chocolates, Sabritas, refrescos, nachos, horas y horas de estar sentado; pero algo, una señal del alto mando, el cerebro, le advierte:
RESOLUCIÓN DE AÑO NUEVO.
"¡Ja!", ríe la barriga, "¿No soy yo la prueba misma de que Guillermo posee una voluntad frágil y endeble? ¿De que sus resoluciones son espurias e inconsecuentes?". Quizá, barriguita de mierda, pero escucha esto: mi voluntad podrá ser frágil como un vidrio, pero bajo presión puede ser igualmente aguda y filosa, así que aprovecha estas últimas grasas navideñas, de año nuevo y de bodas familiares, que en enero son cincuenta abdominales diarios. Tu oscuro reino de tiranía se acerca a su fin.

Tuesday, December 26, 2006

La bondad de los lapsos


Mi tío está detrás de mí, usando un traje de Santa Claus. No diré que está leyendo sobre mi hombro, quizá eso ya sea demasiado. Diré, sin embargo, que se está acomodando su barba postiza blanca, tratando de no reírse demasiado. Es gracioso mi tío. Bien. Ahora, otra cosa: David Miklos, autor de las minúsculas y polifónicas (¿polilegibles?) La piel muerta y La gente extraña me dijo el otro día algo sobre un don que tengo. También: días, semanas antes, meses, me había regalado un libro de Witold Gombrowicz, Cosmos. Finalmente lo terminé el día de hoy. Otros compromisos me lo habían impedido y no fue hasta estas vacaciones que pude retomarlo --con mayor precisión, lo retomé afuera del hotel Sierra Nevada, de San Miguel Allende, sentado sobre uno de esos bellos y antiguos pero que todavía funcionan, lavaderos. No me hospedé en el hotel, fui a comer ahí con algunos miembros de mi familia. Comí como un cerdo de la piara de Epicureo. Y más, pues luego me dolió el estómago (sopa azteca, molcajete arriero, buñuelos con helado, cerveza y café). El don que tengo, a decir de David, es que abro cajas de Pandora. Esto me lo dijo el viernes pasado, antes de que yo me fuera de la ciudad. Mariana estaba con nosotros y rio mucho ante la posibilidad de que yo funcionara como una especie de "Muso" para David (una posibilidad falsa, por lo demás) pues lo que éste quería decir era que, en efecto, yo conseguía transportar mis obsesiones, conseguir que ciertos fenómenos, al ser revisados u observados bajo ciertas categorías, parecen estar estrechamente vinculados con algún otro fragmento de la realidad. Es decir, que consigo pensar al mundo no como una mano cuyas falanges están abiertas, extendidas y separadas, sino como un puño sólido, fuerte y cerrado, completamente hermético. Un mundo en el que un pajarito que cuelga muerto de un semáforo tiene relación directa con una fotografía de una suicida que tiene relación directa con un libro arrumbado en una librería que tiene una portada con un gorrión ahorcado. Mi tío está detrás de mí, ha terminado de ensayar su risa de Santa Claus. Pero es una risa peculiar, una que no dice Oh jo jo, sino Jo oh oh. Es curioso. Podemos escuchar la risa de los niños, que rompen una piñata, en un patio cercano, aquí, en casa de mi abuela. Esto tiene relación con algo, he decidido, porque lo he decidido. Tal y como esa historia perfecta que nos contó David, a Mariana y a mí, durante la cena del viernes, una historia de pasión, su historia, que tenía escenarios peliculescos, pero que, como era real, no podía sostener toda esa perfección, así que debía tener no un final sino un momento que se expande hacia el horizonte --algo que no podemos controlar y que necesariamente, al no poder ser jerarquizado, se quiebra. Mariana me regaló The Children's Hospital de Chris Adrian, para esta navidad. Acabo de leer una entrevista que hizo Adrian, sobre este libro. En ella repite ese consejo conocido: Escribe sobre tus obsesiones. Entre las de él, además de la pediatría y los espacios apocalípticos, no están los pájaros, ni los pájaros muertos, pero sí los zombies. Y supongo que esto debe significar algo. Algo que, de seguir su pista, me volverá loco, como vuelve loco todo aquello que queremos comprender pero es incomprensible. No iré a ningún lado con esto. Pero es navidad. Y eso es bueno porque significa que algo se acaba. Al igual que el año. Y cuando algo termina es porque otra cosa volverá a comenzar, dándole al menos, si no sentido, un respiro a todo.

