Wednesday, November 30, 2011

La fe en los demás

He visto parte de su vida desarrollarse a través de las ventanas -la ventana que da a mi comedor (que en realidad no es un comedor sino una mesa en la que a veces como pero en la que, sobre todo, dejo documentos como cuentas sin pagar o revistas que no he leído) y las ventanas que dan a su estudio, sala, habitación, baño y partes de su comedor y cocina. Su departamento es grande, comparado con el mío. Lo vi antes con su novia. De hecho, antes eran dos, a quienes veía. La podía ver a ella, una joven guapa que me recordaba a alguien más, lavarse los dientes o cambiarse o a ambos platicando frente a la computadora encendida o a él defecar con la puerta abierta o, en una ocasión, masturbarse frente a la computadora (de pie). También vi cómo bajaban las persianas pero dejaban las luces encendidas. También la vi a ella, un día, con otro hombre y cómo no usaron la cama que usaban ellos dos sino un colchón en el estudio (que también es sala). Apagaron la luz. Después ya no la vi a ella y lo vi a él de nuevo frente a la computadora. Y luego con otra mujer, gorda y fea. Después no volví a ver a la mujer gorda y fea y sólo lo vi a él y dejó de interesarme su vida, aunque no sé por qué. Lo vi hace un momento, salí de mi habitación y fui al baño y pasé frente a la ventana y ahí estaba él, leyendo algo en el monitor de su computadora.