Thursday, December 21, 2006

Cierta sabiduría en Pamuk

A writer talks of things that we all know but do not know that we know. To explore this knowledge, and to watch it grow, is a pleasurable thing; the reader visits a world that is at once familiar and miraculous. When a writer uses his secret wounds as his starting point, he is, whether he is aware of it or not, putting great faith in humanity.
No sean flojos, lean el texto completo en:

Wednesday, December 20, 2006

Para sacarlo del sistema


Algunos ya conocían este retrato que hice hace tiempo de Zagal. Lo vuelvo a poner para que vean que todos somos iguales en nuestras tonterías, que todos hacemos esto de vez en cuando, para que comprendan la obsesión que puede provocar una herramienta tan arcaica como Paint Brush. También: Roberto Bolaño lo hacía. Pueden revisar en: www.clubcultura.com donde están fotografías de algunos de sus cuadernos (inéditos) y algunos retratos que hizo durante "esos lapsos de tiempo que todo escritor pasa ante la pantalla expectante". Tendrán que buscar un poco, tenía el link directo pero ya no lo tengo y no quiero buscar más. Google puede asistirlos, si tanto les interesa. ¿Bien? ¿No está bien? Lo siento de nuevo.
Finalmente: este retrato de aquí abajo lo hizo otro de mis alumnos, un buen Sierra. Opino que me parezco. Exactamente cuándo lo hizo, lo ignoro. Probablemente durante una de esas clases en las que se supone deben prestarme atención.

Y ya, por amor de todo lo santo, de todas esas cosas que apreciamos y guardamos cerca de nosotros: tema clausurado.

Monday, December 18, 2006

Cuando se terminan las relaciones pero nadie quiere reconocerlo


Hace unos días llegó a casa el número 20 del McSweeneys Quarterly Concern. Regresaba de hacer algo importante pero que he conseguido olvidar, pero sé que era importante porque cuando noté la caja de cartón que me esperaba en la cocina (algo que antes recibía con alegría), lo hice con una mezcla de alivio y resignación, como cuando te hacen un cumplido obvio como qué buena nalga tienes. ¿Está claro cómo? ¿No? Lo siento. Tomé el paquete, subí a mi cuarto, saqué la revista de su caja, dejé la revista sobre mi cama, tiré la caja en el cesto de basura que está junto a mi escritorio y me senté a escribir una cosa que necesitaba escribir en ese momento y que además exigía mi atención. Le di un vistazo a la revista que me esperaba aún, sobre la cama y recordé la primera vez que me llegó uno de los números, la emoción con la que despedacé el paquete y leí la editorial, la obscenidad con la que acaricié su lomo y leí y releí los títulos de los cuentos, ensayos y piezas periodísticas. El McSweeneys Quarterly Concern #20 me estaba viendo directamente a los ojos. Sabíamos lo que sucedería a continuación.
Aparentando indiferencia, se levantó de la cama y se dirigió al librero que está directamente frente a mi cama. Caminó despacio y observó con atención los libros. La mayoría estaban escritos en español pero noté --o creo haber notado-- que se detuvo en los que estaban escritos en inglés, quizá porque eran los únicos que comprendía. Tal vez los conocía (seguramente los de Stephen Elliot, obviamente los de Eggers, obviamente el de Plascencia, obviamente los otros números de McSweeneys y algunos Believers). ¿Escuché un suspiro? Mi memoria me juega malas pasadas de ese tipo. Malas pasadas que en realidad son señal, obviamente, de otra cosa: del deseo escondido que tengo de la McSweeneys Quarterly Concern #20 hubiera suspirado, mezclado con la evidencia de que no lo hizo. No podría importarle menos. Sabía lo que hacía en mi cuarto, haría eso y nada más. Esperaría el paso de los meses (no he podido terminar de leer el número 18, no he abierto siquiera el 19 ni las reimpresiones de los números 1, 2 y 3). Pero el #20 sabía. Después de ella no habría más, pues mi suscripción se ha terminado. Pacientemente, resignadamente, la revista regreso a mi cama, se tiró sobre ella con letargo --esas historias, esos autores, esas bellas reproducciones de arte, ese primer capítulo de la novela de Chris Adrian. Es la última McSweeneys que compraré en mucho tiempo. Ni siquiera es la más nueva (ya van por el número 22). Pero ahí está. A la espera. ¿Me detesta? ¿Hay palabras que decir entre nosotros?
No lo sé. No lo sé.

Sunday, December 17, 2006

Saturday, December 16, 2006

Retrato

No somos sólo la caricatura que nos representamos a nosotros mismos, sino también la que los demás crean de nosotros, decía, más o menos, Sándor Márai, en uno de sus textos autobiográficos. Hace días uno de esos muchachos de sangre caliente a quienes debo tolerar semanalmente en la preparatoria que me paga por decir cosas, me hizo este retrato. Lo hizo como en diez segundos, lo cual no deja de impresionarme. Es una buena persona, esta persona que hizo el dibujo, así que no le importó que me apropiara del retrato. Me impresiona el parecido. Así que gracias Santiago.
También: lo hizo en una hoja de cuaderno --que no era suyo, tal vez por eso no le importó arrancarlo-- y me lo dio con todo y las rebabas esas que dejan las hojas de cuadernos de espiral. No se ve aquí porque lo edité un poco con el scanner. Pero la hoja, con rebaba y todo, me recuerda mucho a los recaditos que se trafican tan a menudo en secundarias, primarias y preparatorias --y a veces, supongo, en universidad. Hay un libro que se titula Dear new girl or whatever your name is en el que se recopilan varias de las notas confiscadas durante tres años en una secundaria de Los Angeles, gracias a la inicialmente acción disciplinaria y después obsesión de una maestra sustituta, Trinie Dalton. Las mejores notas se mandaron a varios artistas plásticos (entre ellos, ejem, Marcel Dzama) para que las ilustraran y reinterpretaran.
Obviamente, el libro lo publicó McSweeneys.

Thursday, December 14, 2006

Gastronomía

Informo: las papas de carrito son mejores que cualquier producto de Barcel o Sabritas. Inconveniencias: usualmente, cuestan como seis pesos más. Hay, sin embargo, soluciones: entre los nuevos productos de la compañía Sabritas (fruto de "esa semilla que plantó Don Pedro Marcos Noriega" hace casi 63 años), están las Sabritas Habaneras. Son buenas papas. Solas son ricas. Estas sabritas, solas, son a los productos de Barcel, lo que la Coca Cola es a la Pepsi. Pero oh dios mío, les vengo a traer noticias: con valentina, saben exactamente igual que unas papas de carrito.
Siempre es un gusto informar.

Tuesday, December 12, 2006

Last word freak


Acabo de leer la última actualización de la bitácora electrónica de Héctor Zagal, misma que leo, sospecho, más porque lo considero un buen amigo y una buena persona a porque disfrute especialmente de su prosa. Creo, también, que es una de las únicas razones por las que las personas leen las bitácoras electrónicas de sus amigos. O por la misma razón que nos interesa leer los diarios de los demás --una razón que en algunos, a menudo, se deforma en morbo y otras formas de curiosidad malsana. Pero sólo en algunos. No quiero ahondar en esto. Debo decir, sí, que me impresionó un poco, por aquello de la obsesión con las obsesiones, que escribiera sobre la memoria, el pasado, el olvido a través de la repostería.
Anoche terminé de leer la primera parte de A la búsqueda del tiempo perdido, en su versión de novela ilustrada, una de las novedades de Sexto Piso --una editorial que hay días me alegra y me dice que existe una bondad desbordante en las personas y un fin y un sentido, editorial misma que, a días, me hace desear ser un pez que viva en el fondo del mar. La disfruté. Jamás he abierto la novela de Proust, en su versión normal, como ya había dicho. Ahora pienso hacerlo. En este sentido, creo que la novela ilustrada cumple su cometido. También: soy un cursi. Es decir, aunque sospecho que ya no compraré los once tomos restantes (soy muy delgados, un poco caros, algunos no vienen bien pegados y se crean burbujas en la carátula que, a pesar de todo, es bella), me temo que si los fuera a comprar lo haría para regalarlos a mis sobrinos. O a mis hijos. No sé, a alguien pequeño, que disfrute los colores pero no entienda las letras --que, debo decir, a momentos soy demasiados los cuadros saturados de letras, un poco raro para un cómic. Mi padre hizo esto, con sus cómics de Astérix y Obélix. Luego, me compró la colección completa cuando los vendían en Samborns. Igual los de Tintín. Esa fue mi entrada a los cómics. Editorial Vid todavía no vendía los de Superman, Batman ni Spiderman. Vendían Archie. Y fuera de eso, creo que sólo había algunos de la Familia Burrón, de Condorito y Memín Pingüín, de los que, creo, jamás he leído uno completo a la fecha. También: libros vaqueros. Que tampoco compraba.
Creo que escribo esto porque precisamente anoche, después de que yo había leído unas treinta páginas de la novela gráfica, escuché a un par de amigos quejarse, pero quejarse en serio, de esa mamada que había sacado Sexto Piso. A mí sí me gustó. Se los dije. Cambiamos de tema. Pero me quedé con ganas de seguir diciendo cosas. Así que bien: La disfruté dentro de lo que puede disfrutarse. De hecho, hubo un momento en que me frustré porque sólo tenían publicado esta primera entrega. No sé si le llega o no a la experiencia que uno tiene cuando lee A la búsqueda... porque no he leído nada de ella. Tal vez mis amigos ya la leyeron y por eso se quejaron. Tal vez estos cómics están dirigidos precisamente a tontitos como yo. Por otro lado, no se trata de un cómic tan divertido como los de Astérix o los de Tintín (a no ser, de este último, al parecido que tiene, a veces, con Las joyas de la Castafiore o El cetro de Ottokar, que no son así que digamos "divertidos"). Ciertamente no es tan emocionante y violento como esa gran cosa que es Sin City. Pero es un buen librito.
Debo decir que no soy un buen lector de cómics. Sé muy poco. Me gustaba Fox Trot, Calvin & Hobbes (tal vez mi favorito), algunos de Mafalda, The Far Side y recientemente The Perry Bible Fellowship. Y, por supuesto, lo que hace Chris Ware. En fin. Eso es todo. Prometo que la próxima vez que tenga algo que decirle a mis amigos se los diré a ellos.