Tuesday, November 29, 2011

Cómo sería

Se levantaría temprano, saldría rumbo al trabajo sin desayunar, nada en el refrigerador. Unas horas más tarde saldría a comer y regresaría pronto al trabajo pues tendría aún bastantes tareas por resolver. Cansado, al salir de la oficina, tomaría su bicicleta y pedalearía hasta el cine Cinépolis Diana pues había leído que ahí se proyectaría una adaptación de un libro de un autor que él apreciaría (trabajaría en una editorial o en una revista o en algo relacionado medianamente con las artes o la cultura o la literatura o las humanidades; en suma, tendría intereses). O quizá un amigo le recomendaría que fuera a verla, un amigo leído, y eso haría, saliendo de trabajar. El amigo no podría acompañarlo pues esa noche cenaría con su esposa. Sería su cumpleaños. Pensaría: esto es mejor idea que ir a un restaurante a que te canten las mañanitas, solo. O quizá no sería una adaptación de un libro sino una comedia romántica, lo que vería. Dejaría su bicicleta amarrada afuera del cine. No. Metería su bicicleta al estacionamiento. No, pues cerrarían a las 10 y él estaría entrando al cine a las 8 o a las 9. Dejaría su bicicleta en paquetería y compraría unos nachos y pensaría: la estoy pasando bien. A una media hora de iniciada la película, comprendería que no la estaba pasando bien. O mejor: sentándose, con la sala oscureciéndose, le llegaría un mensaje a su celular de una mujer de la cual él tendría pensamientos agradables (entre eróticos y cariñosos) y quien le preguntaría si no estaba interesado en ir a tomar una cerveza. No por su cumpleaños (ella no sabría que ese día sería su cumpleaños) sino porque había sido un día difícil en la oficina. Sería miércoles: el cine a dos por uno. Le contestaría que estaba entrando al cine (sería cuidadoso con su dinero, pues ganaba poco) pero que saliendo le marcaría. Añadiría: o si prefieres, otro día. Ella le contestaría: mejor otro día, pásala bien. Guardaría su celular y pondría atención al resto de la película. O no pondría atención. Se distraería con las posibilidades. Quizá no disfrutaría la película, quizá el autor en cuya obra estaba basada la película no era tan bueno como imaginaba o como creía el amigo que le había recomendado la película o quizá sencillamente estaría pensando que sería buena idea dejar el cine de una vez por todas e ir a tomar una cerveza con la mujer que le acababa de mandar el mensaje así que saldría del cine -entre decepcionado por la película y apurado por la posibilidad de ir a beber algo con aquella mujer- y se apresuraría a recoger su bicicleta. Afuera, le marcaría a la mujer. Ya estaría en cama. Mejor otro día, le insistiría, ella. O quizá iría al cine con una amiga. Es decir, atención, no iría solo. No sería su cumpleaños. Su amiga elegiría la película y él decidiría apoyarla en la elección (por decir algo) pues había leído al autor en cuyo libro estaba basado la película y le diría algo por el estilo: "Es un autor muy bueno, vamos a verla". Esto sería una conversación intercambiada a través de programas de mensajería instantánea, instalados en sus respectivas computadoras, desde sus respectivas oficinas. Ambos trabajarían en publicaciones periódicas. Quizá serían periodistas. O quizá serían banqueros pero tendrían intereses. Es decir, intereses en las artes y las humanidades y el ser humano en general, no "intereses" en el sentido de cuestiones financieras -aunque también tendrían esos, acumulándose ya sea en sus créditos o en sus ahorros. Entonces. Acordarían verse en el cine. O quizá no serían periodistas sino otra cosa. Escritores. O editores. O algo. El punto es: ambos llegarían en bicicleta, por separado. No tendrían automóvil. Se encontrarían en taquilla y dejarían las bicicletas amarradas o en paquetería y mientras él o ella dejaban la bicicleta en paquetería o amarrada en el lugar menos inconveniente, ella o él iría a la dulcería a comprar las viandas que disfrutarían durante la función. No sería su cumpleaños, ni de él ni de ella. Su amistad se basaría en la enfermedad y la desidia. No. Su amistad se basaría en la honestidad y la confianza. Quizá. O tal vez en la posibilidad de que al otro le interesaba la vida del otro tanto como le interesaba a él o a ella. En cualquier caso, no sería algo en lo que pensarían demasiado pues, de facto, se llevarían bien (en la medida de lo posible). O quizá no serían amigos sino hermanos. No. Serían amigos. Nada más. Pero tampoco nada menos. O quizá la película la había recomendado él y por eso cuando, pasada la hora, descubriera que ella no estaba disfrutando la función ("No, por favor", susurraría ella cuando en la pantalla se proyectara el rótulo "Segunda parte", a modo de advertencia de que la pifia seguiría) él sugeriría salirse del cine, apenado. O quizá no estaría apenado y sólo lo sugeriría por procurar ser práctico. Esto es algo que ella apreciaría de él, que era un hombre práctico. Un hombre prudente. O tal vez no es algo que ella pensaría necesariamente de él pero al menos alcanzaría a apreciar que era una persona que intentaba ser práctico y prudente (si es que tales cosas son equivalentes). O tal vez ella no se fijaría en esas cosas. Tal vez se quedarían a ver el resto de la película. Tal vez, mientras veían la película, una mujer le mandaría un mensaje a él. O tal vez tendría la fantasía de que una mujer le mandara un mensaje a él de tal forma que cuando viera una oportunidad le sugeriría a ella salirse de la película ("Hacía años que no me salía de una película", diría saliendo) y se despedirían a la entrada del cine y él pedalearía con furia para alcanzar a la mujer en cuestión. O tal vez no se saldrían y tolerarían el bodrio hasta el final creyendo que la otra persona estaba interesada en terminar de verla (al final descubrirían que no era así). Quizá la otra mujer no le mandaría un mensaje. Quizá la otra mujer no existiría. Quizá existiría, le mandaría el mensaje pero él preferiría permanecer en la película para acompañar a su amiga pues él creería que es el tipo de cosas que nutren las amistades (la lealtad, la camaradería, los buenos modales). Al salir, de hecho, él la acompañaría a su casa, cada uno en su respectiva bicicleta, y agradecerían el paseo, tras una larga noche y un largo día. Bromearían durante el trayecto. Serían felices. O alegres. O felices. O al menos lo fingirían bien pues creerían que la expresión precede al sentimiento. Se despedirían en la puerta del departamento de ella y él emprendería el viaje a su no muy retirada casa. En el camino vería a hombres a solas hablando por celular, en la calle. Hombres que salieron de casa para poder marcar el número en el cual ahora hablaban acaloradamente. Hombres, ¿con familias? Hombres, ¿con amoríos? Vería a mujeres también, muchas mujeres solitarias, paseando a sus diminutos perros (es decir, no atendiendo a sus familias en casa; es decir, sin un bebé o un marido esperándolas). Querría hablarle a todas. Decirles: "Hola, buenas noches". Decirles: "Espero que estés pasando una buena noche". Y decirlo en serio. Eso querría. O quizá no querría nada de eso, el paseo, la duda constante, la noche, el cine, las amigas, los amigos leídos, los seres humanos, querría algo más sencillo, un trabajo alejado de las humanidades o que no exigiera tantas horas o que no le impusiera el cansancio como único modo de dignificación, quizá querría estar menos alerta a los demás y sus sentimientos y trabajar en algo sencillo pero bien remunerado, quizá tedioso y con una diminuta posibilidad de generar intereses ajenos a ellos. Querría no tener preocupaciones más severas que decidir a dónde vacacionaría (dado el caso) o a dónde saldría el fin de semana. Quizá, pensaría mientras pedalearía a casa, podría ser un político o un empresario o un banquero o algo igualmente sencillo, aunque tendría la sospecha de que eso sería definitivamente imposible para una persona como él en un país como este. Y esa certeza lo animaría. Y en lugar de hacer otras cosas, llegaría a casa y escribiría con el temor de reducir la realidad a unas cuantas líneas, faltando a la realidad, pues, y dudaría de nuevo, y así sería como sería.