Monday, December 11, 2006

La mandarina de Proust

Creo que uno de los chistes que más me agradaron de Lunar Park, quizá por su simpleza, porque no se me había ocurrido pero parecía tan fácil de fabricar, fue aquél en el que el protagonista (que se llama Brett Easton Ellis) le cuenta a su estudiante/amante algo sobre Proust o cómo fue que consiguió su cátedra de literatura en esa escuela-hippie posmo. "Sí, la mandarina de Proust y todo eso", "Querrás decir magdalena", "Mandarina, eso dije".
Hoy leí un poco de ese cómic que publicó Sexto Piso, el primer tomo ilustrado de A la búsqueda del tiempo perdido y creo que digo esto, además de que es verdad, porque me parecería increíblemente snob confesar que estoy leyendo A la búsqueda... en cualquier versión que no trajera ilustraciones, cosa que no estoy haciendo y probablemente no presumiría si lo hiciera. Me acercaría a mis amigos que sé lo han leído o lo están leyendo y comentaría algo, a lo mucho, de pasada. Pero ahora veo a Proust en todos lados. Lo mencionan como fuente de sabiduría, tanto superior como cotidiana, en dos películas que vi más o menos recientemente, Little Miss Sunshine y A good year. Pero no he leído a Proust. Me temo que tomará mucho tiempo antes de que termine esos tres tomos de Valdemar. Pero hay tiempo, hay tiempo.
No hagan caso, estas cosas luego las anoto sólo como notas para mí mismo.

Thursday, December 07, 2006

Encuesta ociosa

Se está llevando a cabo una nueva encuesta en la bitácora electrónica del escritor y crítico peruano Iván Thays para ver qué opinan sus lectores respecto quién es el escritor más influyente hoy en latinoamérica. O el segundo, pues ha quitado, casi por obviedad, a Jorge Luis Borges de la encuesta. Entre las opciones están: Mario Vargas Llosa, Manuel Puig, Ricardo Piglia, Enrique Vila Matas, Javier Marías, Alberto Fuguet, Sergio Pitol, Gabriel García Márquez, Carlos Fuentes, Julio Cortázar, Ernesto Sábato y, por supuesto, Roberto Bolaño (quien hasta ahora lleva el primer lugar).
Le sigue Vargas Llosa. Luego, en un empate, Julio Cortázar y García Márquez. En total, creo que lo más agradable de esta bitácora, que leo obsesivamente, es que se llama Moleskine Literario.

Wednesday, December 06, 2006

Porque todos queremos a Rogelio...


...y a esa buena revista que nutre. Los buenos textos de siempre, encuéntrelos en su novena entrega. Esto es lo que haces: vas, la compras, y la lees en el avión rumbo a los Cabos (sabemos que sólo los ricos leen esta revista).

Monday, December 04, 2006

Mis alegrías de invierno

Aquí en casa me quedo aterido de frío
y soy un fastidioso golilla que se detiene en nimiedades
y cosas de poca monta.
Rilke, carta a la princesa Marie von Thurn und Taxis
(13 noviembre 1912).
Tres días encerrado. Dos de ellos los pasé en mi cuarto. También me moví a la sala de televisión. Enfermo. Trabajando, con dificultad. He dormido mucho pero en realidad he sufrido poco, sólo es un malestar, toser un poco, aspirar mocos, sonarme, dolores de cabeza, falta de concentración, irrefrenables deseos de estar quieto, dormir.
Cuatro de diciembre. Rilke nació un cuatro de diciembre. Pienso en sus Elegías de Diuno, en parte porque es un pretexto para poder escribir, en parte porque me agrada la idea de que alguien sea visitado por un ángel no cristiano. Me levanto del escritorio, me distraigo, tomo el libro del librero, me vuelvo a sentar. Es extraño, cada día comparto más la idea de que escribir es un oficio que cuesta, algo a lo que uno debe dedicarle tiempo y dedicación. Y que no puede esperar la visita del dichosito ángel. Por otra parte, un amigo opina que, como la vida, además del trabajo duro siempre se necesita de ese extra de suerte --llámenlo caos, inspiración, idea robada de Match Point, es igual: habrá siempre un resquicio para lo que no podemos controlar y que, en cambio, nos controla a nosotros.
Pienso en Chautebriand, cuando era un adolescente. Vivía en la torre de un castillo. Su padre creía que las noches frías y los ruidos extraños le formarían carácter. Como a Rilke durante su estancia en el castillo de Duino, fue visitado por una imagen, una quimera, femenina. Pero Chautebriand era un adolescente que comulgaba absolutamente con el espíritu romántico. Había armado una entidad con pedazos de otras mujeres, una pasión en la que, confiesa, invirtió al menos dos años: "Me creé, pues, una mujer a partir de todas las mujeres que había visto: tenía el talle, los cabellos y la sonrisa de la forastera que me había estrechado contra su pecho; le daba los ojos de tal muchacha del pueblo, la lozanía de tal otra. Los restratos de las grandes damas de los tiempos de Francisco I, de Enrique IV y de Luis XIV, de los que estaba adornado el salón, me habían proporcionado otros rasgos, y había robado gracias incluso a los cuadros de las Vírgenes que colgaban en las iglesias". Más tarde, cuando se ha acumulado demasiada pasión y su espíritu es incapaz de darle cabida, Chautebriand mete un fusil a su boca y jala el gatillo. Pero no pasa nada, el gatillo estaba tan gastado que a menudo se le escapaba el seguro: "Supuse que mi hora no había llegado, así que dejé para otro día la ejecución de mi plan".
La copia que poseo de las Elegías de Diuno está acompañada de nueve cartas, algunas muy extensas, que Rilke le escribió a la princesa Marie von Thurn und Taxis, inspiradora y dueña de los poemas. Todas están escritas desde Toledo, en ese lenguaje dulce y afable y que aspira a la divinidad femenina que le hace fruncir el ceño a cualquiera. Rilke repite una y otra vez la palabra "princesa", por ejemplo. Escribe sobre atardeceres, ocasos, momentos de gran inspiración y arrebatos estéticos casi místicos. Cansa ese esfuerzo por llegar a una totalidad. El 17 de noviembre de 1912, le escribe a la princesa: "Pudiera ser que de los fragmentos que uno va acarreando poco a poco, se llegara a contemplar panorámicamente un mundo con contenido propio, pero para eso hay que andar todavía un buen trecho".
Lo que ustedes llaman mi mundo, este cuarto, esta bitácora, estas entradas, estos libros que leo a pedazos, adorables criaturas, hoy por hoy no alcanza para sostener a nadie.

Saturday, December 02, 2006

A pesar de todo, convergencia.



También iba a subir esa otra imagen, en la que la libertad se abre paso en una barricada, ¿ubican cuál? Una bandera ondeando y la gente gritando y caos y muchas bocas abiertas. También vendría bien esa imagen de los soldados americanos que posan como si les costara mucho trabajo elevar una bandera norteamericana en el campo de batalla --una imagen que ya he subido a la bitácora electrónica. Pero estoy tosiendo mucho, tengo mucho trabajo, me siento fatal y quiero morir.