Martes

Hoy es martes.

Thursday, November 17, 2011

Viernes

Apreciarse como un despreciador de uno mismo, ad infinitum. Considerar las palabras de los demás pero tener la incapacidad real de comprender lo que ocurre fuera de uno. Dar pie a la importancia que tiene lo subjetivo, distinguirlo de lo relativo. Creer que es posible realizar juicios que sean acordes a la realidad. Defender la importancia, especialmente en una sociedad deficiente, de que la teoría ayuda a la vida práctica, la importancia de la ética, y esperar el día en que no deba justificarse la teoría por su "utilidad" o por ser capaz de brindar un servicio. El problema de la amistad: lo fácil y placentero que es hacer amigos, lo difícil que es mantenerlos o cultivarlos. El deseo de tener iguales, la paradoja del hombre prudente, autosuficiente, excelso, justo, que no tiene necesidad de amistad. "Grandeza". "Fracaso". La duda del valor de la sospecha. El egoísmo, su utilidad, tan breve. Problemas concretos, como el dolor de oído que tengo. Pero la vida se experimenta, no se resuelve. ¿Pero la vida se experimenta, no se resuelve? Poner buena cara, cuando se necesite poner buena cara. Poner mala cara, cuando se necesite. Hacer el bien. Poner atención. Pedir perdón. Dar perdón. Ser violentos con nosotros mismos, no ceder a ser lo que somos, sino ser lo que queremos ser. Propongo.

Tuesday, November 08, 2011

Oxxotexto


Ya circula un nuevo número de PLTMEX, en su edición de noviembre podrán encontrar en El diseño: Tzompantli Gráfico; en El Ocio: Espacio Escultórico de la UNAM; en La Ecología: Primeros taxis eléctricos; en La Infraestructura: Obras públicas sin concurso; en El Futuro: El Museo Tamayo se amplía; en La Sociedad: El DF ante el antiabortismo; en La Economía: Cooperativa Panamédica. En portada, de Las Artes, SOMA y algunos de sus integrantes.

Finalmente, en La Convivencia, además de la Etiqueta y la Antología de la infamia, mi columna, con un texto sobre los Oxxos que reproduzco a continuación.

Oxxotexto

En la esquina de mi casa, un oxxo. Qué alegría. Recuerdo que cuando me sugirieron rentar el departamento donde sobrevivo me dijeron que tenía la ventaja de tener un oxxo en la esquina. Pero, uy, no es una ventaja. Es una respuesta a un falso problema. Su variedad de productos, sus horarios atractivos, la intención de satisfacer deseos que en realidad nadie tiene no hacen nuestra vida más fácil. Ah, “la publicidad fracasa, la depresión se multiplica”.
Sé que me nutro mal en gran medida por culpa de esa “tienda de conveniencia”. A menudo, en lugar de armarme de disciplina para caminar hasta el mercado y comprar ingredientes baratos para cocinar algo, bajo y me compro unos Rancheritos. “Cuando tienes antojo y no sabes qué comprar, visita oxxo”, nos exigen en su sitio electrónico. oxxo, un favor, ya nomás dinos: ante incertidumbre existencial, compra.
Escribo esto y escucho “Lost in the Supermarket”, esa canción de The Clash que informa: “Estoy perdido en el supermercado y ya no puedo comprar felizmente, vine por la oferta especial de personalidad garantizada”. ¿Y saben qué estoy pensando? Que es una canción muy simpática e ingeniosa, con un aire de inconformidad social que bebe del ethos punk, el tipo de actitud que realmente no se puede asociar con alguien que sólo se está quejando de la existencia de un oxxo. Es decir, conmigo. Sospecho que no atinaré a decir algo medianamente divertido como, digamos, podría hacerlo un episodio de los Simpsons en el que aparezca Apu y su Kwik-E-Mart. A estas alturas, estas tiendas no provocarán una respuesta más ingeniosa o inteligente que la canción de Children Garden, “Yonits Asuntos Internos” (y que abusa de esa estrofa marcada por la aliteración: “Sexo en el oxxo en exceso ¿con un marcatexto?”).
Camino a la oficina me voy fijando así que pronto descubro tres oxxos en una caminata de diez minutos, sin contar el 7 Eleven o el Círculo K que me encuentro por ahí. Abran los ojos: están en todos lados. No me gusta esto. No me gusta que proliferen los oxxos. ¿Saben cómo se le conocen a los oxxos en la industria de los abarrotes? Se les conoce –supongo que por ser muchos y porque son molestos- como Gremlins. Pero si los Gremlins pueden ser destruídos con luz solar, el oxxo funciona durante todo el día y en las madrugadas sus luces permanecen encendidas, como faros para barcos ebrios.
De acuerdo con mis informantes de confianza (pues tengo informantes) y los datos que tienen a la mano, en el Distrito Federal hay cerca de 1,100 oxxos. Les sigue el 7 Eleven (“famoso por su café”, me dicen), con 310 establecimientos. Círculo K, 150. Extra, 94. Super City, 90. ¿Saben qué veo? Un futuro en el que en lugar de dueños de establecimientos que vendan abarrotes, tendremos cada vez más oxxos regentados no por sus dueños sino por empleados uniformados, a quienes se les obligará a preguntar si queremos redondear nuestra compra, establecimientos que se jactarán de extrañas políticas como el Programa de Inclusión Laboral (aunque su “inclusión” considere, especialmente, a madres solteras). Leo en oxxo.com: “oxxo es la empresa de femsa con el más agresivo nivel de crecimiento, de hecho el crecimiento es la base de nuestra estrategia de negocio”. Corolario: la agresividad es la base de nuestra empresa y te vamos a chingar, vendiendo cosas que nadie necesita, en frente de tu casa, a horas innobles, por siempre. Qué alegría.

Sunday, November 06, 2011

Dicho de un toro: Que no tiene resabios y acomete francamente y sin repararse

Estaba leyendo una cita en una bitácora electrónica que administra un amigo en la que se toma una pregunta de Wittgenstein que dice: "¿Qué ganamos con una definición si sólo nos lleva a otros términos aún sin definir?"
Me pregunto en qué contexto se hizo Wittgenstein esta pregunta.
Estaba buscando la definición de contexto y una de las acepciones en desuso del término es "Enredo, maraña o unión de cosas que se enlazan y entretejen" que, creo, da una idea un poco opuesta de la definición que todo mundo más o menos acepta (en la que lo que define aclara).
No sé por qué el diccionario incluye definiciones en desuso.
La primera acepción de definir, en el diccionario de la RAE, es: "
Fijar con claridad, exactitud y precisión la significación de una palabra o la naturaleza de una persona o cosa".
En su cuarta acepción, sin embargo, se coloca un mayor énfasis en el aspecto emocional de lo que significa definir algo:
"Adoptar con decisión una actitud" (la segunda acepción de "decisión" es "Firmeza de carácter").
Cada vez que intento precisar un término un compañero de la oficina me implora que deje de filosofar, lo dice así, con énfasis, casi con veneno, sin querer realmente decir "filosofar" o "deja de aclarar términos" sino lo contrario, "deja de enredar términos". Cada vez que me lo dice -pasa a menudo, pues esto se hace generalmente en un contexto distendido y no ha habido una razón real para pedirle que deje de hacerlo- reímos (aunque creo que mi risa está acompañada por una sensación de desesperanza).
En uno de los avances de la vigésima tercera edición del diccionario de la RAE ya se incluye una definición de "descontextualizar", es decir, "sacar algo de su contexto". Tengo una amiga que solía llamarme "descontextualizador profesional". Esto solía hacerlo también en un contexto distendido, lo cual me ayudó a evitar considerar que en realidad me estaba llamando un sofista. Recuerdo que cuando llegué a dar clases de ética hice un énfasis especial, quizá por el modo en que me educaron, en aclarar que a pesar del uso común del término "sofista" (quien hace uso de razonamientos incorrectos que aparentan ser correctos), no todos los sofistas de la Grecia del siglo V (estoy citando el diccionario de la RAE) hacían uso de los "sofismas", sino que enseñaban "el
arte de analizar los sentidos de las palabras como medio de educación y de influencia sobre los ciudadanos".
Creo que nunca me sentiré cómodo en la desagradable posición del que intenta explicar algo con claridad. A nadie le gustan las cosas claras. Pues las cosas no son claras. Creo que esto lo tengo claro.

Friday, November 04, 2011

Viernes

Mira mis dedos. Mira mis libros. Mira mis ropas. Mira las cosas. Las cosas se miran, los dedos se extienden, los libros descansan sin ser leídos, las ropas abrigan los cuerpos desnudos y dejan de estar desnudos los cuerpos que son de carne como está hecha de carne la mayoría de las cosas que nos importan. Preciado como la carne. Carnestolendas. "El bistec cada vez está más caro", dice. "El dinero cada vez está más caro", dice, el cantante, con su boca de carne.
Leo a Macrobio.
A nadie le importa.
Pienso en ella.
A mí me importa.
Leí un cuento sobre la carne. Me gustó ese cuento. Amor de carne. Comí carne. Soy un carnívoro. Comí otras cosas. Soy un carnívoro.

Tuesday, November 01, 2011

Martes

Despertar. Desayunar. Bicicleta. Trabajar. Bicicleta. Comer. Leer. Donald Barthelme. Siesta. Donald Barthelme. "The Genius" y "The Opening", que finaliza con la expresión "...los huesos rotos del corazón". Bicicleta. Una pareja, él mayor que ella, pelo cano, ambos en bicicleta, ¿rumbo al trabajo? Overoles fosforescentes, ambos. Casco, él. Bandas fosforescentes para mantener los pantalones caquis alejados de la cadena, él. Platicando en voz alta y dirigiendo el camino, ella. Trabajar. Algo parecido a la vida.